Proceso de Bolonia
y su proyección
en la educación superior de América Latina
Informe inicial preparado por:
Rubén Rojas Breu
Buenos Aires, junio 2013
Prólogo
Con
la iniciativa de Arturo Balassa[1], con el
estímulo y apoyo de la Asociación Gremial Docente de la UBA[2] y de la
Comisión No al Cese de los docentes mayores de 65 años[3], nos
abocamos hace un tiempo a investigar sobre el llamado Proceso de Bolonia,
denominado así porque su lanzamiento se dio en la ciudad homónima, sede de la
más antigua universidad del planeta.
Un
antecedente significativo que nos impulsó a encarar esta investigación fue la
charla de Francisco Sierra Caballero, experto español en educación y
comunicación, quien fuera invitado hace aproximadamente un año por AGD-UBA. Esta charla, filmada justamente por Arturo
Balassa y que tiene por título “La
mercantilización de la educación superior” es una de las fuentes para la
elaboración de este informe.
El
Proceso de Bolonia resulta de un acuerdo de los Ministerios de Educación de la
Unión Europea y tiene por finalidad, según manifiestan, la modernización de la educación superior.
Nos
parece que esta cuestión hace al fondo y al trasfondo de lo que está ocurriendo
en todo el mundo en la educación universitaria y que se proyecta sobre nuestra
región, incluyendo, desde luego, a nuestro país. Entre otras problemáticas, y a
manera de ejemplo: no se puede entender acabadamente a la CONEAU, sus
objetivos, su diseño y sus acciones, sin considerar al Proceso de Bolonia.
También en la administración de los presupuestos, en la creciente
“managerización” de unidades académicas y sus negocios con las empresas
privadas, en la desvalorización de los docentes –particularmente la
discriminación contra los mayores de 65 años en la UBA, los ad honorem y los no
designados y las políticas salariales-, en la generación del “estudiante
cliente”, en el auge y sobrevaloración de ciertas universidades privadas,
especialmente de Europa y de América del Norte,
está la mano del Proceso de Bolonia y sus inspiradores.
Es un
informe inicial y, deberíamos añadir, provisorio. Provisorio por más de un
motivo, al menos estos dos: por una parte, porque todo informe en cualquier
campo y sobre cualquier problemática, es siempre provisorio, es siempre el
eslabón que antecede al que le va a seguir, el cual habrá de mejorar o
profundizar en torno a la información, los interrogantes, el análisis, la sistematización, las conclusiones y las
recomendaciones que se desprendan.
Tanto
más es así en este caso, ya que sobre el Proceso de Bolonia existe mucho
material, una gran diversidad de fuentes y un espectro inmensurable de
posiciones distintas. Esta situación lleva a pensar que deberíamos encarar un
trabajo colectivo si estamos dispuestos a profundizar sobre esta cuestión, ya que excede
las posibilidades de una o dos personas. Se comienza por la Declaración de
Bolonia y algún documento precedente, y como guiado por una suerte de hilo de
Ariadna, uno se interna en un laberinto al infinito de documentos, de textos
académicos y de las más variadas organizaciones, instituciones, equipos y
autores en el más amplio espectro de países. Por otra parte, ese mismo hilo nos
lleva a cuestiones de las más diversas, además de las heterogéneas concepciones
sobre la educación superior: al fondo y al trasfondo de este llamado Proceso de
Bolonia, el marco planetario en el cual tiene lugar, las distintas concepciones
sociológicas, culturales y políticas, los programas de calidad, etc. Cada una
de tales temáticas requeriría más que un documento, diríamos tratados.
El
segundo motivo de la provisoriedad, más específico, es que el tiempo apremia: las presiones de los centros de poder
internacionales, los corsés que buscan
muy activamente imponernos, la CONEAU blandiendo su espada de Damocles sobre
nuestras cabezas, etc. son los factores
de tal apremio. Es decir, si esperamos todo el tiempo que nos gustaría para
contar con algo idealmente acabado, llegaríamos muy tarde, casi renunciaríamos
a la posibilidad de incidir, al menos, por vía de introducir el debate,
despertar la polémica y despertar también la conciencia. Esto último es de
vital importancia, porque se trata de una problemática que excede en mucho,
repito, a la gestión de las universidades, incluso a la educación en general y
la cultura; es una cuestión que hace a cómo pensar y diseñar el futuro de la
humanidad y del planeta.
