viernes, 30 de septiembre de 2022

¿POR QUÉ LA ULTRADERECHA DETESTA LA POLÍTICA?

 

 

 

Rubén Rojas Breu

 

¿POR QUÉ LA ULTRADERECHA DETESTA LA POLÍTICA?

Hay preocupación generalizada por el avance de una suerte de “internacional ultraderechista”.

Se trata de una internacional que se viene dando en muchos países, inclusive en América Latina y también en nuestro país, la Argentina. Va quedando claro que la “internacional ultraderechista” está organizada a nivel global: pruebas palpables son los comportamientos y discursos que se repiten bravuconamente, en tono patotero, en todo el planeta. Comportamientos y discursos fabricados en serie.

En todos los países que esta ultraderecha se manifiesta se mueve en torno a ciertos ejes obviamente totalitarios, pero, además, francamente anacrónicos, arcaicos, vetustos, en atormentador estado de obsolescencia. La ultraderecha viene a ser algo así como un movimiento de fósiles.

Pese a que los tiempos pareciera que hubieran dado por superados los que la ultraderecha fanáticamente enarbola como sus fines, éstos están vigentes, amenazan, agravian y hasta matan.

Las tesis evolucionistas que tienden a creer que el pasado queda extinguido por la emergencia e instauración de nuevas eras son desmentidas por lo que acontece con la ultraderecha: así como de acuerdo al Psicoanálisis, según Freud, lo reprimido retorna ya que aquello que fue desterrado de la conciencia o de la voluntad se aloja en el inconsciente con capacidad de volver a través de síntomas, fallidos, sueños o un amplio espectro de conductas, lo mismo sucede con la Historia. Las sociedades guardan en su memoria consciente e inconsciente conductas propias de lo pretérito.

Creencias, costumbres, comportamientos y hasta paradigmas propios de etapas anteriores de la Humanidad no son jamás definitivamente eliminadas o eliminados, sino que se mantienen en estado de latencia hasta que determinadas condiciones sociopolíticas hacen factible su resurrección, su restauración o su resurgimiento.

La Antigüedad de cualquiera de las culturas desde el lejano Oriente hasta el extremo Occidente, incluyendo por lo tanto a las de las poblaciones originarias del continente americano, retorna, tarde o temprano retorna; además, hay mucho de lo propio de las culturas ancestrales que se mantuvieron casi sin modificaciones a lo largo de los siglos coexistiendo con las nuevas configuraciones sociales. También esto aplica para el Medioevo europeo y asiático, para la Modernidad que comienza a balbucear contemporánea al Renacimiento y a la conquista de América. Muchas de esas reencarnaciones o retornos son, con sus variaciones, loables y estimulantes.

Lo inquietante o estremecedor es ya sea como un resurgimiento, ya sea como cierta conservación que traspasó las barreras del tiempo, la insistencia de los totalitarismos del siglo XX cuyas versiones más extremas fueron el nazismo, el fascismo, el falangismo, el macartismo, el Ku Klux Klan, el estalinismo y, por supuesto, las dictaduras cívico militares que asolaron a nuestra sufrida América Latina, a África y otras latitudes.

Curiosamente, el país que alardea de considerarse paladín de la libertad, el país yanqui, es justamente en el cual todos esos flagelos mantuvieron mayor vitalidad, al punto de que el KKK todavía existe y, desde luego, el supremacismo blanco sigue ocupando la delantera.

De tal manera, jamás las versiones más abominables de lo humano abandonaron del todo la faz de la Tierra, jamás se extinguieron. Desde la esclavitud en todas sus variantes o la Inquisición hasta los totalitarismos del siglo XX antes enunciados persistieron en estado más larval por momentos, en modo virulencia en otros, como sucede en el presente.

La ultraderecha es, entonces, el atroz reverdecimiento de algo que nunca fue definitivamente extirpado ni expirado. Tampoco lo será nunca: se trata de cómo impedir que pase de estado embrionario o de baja relevancia a una erupción arrasadora o, al menos, paralizante, intimidante, violenta, destructiva. Se trata de lograr que nunca salga del corral; lamentablemente para la humanidad y, especialmente, para las poblaciones que más penan, esa ultraderecha hoy tiene alas y con su vuelo está dispuesta a acabar con todos los derechos conquistados, con la justicia y hasta con la vida, ensañándose con trabajadoras y trabajadores, con pobres, con etnias a las que discriminan, con inmigrantes, con explotadas y explotados de toda índole en todo el planeta, incluyendo niñas, niños y adolescentes mayoritariamente condenadas y condenados al hambre y la falta de todo destino.

