viernes, 30 de octubre de 2020

SOBRE LA SERIE ALEMANA "BÁRBAROS"

 

 

 

Rubén Rojas Breu

 

CÓMO LA EXTRAORDINARIA SERIE ALEMANA “BÁRBAROS” CONTRIBUYE A LA REVISIÓN DESEABLE DE LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD

 

Demoliendo una mentira

Afirmó Napoleón: “la Historia es un conjunto de mentiras consensuadas”.

Esa afirmación quizá es controversial y, por cierto,  no les cabe a los historiadores rigurosos y honestos, los cuales, como bien lo sabemos por acá, son minoría o carecen de la posibilidad de revertir lo que desde niños nos enseñan tanto sobre la historia de nuestro país y de América Latina como sobre la de la humanidad.

La serie demuestra que la afirmación de Napoleón vale particularmente cuando se trata del Imperio Romano sobre el cual nos embaucaron desde temprana edad acerca de que fue un modelo de civilización ejemplar.

Ese “modelo de civilización” fue belicista y, de hecho, una castrocracia o imperio dominado en gran medida por los militares y que poco de verdad aportó a la humanización.

Ese “modelo de civilización” contó con 113 emperadores desde sus comienzos hasta su final, de los cuales sólo a cinco se los calificó como “buenos”. Y lo de “buenos” está referido a que beneficiaron a los romanos sin incurrir en la típica corrupción descomunal, perversiones y perversidad de sus pares. Respecto de los restantes pueblos, esos cinco “buenos” también colonizaron y sometieron, incluyendo a los idealizados Marco Aurelio y Adriano.

Debe tenerse muy en cuenta que la Roma imperial inspiró al nazismo, al fascismo y, contemporáneamente, al imperialismo yanqui, país prolífico en producciones hollywoodenses de exaltación de tal antiguo imperio.

Nazis y fascistas quisieron y los yanquis anhelan recrear al Imperio Romano, para lo cual contaron y cuentan con las complicidades de concentradores de poder del planeta. Incluso, en estas latitudes, el limitado “intelectual” y ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, que desde la izquierda nacional en su juventud viró a proimperialista en su madurez, señaló que los EEUU de Washington son la Roma de nuestra era y que “todos los caminos” conducen a tal potencia del Norte. 

Esta notable serie alemana contribuye a una revisión imprescindible de la Historia de la humanidad, una revisión que permita demoler la que quizá sea la más grande de las mentiras consensuadas: la de que la Roma imperial fue ese modelo de civilización.

Luego de siglos de construcción de una república discutible, Julio César gracias a su sanguinario comportamiento conquistó la heroica Galia conducida por Vercingetórix, a quien el general romano humilló y torturó paseándolo enjaulado por las calles romanas en medio de multitudes en formato horda que aclamaban al victorioso jefe romano.

El digno conductor galo sería finalmente ejecutado, a sus 26 años, cometiéndose así uno de los tantos crímenes de lesa humanidad de muchos de los cuales la antigua Roma fue autora.

Esa victoria y esa demostración feroz de poder que impactaría tanto en las masas como en las sectores dominantes de Roma, harían que Julio César pusiera los cimientos del futuro imperio, el cual sería inaugurado a su muerte, por Octavio Augusto, el primer emperador. Es justamente bajo el reinado de éste que se produce el intento de anexión de la Germania y la batalla de Teutoburgo.

Se recurrirá al trillado argumento de que “eran otras épocas” y que no pueden juzgarse las acciones de los romanos de entonces con los valores actuales. Sin embargo, en esas épocas los romanos cometieron atrocidades que otras ciudades estado, naciones o tribus repudiaban, como muy bien puede apreciarse en la teleserie alemana. Ya los romanos habían crucificado a Espartaco y sus heroicos seguidores. En el año 33 crucificaron a Jesús, lo cual se concibe como ejemplo de crimen de lesa humanidad. Y fue en “aquellas épocas”.Los que basándose en un seudo historicismo promueven juzgar las acciones de poderosos, de estados totalitarios e imperiales, de gobernantes ávidos de conquistas, ignoran el conflicto: pasan por alto que si recurrieron salvajemente a esos procedimientos es porque en esas mismas épocas había gobernantes y pueblos que estaban en la vereda contraria. De modo tal que en ésas épocas y en cualquier época hubo actores y sectores que se oponían a lo que muchos pretenden justificar y naturalizar como propio de determinadas eras.

Los romanos poco y nada aportaron al desarrollo de la humanidad, pese a que conquistaron gran parte del mundo que conocían. Se dirá “el derecho romano”, un derecho sustentado en un esclavismo sin límites. Se dirá “los caminos y los acueductos”: ahí tenemos a los incas que se emparejan si es que no superan a los romanos (y lo mismo se aplica a mayas y aztecas, entre otros pueblos originarios de este continente así como a chinos, árabes y otros países de oriente).

El conocimiento, el arte y hasta los dioses romanos fueron un calco de lo creado por los griegos que sí fundaron, aun cuando se trataba de un régimen esclavista, toda una civilización que influye hasta hoy y que cubrió todo el espectro del conocimiento y del arte.

El imperio romano fue, sobre todo, una formidable maquinaria de guerra.

 

Descripción sumaria de la serie “Bárbaros”

El tema de la serie es el de los antecedentes y desarrollo de la batalla del bosque de Teutoburgo, en la antigua Germania.

La serie consta de seis episodios, uno mejor que el otro, hasta desembocar en la célebre batalla en el sexto. Cabe advertir que la serie combina lo verídico con lo ficcional, como es habitual en producciones de esta índole. Lo que vale es que en lo sustancial se atiene a los datos, a lo que ciertamente ocurrió y a lo que es decisivo para la comprensión de la historia: que Roma era imperialista y que, como tal, conquistaba, anexaba, colonizaba para lo cual contaba con un ejército poderoso, el más poderoso de la época. De allí la humillación que significa para el imperio el desenlace de la batalla de Teutoburgo.

Esa batalla obligó a renunciar a los romanos a su deseo de conquistar las tierras al este del gran río Rin y estableció una frontera definitiva entre los territorios anexados por Roma y los habitados por quienes ellos llamaban “bárbaros”.