Este
informe, entonces, lejos de ser una pieza acabada es una propuesta enérgica
para el debate, para plantearnos interrogantes y para comenzar a elaborar los
lineamientos de un proyecto de educación superior, dando en lo posible un
modelo para aquél que esperan las sociedades.
Es un
trabajo, o mejor aún, el puntapié inicial de un trabajo: así que tendrá valor
si lo discutimos, profundizamos, alimentamos y difundimos; también si lo
tomamos como una plataforma para ver qué hacemos de aquí en más.
Ojalá
este informe sea una herramienta para el debate académico y también para nuestro movimiento docente, para
el movimiento estudiantil y para interesar a toda la sociedad. En particular,
para la relación con los medios, puede ser un intento para empezar a establecer
otra agenda.
El fondo, el trasfondo y el marco
El fondo es el Proceso de Bolonia.
Aclaremos
el aserto: el fondo de lo que acontece con la educación superior en buena parte
del mundo y, desde luego en América Latina, es lo que se consuma en una suerte
de pacto de los responsables máximos de la educación de la Unión Europea;
decimos “se consuma” porque es el punto culminante de un proceso que se inicia
a comienzos de los ´80.
Romo Beltrán y Correa señalan:
“En nuestra región, junto con el sudeste asiático
y Europa Oriental, a partir de la década del ´80 se acrecentó en forma notable
la incidencia del ´mercado´ en el desarrollo de las instituciones y en los
sistemas de educación superior. Las políticas dirigidas a cambiar las
relaciones entre las universidades, la sociedad y el Estado en una orientación
privatizadora y mercantilista, provocaron importantes modificaciones en todas
las dimensiones de la educación superior, dando lugar a resistencias, debates e
investigaciones, de las cuales esta recopilación intenta dar cuenta”.
En
siguientes puntos expondremos acerca de lo antedicho con la profundidad que por
ahora nos es posible y procurando no hacer de este documento un tratado de tipo
enciclopédico.
El trasfondo está dado por la
intención de Europa de alcanzar una posición dominante en la educación en el
mundo, “ganando mercados” en América Latina, Asia y África.
A tal fin, bajo el impulso y hasta la iniciativa
de las grandes corporaciones multinacionales europeas, el “viejo continente”
quiere sentar sus reales en nuestro continente. La preocupación por tal meta
tiene carácter prioritario para los estados europeos.
Bajo el paraguas de promover la excelencia en
educación y la calidad en la gestión de las instituciones educativas, Europa,
presentándose como una especie de hermana mayor desinteresada que orienta a
nuestros países, alentándolos al desarrollo, impulsa una reconversión de la
educación superior determinada, estrictamente, por sus aspiraciones.
El marco se inscribe en la batalla por la
hegemonía mundial, en la
búsqueda de la posición dominante en todos los planos que hacen a la vida y el
curso de la humanidad. La dilatada experiencia europea, los milenios de
historia que acredita a esta altura, parecen haber decantado en nuevas
estrategias para alcanzar posiciones dominantes (sin haber dejado de lado las
primitivas, como bien lo experimentan Afganistán, Libia, Iraq, etc., y nuestros
países mismos, en formas menos sanguinarias – salvo Malvinas y Haití- pero
sistemáticas y agresivas; véase el plan para el dominio total del Atlántico Sur).
La batalla por la hegemonía, por alcanzar la
posición dominante global, tiene como protagonistas a los angloamericanos,
particularmente los Estados Unidos capital Washington, a la Unión Europea y las
grandes potencias asiáticas.
Tal batalla se libra en todos los terrenos y sigue
cursos variados. Los terrenos, resumidamente, son el geopolítico, el social en general, el
cultural y el económico; dentro del terreno cultural incluimos a la educación y
especialmente a la educación superior que será tema central de este informe.
Los cursos
de la batalla son variados ya que los actores modifican posiciones, pasando de
rivales a aliados y viceversa según las ocasiones y/o porque comparten
concepciones; los cursos de las batallas son variados también porque hay
resistencias a los intentos hegemónicos, sobre todo por parte de intelectuales,
docentes y gran parte de los movimientos estudiantiles. Si bien la Unión Europea, por un lado, aspira
a una posición dominante en relativa rivalidad con los angloamericanos, en sus
propuestas y políticas adopta en gran medida los modelos de éstos,
particularmente, reiteramos, el modelo de los EEUU; por otro lado, en el seno
de la Unión Europea hay disidencias y contradicciones. Uno de los ejemplos más
claros de la ambivalencia europea es que está suscribiendo la hegemonía ya
absoluta del idioma inglés; recientemente, con la resistencia de intelectuales,
docentes y estudiantes, en Francia se aprobó una ley que autoriza el dictado de
clases en ese idioma. Considérese qué grave es esta decisión desde el momento
que los franceses han sido, tradicionalmente, celosos defensores de su idioma.
