sábado, 24 de diciembre de 2022

CONCEPTO DE PUEBLO. Revisando columna publicada en Página 12

 


 

 

Rubén Rojas Breu

 

CONCEPTO DE PUEBLO

 

REVISANDO UNA COLUMNA PUBLICADA EN EL MEDIO ARGENTINO PÁGINA 12 SOBRE PUEBLO O MASA

Con fecha diciembre 24 de 2022 se publica en Página 12 una nota en la que un consabido intelectual columnista, rutinario de ese medio, busca infructuosamente diferenciar pueblo de masa.

Describe mal a la masa y no atina a decirnos qué entiende por pueblo.

Me veo obligado a reiterar lo que ya publiqué en tantas ocasiones sobre la oposición pueblo versus masa a los fines de:

·       una vez más contribuir con mi aporte original, hasta donde pueda llegar con mi limitada cobertura ya que no cuento con el apoyo o la difusión de los medios de ningún tipo ni con patrocinios partidarios ni económicos ni privilegios de ninguna índole,

 

·       que lectoras y lectores que se interesan puedan disponer de una conceptualización sobre pueblo y masa epistemológicamente sustentables y con la complejidad y profundidad que corresponden o merecen.

 

 

CONCEPTO DE PUEBLO

El conocimiento científico y el rigor epistemológico que tal conocimiento supone, no admiten sinónimos. Digo esto, porque habitualmente se usan indistintamente palabras como pueblo, opinión pública, gente, ciudadanía, masas, etc.  Se apela a una o a otra como si se tratara de la misma cosa.

Comienzo la conceptualización de pueblo, diferenciándolo y contrastándolo con la masa, que, desde ya dejo en claro, equivale a gente (ya que “gente” es la expresión eufemística y elegante de masa).

Una entrada para tal diferenciación es la de oponer lo orgánico a lo inorgánico, lo cual permite rápidamente establecer un primer contraste: el pueblo tiende a lo orgánico, la masa tiende a lo inorgánico.

El pueblo tiende a extremar lo orgánico al punto de alcanzar el mayor nivel de institucionalización en cada etapa histórica, mientras la masa se circunscribe a la menor organicidad posible y a desestimar la institucionalización.

 

Precisamente ya Perón en varias de sus obras, particularmente en Conducción Política y en algunos de sus discursos, sentó las bases para tal diferenciación, acentuando la vinculación del peronismo con el pueblo.

 

Por mi parte, acuñé la siguiente definición: pueblo es la población políticamente culturalizada y organizada.

 

Esta definición es válida pero insuficiente: requiere ser ampliada y precisada según lo que sigue.

 

Se da una doble articulación intrínseca, ya que pueblo se determina por su vínculo con la nación, por un lado, y, con los trabajadores, en tanto fuerza potencialmente revolucionaria y sólo en tanto sea esa fuerza, por el otro.

En resumen: pueblo, nación y trabajadores constituyen una tríada indisoluble.

El pueblo tiene como Objetivos básicos y estratégicos su emancipación y su realización plena y en todos los órdenes: cultural, social, político y económico.

 

Pero, además, en la medida que sostengo el abordaje dialéctico, otro aval emerge para definir al pueblo en esa articulación y es el que surge de los conflictos básicos: pueblo/nación vs. despotismo trabajadores vs. capitalismo.

 

En consecuencia, pueblo es la población políticamente culturalizada y organizada, que se articula intrínsecamente al mismo tiempo con la nación y con los trabajadores adoptando como sus objetivos trascendentes la emancipación y la realización en franca oposición con el despotismo.

La oposición no está dada sólo porque el pueblo conciba al despotismo en todas sus variantes como enemigo, sino también porque tal despotismo considera en tal carácter al pueblo como concepto y a los pueblos como concretos.

Las variantes del despotismo son oligarquías vernáculas, colonialismo, neocolonialismo e imperialismo.

 

 

De esta manera trato al pueblo como un concepto sustrayéndolo de la bruma nocional y de su lugar de comodín.