Es importante a esta altura del artículo hacer una distinción entre derecha y ultraderecha.

La derecha tradicional, conservadora o convencional reconoce, con recelo y a regañadientes, a la Política. Es la derecha al estilo europeo que nace a posteriori de la Revolución Francesa. Justamente Francia da el modelo de esa derecha, una derecha que reconoce formalmente a las instituciones burguesas (creadas en gran medida por esa misma derecha); también hace hincapié en la libertad entendida a su manera y hasta cierto punto asume el derecho a la igualdad. Es una derecha cuidadosa de las formas, mesurada, “educada” y que se posiciona a sí misma como civilizada. Es una derecha que generalmente (hay excepciones) repudia a lo lumpen.

Entre las figuras más destacadas de esa derecha vale considerar particularmente a Alexis de Tocqueville, filósofo, sociólogo y político francés del siglo XIX, quien ocupó cargos ministeriales durante la Monarquía de Julio y la Segunda República Francesa. Tocqueville fue un típico liberal de derecha que si bien erigía a la libertad como bien supremo también concedía a la igualdad un lugar preeminente; señalaba que la humanidad se dirige inexorablemente hacia la igualdad.

Esa derecha tradicional, moderada, original, recupera esplendor luego de la Segunda Guerra Mundial, muy especialmente en Europa: Francia y Alemania ocupan posiciones líderes y de distintas maneras se les suman Italia, Bélgica, Países Bajos, Noruega, Suecia, Gran Bretaña, etc.

Esa derecha tradicional va camino del fracaso si es que no debiéramos afirmar que ya se derrumbó.

La ultraderecha es consecuencia directa de la bancarrota de la derecha tradicional o convencional.

Contrariamente a lo que circula acerca de que la ultraderecha surge como oposición a la izquierda o a los movimientos nacionales y populares lo central es que es la resultante del desmoronamiento de la derecha tradicional y moderada, la “derecha institucionalista o republicana”. Por supuesto que la ultraderecha castiga abiertamente a todo lo que huele a nacional, popular, “progresista” o de izquierda, pero la condición básica de su emergencia es la caída de la derecha clásica.

Damos así con la diferencia básica y determinante entre la derecha y la ultraderecha: la primera, aún con reticencia o disgusto, acepta la Política mientras que la ultraderecha la detesta al punto de procurar denodadamente acabar con ella como si se tratara de un flagelo.

Tanto detesta la Política que la ultraderecha se vale de lo lumpen como brazo armado.

Entonces, respondamos al interrogante del título: ¿por qué la ultraderecha detesta la Política?

Para dar cuenta de tal pregunta parto de la definición de Política de mi autoría basada en las conceptualizaciones de mi creación, el Método Vincular.

La Política es la disciplina científica y la práctica que tienen por objeto articular las relaciones de poder, interpretándolas y operando sobre ellas, con el Ideal o referente primordial de un determinado colectivo, a los fines de la realización de tal colectivo.

Para introducir claridad respecto de tal definición reproduzco qué conceptualizo como “poder”:

Poder es la capacidad para pasar de una situación dada A a una situación ideal o aspirada B en el seno de la interrelación entre distintos actores y sectores que demandan, procuran y/o ejercen dicha capacidad y el complejo contexto en el que tal interrelación se da.

 

La ultraderecha tiene su anclaje en lo más primitivo, es lo primitivo que retorna.

Lo primitivo en Política es la creencia absolutista de que el Poder es un legado de la divinidad, la cual a su vez es vista como omnipotente.

Así, desde la más remota Antigüedad, en todas las culturas, se suponía que reyes, emperadores y nobles estaban ungidos por los dioses o que, al menos, contaban con el beneplácito o el favoritismo de las divinidades.

De tal manera, el Poder estaba naturalizado como algo propio y exclusivo de quienes eran vicarios de los dioses o, inclusive, sus descendientes directos. Por ejemplo, los faraones llegaron a ser considerados hijos del dios Ra y los reyes incas eran elegidos por los dioses luego de exigírseles cumplir con pruebas muy rigurosas.

Considerar al Poder como propio únicamente de los elegidos por la divinidad equivale a negarlo: es decir, si solamente los ungidos por los dioses eran los dueños del poder se daba por sentado que no existían las relaciones de poder.

Si, siguiendo con el ejemplo, sólo el faraón disponía de poder y sólo él tenía derecho a ejercer poder, éste y aquél (el poder y el faraón) se fundían en un único ente. No había poder fuera del faraón, el rey, el emperador, el monarca y, desde luego, tampoco fuera del papa o del profeta o de la nobleza y las castas.