Hasta acá, tal como anticipamos más arriba, esta
obsesión por expandirse y asegurarse una posición dominante por parte de
aquéllos y el acuerdo de Bolonia como su
instrumento, se encontró con la resistencia de docentes, del movimiento
estudiantil y hasta de autoridades universitarias en diversos países de Europa:
Francia, España, Italia, Alemania, Grecia, incluso Gran Bretaña, etc. También
en nuestros países, como en Chile, en donde este plan de colonización
educacional habría tenido su mayor impulso y concreción: sabemos cómo resiste el movimiento estudiantil con el apoyo
de docentes. Algo similar pasó en facultades de la Universidad de Córdoba.
Como
se ve, hasta acá ha habido resistencia. No obstante, ya es hora de ir pensando
el pasaje a la iniciativa, a la construcción de una estrategia para impulsar un
proyecto de educación superior de otra índole.
Volviendo a lo “aprendido” por Europa, el “viejo
continente” busca seducir desde su pedestal de supuesta cultura de avanzada, “invitado” por autoridades ministeriales y
académicas de nuestra Latinoamérica. Es así, que nos dicen, traducción más o
menos libre mediante: “nosotros podemos ayudarlos a despegar en el campo de la
educación superior, saliendo del viejo molde de universidades anquilosadas y
divorciadas tanto de sus sociedades como del mundo, hoy en proceso de
transformaciones a velocidad de vértigo”. Hoy 18 países latinoamericanos
(Argentina y las naciones limítrofes entre ellos) están involucrados y en fase
de aplicación de las recomendaciones de Bolonia.
Esta situación supone algunas políticas que son
indiscutibles tales como: la equiparación de títulos, la renovación de fórmulas
pedagógicas, el papel relevante de la investigación y la articulación entre las
universidades y las sociedades de las que forman parte. Pero tal lenguaje
seductor encierra, a medida que se marcha, intenciones y decisiones que
desdicen tan encantadoras promesas. De eso nos ocuparemos en próximos puntos.
Ahora bien, tales promesas así como sus
concreciones inspiradas en Bolonia no se dan en un planeta soñado. Se dan en un
mundo en el cual se destaca la concentración de poder social, cultural,
político y económico más formidable, por lejos, de la historia; es una
concentración que, como es obvio, se correlaciona con el más alto nivel de
injusticia y desigualdad. La brecha entre pobres y ricos en cada país y, sobre
todo, la brecha entre los países más favorecidos y los más pobres es inmensa y
desesperanzadora, nos genera el profundo temor a su irreversibilidad.
En ese mundo, la presión de las grandes
corporaciones sobre gobiernos, estados, fuerzas políticas y sociales es, a
menudo, insoportable e inmanejable, demasiado como para suponer ingenuamente
que el Proceso de Bolonia es así como así una maravillosa película con final
feliz. Por lo menos, debe generarnos suspicacia, cierto recelo.
En ese mundo, el capitalismo financiero reina y
los paraísos fiscales (entre ellos, países europeos como Suiza y Luxemburgo[4]), los
grandes accionistas, los carteles bancarios y financieros de toda laya, son las
estrellas de su firmamento.
También forma parte del marco una tendencia cada
vez más evidente en el mundo actual al divorcio entre lo que se promete, se
declama y hasta se sustenta académicamente o con pretensión científica y lo que
realmente acontece, lo cual es consonante con lo arriba señalado acerca de la
distancia entre lo que promete el
Proceso de Bolonia y lo que efectivamente se concreta.
Asimismo hacen a este marco las regresivas e
injustas políticas impositivas. En estos días el Financial Times, diario de los
ricos como ninguno, reclama enérgicamente por políticas impositivas más justas
y severas en el nivel internacional y clama por un acuerdo urgente de los
países para decidir al respecto. Más allá de que quizá no sea más que una bomba
de estruendo, el “prestigioso” periódico percibe que así el mundo va mal.