La deshonra sufrida por Roma fue de tal envergadura que Augusto gritaba en su palacio: “¡Publio, devuélveme mis legiones!”, completamente desequilibrado el emperador y pasando días sin comer ni higienizarse. Llegó a temer, junto con su estado mayor, que los germanos invadieran Roma. Invadido por la paranoia el emperador.

Esa batalla ocurrió en el año 9 A.C.  cuando los romanos, con tres legiones y 18.000 soldados en total, comandados por Publio Quintilio Varus, con Augusto al frente de Roma, intentan conquistar la Germania definitivamente.

Ya los romanos venían sometiendo a las dispersas tribus germánicas, los “bárbaros” para ellos, los brutos que desconocían el latín, las costumbres y leyes de Roma, los casi desharrapados, a quienes el imperio exigía tributos descomunales y crecientes. A eso se sumaban capturas para servir como esclavos y la apropiación de niños (la dictadura genocida argentina habrá tenido también en esa Roma su inspiración).

La serie relata, rápidamente dicho, el momento en que Publio se apropia de los hijos de un jefe tribal germano. Uno de ellos, Ari, será rebautizado en Roma como Arminio y volverá años después como jefe militar consumado al campamento militar que Publio encabeza en Germania, para asistir a quien sería su padre adoptivo (es decir, Publio Varus).

Arminio retoma contacto con su padre germano, el original, y sus amigos de la infancia. Reprocha a su padre que lo entregara al general romano y a su vez es recriminado por sus jóvenes ex amigos por haberse convertido en soldado del imperio, en vasallo del opresor (en cipayo, diría Jauretche).

Arminio (Ari) afronta tanto el conflicto en el nivel de la interacción con sus compatriotas de la infancia como el intrapsíquico, tironeado por su nueva pertenencia y el afecto que siente por Publio y, al mismo tiempo, por sus orígenes.

También en el comienzo de la serie se da un acontecimiento definitorio: la heroína germana Thusnelda junto con el guerrero Folkwin y dos amigos, astuta y valientemente, introduciéndose en el campamento romano, sustraen el estandarte que identificaba a los romanos: la larga vara en cuyo extremo se desplegaba, dorada, el águila imperial. La misma águila que identificaba y deslumbraba a los nazis y actualmente a los yanquis (justamente tomo en cuenta esto en mi novela El tiempo y la sangre).

Los romanos obligaban a los germanos a hincarse, a arrodillarse ante ese estandarte, humillándolos, maltratándolos, “gozándolos”.Perversión se llama eso.

Finalmente, opta Arminio o Ari por reconvertirse en germano, traiciona a Publio a quien, con sobrada astucia, convence de llevar a sus legiones a una trampa, por él ideada, que sería mortal, que desembocaría en la derrota de las legiones, una de las derrotas más estrepitosas de Roma.

 

¿Cómo contribuye la serie “Bárbaros” a una revisión deseable de la Historia?

En gran medida esta pregunta ya está respondida en los puntos anteriores. Lo más resaltante es que desmitifica a Roma, deja en claro que lejos de ser un “modelo ejemplar de civilización” fue la gran potencia imperialista de su época para lo cual se valió de la construcción de una enorme y cuasi perfecta maquinaria de guerra.

Eso ya hace sumamente valiosa a la serie alemana. La hace sumamente valiosa la demolición de tal mentira con la que en Occidente nos embaucan desde temprana edad.

Pero, además, la serie, debidamente interpretada en profundidad enseña también en otros aspectos y cuestiones trascendentes para la comprensión de la Historia y de los comportamientos humanos, aportando a las Ciencias de lo Humano.

El Imperio Romano fue de índole enteramente endogámica, particularmente por dos rasgos fundamentales:

  • La estructuración en casta con la convicción de su superioridad cultural sobre cualquier otra ciudad estado, nación propia de la época, población, etc.
  • La seguridad de su invencibilidad junto con la arrogancia de que su ley era “La Ley”, que le asistían todos los derechos y que contaba con el aval incondicional de sus dioses incomparables, con Marte, el dios de la guerra, a la cabeza.

Vale pensar que los EEUU de Washington, el país yanqui, es heredero de esa identidad. Hoy, abiertamente, a través de uno de sus funcionarios gubernamentales, el país yanqui proclamó, literalmente, con todas las letras: "EEUU quiere ser el dueño del mundo".

En términos de mi creación, el Método Vincular, el Imperio Romano se inscribía en el polo de la Primarización y se instalaba en el extremo correspondiente a la dimensión Significante (o instituyente), ocupando así el Posicionamiento Vincular Dominancial.

Endogámica – Primarización – y ubicada en el extremo Significante – por tanto, fundadora, la dueña de instituir por vía de la imposición – ese Posicionamiento Vincular la definía enteramente.

Cada emperador, senador, funcionario y, por supuesto, cada militar tenía asumido todo lo antedicho sin cuestionarse, sin ponerse en duda. No hubo un Sócrates en Roma, ni tampoco un Demócrito, Sófocles, Platón, Aristóteles, Heráclito.

Jamás esos emperadores, sus séquitos y los jerarcas militares comprendieron a los pueblos que sometían; peor aún, no les interesó comprenderlos (compárese con Alejandro Magno que se interiorizaba sobre las distintas culturas, promovía la integración, buscaba comprender).

El águila imperial simbolizaba al mismo tiempo el poder, la rapiña y la disyuntiva: “se someten a nosotros o mueren”.

Arminio o Ari idea una estrategia basada en sus profundos conocimientos del modo de plantear las batallas por parte de los romanos.

Demostraría que la rígida formación en legiones a la manera de falanges, así como las pesadas armaduras y armas, se tornarían inútiles en un frondoso bosque y obligadas tales legiones a desplazarse por un sendero, cuando su fortaleza radicaba en los territorios vastos, en los espacios abiertos.

Combinando el conocimiento militar, el terreno para la lucha (el bosque), la expectativa de mesianismo que él encarna a partir de su retorno a su origen, la audacia de Thusnelda, “elegida de los dioses” y las creencias firmes en el poder de éstos, particularmente de Woden (u Odín) y de Thor, Arminio logra aglutinar a varias tribus y de esa manera contar con un número importante de combatientes, aun cuando se trataba de un número inferior al de los legionarios.