Al tratarlo así no hago más que aplicar un enfoque sistémico-relacional o, para quienes prefieran, aplico una aproximación del tipo “estructuralista”, en tanto y en cuanto pongo en juego en simultáneo las operaciones de articulación, de aspiración, de diferenciación y de contradicción:

  • El pueblo se articula con la nación y con los trabajadores como fuerza potencialmente revolucionaria,
  • El pueblo aspira su emancipación y su realización plena,
  • El pueblo se diferencia de la masa (o de la gente) al punto de la antítesis,
  • El pueblo se encuentra en antagonismo fundante con el despotismo en todas sus variantes.

 

Lo de población políticamente culturalizada y organizada incluye a la totalidad de quienes se forman, comprometen, militan, adquieren experiencia a través de la acción política (sea en el campo de la política propiamente dicha, sea en la actividad gremial, en el movimiento estudiantil y docente, en los movimientos sociales, en los organismos de DDHH, etc.).

 

Así, ejemplificando, un trabajador precarizado que integra un movimiento reivindicativo es políticamente culto y organizado y, contrariamente, el ejecutivo, “CEO”, hacendado o intelectual que se define como apolítico o hace antipolítica no integra al pueblo. 

 

Por lo tanto, no se puede objetar, de ninguna manera, como elitista, la definición de pueblo por mí acuñada.

 

El pueblo, de acuerdo a tal definición, supone organización, movilización orientada a objetivos, conducción, estrategia y acción transformadora.

 

La masa es la expresión de la tendencia a lo inorgánico. La masa es un agregado tendencialmente amorfo.

Habiendo sido objeto de tratamiento por diversos sociólogos o filósofos, de una manera o de otra, es Freud quien, hasta donde sé, mejor la analiza y, podría asociarla a la noción sartreana de serie, en donde cada integrante es indistinto, indiferenciado, es sólo un miembro sin identidad que forma parte de un conjunto.

Se deduce que el columnista de P12 o no estudió a tales autores o los interpretó mal ya que la masa implica la anulación de las subjetividades

A su vez, tal concepto de serie es reformulado por Bleger quien desarrolla el de sociabilidad sincrética, una sociabilidad “sin identidades”, anónima, intangible que puede revelarse si se dan determinadas condiciones. Todo indica que el columnista desconoce a Bleger

Por otro lado, el psicoanalista británico Winfred Bion, creador de la psicoterapia de grupos, a través de su concepto de “supuesto básico” aporta a la caracterización de la masa, de un modo cercano al de Bleger.

Ortega y Gasset se ocupa de la masa y del hombre-masa, pero de un modo que, mal o bien interpretado, puede conducir a una visión elitista e, incluso, cierta reivindicación de la “nobleza” apetitosa para el franquismo. Sin embargo, aplicando la epojé o extremando la abstracción (uso con renuencia ambas expresiones, que no avalo, con la única finalidad de ser claro), podríamos decir que Ortega y Gasset define la masa en términos bastante próximos a los autores antes mencionados (aunque sin ver el rol que juega la identificación a la manera que lo hace Freud). Podríamos agregar también a Le Bon o a Mac Dougall con su particular visión, limitada, de la masa, visión objetada justamente por Freud.

 

También se puede establecer una correlación entre la masa y el pueblo y los tipos ideales de autoridad o dominación de Weber: tradicional y carismático se corresponden principalmente con la masa y el racional-legal con el pueblo; hago la salvedad, de que estas correspondencias no implican equivalencias, sino sólo una aproximación con la finalidad de contribuir a hacer más claro lo que he expuesto.

Maquiavelo en El príncipe describe dos comportamientos antitéticos a los que en mi libro Método Vincular. El valor de la Estrategia, interpreto en términos de una ley: el que opone la concentración del poder en el príncipe (o caudillo) versus el que promueve la distribución de poder y la organización consiguiente. Masa el primero, pueblo el segundo.

 

En mi producción, el Método Vincular, establezco que la intersubjetividad tiende hacia uno de dos polos: el de la primarización, que es el que contribuye a perfilar la masa, y el de la secundarización, que se corresponde con el pueblo.