Estas políticas impositivas inciden decisivamente
en los servicios que prestan los estados y, particularmente dentro de la
problemática que nos ocupa aquí, los presupuestos universitarios.
Finalmente, para cerrar esta incursión en torno al
marco internacional en que se prohija el Proceso de Bolonia, debemos tener en
cuenta la creciente influencia, determinante, de lo que el semiólogo francés
Jacques Durand denominara la ideología
numeral.
La obsesión de los accionistas por las ganancias
medidas en valores económicos y por cuentas que cierren bien minimizando
costos, inundó todas las áreas de la actividad humana. Los bancos y las
empresas no son más que instrumentos de generación de utilidades, de los
célebres “rendimientos”, y esa concepción se traslada, aceleradamente en las
últimas décadas, a toda la sociedad, a todas y cada una de sus instituciones:
todas deben rendir beneficios medibles, contantes y sonantes. Así que una
universidad debe ser pensada como una empresa, o mejor dicho, como una empresa
tal como la piensan los accionistas (encabezados en el ranking mundial de la
revista Forbes por varios centenares de estadounidenses, otros tantos europeos,
asiáticos e incluso latinoamericanos).
De esta manera, todo conocimiento debe ser medible
y hasta se toman de Galileo (el mismo que fue castigado por las corporaciones
poderosas de su tiempo) para aseverar que la ciencia son números; si no hay
números, no hay ciencia. Pareciera que
se busca sepultar a la mayor parte de los grandes cuerpos conceptuales que
iluminaron a la especie humana desde la antigüedad y a los de tiempos más
recientes tales como el materialismo dialéctico y el histórico, el
psicoanálisis, la semiología, la antropología estructural, los desarrollos de Weber, Simmel y de Keynes, la sociología de Durkheim, la psicología social de Pichon Rivière e
incluso muchas cuerpos teóricos de la física, la química, la biología, la
astronomía, etc. Pareciera también que se preserva toda creación artística sólo
para solaz del espíritu, aunque sin olvidar que un Van Gogh puede significar
unas cuantas decenas de millones de dólares y que el cine vale la pena si se
pueden recaudar varios cientos de millones en un estreno.
Digamos acá que en el escenario en el que se dan, el
Proceso de Bolonia y su hijo dilecto, el
Proyecto Tuning para América Latina, tienen dos metas principales:
impulsar
la posición hegemónica de Europa, a medias en disputa con los angloamericanos,
a medias en alianza con éstos
asegurar
y profundizar la división internacional
en el campo de las producciones culturales, científicas y tecnológicas,
relegando a nuestros países a una posición de completa subordinación. Esta
división internacional se agrega a la ya pretérita que se da en el campo de la
política internacional y de la economía, en la cual nuestros países están
destinados a la producción de commodities y la generación de deudas externas
improductivas e impagables.
Debe tenerse en cuenta que esa división
internacional en cultura, ciencia y tecnología cuenta en estas latitudes con
suscriptores entusiastas y fervientes predicadores, que cubren gran parte del
espectro ideológico, de derecha a “izquierda”,
pasando por los que se golpean el pecho haciendo fe de devoción por su nación.
No hay duda que las derechas vernáculas se sienten cómodas ahí, pero puede
asombrar cuántos progresistas se entusiasman con la división internacional; se
puede escuchar a notorios intelectuales y referentes “progresistas” proclamar:
“tenemos que aceptar que el mundo ya está estructurado así y a nosotros nos
toca aportar el músculo”.
Sobre
el marco internacional extraemos esta cita de un artículo de Bibiana del
Brutto, cuya lectura completa vale recomendar (ver bibliografía); dice así:
“Fue
casi a fines del siglo XX que los pensadores de la educación tomaron conciencia
que el campo de las políticas de educación como la economía, la cultura, la
política, fue tomado por el pensamiento único[5] o por
los efectos de las reglas de un capitalismo salvaje y la globalización
neoliberal. Los asuntos del mercado se impusieron como naturales en los
trayectos de las aplicaciones de reformas educativas siguiendo las marcas que
hacen del mercado el único criterio por el que se basan no sólo las relaciones
internacionales, sino los ajustes internos de cada país y región del tercer y
cuarto Mundo. En lo concerniente a las universidades, se le denomina
pensamiento único a las transformaciones
ocurridas en los años ochenta y noventa con sus efectos neoconservadores
que ejercieron una verdadera contrarreforma y contrarrevolución, en comparación
a lo que eran los trayectos de las universidades latinoamericanas en las que se
generaban y practicaban ideas de cambio y de transformación social”.