En la batalla se valdrá de tácticas novedosas, logrando la meta principal: dividir las legiones, sorprenderlas, llevarlas a una modalidad de batalla que desconocían e introduciendo el fuego como arma de combate. Recurren así los germanos, con el liderazgo de Arminio, a recursos inesperados para las rígidas y disciplinadas formaciones imperiales.

El dato que fundamentalmente esgrime Arminio para asegurar a los germanos que contaban con la posibilidad de salir victoriosos es de sumo interés.

Argumenta Arminio que el punto débil por excelencia del general romano, Publio Varus, es que confía ciegamente en él, que jamás dicho militar romano imaginaría que su hijo adoptivo, admirado y querido por él, lo traicionaría.

Esa convicción de Publio Varus es consistente con la configuración endogámica, la seguridad en la superioridad cultural y la fuerte creencia de que un “bárbaro” al que se transformó en romano habría llegado a la máxima aspiración.

El apropiador, el poseedor, el conquistador, quien se erige en civilizador tiene la convicción absoluta de que es la encarnación del ideal para el sometido. No duda, no recela, no desconfía.

La desvalorización que el conquistador, el vanidoso integrante del imperio, hace de los distintos, de los “bárbaros”, es su punto débil.

Ese punto débil no radica únicamente, ni siquiera predominantemente, en la conciencia de su poder, en la convicción de su fuerza con el desprecio por la posible potencia del dominado. El dominus, los domini, creían que los dominados nada menos que por la gran Roma, debidamente asimilados como supuso que había sucedido con Arminio, lograban gracias al imperio su mayor dicha.

Era y es impensable para el conquistador que el sustraído, adoptado y asimilado pudiese añorar su origen, para él, despreciable.

De tal manera, la serie contribuye a

  • Desmontar una de las más grandes mentiras de la Historia de la humanidad, la de Roma como “modelo de civilización”,
  • Poner de manifiesto la raíz última de la convicción del conquistador sustentada en bases falsas,
  • La capacidad de los pueblos para oponerse al colonialista o imperialista, para liberarse, para realizarse cuando deciden asumirse como eso: como pueblos.

 

La serie deja en claro, entonces, que el tendón de Aquiles del conquistador es su certeza de que el dominado aspira siempre a parecérsele, a vivir como él.

Mi concepto de Deseo articula:

  • la búsqueda de poder o dominio

con

  • la visión idealizada se sí mismo, la imagen embellecida en el espejo

 

El conquistador romano de aquel antiguo imperio representa muy bien mi conceptualización sobre el deseo: aspiraba a dominar y, al mismo tiempo, a considerarse un ideal, el perfecto y admirable.

Dominio y espejo glorificador lo impulsaban, sin saber jamás que había quienes se resistían a ser sometidos y que hallaban el ideal en su propio reflejo.

Aún cuando la serie trata de sucesos que acontecieron hace dos milenios, da cuenta de gran parte de la historia y su significación y contenidos trascienden hasta arrojar luz sobre nuestra propia época en la cual rige obstinadamente el dilema falaz y nefasto para los pueblos: el dilema “civilización o barbarie”.

 

Nota:

Para profundizar respecto de conceptos que aplico en este artículo, remito a mi libro Método Vincular. El valor de la estrategia y a textos publicados en medios especializados, en rubenrojasbreu.blogspot.com y en este mismo blog, rubenrojasbreuelaula.blogspot.com

 

Rubén Rojas Breu

Octubre 30 de 2020

 

 

 

lunes, 26 de octubre de 2020

SOBRE LOS JUICIOS POR JURADOS

Rubén Rojas Breu

JUICIOS POR JURADOS

¿SÍ O NO?

 

Consideraciones previas

Mi posición, en principio, es contraria, terminantemente contraria, a los juicios por jurados.

Mi posición es contraria a los jurados tal como éstos se conforman y funcionan en todas partes según estoy informado.

Hay diversas versiones acerca del origen, pero sí está comprobado que son de origen inglés. Por medio de la colonización, Inglaterra expandió esta modalidad a gran parte del planeta y, notoriamente, en los EEUU de Washington.

Hay variantes según distintos países. Incluso nuestro país lo incluyó en la Constitución de 1853, aunque de modo sistemático se aplica en sólo siete provincias.

Aún dentro de sus diversas variantes, los jurados están constituidos exclusiva o predominantemente (depende de cada país que los utiliza e, inclusive, de cada jurisdicción) por ciudadanos y, actualmente en general, también por ciudadanas cuya actividad, oficio o profesión es ajena al derecho, así como a todo lo que se relacione con el Poder Judicial formal y las fuerzas de seguridad.

No soy abogado ni especialista en derecho, por lo cual mi abordaje de la cuestión, así como los fundamentos para sostener mi posición, se basa en mis conocimientos en:

  • Mi campo, el de las Ciencias de lo Humano,

  • Mi trayectoria como investigador social
  • Mi creación, el Método Vincular sobre el cual se puede consultar en mi libro Método Vincular. El valor de la estrategia (2002, Eds. Cooperativas de Buenos Aires) y en diversas publicaciones en rubenrojasbreu.blogspot.com y en medios especializados.
  • Mi intensa y extensa trayectoria política

 

Para la producción de este artículo tengo en cuenta como fuentes:

  • La ya antigua película de Sidney Lumet Doce hombres en pugna
  • La interesante serie belga que integra la grilla de Netflix El jurado
  • Publicaciones, opiniones especializadas y no especializadas, expresiones a favor y en contra, etc. que circulan por los más diversos medios, así como polémicas de las cuales fui participante en diversos ámbitos.
  • Novelas y series de televisión.

Escribo este artículo al mismo tiempo en que se tramita el juicio al policía Chocobar, acusado de matar por la espalda a un joven indefenso que habría cometido un ilícito que tuvo como resultado dejar malherido a un turista.

El abogado defensor del acusado solicita insistentemente que Chocobar sea juzgado según la modalidad juicio por jurado, ya que tiene la convicción de que sería su defendido beneficiado, habida cuenta de cómo gran parte de la población clama por terminar con la inseguridad por medios represivos incluso ilegales y se encuentra francamente hostil a jóvenes que delinquen de sectores francamente marginales y marginados.

