Rubén Rojas Breu
EL DOGMATISMO PRIMITIVO DE
MILEI Y LOS LIBERTARIOS
Según
la RAE, “dogmatismo es la presunción de quienes quieren que su doctrina o sus
aseveraciones sean tenidas por inconcusas”; o sea, irrefutables, que no se
pongan en duda.
Absolutismo
a la enésima potencia.
No hace
falta pormenorizar; Milei y sus partidarios dejan enfáticamente en claro que no
admiten ni la más mínima disidencia y que obligan someterse a su dogma.
Lo
que no se difunde es que las doctrinas en las que abrevan Milei y los
suyos, la escuela austríaca de economía, así como el anarcocapitalismo,
en su génesis se muestran desbordantes de autoritarismo.
El
principal referente de la escuela austríaca en el siglo XX, Friedrich Hayek,
justificaba las dictaduras porque facilitaban la implementación de las
concepciones economicistas liberales de derecha, al punto de que simpatizó con
la tiranía genocida de Pinochet; agreguemos de paso que propuso al gobierno
inglés bombardear Buenos Aires durante la guerra de Malvinas.
Le
otorgaron el Nobel. Sobran las palabras.
Hayek
se enfrentó sin argumentos sostenibles con Keynes; Milei lo admira.
Es
un dogmatismo extremadamente primitivo.
Es
primitivo porque:
En
primer lugar, es un enfoque arcaico de la sociedad
humana.
Los
científicos de lo Humano tenemos como premisa que nuestro objeto de estudio,
los comportamientos humanos, son de máxima complejidad.
Lo
Humano se resiste a la simplificación, al esquematismo y a las lecturas o
interpretaciones maniqueas.
El
filósofo y sociólogo francés Edgar Morin explícitamente define a su enfoque
“método de la complejidad” con el que da cuenta de cómo se configura la
realidad en general y la sociedad humana en particular.
Por
mi parte, con mi creación, el Método Vincular, enfatizo la complejidad de todas
las problemáticas que abordé y abordo.
Nada
es simple, nada se resuelve con un par de fórmulas y, por supuesto, nada de lo
social puede reducirse o subordinarse a la Economía ni a ninguna otra
disciplina.
Lo
interdisciplinario es una clave para conocer y entender a los comportamientos
sociales, políticos y económicos, así como a las culturas y, también, lo
psíquico o lo psicológico.
De
tal manera, el pensamiento de Milei y sus huestes, por elemental y por tan
cerradamente dogmático, es primitivo.
En
segundo lugar, es primitivo porque tienen como ideal
tácito a las comunidades arcaicas, las que existían hasta los inicios del
Neolítico, hace alrededor de 10.000 años atrás y más.
Esas
comunidades primitivas se caracterizaban por obtener o producir lo que les
alcanzaba para subsistir.
Por
lo tanto, no había entonces ni Estado ni mercado, los cuales surgieron cuando
empezaron a generar más de lo que requerían, comenzando así a interactuar con
otras comunidades para comerciar o para combatirse.
Milei,
los suyos y también su exsocio intelectual Giacomini creen que se puede vivir
sin Estado, al igual que tales comunidades primitivas.
Retrotraen.
Giacomini
tiene una inusitada presencia mediática y cuenta con una complacencia tal que
nadie le hace notar lo primitivo de su pensamiento.
Dicho
de otro modo, es pensamiento primitivo suponer que el Estado es algo artificial
que se impuso arbitrariamente hace milenios y de lo cual se puede prescindir
sin miramientos y abruptamente.
Se alude
frecuentemente al dogmatismo de Milei y sus esbirros, pero no al primitivismo.
Se
evade asociarlos con lo más primitivo porque asusta o es inimaginable.
Significaría
admitir lo más inaceptable y temido social y psíquicamente: que lo más
arcaico del pasado humano puede retornar y encarnarse en el presente.
Sin
embargo, aunque no se acepte, lo más pretérito aquí está y gobierna.
Las
características más notorias del primitivismo de Milei y los libertarios son:
- su
pensamiento elemental y maniqueo,
- la
configuración de horda,
- la
violencia desenfrenada,
- la
simbología de lo bestial,
- la
omnipotencia del pensamiento simplificador y de la palabra como dotada de
magia,
- la
humanización de los animales (león totémico, ícono del águila guerrera,
enemigos mandriles, perros “hijitos”, etc.).
Así
que Milei y sus acólitos no se limitan a aborrecer al Estado.
Su inquina
se vierte sobre la Humanidad misma.
De
tal manera, esta ultraderecha no es lo nuevo que sorprende sino el pasado más
remoto que irrumpe. Bien a lo bruto.
Así
que es imperioso HUMANIZAR.
Se
comienza forjando la cultura política.
Rubén
Rojas Breu
Buenos
Aires, diciembre 26 de 2024
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