Rubén
Rojas Breu
UNA
ARGENTINA POBRE, UNA ARGENTINA SOCIAL Y POLÍTICAMENTE FRAGMENTADA
Así
de triste y desalentador es el estado de cosas que padecemos.
Me
acomete el impulso de disculparme por un título y un inicio tan deprimente,
máxime en vísperas de celebraciones colectivas.
Pero
al mismo tiempo mi honestidad me obliga ser claro y contundente, habida cuenta
de que alguien tiene que asumir el rol de sincerar; de no hacerlo no puede
vislumbrarse ninguna salida.
Vivimos
en una Argentina pobre, así como social y políticamente reducida a fragmentos,
atomizada.
Es
la derivación del proceso que tiene su génesis en la dictadura: una decadencia
que el gobierno radical emergente en 1983 ni siquiera atisbó y que con el
menemismo se acentuó a niveles gigantescos.
Los
gobiernos subsiguientes acentuaron, por caminos aparentemente distintos, esa
decadencia que podría ser irreversible si no generamos ya la conducción
política, que munida del Proyecto, proponga, convoque y organice.
Hace
pocos días publiqué mi documento “ARGENTINA, EL PROYECTO”; si se lee
atentamente, una conclusión debería acceder a la conciencia en modo torbellino:
-
La actual Argentina es pobre, pequeña o
empequeñecida, sobradamente insuficiente e insatisfactoria.
Mandamases,
gerentes y escribas de las grandes corporaciones, dirigencias de todo el
espectro, medios, referentes, intelectuales, consultoras y empresas
encuestadoras falsean de manera vergonzosa.
Negocios
prósperos son la simonía y la compraventa de indulgencias y favores, corrientes
desde tiempos inmemoriales de la humanidad, pero florecientes en períodos de
decadencia como acá y ahora.
También
los pactos detrás de los cortinados son cosa cotidiana en esta Argentina.
En
patética concurrencia con lo antedicho se contabilizan pobres desde hace
décadas, una costumbre denigrante.
Los
cálculos actualmente fraguados despiertan el provisorio beneplácito del
despótico y cruel gobierno libertario.
Consultoras
y encuestadores dibujan de lo lindo, luciéndose como empeñosos ilusionistas.
Entusiasman
al gobierno y sus cómplices ofrendando curvas optimistas sobre el curso de la
pobreza y números complacientes o abiertamente generosos acerca de los niveles
de imagen del caudillo libertario y su gobierno.
Empero,
se destacan las omisiones, tremendas omisiones:
Una,
que la Argentina es pobre y, por lo tanto, la pobreza, pandémica y crónica, se
impone abrumadoramente siempre y mucho más allá de los vaivenes de la inflación
o de las correcciones microscópicas de salarios y jubilaciones.
Dos,
que también son pobres, si no paupérrimas, las miras y el pensamiento de sus
dirigencias políticas y sectoriales, de sus empresarios, de sus medios, de sus
intelectuales.
Tres,
que la Argentina, como nunca antes en lo que se da muy benignamente en llamar
“democracia”, carece de conducción política, de cultura política y de
organizaciones políticas.
Respecto
de esto último, salta a la vista, desmoraliza, inmoviliza, corroe y devasta un
nivel inédito de fragmentación social y política.
La
oposición que debería ser la más esperanzadora, la oposición que se identifica
como kirchnerista, como progresista o de izquierda, está perdida como tuco en
la neblina, carente de luz y de orientación y hace oídos sordos a quienes buscamos
denodadamente despejar la bruma con ideas, propuestas y movilización.
Como
vengo reiterando, el Pueblo en conmovedora soledad muestra el camino que
facciones agotadas y líderes degastados, desprovistos de imaginación, atados a
rutinas necesariamente infructuosas, ni siquiera adivinan.
Esa
falta de conducción, de ideas, de vocación, de organización, de convocatoria es
lo que explica la fuerza ocasional del gobierno libertario.
Es
decir, el gobierno no se afirma por sus méritos; se sostiene sobre la base que
le proporcionan las debilidades notorias de la oposición, una oposición que
literalmente se deshace para mostrarse a gusto con lo que hay y que ningunea
por inoportunos o trata como heresiarcas o como quijotescos a quienes revelamos
la salida.
La
Argentina es pobre porque está hundida en un atraso terminal y es pobre porque
sus mayorías, sus estratos socioeconómicos medios y ni hablar los más bajos,
están muy por debajo de los estándares de los países europeos, de los países
oceánicos, de los países del norte de nuestro continente y de muchos de los
asiáticos e, inclusive, latinoamericanos.
En
ese marco publicar o hacer gala de una baja circunstancial de la inflación o de
una antojadiza disminución del índice de pobreza no sólo son falacias sino
también prácticas violentas.
La
Argentina está fragmentada socialmente ya que las organizaciones de la sociedad
civil y la sociedad misma se disgregan a pasos agigantados.
La
Argentina está fragmentada políticamente porque sus respectivas organizaciones
de otrora devinieron facciones que circulan por muy diversos carriles, facciones
que se fagocitan y se dispersan, que se arman y desarman, que se rearman y
vuelven a desarmarse, que se distraen y distraen con internismos infértiles.
Estampidas
y desbandadas, conversos, tránsfugas y desertores dominan la escena.
Algo
de promisorio, algo de bueno, tiene este aciago cuadro de situación si sabemos
aprovecharlo pese a la aflicción que conlleva: se caen los disfraces y las
máscaras, se resquebrajan los lazos entre quienes detentan las posiciones de
poder, las complicidades naufragan, las lealtades se hacen humo, los
contubernios fracasan.
Lo
que unía o une a quienes nos parasitaron o nos someten se les torna una trampa.
Surge
entonces una oportunidad para que la voluntad popular gane la partida, con
conducción, organización, convocatoria y movilización.
Será
justicia.
Rubén
Rojas Breu
Buenos
Aires, diciembre 21 de 2024
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