Más allá de que de acuerdo a las leyes vigentes la población tiene el derecho a la preservación de su seguridad, patrimonio y vida, las sociedades deben fundarse en la Constitución Nacional, en la Ley y en las leyes, evitando incurrir en veredictos sustentados en prejuicios, en el odio, en la discriminación racial o de cualquier índole y en creencias e ideologías no sustentables.

Salvo escasísimas excepciones, la casi totalidad de los juicios por jurados se basaron en prejuicios que se sostienen, sobre todo, en la discriminación racial y en el rechazo a quienes viven en la marginación o carecen de recursos y están privados de las condiciones de dignidad y mínimo bienestar.

Esta ya es una razón de peso para que me oponga a los juicios por jurados, al menos en su formato habitual.

 

Tesis

Los juicios por jurados son un montaje de la manipulación y, simultáneamente, un tipo de tribunal proclive al prejuzgamiento basado en alguna índole de discriminación negativa o francamente arbitraria.

Planteado en términos taxativos, los jurados son modos enmascarados y supuestamente no cruentos de linchamiento, de linchamiento virtual propio del salvajismo en países donde la pena máxima es la llamada “cadena perpetua” y de linchamiento efectivo en países anclados en la tradición de la barbarie en los que rige la pena de muerte, como los EEUU de Washington.

Ahora bien, aun cuando un jurado llegue a conclusiones atendibles y criteriosas, no desdice lo antedicho, toda vez que tales conclusiones no se basan en conocimientos que tengan por meta la objetividad, el conocimiento en profundidad de las leyes y la sustentabilidad científicas, lo cual hace que el veredicto al que arribe sea aleatorio.

Da para para hacerse la pregunta: ¿para qué existen las leyes si después un número equis de personas que desconocen el derecho y los derechos, el deber y las obligaciones, resuelven según su libre albedrío por no decir a su antojo?

Entregar a alguien carenciado o disminuido por los motivos que sea a la decisión de un jurado es casi como enviarlo a una suerte de cadalso.

En cambio, proveer el juicio por jurado a alguien reputado o valorado por la población, la masa, los gobernantes y dirigentes despóticos, los medios de comunicación dominantes, la llamada opinión pública, es coronarlo, gratificarlo, honrarlo, encomiarlo y hasta subirlo a un pedestal. Éste sería el caso, seguramente, si a Chocobar se lo juzga por la modalidad en cuestión y sería también el caso de cualquier integrante de una fuerza de seguridad o un mero civil que aplicó la violencia de modo ilegal e indebido con resultado de muerte o lesiones de un probable o improbable delincuente.

En los EEUU de Washington los juicios por jurados han enviado a la prisión o a la muerte a infinidad de inocentes, casi en su totalidad negros, en mayor medida, y latinos en número menor. Prácticamente no hay blancos en los corredores de la muerte propios de sus cárceles.

Mi afirmación de que los juicios por jurados son un montaje de la manipulación se basa en la siguiente articulación:

  • La predisposición de gran parte de la población a prejuzgar, sin atender a razones fundadas, sobre la base de la discriminación negativa,
  • La acción de fiscales y abogados que se entrenan en el manejo de la opinión de grupos predispuestos a la arbitrariedad,
  • El papel de asesores “profesionales” o consultores que se dedican a explorar y estudiar todo lo atinente a cómo manipular “exitosamente”, sin respetar ni la ética ni la vocación por la justicia como tal,
  • La degradación y el desconocimiento de las leyes no sólo jurídicas sino de la totalidad de las mismas, de la totalidad de las leyes que dan cuenta de los comportamientos humanos (lo cual supone tener en cuenta a las Ciencias de lo Humano, incluyendo la antropología, la sociología, la política, la psicología, la semiología, la economía, etc.).

 

Me llama la atención que haya quienes dicen pertenecer al campo nacional y popular y quienes se manifiestan partidarios de la izquierda clasista, que impulsen los juicios por jurados, así como el voto mal llamado popular para elegir jueces.

Creo que en estos sectores hay ingenuidad, ya que no dudo de su buena fe. Si el mal llamado voto popular, masivo, no fuera manipulable no hubiera llegado Hitler a gobernar Alemania y ejercer hegemonía global ni tampoco hubiéramos tenido en estas tierras a gobernantes como Menem, De la Rúa y Macri ¿o me equivoco? A éstos agreguemos Fujimori en Perú, Piñera en Chile, Aznar en España, Bolsonaro en Brasil y sigue la lista infame.

Reservo la crítica al electoralismo, sustituto “impolítico” de la auténtica participación popular, para otros artículos. Por otra parte, ya publiqué al respecto en este mismo blog.

 

¿A qué argumentos se apela para impulsar los juicios por jurados?

Hasta donde sé, los argumentos a los que se apela para impulsar los juicios por jurados, son atendibles.

Básicamente se sustentan en un diagnóstico acertado: el Poder Judicial formal no es confiable, representa al Estado capitalista o burgués, un sinnúmero de jueces integra una suerte de casta y, además, son frecuentemente permeables a la presión de los concentradores de poder, los medios dominantes de comunicación masiva y los gobiernos de turno.

Dejando en claro que hay juezas y jueces que no encajan en esta descripción y que llevan a cabo su tarea con probidad y vocación cierta por la justicia, el diagnóstico desalentador descrito en el párrafo anterior tiene mucho de veraz.

Eso es indicador de que es todo el Poder Judicial como tal el que requiere ser no simplemente reformado sino reformulado: hace falta una transformación de raíz.

Pero tal como lo he publicado y dicho reiteradamente en diversos ámbitos, esa reformulación tiene que darse en el marco de una modificación de cuajo, una auténtica revolución que dé por terminado, tal como lo conocemos, el régimen de los tres poderes formales ideados por Montesquieu. Las jornadas revolucionarias, aunque finalmente fallidas, de diciembre de 2001 en nuestro país, pusieron de manifiesto la obsolescencia de ese régimen.