En el
mismo libro de la cita anterior, Sisto, Montecinos y Ahumada señalan:
“Paulatinamente,
desde los años ochenta, ha ido tomando fuerza la demanda hacia las instituciones
educativas para que éstas mejoren su desempeño en la sociedad a través de un
nuevo paradigma centrado en la gestión. Sin embargo, no se trata de cualquier tipo de gestión; se trata de adoptar el estilo
de gestión que actualmente están adoptando las grandes empresas. Las
investigaciones de Clark, tan citadas por los responsables de las políticas
educativas, son un ejemplo de esto. Estas se esfuerzan por validar los modelos
de efectividad tanto en universidades como en escuelas, concluyendo que las instituciones
educativas deben hacerse más eficientes ante la sociedad, para lo cual
necesariamente deben flexibilizar su organización del trabajo, descentralizar
el control estimulando la autonomía y el emprendimiento de sus agentes, en un
contexto de creciente subcontratación y flexibilización laboral, a la par que
concentrando el poder. Es decir, si bien cada agente debe gestionar en
autonomía cómo logra los objetivos globales, no participa de la decisión de
éstos”.
Considerando
integradamente el fondo, el trasfondo y el marco de las políticas
universitarias a partir de Bolonia ´99, se trata de:
·
nuestra resignación o, en el mejor de los casos,
de nuestra resistencia a una
“globalización” definitivamente manejada por los grandes centros de
poder internacionales, en la cual las grandes corporaciones concentradoras de
poder tienen un rol protagónico
·
o de decidirnos por la
construcción de un destino en donde todas las sociedades, y por supuesto la
nuestra, tengan un papel significativo reivindicando el derecho a la democracia
auténtica, a la justicia en serio en todos los terrenos, al desarrollo
integral, según su singularidad y su vocación,
de todas y cada una de dichas sociedades y las regiones que integran.
Esto
nos impone, al menos, la obligación de pensar un proyecto de educación superior
que se proponga objetivos de tal trascendencia y una capacidad de construcción
que contribuya a forjar ese destino.
Presentación del tema
El Proceso de Bolonia es la
concreción de un acuerdo entre los países europeos plasmado en la Declaración
de Bolonia en 1999. Firmado por los ministros de educación de Europa, con este
acuerdo se da comienzo a un plan de convergencia que tiene como finalidad facilitar el intercambio de
titulados y adaptar el contenido de los estudios universitarios a las demandas
sociales, mejorando su calidad y competitividad a través de una mayor
transparencia y un aprendizaje cuantificado a través de los créditos ECTS.
No cabe duda que desde hace décadas la educación superior,
en todo el mundo, se encuentra en una crisis en la que concurren una falta de
adecuación entre las universidades y los requerimientos sociales así como los
deficits presupuestarios. No cabe duda tampoco acerca de que hay que redefinir
las políticas universitarias, los perfiles de las instituciones, las funciones
de las altas casas de estudio, de las unidades académicas y de las carreras,
los planes de estudios, la formación y el rol de los docentes y de los
investigadores y cómo considerar, encauzar y formar a los estudiantes. También
se trata de pensar cómo en estos tiempos debe darse la participación de los
diversos claustros que integran la vida universitaria.
Lo que está en discusión es cómo alcanzar la mejor
articulación entre las sociedades y las universidades, cómo garantizar su
sostén económico y cómo redefinir la educación superior y encarar cada uno de
los aspectos enunciados en el párrafo precedente.
El Proceso de Bolonia intenta responder a tal
problemática de un modo que resulta, por lo menos, controversial como veremos
seguidamente.
En 1995, cuatro años antes de la Declaración de
Bolonia, la European Round Table of Industrialists (ERT) o Mesa Redonda de los Empresarios Europeos, lobby que agrupa a ejecutivos de multinacionales como Nestlé, British Telecom, Total, Renault y Siemens entre otras, elabora un informe que tenía por
objetivo "presentar la visión de los empresarios respecto a cómo ellos
creen que los procesos de educación y aprendizaje en su conjunto pueden
adaptarse para responder de una manera más efectiva a los retos económicos y
sociales del momento". Así, la ERT declaraba unas aspiraciones muy
similares a las que luego se recogieron en el proceso de Bolonia.