El Poder se hace evidente, se hace visible, se hace tangible cuando se lucha por él y a conciencia. Que no haya lucha por el poder porque éste está naturalizado como propiedad del coronado o del divinamente investido es lo mismo que aseverar que el poder no existe.

La ultraderecha es la persistencia del dogma según el cual el Poder es propio exclusivamente de la divinidad y del que la misma proclame.

Para la ultraderecha es una herejía que se dispute el poder y mucho más repudiable es para ella que en tal disputa participen los actores y sectores que “naturalmente” deberían acatar la esclavitud o el sometimiento.

Así la ultraderecha interpela abruptamente a quien disputa legítimamente poder: “¿con qué derecho te creés para aspirar a construir o ejercer poder si sos un simple y común mortal? ¿cómo cometés la irreverencia de desafiar a los dioses?”

La ultraderecha predominante en nuestra contemporaneidad asume ciega y exaltadamente las siguientes certezas de su cuño:

  • Lo ya dicho acerca de que el Poder es privativo de los ungidos por la divinidad y, por lo tanto, no admite ninguna pugna por las relaciones de poder

  • Como consecuencia de lo antedicho adhiere al fundamentalismo religioso o seudo religioso

  • El elegido, la elegida, los elegidos o las elegidas remiten a la pureza étnica

  • La tradición en todas sus variantes es el valor por excelencia ya que se trata de preservar lo más arcaico.

  • El fanatismo por el orden, por un orden que asegure la total inmovilidad y el acatamiento, un orden que garantice la disciplina social en su versión más recalcitrante.

 

La violencia creciente, despiadada en extremo, que la ultraderecha practica es su respuesta a quienes considera que desafían al mandato divino.

Los mortales, sean nacionales y populares, de izquierda o “progresistas” son inexorablemente considerados representantes del demonio por tener la pretensión de pugnar por el poder.

También son consideradas y considerados agentes de Satanás todas y todos los que no se rinden ante la pureza étnica, el extremismo religioso y el culto acérrimo de las tradiciones más atávicas.

Para el ultraderechista el arma de fuego, corta o larga, hereda y sustituye a la espada de los cruzados medievales, así como la esvástica o el tatuaje que utilice simboliza la cruz que aquéllos llevaban bordadas en sus pecheras.

Piqueteras y piqueteros, trabajadoras y trabajadores en lucha, estudiantes que toman colegios, así como sus madres y sus padres o la vicepresidenta son infieles a los que según un imaginario mandato divino ordena atacar o acabar.

Esos ejércitos de las Cruzadas medievales para la ultraderecha son las organizaciones que brindan el modelo porque:

  • Se fundaron con la finalidad de exterminar al enemigo

  • Se caracterizaron por la rígida conformación de jerarquías y un régimen de obligada y obstinada obediencia

  • Legitimaron el uso de la violencia contra el otro, contra el distinto, contra el que desconocía la voluntad divina.

 

Por lo expuesto al principio de este texto y de acuerdo a lo desarrollado en la última parte, la derecha clásica, tradicional, convencional o como se la quiere calificar está en franca declinación, se debilita, decepciona a los propios.

Eso pasa en el mundo, pero mucho más en nuestros países, debido a la decadencia y al atraso en el que están hundidos, lo cual hace que prospere lo lumpen, brazo armado de la ultraderecha.

Además, la derecha de nuestros países, a diferencia de la europea, es francamente antinacional. Las derechas europeas defienden a ultranza la pertenencia y el interés nacional, mientras que las latinoamericanas y africanas, también algunas asiáticas, se subordinan a las grandes potencias dominantes, especialmente en las últimas décadas a los EEUU de Washington.

La derecha clásica o “republicana o institucionalista” está decayendo estrepitosamente.

De ahí que la ultraderecha venga a reemplazarla, al punto de que quienes más pretendieron posicionarse como “centro derechistas” se deslicen crecientemente hacia posiciones de ultraderecha.

Eso está pasando con Juntos por el Cambio y, particularmente con el PRO. Se les vuelve insostenible interpretar el rol de “derechistas moderados” y se dirigen a ocupar posiciones de ultraderecha.

Eso, está sucediendo con la cúspide del PRO particularmente y con el gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

El tipo de represión contra los piquetes, contra trabajadores y contra estudiantes, represión en ascenso, revela ese desplazamiento hacia posiciones de ultraderecha.