Pretender que una medida determinada, parcial, fragmentaria como el juicio por jurados haga de los poderes judiciales otra cosa, es como suponer que se puede modificar el modelo de un automóvil cambiándole una rueda.

En quienes genuinamente impulsan los juicios por jurados subyace la idea cándida de que hay que dar el protagonismo a la “voz del pueblo”, lo cual es una falacia ya que un jurado es más proclive a representar a la masa, a la configuración amorfa, que a lo que debemos considerar pueblo (remito a mi artículo Conceptos de teoría política… en este mismo blog y a otras publicaciones que allí están accesibles).

La masa, cuando no hay conducción política, ni organización política ni cultura política, fácilmente deriva en horda y condena arbitrariamente o lincha.

 

¿Qué nos cuentan sobre los juicios por jurados diversas fuentes?

Una primera fuente a considerar es la película de Sidney Lumet antes mencionada: Doce hombres en pugna, sobre la cual (tal como digo habitualmente de toda producción yanqui de toda índole) mi opinión es categórica acerca de que se trata de un filme mediocre. Llama la atención que esta película, de 1957, es estructuralmente idéntica al filme A la hora señalada, del austríaco Zinnemann que data de 1952.

De todos modos, vale para un breve análisis esclarecedor.

Muy resumidamente, la película cuenta sobre el juicio de un joven, casi adolescente, que es acusado del asesinato de su padre. De los doce miembros del jurado, once rápidamente acuerdan declararlo culpable; uno de los integrantes se opone a ese acuerdo y argumenta en defensa del muchacho, con éxito, logrando que el jurado se expida declarando la no culpabilidad del acusado.

En principio, a fin de contextualizar, cabe tener en cuenta que el relato es propio de la ideología diseminada en los EEUU de Washington acerca de cómo el “individuo” (noción obsoleta) se diferencia de la masa y es capaz de imponerse a ésta. En este caso, el miembro que desacuerda es el “individuo” que, en soledad y provisto de capacidad argumentativa, de “racionalidad”, termina persuadiendo a los once restantes, la masa, “irracional o emotiva”, para lograr la declaración de no culpabilidad. Para el dictamen, se exige el voto unánime del jurado, no puede haber ningún disidente.

Más allá de la precariedad del relato, ilustra cómo la gran parte del jurado se amontona para rápidamente decretar, prejuiciosamente pese a tratarse de un juicio, la culpabilidad del acusado. Entre esos once miembros dispuestos a lapidar se destaca un vocinglero y desaforado acusador que, con argumentos endebles y arbitrarios rayanos en el “porque sí, porque lo digo yo, porque me parece”, incita a los restantes jurados a resolver a las apuradas contra el muchacho. Es decir, juega el rol de líder, de líder a la manera del supuesto básico de ataque-fuga descrito por el psicoanalista inglés Winfred Bion: en un grupo llevado “por las emociones” un paranoide puede manipularlo según la disyuntiva “o nosotros, el bien, o ése, el malvado, el enemigo” (me tomé la licencia de interpretar a Bion de un modo que sea didáctico).

En la vereda opuesta, el “individuo”, en soledad, contraargumenta serena y “racionalmente”: representaría al grupo de trabajo en términos de Bion. El grupo de trabajo implica el predominio de lo racional, la superación de los prejuicios, la argumentación lógica y la mirada puesta en la tarea y los objetivos para los que se convocó a dicho grupo: en este caso, llegar a un veredicto fundamentado.

Como puede verse, la película muestra tanto las tendencias prejuiciosas como, sobre todo, que en un jurado se dan, inexorablemente, liderazgos: por lo tanto, se derrumba la idea falaz de que todos los miembros tienen el mismo peso, de que se trata de un ámbito en el “que todos son iguales”.

Objetivamente, este filme de Lumet predica en favor de los jurados, sostenido en la falacia de que “un individuo racional” es lo único que se requiere para que un colectivo de tal índole administre debida justicia.

La casi flamante, y por cierto sí recomendable, de gran calidad, serie belga El jurado pone sobre el tapete sobrados argumentos que llevan a la duda sobre la eficacia de los juicios por jurados constituidos por ciudadanos en general, a la duda o a la abierta impugnación, a la descalificación.

Según la serie un jurado belga está constituido por doce ciudadanos “comunes” supervisados por funcionarios calificados del derecho o del Poder Judicial, quienes además pueden desempatar en la instancia final. Se juzga a una mujer acusada del asesinato de su pequeña hija en la actualidad y del de su amiga años antes.

La serie revela cómo distintos integrantes se basan en prejuicios para argumentar, su permeabilidad a la manipulación del fiscal y del defensor y a las maniobras de la propia acusada. También la serie muestra paso a paso las inconsistencias de los miembros del jurado, su tendencia a la baja involucración o a su falta de reconocimiento en profundidad de que se está juzgando a una persona.

Uno de los participantes es el que se toma muy en serio la tarea, el que asume el “grupo de trabajo” según Bion, mientras los demás se mueven entre los tres supuestos básicos descritos por este psicoanalista británico: o buscan la acusación per se, sancionan a la “malvada”, o incurren en discusiones de a pares mientras los demás observan pasivamente o esperan de alguien a quien ubican en posición de madre o padre dadivoso que resuelva por ellos.

A eso se suma que contravienen a menudo las severas normas que les corresponde cumplimentar como jurados: es así que una de las mujeres y uno de los varones entablan un vínculo amoroso, otro se siente acosado por el temor y la culpa a causa de ilícitos que cometió y comete, otro afronta situaciones familiares que lo afectan, hay quien, indebidamente, interactúa con un medio de comunicación, etc.; en fin, diversas irregularidades que operan en contra de lo que teóricamente, ilusoriamente, se espera de un jurado, irregularidades que condicionan notoriamente las opiniones y votos de los miembros.

Queda en claro también, y la serie lo hace notar con elocuencia, que los integrantes del jurado carecen hasta de conocimientos elementales sobre las leyes y el derecho, que participan, argumentan y deciden sobre la base de su simple parecer.

Los yanquis llenan y llenan las pantallas y las distintas plataformas con series sobre abogados y juicios por jurados, todas ellas de una mediocridad que espanta, como por ejemplo La ley y el orden.