Acotemos, que organismos internacionales
tales como la UNESCO, la Organización Internacional del Comercio, el Banco
Mundial y el FMI (y similares) también están entre los principales digitadores:
¿podía ser de otra manera?
Es interesante señalar que los ideólogos de esta
concepción predican que se trata de impulsar la sociedad del conocimiento, por oposición a la “enseñanza universitaria
tradicional”. De acuerdo a ese modo de oponer concepciones de la enseñanza, mientras
la universitaria tradicional consistiría en la plácida “contemplación del universo” y
la falta de todo dinamismo, la “innovación” propulsada por Bolonia supondría la
vinculación próspera entre las casas de estudio y el mundo real, entre las
instituciones universitarias y las necesidades de la sociedad y del mercado.
Parece no tenerse en cuenta que grandes teorías y
producciones de todo tipo que transformaron al mundo dando lugar a las
revoluciones industriales y tecnológicas fueron generadas por aquellas
universidades “de la contemplación”[6].
No se tome esto último como defensa de la
universidad tradicional, sino como un recaudo ante cierto tono descalificador y
hasta petulante, que parece enmascarar intenciones non sanctas.
Los etiquetados sociedad del conocimiento y sociedad
de la información que se aplican a nuestra era contemporánea, resuenan como
denominaciones eslogánicas típicas de la manía publicitaria ávida de producir impacto.
Resuena un notable parecido con aquellas profecías finiseculares del tipo:
“llegamos al fin de la historia” o “vivimos el fin de las ideologías”. Es
inquietante que estas manías publicitarias sean adoptadas por autoridades
educativas para encuadrar sus análisis y sus políticas; entre otras posibles
preguntas hagámonos ésta: ¿no genera
confusión en aquellos a quienes tenemos que formar? ¿No los impulsamos a creer
que el conocimiento nació con Harvard y que la información nació con Windows y
Google? ¿Son ésas las intenciones?
Precisamente la especie humana es humana por conocer, por producir
conocimiento; por otra parte, siempre, desde sus muy prehistóricos comienzos,
circuló la información, aunque más no fuera para avisar al grupo dónde se
escondía la presa con la que calmar el hambre.
La perspectiva científica no proclama la inauguración de eras pomposamente
denominadas sino define para cada época qué es conocer y cómo se conoce, qué es
informar y cómo se informa. Más bien parece que en nuestra época se estimula el
conocer como sea, una suerte de todo vale, mientras que desde la antigüedad,
-claramente por parte de los pensadores helénicos clásicos- se buscaron, se
discutieron, se probaron, se reformularon modos sistemáticos de conocer, o sea,
métodos. Hoy, luminarias del intelecto, nos convocan: “conocé como se te dé la
gana” y eso, de alguna manera, sustenta a gran parte de la academia y favorece
el devenir de universidades, cursos, seminarios, publicaciones, congresos, etc.
en los cuales parece que importa “lo que vende”; es notorio, por ejemplo, cómo
ha crecido en los mismos ámbitos académicos, y no sólo en los medios masivos,
lo que se conoce como “autoayuda”.
También es notoria la proliferación de publicaciones “científicas” en
medios masivos e Internet y de producciones de cine y, sobre todo, de
televisión con tales pretensiones: uno de los ejemplos más elocuentes es la
famosa serie “House”[7]
en la cual se predica una medicina francamente agresiva, apéndice de los
laboratorios, con la aplicación compulsiva de la técnica “ensayo error”, con pacientes degradados a cuises y seudoequipos
profesionales manejados despóticamente. A eso hay que agregar la visión
paranoide así como, a menudo, la búsqueda de la causa de los cuadros infecciosos
fuera de los EEUU y preferentemente en nuestros países o en África. Es
inquietante descubrir que incluso médicos se encuentran entre sus entusiastas
cultores. Respecto de la problemática que aquí encaramos, la serie es
ilustrativa acerca del modelo de ejercicio profesional que se promueve[8].
Con respecto a la creencia de que estamos viviendo la sociedad de la información,
una desestimulante acotación: vivimos un estado de sobreinformación con baja
capacidad de las poblaciones para asimilarla sobre la base de las operaciones mentales
de selección y organización, por falta de esquemas referenciales sólidos o de
estructuras cognoscitivas o intelectivas metabolizadoras; asimismo, es notorio
el auge de “francotiradores”, tal como puede comprobarse fácilmente con
cualquier hecho policial de cierta resonancia. Así que, sobreinformación y, por
lo tanto, desinformación[9].