Ibsen, en Un enemigo del pueblo describe cómo la masa (a la que él con las limitaciones de su época llama pueblo) se opone al representante popular, el doctor Stockham (al que equivocadamente se lo interpreta como expresión del “individuo”); Golding, en El señor de las moscas, muestra los comportamientos antitéticos, el propio del pueblo liderado por Ralph y el de la masa que expresa el retorno de la horda primitiva, encabezado por Jack.

La razón de todas estas citas radica en que, por distintas vías, distintos autores piensan a la masa como algo muy diferenciado, diríamos antitético, respecto de lo que defino como pueblo. Aunque no hayan podido conceptualizar sobre este tema.

 

Para no incurrir, con tanta cita, en erudición estéril, me centro en que la masa supone un agregado que reconoce como lazo vinculante a la identificación (Freud): cada integrante de la masa, por sí, se identifica con algo o alguien por sólo un rasgo absolutizándolo y entregándosele. Desde ya, el nazismo es la expresión más resonante y trágica de tal proceso.

Los alemanes nazis, renunciando a su propia identidad, ubican en el lugar del ideal de cada uno a Hitler basándose en un rasgo de éste que se hace “totalizador y totalitario”: supongamos, la avidez por la potencia. Hitler encarna así un valor germánico idealizado.

Sobre tal base, cada nazi se reconoce a sí mismo y se hermana con sus camaradas por identificarse, en primer lugar, con Hitler: “somos nazis en tanto todos asumimos a la potencia como valor supremo y a Hitler como nuestro líder”. No es la organización ni un cuerpo de ideas el primer basamento, sino esa identificación, identificación con un valor supremo y con un líder que, por supuesto, tenía cierta caracterización y, que, sobre todo, prometía poder absoluto.

Hitler y sus cómplices, a su vez, sobre tal base, generan lo que Freud llamaría una masa artificial a la manera de un ejército: todos los nazis se comportan como integrantes de una cofradía fuertemente consolidada cuyos objetivos y garantía de trascendencia se afirman sobre la relación con el führer. Es decir, la masa puede darse cierta organicidad, y de hecho se la da, pero tal organicidad se afirma en la negación de lo propio y de la complejidad de cada integrante de la misma, se afirma en la sustitución de tal “propio” y de tal complejidad por el tributo al líder, se afirma en la verticalidad acrítica, en la obediencia “debida”.

La masa reconoce su origen ancestral en la horda primitiva (Darwin y Freud) la cual se configuraba casi como una manada que respondía a la autoridad despótica del macho jefe.

 

Más allá del carácter conjetural de la horda primitiva, sirve para poner muy en negro sobre blanco, que una trama cuyas raíces se hunden en el inconsciente social está siempre al acecho buscando emerger. La barra brava o la patota son versiones actuales representativas de esa supuesta horda primitiva.

 

Manifestaciones funestas han sido los gobiernos tiránicos cuyo máximum fue la última dictadura con sus grupos de tareas.

 

Sucede que, de acuerdo a lo expuesto, la que es objeto de manipulación es la masa; el pueblo jamás puede ser manipulado, justamente porque es la población políticamente culturalizada y organizada que se caracteriza por la cuádruple operación ut supra detallada.

 

No toda masa es un reflejo de la horda primitiva pero sí podemos suponer, fundadamente, que, tal figura, arroja luz sobre comportamientos que, aunque parezcan “muy civilizados”, expresan el retorno de un gregarismo patotero que provoca malestar, desazón, incluso pánico.

 

Lo que sí permite inferir esta apelación a una noción que se remonta a lo más pretérito es que la masa es sustancialmente atraída por el poder: aquello que o aquél que ocupe, real o imaginariamente, el lugar de mayor nivel de concentración de poder es el imán, es el hipnotizador, es la fuente de la identificación que propiciará la ligazón entre los miembros de la masa. El “aquello” o el “aquél” puede ser el imperialismo, puede ser el grupo hegemónico, puede ser la persona que maneja los hilos, puede ser el magnate, el famoso, etc.