En esas series y filmes se puede observar con nitidez cómo fiscales y defensores manipulan. Ponen mucho más el acento en impactar al jurado, con verdaderas puestas en escena, que en argumentar y probar. Más aún, a menudo falsifican evidencias, inventan testigos, agreden a quienes testimonian en contrario a sus apetencias, exaltan o desacreditan según mejor les venga, etc.

Es sabido que fiscales y abogados se entrenan para manipular jurados: estudian oratoria, aprenden actuación teatral, se asesoran con psicólogos flojos de ética para seleccionar integrantes de tales jurados o apelan a artimañas para elegir o descartar, etc.

Todo lo antedicho se lee o se ve en novelas, series televisivas y filmes, en las cuales se puede también comprobar el rol francamente manipulador de medios de comunicación masiva, la presión de actos callejeros y, al mismo tiempo, de concentradores de poder.

En diversos medios de comunicación, incluyendo actualmente redes virtuales, se incita ferozmente a acusar, sobre todo a carentes de recursos.

Para eso se apela a la difamación, a los rumores, a las noticias falsas. Precisamente, a lo que tienden a ser fácilmente manejables los jurados.

 

Perfil de los juicios por jurados

Supuestamente los integrantes de un jurado son seleccionados según, por lo menos, los siguientes criterios y requisitos:

  • Conciencia de la responsabilidad que asumen
  • Compromiso con la tarea encomendada
  • Disposición a decidir con total imparcialidad

 

Tales criterios y requisitos se basan en el voluntarismo y en el racionalismo.

En el voluntarismo, porque se supone que basta con la voluntad consciente de cada miembro del jurado para satisfacer lo antedicho.

Racionalismo porque se parte de la creencia de que cada integrante de tal cuerpo se basará en la razón, en la lógica.

Todo eso es desconocer por completo cómo funciona tanto el sistema psíquico, la psique, como la interacción social. Dicho de otro modo, es ignorar las leyes que dan cuenta de lo intrapsíquico como de lo interpsíquico, lo cual equivale a pasar por alto al psicoanálisis y otros cuerpos conceptuales de la psicología científica, a la dinámica de grupos, a la sociología, a la antropología y, en general, a las Ciencias de lo Humano que son las que dan cuenta de cómo se comportan efectivamente las organizaciones, grupos y personas.

La Historia enseña, sobradamente y hasta qué punto comportamientos colectivos que falsamente representan la “voluntad popular” impulsaron o avalaron castigos y condenas a personas o a grupos llevados no únicamente por su voluntad a conciencia ni por la racionalidad sino por motivaciones que sólo se explican a partir de teorías de alta complejidad de las Ciencias de lo Humano cuyo objeto es encontrar las determinaciones no voluntariamente conscientes ni basadas en la razón o la lógica.

Las mujeres condenadas a la hoguera por acusadas de brujería eran celebradas por las multitudes, al igual que la quema de Juana de Arco y de Giordano Bruno o la decapitación de Ana Bolena. El nazismo y el fascismo, también sustentados en masas, cometieron las barbaridades conocidas, en particular con grupos étnicos como los judíos y gitanos, o con los homosexuales y, por supuesto, con militantes e intelectuales genuinamente populares. Cuántos linchamientos se cometieron en distintas latitudes y, muy especialmente, en los EEUU de Washington, país que llevó criminalmente a la silla eléctrica a Sacco, Vanzetti y el matrimonio Rosenberg entre millones de víctimas, especialmente esclavos negros. Tantas y tantos fueron sacrificadas y sacrificados por el impulso cerradamente endogámico de las turbas y los intereses de sus manipuladores, desde emperadores, reyes, nobles o gobernantes burgueses hasta el Santo Oficio o Inquisición, el calvinismo y variados fundamentalismos religiosos.

En nuestro país, por ceñirnos al pasado reciente, la dictadura genocida es responsable de crímenes de lesa humanidad, destacándose tristemente las y los 30.000 desaparecidas y desaparecidos; contó con la complicidad activa o pasiva, con el aplauso o el silencio de gran parte de la población, esa parte que murmuraba acusatoriamente “algo habrán hecho” para justificar tales crímenes.

Los juicios por jurados se sustentan en esas raíces, se inspiran en esos antecedentes. No por nada, insisto y enfatizo, defensores de los Chocobar y afines pretenden juicios por jurados.

Esta afirmación, que puede parecer, a simple lectura, exagerada, se sostiene en el conocimiento especializado que abarca un espectro que va desde los comportamientos de masas hasta la dinámica de los pequeños grupos. Freud en su Psicología de las masas y análisis del yo y en Metapsicología, Bleger con su luminoso concepto de sociabilidad sincrética con el cual desacredita la noción sartreana de “serie”, Pichon Rivière con sus aportes a la comprensión de los grupos y autores diversos tales como Marx, Engels, Weber, Bion, Anzieu, Reich, Canetti, Pichon Rivière, Bleger y tantos más describieron procesos inconscientes que dan cuenta de las conductas grupales. Incluso Perón sienta las bases para diferenciar “pueblo” de “masa”.

Por mi parte, he profundizado al respecto, particularmente con mi creación, el Método Vincular oponiendo, en el eje de la intersujetividad,  dos configuraciones antagónicas, Primarización y Secundarización. La tendencia a la Primarización es la que predomina espontáneamente en el comportamiento de las masas, grupos y, por lo tanto, jurados si no se canalizan, conducción mediante, hacia la Secundarización.

Tanto a nivel intrapsíquico como en la interacción social (entre organizaciones, grupos y personas) son determinantes las motivaciones, percepciones y experiencias inconscientes. En el seno de cualquier grupo los intercambios, deliberaciones y las decisiones están influidas o categóricamente basadas en determinaciones inconscientes.

 

Estructuración y dinámica de los juicios por jurados

Un abordaje teórico de los juicios por jurados supone, obviamente, un enfoque científico, un enfoque epistemológicamente sustentable que tenga en cuenta a las producciones de quienes ya cité y, también, a la investigación.

Es mediante un abordaje de tal índole que podemos dar cuenta de cómo se estructuran los juicios por jurados y cómo es su dinámica (cómo se desarrollan, cómo se desenvuelven).  