Por otro lado, si se trata de etiquetar la era en la que se vive por alguna
particularidad de cierta trascendencia, ¿por qué no llamar a la sociedad de
nuestro tiempo la sociedad de la
desigualdad o la sociedad
enmascaradora? Estas denominaciones no dejan de ser etiquetas y, por lo
tanto, expresiones injustas así como
poco dignas de consideración, pero sin duda facilitarían una mejor
aproximación de las universidades a la realidad que tanto se invoca y
orientarían mejor a tales instituciones acerca de cuál debe ser su rol en el
mundo actual.
¿Quién discutiría que la humanidad afronta hoy una brecha de colosales
dimensiones entre la concentración de la riqueza y la pobreza extendida como
nunca o entre el grado de desarrollo de las potencias y la postergación de la
mayoría de los países?
También valdría la denominación de sociedad
enmascaradora ya que pareciera ser moda en todo el planeta, por parte de
gobiernos, dirigencias y corporaciones, enarbolar estandartes como la equidad,
la justicia y la democracia o difundir bonitos discursos sobre la calidad, la
participación y la “excelencia” para las instituciones pero lo que se comprueba
en la práctica es que subyacen políticas y planes destinados a generar mayor
concentración de poder y de riqueza, a incentivar el rol hegemónico de las
potencias.
Así que en los fundamentos del Proceso de Bolonia y los documentos que la
anteceden y le proporcionan la base, se hacen planteos que generan poca
credibilidad.
Hasta ahora, lo que parece verificarse
es que el proceso de Bolonia está dando lugar a una caída de la calidad de
producción del conocimiento, a la decadencia del debate intelectual, a
gestiones más interesadas en los negocios que en la educación, a docentes poco
estimulados cuando no exigidos a extremos intolerables, a conjuntos de alumnos en los cuales la vocación
y el compromiso con el estudio parecen debilitados, deviniendo la figura del
“estudiante cliente” más preocupado por sumar créditos, a la manera de las
millas para la contratación de viajes aéreos, que por aprender.
Nuestra hipótesis de base es que esta concepción
de la educación superior está influyendo notoriamente en las políticas
universitarias que se están encarando en distintos países de América Latina.
Dice Hugo Aboites, de la UNAM de México:
“ A través del Proyecto Tuning América Latina
de competencias, las universidades latinoamericanas ya han sido incluidas
en el Proceso de Bolonia. En 2003 fue aprobada por la Comisión Europea una
iniciativa de ese Proyecto para América Latina y promovida a partir de entonces
en los ministerios, asociaciones de rectores e instituciones latinoamericanas.
La iniciativa, sin embargo, presenta problemáticas implicaciones. Se trata de
una iniciativa que: 1) simplemente copia un modelo europeo y lo aplica
sin cambios a América Latina; 2) abre la puerta a una mayor influencia
de las grandes empresas en las universidades; 3) mantiene la tesis del
“pensamiento único” trasladado a un conjunto único de competencias que se
consideran válidas para Europa y América Latina sin tener en cuenta la enorme
diversidad cultural, social y política de los países de estas regiones; 4) ofrece
una aproximación pedagógica-educativa que fragmenta la formación profesional de
los estudiantes y, finalmente, 5) impacta
negativamente en el quehacer e identidad de profesores y estudiantes
universitarios latinoamericanos como actores centrales de la transformación
universitaria”.
Más adelante, Aboites describe:
“La comercialización de servicios, sin embargo, fue
apenas una primera etapa en la nueva relación que comenzó a tejerse entre
Europa y América Latina. Una segunda apareció ya en los primeros años del siglo
veintiuno y significó un mayor énfasis en la coordinación de instituciones
latinoamericanas directamente desde España. Y es muy significativo que esta nueva
experiencia fuera encabezada no por un consorcio de universidades europeas o
algún ministerio de educación y cultura, sino por la banca, el Grupo Santander[10],
una de las más importantes corporaciones financieras de España. A través de la
creación de una Fundación llamada Universia, en un corto plazo el Grupo ya ha
logrado afiliar a más de 1.100 instituciones latinoamericanas entre ellas
algunas tan importantes como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),
la más grande y de las mejores de la región. Santander ha tenido éxito en crear
un Consejo de Administración local, y Universia organizó hace años y con gran
éxito, un primer Encuentro Internacional de Rectores de América Latina (el
segundo habrá de realizarse en 2010 en Guadalajara, México). Tiene esta
Fundación un tráfico en Internet de más de 10 millones de usuarios mensuales y
tiene además presencia directa en países de América Latina como Argentina,
Brasil, Chile, Colombia, Perú, Puerto Rico, Uruguay, Venezuela y Portugal,
además de la reciente ampliación a Costa Rica, El Salvador y Ecuador”.