Su aversión a la Política al negar el derecho de los estudiantes a ejercerla es quizá el indicador más elocuente de ese ultraderechismo. Es, entonces, el retorno con ínfulas de la creencia arcaica de que el Poder es un legado de la divinidad.

Esa ultraderecha, ingénitamente brutal, es alimentada por la prédica de referentes que operan al servicio de las grandes corporaciones depredadoras del planeta y de la humanidad. Se trata de referentes ideológicos, religiosos, intelectuales, mediáticos y de variada índole.

También es fomentada por la descomunal maquinaria doctrinaria cuyo principal asiento se encuentra en los EEUU de Washington y que a través de sus filmes de mayor taquilla y de sus series más difundidas propaga la idea de la superioridad del “individuo”, la idea del “superhéroe”, noción tan celebrada y tan cultivada por el nazismo y el fascismo. Toda la galería de los llamados “superhéroes” es de cuño nazi o fascista; ejemplifico con Batman en aras de la didáctica, pero también podría referirme a Capitán América, el Hombre Araña, Ironman, Superman, etc.

Obsérvese que Batman es un personaje oscuro cuya existencia transcurre entre las tinieblas: lo tristemente destacable es que este “superhéroe” tiene como enemigos a personajes discapacitados o de notoria fealdad a la que se resalta. Más inspiración nazi imposible encontrar.

Por supuesto también otras manifestaciones ficticiamente artísticas, particularmente de la literatura, de la música y del canto, contribuyen a la exaltación de la violencia, a la destrucción, al desdén por el otro y en particular por los desposeídos.

La ultraderecha venera a los más ricos del planeta porque transfiere a éstos la divinización. Los magnates, para la ultraderecha, son ejemplares, son objeto de culto y, al mismo tiempo, deidades a las que hay que someterse y rendir tributo.

Esa conjunción entre la noción del superhéroe y el culto de los poderosos e ingentemente acaudalados es también propia de la ultraderecha.

De acuerdo al Método Vincular la ultraderecha es la versión desorbitada del Posicionamiento Dominancial: se ubica en el punto más extremo de la intersección entre la Primarización y la dimensión Significante.

Eso quiere decir que expresa en su modo más taxativo a la configuración endogámica y, por lo tanto, la negación del otro y la afirmación de que su razón de existir es la destrucción del enemigo.

Quiere decir también que todo lo que hay, todo lo que produce significación es propio de lo divino y por función vicaria de quienes la deidad autoriza. No reconoce nada de lo que esté por fuera de esa significación que se atribuye.

Es decir, la ultraderecha tiene como sostén y como cauce el orden devenido como imperativo categórico, como un absoluto.

Queda sobradamente claro que esa fe extremadamente fundamentalista en el orden conlleva el aborrecimiento de la Política.

Atendiendo a la totalidad de lo expuesto, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires asume ese orden como su sostén y su cauce. Las y los estudiantes y toda la comunidad educativa de los colegios secundarios están afrontando eso. Desocupadas, desocupados, trabajadoras y trabajadores, también.

No omito que también en el actual oficialismo a nivel nacional y en las distintas provincias hay quienes tienen posiciones muy similares al gobierno de CABA y que, por lo tanto, también detestan la Política.

Rubén Rojas Breu

Buenos Aires, setiembre 30 de 2022

 

 

 

martes, 13 de septiembre de 2022

MEDIOS DE COMUNICACIÓN. Conceptualización, poder y rol según el Método Vincular

 

 

 

 

 

Rubén Rojas Breu

 

 

MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Conceptualización, poder y rol

según el Método Vincular

 

ÍNDICE TEMÁTICO

 

Consideraciones introductorias

 

Conceptualizando la Comunicación

 

Concepto de Medio de Comunicación

 

Conclusiones

 

 

Consideraciones introductorias

 

Los vagamente denominados medios de comunicación son objeto de inusitada y descomunal consideración.

Dos errores se destacan en el equívoco, precario y generalmente pueril tratamiento del que son objeto, inclusive por afamados intelectuales equiparables al Dühring tan elocuentemente descalificado por Engels.

Tales errores son:

  • El que circunscribe la noción “medios de comunicación” a un corpus muy básico, convencional, inspirado en la vulgaridad, en lo fácilmente digestible. Como todo lo que se ata a lo trillado, banal o simplote, esta noción elemental sirve para denostar sin comprender la complejidad de las cosas, de las problemáticas, de las conductas, de lo humano. En este caso, puntualmente, tal noción rebaja a la Comunicación, constitutiva de lo Humano, a un mero intercambio atravesado por lugares comunes, superficialidad, prejuicios, anatemas, idealizaciones, descalificaciones o sobreestimación según diferentes actores y diferentes medios. En particular, tiene gran resonancia lo que se da en llamar “medios hegemónicos”.