Un primer punto a considerar es que los juicios por jurados se promueven o implementan en el marco de regímenes ya obsoletos para administrar justicia, obsoletos acá y en todo el planeta. Por lo tanto, son prótesis o remedos con los cuales se intenta dar oxígeno a un cadáver.

Todo lo que se da en llamar “administración de justicia” requiere ser reformulado, reformulado dejando de lado el corporativismo y la tradición.

Requiere, además, asumir que las leyes en las cuales hay que basarse para juzgar no son únicamente las jurídicas, sino que se requiere tomar en consideración la totalidad de las leyes que las Ciencias de lo Humano han generado. De hecho, los tribunales requieren de peritos no abogados para tramitar los procesos, destacándose dentro de lo que compete a las Ciencias de lo Humano, a psicólogos, sociólogos, psiquiatras y contadores públicos. (Remito a mi artículo La ley como fundante de la organización humana en rubenrojasbreu.blogspot.com).

Por tomar un ejemplo elemental: para determinar si alguien es imputable se requiere establecer si es responsable consciente de sus actos o si no lo es por tratarse de un psicótico o por padecer alguna alteración grave de su capacidad psíquica. Para tal determinación se requiere la intervención decisiva de psicólogos y/o psiquiatras.

Un segundo -y fundamental- aspecto a tener en cuenta es la estructuración u organización de un jurado, su estructuración u organización latente, no consciente ni perceptible sino necesariamente pensable, conceptualmente formulada sobre la base de las teorías e investigaciones que tienen por objeto las determinaciones últimas, eficaces y, por lo tanto, inconscientes. Al mismo tiempo, cabe caracterizar su dinámica, profundizando sobre todo en sus dispositivos latentes.

Un jurado se desempeña en dos ámbitos: en uno, tiene el rol de auditorio y, en el otro, delibera y decide.

En el primero, está formalmente dirigido por el juez o el tribunal del que se trate, observa y atiende a acusador, defensor, testigos, pruebas                                                                                                                                                                                                                                          y acusado y comparte espacio con el público. Aquí los integrantes del jurado se encuentran como en misa, sin intercambiar.

En el segundo, se aísla para sesionar.

Pasa así de cierta pasividad a la actividad.

En el primer ámbito es como una extensión del tribunal; en el segundo, es dotado, supuestamente, de autonomía.

Todo lo antedicho supone organización (remito a mi artículo Concepto de organización, en mi blog ya citado).

El paso de la pasividad a la actividad es prácticamente abrupto, sin solución de continuidad y sin transición. Supone una readecuación brusca.

Así como un jurado, al igual que cualquier grupo, es heterogéneo, también son diversas las escuchas e interpretaciones: es decir, cada miembro del jurado pasará a sesionar llevando como bagaje lo que escuchó e interpretó de lo dicho en la primera fase del tribunal. Las diferentes escuchas e interpretaciones están determinadas por los distintos “esquemas referenciales” (concepto de Pichon Rivière) de los integrantes del jurado.

En el primer ámbito el jurado es una pieza de una organización de gran alcance. Cuando sesiona aislado se configura automáticamente una organización relativamente autónoma cuyos resultados se canalizarán hacia la organización de gran alcance posteriormente, el tribunal en su totalidad presidido por el juez o los jueces.

Por otra parte, cada miembro del jurado proviene de diversas organizaciones como su familia, su lugar de trabajo, las instituciones educativas en las que se formó o forma, su club, su consorcio, su barrio, etc. Cada cual integra varias organizaciones de las que participa, despierto o dormido, durante las veinticuatro horas de cada día, todo el año y a lo largo de toda su vida, lo cual se traduce en lo antedicho: distintos esquemas referenciales.

Todas esas pertenencias y, en consecuencia, todas esas organizaciones que quedan fuera del espacio de sesión están latentemente presentes, están interiorizadas por cada miembro e influyen en sus opiniones, ponencias, decisiones. Además, les dan a los miembros del jurado el modelo de configuración grupal u organización.

Así, inconscientemente, cada miembro de un jurado buscará reproducir en el seno del mismo las modalidades de funcionamiento de las organizaciones que conoce y de las que forma parte, empezando por la familia de origen.

Eso nos indica que cada miembro tenderá espontáneamente a las configuraciones endogámicas, a lo que conoce, a lo que le resulta familiar, habitual, rutinario.

De modo tal que un jurado, por su propia inclinación “espontánea”, se estructurará y se desenvolverá en una dinámica propia de las configuraciones endogámicas: es decir, de la Primarización según el Método Vincular.

Para que se estructure y funcione acorde con la Secundarización, se requiere de una coordinación profesional afirmada en el conocimiento científico de las conductas humanas y en el conocimiento por parte de los integrantes del jurado de la Constitución, las leyes jurídicas, los Códigos Procesal, Penal, etc.

En la Primarización, sucintamente, se va a tender al maniqueísmo “bueno versus malo”, a la búsqueda de la familiarización entre los integrantes del jurado, a basarse en las tradiciones, las creencias, lo ya sabido, la aceptación de lo existente y a la sumisión a lo que se considere la autoridad. La autoridad en un juicio está representada por el Tribunal como tal, básicamente el juez o jueces más fiscal y abogado.

Asimismo, se tenderá a la polaridad mandato o deber ser versus placer o libertinaje. Así, el jurado tenderá a promover el castigo afirmándose en creencias y prejuicios, en suposiciones sin fundamentación basada en el conocimiento especializado ni tampoco en las leyes jurídicas ni las del comportamiento humano.

O tenderá, de la misma manera, a justificar conductas reprobables, por ejemplo, del propio acusado, sobre la base de que tiene derecho a ejercer su libertad o a haberse dejado llevar por sus impulsos.

En apretado resumen, se va a plantear una opción muy cerrada: o el acusado es un amigo o es un enemigo.

Fácilmente se lo considerará amigo si las acciones por las cuales es juzgado coinciden con los anhelos y expectativas de los miembros del jurado, si forma parte de similar condición cultural, social y económica, si integra similares grupos de pertenencia.