 

En nuestro país, la masa idealiza al imperialismo y/o al colonialismo o los concentradores de poder locals en todas sus expresiones, muy particularmente el de los EEUU de Washington: para la masa éste se alza como omnipotente y dotado de todas las virtudes.

 

Tenemos entonces que mientras para el pueblo se trata de construir poder como herramienta para la instauración de la sociedad más justa según la fase histórica, para la masa el poder, real o imaginario, el poder acumulado o fácilmente acumulable es el objetivo, es su punto de llegada. Apoyar a quien considera dueño del poder libera de la incertidumbre, del riesgo y de la angustia.

Señalo al pasar que Elías Canetti, en su valiosa obra Masa y poder, incurre en un equívoco, siempre y cuando lo haya leído y comprendido correctamente: el de hacer equivaler la masa a la multitud.

Masa y multitud son fenómenos distintos. La masa puede darse de modo difuso, sin la modalidad de multitud, como por ejemplo al votar o al expresarse, paradójicamente, según la maliciosa noción de “mayoría silenciosa”. Por su parte, una de las modalidades de manifestarse el pueblo es la de la multitud como, por ejemplo, cuando reclama públicamente, en el ágora, siempre organizadamente. Es decir, habrá que ver en cada caso cuándo la multitud representa a la masa y cuándo al pueblo.

Esta última aseveración es clave para interpretar el desbordante fenómeno colectivo desencadenado en las calles de nuestro país por la llegada de la selección nacional de fútbol

Una demostración categórica de la diferencia entre masa y pueblo se puede observar respecto de la invasión nazi en los países que fueron ocupados: una parte de la población invadida, aplaudió al invasor; otra, emprendió la resistencia. Fácil se deduce que aquélla representó a la masa y que las resistencias de esos países (Francia, Grecia, Holanda, Europa oriental, incluso Alemania e Italia) expresaron a sus pueblos. 

 

Podríamos seguir mostrando diferencias entre masa y pueblo, pero aceptemos que lo expuesto es suficiente, en aras de no abrumar ni extendernos al infinito.

 Un Proyecto de emancipación y realización así como la conducción política son, ante todo, Proyecto y conducción política del pueblo y trabajadoras/es; a la masa se llega sólo a través del pueblo. Aclaramos que eso significa, en términos de la creación de este autor, el Método Vincular, adoptar la secundarización o concepción secundarizada de una dirección y más precisamente, el Posicionamiento Vincular Constructivo.

 

Interpretando el acontecimiento colectivo causado por la llegada de la selección nacional de fútbol

En las multitudes confluyeron la masa y el pueblo.

La masa, renegando justamente de las subjetividades, sustituyó los ideales del yo de cada miembro por el culto de la selección, comportándose así según la sociabilidad sincrética de Bleger, la serie sartreana, el supuesto básico de Bion, etc

Esquemáticamente, podríamos afirmar que la masa se conforma con rendir tal culto y de tal manera convalidando lo establecido.

Es tarea de la conducción política detectar cómo en esa multitud se manifestó el pueblo y cuál fue su mensaje.

Como la Argentina carece de conducción política ese mensaje tiende a pasar desapercibido.

El mensaje, complejo, se resume así:

Uno, desconocemos a las dirigencias y gobernantes de todo cuño (algo tan evidente que hasta los periodistas e intelectuales menos dotados advirtieron, asustados, esto).

Dos, aspiramos a otra Argentina, una Argentina que se realice junto con su pueblo.

Tres, el comportamiento de la selección constituye una especie de lucecita que alumbra el camino a seguir en el cual lo mas relevante es apelar a toda la potencia en vez de la resignación a lo que hay y al sometimiento bajo concentradores y factores de poder globales y locales,

Cuatro requerimos imperiosamente conducción, organización, estrategia y movilización orientadas a objetivos.

 

Rubén Rojas Breu

Buenos Aires diciembre 24 de 2022

 

 

 


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