  • El segundo error es el de suponer que los medios de comunicación hacen de ésta, de la comunicación, una acción consistente en una transmisión unidireccional basada en el obsoleto esquema “emisor-receptor” por el cual un agente tiene una posición activa y marcadamente influenciadora y su contraparte o destinatario una pasiva por la cual deviene fácilmente influenciable.

 

 

Conceptualizando la Comunicación

 

Aplicando mi creación más difundida, el Método Vincular, me ocupo de la Comunicación sacándola de la bruma nocional y prejuiciosa para abordarla desde la perspectiva científica, desde una óptica epistemológicamente sustentable.

El sentido común o los enfoques no científicos se basan en nociones: descripciones que lejos de respetar principios tales como el de la comprehensión y extensión, debidamente articulados, incurren en la vaguedad, la imprecisión y el bajo alcance. Al proceder de tal manera, aun cuando se valgan de una retórica de aparente vuelo intelectual, con frecuencia abstrusa, sólo disfrazan con un léxico académico, literario o lustroso valoraciones tendenciosas y propias de un pensamiento común y elemental. Al obrar así, fácilmente logran la simpatía o admiración de la opinión pública, de las masas y, por ende, de los medios de comunicación con mayor penetración.

El Método Vincular tiene por objeto la interacción entre organizaciones y públicos, entre organizaciones mismas, entre demandas y oferentes en todos los campos de la actividad humana.

Por lo tanto, la Comunicación es una disciplina y una práctica de la cual el Método Vincular se ocupa otorgándole máxima relevancia.

Tanto en mi libro Método Vincular. El valor de la estrategia (Eds. Cooperativas de Buenos Aires, 2002) como en diversas publicaciones en medios especializados y en mis blogs (rubenrojasbreu.blogspot.com y rubenrojasbreuelaula.blogspot.com) abordo la Comunicación con la complejidad que merece y requiere.

De tal manera, remito a tales textos para profundizar, ya que acá voy a centrarme en lo que considero más pertinente y esclarecedor a los fines de precisar qué entender por medios de comunicación, cuál es su rol, cuál es su eficacia o capacidad de influir, etc.

Según el MV, que vale recordar es un enfoque sistémico-relacional,

 

Comunicación es la interacción entre organizaciones, grupos o personas en tanto ejercen el rol de Comunicandos.

También puede definirse a la Comunicación como la totalidad de las acciones que los Comunicandos -conciente e inconcientemente, voluntaria e involuntariamente- realizan impulsados por el deseo de reconocimiento de los otros y, más conceptualmente, del Otro.

 

Expongo seguidamente uno de los axiomas sobre la Comunicación, siempre según el Método Vincular:

 

La Comunicación es básicamente bidireccional

Nos referimos de esta manera a la circunstancia de que en su módulo básico la Comunicación circula en ambas direcciones, sin definir punto de inicio. Dicho de otro modo, dados dos Comunicandos simultáneamente ambos juegan los roles de emisor y receptor (y de receptor y emisor). No hay un momento en el cual uno de ambos tenga la iniciativa a la espera de la respuesta del otro. Es decir, estamos sustituyendo el esquema “emisor-receptor” por la interacción entre comunicandos.

Lo antedicho vale para todas las situaciones, la mayoría de las cuales involucran a más de dos Comunicandos, de donde resulta que de hecho la Comunicación es multidireccional. Pero es oportuno señalar que conceptualmente tal multidireccionalidad implica plurales bidireccionalidades.

Valen dos postulados para una acabada conceptualización de la Comunicación:

  • 1.   Todo comunicando integra siempre una organización.

De tal manera al interactuar un comunicando con otro lo hacen como integrantes de una organización en el seno de la cual se diferenciarán como personas. Por ejemplo, al interactuar un periodista de determinado canal con un espectador del mismo, ambos y cada uno forma parte de una organización, y es sobre la base de la activa pertenencia a tal organización respectiva que se dan las diferenciaciones personales.

  • 2.   Ambos comunicandos se eligen activamente y se identifican, psicoanáliticamente hablando, de modo tal que se influyen y retroalimentan.