Será considerado enemigo, y, por lo tanto, merecedor de castigo, si sus acciones no conjugan con el gusto de los integrantes del jurado, si es de un estrato social distinto y “más bajo”, si se lo percibe perteneciente a grupos étnicos o culturales no valorados.

Si el jurado se organizara según la Secundarización, primará la valoración del conocimiento científico y de las leyes, la aceptación del diferente como diferente, la búsqueda denodada de la objetividad o la imparcialidad, el interés por profundizar en las motivaciones latentes (no manifiestas, no explícitas) tanto del acusado como de los testigos, del juez o jueces, del fiscal y del defensor. En vez de subordinarse impensadamente a la figura de autoridad, procurará la autonomía basándose más en los datos y en el conocimiento que en las impresiones y el impacto. Sobre todo, evitará caer en el juego manipulador de los distintos actores, particularmente del fiscal, del defensor y del acusado en el caso de que éste sea, por ejemplo, un hábil psicópata con un perfil, a la vista, afín a quienes integran el jurado.

Por todo lo que he relevado, los jurados tienden a la Primarización, a estructurarse según una configuración endogámica.

De tal manera, emergerán uno o dos líderes “naturales” y el resto de los miembros del jurado se congregará en torno al líder o se dividirá para seguir a cada líder que haya surgido.

Se va a dar así una estructuración muy simple: líder o líderes más integrantes del jurado conduciéndose como masa, como un aglomerado. Dentro de esa masa de seguidores podrán surgir distintos roles: el del obsecuente, el del vacilante, el del preguntón, el del cínico, el del que procura simular imparcialidad, el del indiferente, el del apresurado, el del compasivo con la víctima, etc. Son todos roles funcionales en el marco de esa estructuración simple.

Tampoco en esa estructuración simple, primarizada o endogámica, la víctima ocupa el lugar preponderante que merece: es únicamente el pretexto de lo que efectivamente se procura, el castigo del menospreciado o el premio del vengador. Un jurado se inscribe en la disyuntiva punición o condecoración, contraponiéndose a la administración de justicia y la validación de la legalidad.

Un jurado es, de tal manera, el modo formalmente institucionalizado de la “justicia por mano propia”, del ajusticiamiento o del linchamiento.

O, por lo contrario, si el acusado cuenta con la simpatía de la masa, de la opinión pública, de las creencias y tradiciones, el jurado es el modo formalmente institucionalizado de la recompensa y la celebración.

A lo largo del desarrollo de las deliberaciones, los miembros del jurado tenderán a exponer sus opiniones, creencias y prejuicios con el fin de fortalecer la posición del líder o de los líderes y, al mismo tiempo, de volcarse en favor o en contra del acusado.

Por ejemplo, si el acusado es una especie de justiciero, puede contar con la aprobación del líder o alguno de los líderes y el apoyo del jurado o de una parte importante del mismo. De tal manera, el acusado deviene una suerte de figura mesiánica que encarna los deseos reprimidos de retaliación, de venganza aún sin importar si hay motivos para una venganza, la cual, de todos modos, es siempre injusta e ilegal.

Si el acusado es prejuiciosamente considerado “alguien que nació para ser delincuente” será convertido en chivo expiatorio. Las propias culpas inconscientes, los propios comportamientos ilícitos o los propios deseos malignos o perversos reprimidos podrán ser expurgados depositándolos, proyectándolos psicoanalíticamente dicho, en el acusado.

En cualquier caso, los jurados:

  • Se basarán en las creencias y preconceptos, desestimando datos, pruebas y evidencias
  • Serán impulsados por suposiciones y por ideologías en lugar de sustentarse en el conocimiento de las leyes jurídicas y de las leyes que dan cuenta de los comportamientos humanos que forman parte de las Ciencias de lo Humano
  • Caerán en las redes de la manipulación cuyos pilares serán los medios de comunicación masiva, la “gente”, jueces, fiscal y defensor y, finalmente, el líder o líderes que emerjan en el seno del propio jurado.

 

¿Podrían ser viables los juicios por jurados?

Hasta donde es de mi incumbencia proponer al respecto y según mis conocimientos de las Ciencias de lo Humano, la respuesta es afirmativa siempre y cuando se den previamente, como mínimo, estas políticas y condiciones:

  • Una reformulación en profundidad del régimen político institucional, lo cual supone como primer paso una nueva Constitución
  • En tal marco, una transformación de fondo del sistema de administración de justicia,
  • Una expansión muy significativa de la organización política de la población y un incremento notorio de la cultura política,
  • La conformación de jurados sobre la base de criterios tales como el conocimiento de la Constitución y de las leyes y códigos que correspondan,
  • Una estructuración y dinámica de los jurados intencionalmente prevista sobre la base de la Secundarización, de la configuración exogámica, el respeto por la autonomía, la valoración de la ciencia, particularmente de las Ciencias de lo Humano, la disposición a asesorarse por profesionales competentes, la capacidad para superar creencias, prejuicios y tradiciones.

Esto último implica una coordinación especializada que conjugue tanto el conocimiento en profundidad de las leyes jurídicas como el de los comportamientos humanos.

 

 

Bibliografía

Bion, Winfred (1972): Experiencias en grupos, Paidós, Buenos Aires

Bleger, José (1976): Temas de psicología. Entrevista y grupos, Nueva Visión, Buenos Aires

Freud, Sigmund (1976): Psicología de las masas y análisis del yo, Amorrortu, Buenos Aires

Freud, Sigmund (1976):  Metapsicología, Amorrortu, Buenos Aires

Pichon Rivière, Enrique ((1980): El proceso grupal. Del psicoanálisis a la psicología social, Nueva Visión, Buenos Aires

Rojas Breu, Rubén (2002): Método Vincular. El valor de la estrategia, Eds. Cooperativas de Bs. As.

Rojas Breu, Rubén (2018): La Ley como fundante de la organización humana, rubenrojasbreu.blogspot.com

Rojas Breu, Rubén (2018): El deseo de la estrategia, rubenrojasbreu.blogspot.com

Rojas Breu, Rubén (2018): Concepto de organización, rubenrojasbreu.blogspot.com

 

Rubén Rojas Breu

Octubre 26 de 2020

 

 


 

 

 

 

 

 

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