En la configuración endogámica se produce el efecto del espejo: cada uno de los comunicandos busca que el otro refleje las propias posiciones y pareceres. Generalmente lo que se publica vale para el espectador, oyente o lector como refrendación y enriquecimiento argumentativo; al mismo tiempo, la aprobación activa del espectador, oyente o lector es fuente o estímulo de lo que se difunde.

En consecuencia, la influencia es definitivamente bidireccional o multidireccional; no hay influyente e influido. La influencia es un proceso protagonizado por todas y todos los que participan del acto comunicacional.

Por ejemplo, quien tiene posiciones de adhesión a un gobierno, busca en el medio confirmación y argumentos que lo consoliden; simultáneamente los que se encuentran al frente de un programa o redactan sus notas y columnas procuran confirmarse gracias a la aprobación de sus interlocutores (espectadores, oyentes o lectores). Por el contrario, quienes se oponen decididamente a un gobierno o a una fuerza política, también buscan consentimiento y fuerza argumentativa brindando a su vez el acuerdo y el impulso para que lo que se publique persista en el mismo enfoque.

 

Concepto de “Medio de comunicación”

Cabe precisar qué entender por “medio de comunicación”:

Medio es cualquier vehículo capaz -actual o potencialmente- de poner en contacto a Comunicandos.

Como se ve, esta definición se corresponde con todo lo antedicho en tanto también es el propio acto comunicacional el que hace emerger al medio o a los medios. Esta perspectiva supera las limitaciones que imponen las convenciones, las cuales tienden a reducir a un espectro relativamente fijo a los “medios de comunicación”.

Al definir de esta manera a la Comunicación estamos respetando una regla epistemológica elemental: la que establece que un concepto, intrínsecamente científico, articula rigurosamente la comprehensión y la extensión, o si se prefiere, la precisión y el alcance.

Se cumple con el precepto de la comprehensión o de la precisión al establecer con toda claridad que medio de comunicación es todo lo que pone en contacto a comunicandos; dicho en sentido aparentemente inverso, todo lo que pone en contacto a comunicandos es un medio de comunicación.

De tal manera, simultáneamente, se alcanza la máxima extensión o el mayor alcance; los medios de comunicación no son únicamente los que habitualmente se consideran como tales y que tanta verborragia y derroche de tinta ocasionan.

El aire, cuando se trata de quienes conversan presencialmente o la telefonía son medios de comunicación. También lo son desde los hogares hasta los grandes edificios ya que los muros comunican, lo cual se hace evidente con las pintadas, afiches o grafitis, el runrún de oficinas, las paredes de los baños públicos, las obras pictóricas y musicales, las puestas en escena, los ritos, la vestimenta, etc. Desde luego también son medios de comunicación portales, canales de televisión, emisoras de radiofonía, buscadores de Internet, redes virtuales, cine, etc.

A través de ese vasto espectro de medios los comunicandos interactúan y lo hacen de tal manera que no hay agente activo emisor y receptor pasivo, sino que se encuentran en pie de igualdad.

Todo ese vasto espectro de medios está operando en la totalidad de las interacciones entre comunicandos.

Para ser claro y enfático: no solamente los llamados medios hegemónicos operan en las interacciones entre comunicandos. Tampoco tales medios dominantes guardan para sí la posición de emisores que influyen de modo determinante, sino que integran la cadena al infinito de comunicandos.

Para ser todavía más ilustrativo: no solamente Clarín y La Nación, no solamente Infobae y Perfil, no solamente TN y LN+ o, si se quiere para incluir los que supuestamente se ubican en otra vereda, no únicamente Página 12, El destape, C5N, Radio 10, La izquierda diario o Prensa obrera son medios que forman opinión.

La formación de opinión que a su vez contribuye a muy variados comportamientos es la resultante:

  • De una amplísima variedad de medios de toda índole (desde carteles o clases hasta los canales de televisión o portales de más alcance. Un ejemplo por demás elocuente: las camisetas o remeras de los deportistas más famosos, tan codiciadas por las grandes corporaciones globales para difundir sus marcas).

  • De una interacción entre comunicandos, esto es de una interacción que se da entre lo que se publica o difunde a través de lo que vulgarmente se llama “medios” o lo mediático y quienes son sus espectadores, oyentes o lectoras/lectores se despliega la comunicación.

Así, por ejemplo, el lector o la lectora de Clarín no es un o una receptor o receptora pasivo o pasiva influenciable, una suerte de esponja que absorbe, ingenuidad mediante, lo que el medio mencionado difunde con propósitos de manipulación. Ese supuesto receptor o esa supuesta receptora elige, activamente, Clarín condicionando lo que este medio publique. Se tiende a una suerte de simbiosis o, si se prefiere, a un comportamiento en espejo por el cual el medio y su interactuante se reconocen o se identifican activamente (“identifican” según el concepto de identificación acuñado por Freud).

Ahora, ¿por qué los medios de comunicación fundamentalmente masivos o las redes virtuales logran tal protagonismo? ¿Por qué en tal protagonismo incluyen activamente como sus pares interactuantes a organizaciones, grupos o personas que exhiben empatía o simpatía?

Por un lado, la respuesta la encontramos en qué entender por opinión pública, la cual es el campo en el que opera lo mediático.

Traigo entonces a colación mi definición de opinión pública:

Opinión pública es el conjunto conformado por los medios de comunicación incluyendo las redes virtuales más las encuestas y los inconsistentes “focus groups” más la gente o la masa (masa y gente son nociones equivalentes).

Queda claro que la opinión pública es un universo restringido ya que hay un inmenso territorio comunicacional que está por fuera de la opinión pública.

Por ejemplo, la investigación judicial del atentado contra la vicepresidenta revela que el autor material, así como los intelectuales participan de una colosal red comunicacional que sobrepasa ampliamente los límites de los medios de comunicación dominantes o de mayor circulación. La investigación está poniendo al descubierto toda una red oculta, una red oscura de la cual participan actores internacionales como, por ejemplo, el batallón Azov al servicio de Ucrania en la guerra entre Rusia y la OTAN que se libra en territorio de aquélla.

Ahora bien, la opinión pública, tal como la definí más arriba, crece en relación proporcionalmente inversa a la Política.

La opinión pública y, particularmente, lo mediático alcanzan más protagonismo en la medida que decrece la Política, en la medida que declinan la organización política, la cultura política, la estrategia política, la conducción política, la acción política.

En gran parte del planeta y muy subrayadamente en la Argentina, la Política se ha degradado en un contexto de decadencia sumamente desolador y desesperanzador.

Como consecuencia de ese déficit sumamente inquietante, lo mediático (junto con el uso perverso de las redes virtuales, las encuestas, los focus groups y la gente o la masa, ese cuerpo social amorfo) alcanza una relevancia indeseable.

La declinación de la Política conlleva el debilitamiento del Pueblo, al cual conceptualizo en diversos textos publicados (incluso en este blog). En mi conceptualización de Pueblo diferencio a éste de la masa o la gente: más aún, los ubico en posiciones antagónicas. A menos Pueblo, más masa o más gente y a más Pueblo menos significación de la masa o de la gente.

Hago una nueva referencia al atentado contra la vicepresidenta: la investigación revela que quienes tuvieron la participación visible pertenecen a lo que Marx bautizó como el lumpenproletariado. En el seno de la masa se desarrolla lo lumpen y lo lumpen aumenta hasta llegar a los gigantescos niveles actuales cuando se da la decadencia de la nación y del cuerpo social y la degradación de la Política

Es sabido que Perón aseveraba, refiriéndose a su gobierno 1946-1955: “triunfamos con los medios en contra y fuimos derrocados con los medios a nuestro favor”: se deduce que Perón sentenciaba que lo determinante es la Política. Es la Política la que explica la victoria o la derrota en los procesos electorales, es la Política la que da cuenta del éxito o fracaso de los gobiernos y también es la Política la que define los resultados de las guerras.

Más allá de las limitaciones que se puedan suponer en lo formulado por Platón, vale retomar su distinción entre episteme y doxa: episteme como el conocimiento científicamente fundamentado y doxa como la opinión, generalmente poco o nada fundamentada y basada en las meras creencias.

La ciencia, entonces, la cual enmarca este texto y por supuesto se expresa a través del Método Vincular para dar cuenta de las interacciones humanas, corresponde a la episteme.

Salvo las publicaciones justamente científicas, los medios de todo el espectro se hunden en la opinión, son canalizadores de creencias, de rumores, de crónicas inexorablemente siempre parcializadas, de percepciones subjetivas, de miradas prejuiciosas. Por lo tanto, en todo lo que se publica hay que poner la mirada con extrema atención para separar la paja del trigo, para interpretar lo que puede ser relativamente cierto y de interés y para desechar lo que no es confiable, lo que no está probado, lo que no está sustentado.

Así es ahora y así fue siempre, desde la más remota Antigüedad en todo el planeta: el orador Demóstenes, todo un medio de comunicación de su época, embaucaba a los atenienses para favorecer las ambiciones del Imperio Persa.

De tal manera, las falsas noticias, ésas a las que se difunde usándose el inglés como “fake news”, son inevitable e inherentemente propias de los medios de comunicación en toda su gama.

Es notorio en todo el planeta y particularmente álgido en la Argentina, un fenómeno al que podemos denominar circuito mediático.

El circuito mediático está constituido por los medios, a su vez interactuantes entre sí, y por las dirigencias, consultoras, factores de poder y sus adherentes. Es claramente una configuración endogámica ya que se trata de un número estable de participantes que se retroalimentan sobre la base de la ilusión de que lo que circula en medios y en los círculos políticos, sindicales, empresariales, de los movimientos sociales son el universo. Queda así afuera la gran mayoría de la población.

Por ejemplo, en promedio, los canales TV Crónica, América 24, TN y LN+ no superan los tres millones de espectadores y el pico no sobrepasa los cinco millones. Más aún, con frecuencia C5N lidera el número de telespectadores en determinadas franjas horarias o según el programa. Números similares se dan con periódicos, radios y portales. Jorge Lanata no llega normalmente al millón de espectadores y el mismo valor es aplicables a otros “periodistas estrella”.

Por otra parte, las redes virtuales, fundamentalmente Instagram, Tik Tok y Facebook concentran un significativamente mayor número de participantes, redes en las que queda de manifiesto que la interacción es multidireccional e “igualitaria”.

Este último desarrollo demuestra que:

  • Gobernantes, dirigentes, intelectuales, referentes y simpatizantes o adherentes de organizaciones políticas, sindicales y sociales sobreestiman enormemente el alcance de diarios, radios y canales.

  • Tienen poco en cuenta el nivel de participación de las redes virtuales.

  • Que esto último sucede pese a que, faltando a toda coherencia, destacan continuamente que las redes virtuales tienen mucho más despliegue y penetración que diarios, radios, canales y portales.

Acorde con lo ya señalado, periodistas considerados “grandes influyentes” como Lanata, Majul, Leuco, Sylvestre, Canosa y Etchecopar tienen significativamente menor alcance que el que se les atribuye; más aún, son desconocidos por parte de la mayoría de la población y, particularmente, por las y los jóvenes.

Se da así, reitero, toda una configuración endogámica de la cual participan gobernantes, dirigentes, referentes, intelectuales y periodistas, ajenos por completo a lo que circula en la mayoría de la población, así como de los padecimientos de ésta.

Es llamativo cómo gobernantes y dirigentes están tan al tanto de las declaraciones de sus pares o de lo publicado en determinado diario o difundido por determinado canal o comentado por cierta o cierto periodista. Pareciera que dedican más tiempo a atender a toda esa maraña de comentarios, intrigas, trivialidades, frivolidades, chicanas y hasta agravios, mentiras o insultos que a gobernar, debatir en serio y con profundidad, a pensar y a actuar, a proyectar y plasmar.

Desde el punto de vista del Método Vincular, ese circuito mediático se encuadra en el polo de la Primarización y se ubica en el Posicionamiento Dominancial como apéndice o en el Doméstico. No hay Proyecto, ni Conducción, ni concepción estratégica ni impulso de la organización, cultura e ideas políticas.

El circuito mediático logra imponerse sobre estas últimas y deseables cuestiones o materias.

 

Conclusiones

  • La Comunicación es bidireccional / multidireccional y quienes participan de cada acto comunicacional se influyen recíprocamente, son simultáneamente “emisores y receptores”

  • Los medios de comunicación integran un amplísimo espectro que tiende al infinito.

  • La insistencia en el rol y capacidad de influencia de los llamados “medios hegemónicos” (que no discuto que son dominantes) es errónea y tiende a la sobreestimación.

  • Gobernantes, dirigentes, referentes, intelectuales y miembros de distintos factores de poder junto con los integrantes de las organizaciones llamadas mediáticas constituyen un “circuito mediático”, categóricamente endogámico y que tiende a una cerrazón estéril generadora de confusión y desconocimiento de lo real.

  • El poder de lo mediático es inversamente proporcional al de la Política: los medios incrementan su protagonismo cuando se debilita la cultura, la organización, la conducción y la acción políticas. Si la Política prospera y se impone, el papel y capacidad de poder de los medios decae.

De tal manera que de eso se trata: de potenciar la Política, la cual, en nuestro país, particularmente a partir de la instauración de la dictadura cívico militar, entró en una era de decadencia con las consecuencias a la vista.

 

 

Rubén Rojas Breu

Buenos Aires, setiembre 13 de 2022

 

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