Precisamente, el Proceso de Bolonia toma cuerpo a través de lo que se
conoce como Proyecto Tuning de competencias
en dos versiones, Europa y América Latina.
Con el Proyecto Tuning de competencias el Proceso de Bolonia ya está en
nuestro continente, desde 2003, luego de la aprobación por la Comisión Europea.
Con la implementación de este proyecto se busca “afinar”[11]
las estructuras educativas de América Latina intercambiando información y
mejorando la colaboración entre las instituciones educativas de nivel superior
para el desarrollo de la calidad, la eficiencia y la transparencia, valores
todos ellos que repiten una y otra vez todos los promotores del Proceso de
Bolonia y su Proyecto Tuning.
Se puede considerar a la competencia como aptitud, idoneidad o incumbencia.
Aquí tenemos dos de las definiciones que se difunden entre educadores,
capacitadores y directorios:
1.
“Competencia
es la combinación dinámica de conocimientos, comprensión,
habilidades y capacidades”.
2.
“Competencia es la capacidad de un buen desempeño en
contextos complejos y auténticos. Se basa en la integración y activación de
conocimientos, habilidades y destrezas, actitudes y valores”.
Las competencias se articulan con las destrezas y habilidades,
todas éstas nociones que merecen un análisis en particular.
Pero, en principio, va quedando en claro que se trata de
formar para “la empleabilidad”.
Entre nosotros, la CONEAU, su propia existencia y sus planes, es quizá la
expresión más acabada de esta concepción crecientemente determinante que se
conoce como Proyecto Tuning. También son expresiones los acuerdos crecientes
entre universidades o facultades y grandes empresas, la adecuación de carreras
y sus programas a los requerimientos de las corporaciones económicas y diversas
políticas que los ministerios de educación y las gestiones de las universidades
adoptan y aplican.
Sobre la declaración de Bolonia
Si se abordan superficialmente la declaración de Bolonia y sus documentos
antecedentes, la Carta Magna de la Universidad de Bolonia 1988 y la de París
1998, casi podría aplaudírselas. Son
buenas intenciones, pero todo parece indicar que de las que alfombran el camino
del infierno.
Se requiere un esfuerzo de lectura entre líneas de
lo que se dice y, sobre todo, “leer” lo que no se dice. Hacer este ejercicio de
lectura permite caer en la cuenta de los eufemismos y de ciertas
explicitaciones llamativas.
Si bien en los documentos antecedentes se observa
una densidad conceptual e interesantes declaraciones de principios, en la
Declaración de Bolonia el nivel decrece significativamente. Deja en claro que
se trata de conseguir la equiparación en lo que hace a titulaciones, el formato
de carreras estructuradas en licenciaturas o diplomaturas de tres años de
duración y una segunda parte de maestrías o doctorados.
Desde luego no se dice en la declaración que tales
segundas partes son aranceladas.
Dentro de lo que se dice se destaca la aspiración
a la “competitividad”[12],
lo cual nos lleva a dos reflexiones:
- · una, que se trata de un valor que pudiendo ser legítimo y válido en la actividad privada y las prácticas comerciales, es de dudoso empleo en el campo de la educación y la investigación en donde cabe impulsar la cooperación y la confluencia entre países, instituciones, equipos, grupos y personas (estudiantes, docentes, investigadores y funcionarios)
- · dos, que las universidades europeas afrontan una situación dilemática, paradójicamente resuelta a partir de Bolonia, ya que por un lado se trataría de ganar en competitividad con las universidades angloamericanas pero por el otro lo encaran adoptando el modelo de educación de los países de estas universidades, especialmente de los EEUU
Vale precisar, que en términos claros y
transparentes, la referencia de Bolonia ´99 a la competitividad debe
interpretarse así: cómo capturar grandes núcleos de estudiantes de todo el
mundo –especialmente asiáticos y latinoamericanos- y cómo conseguir el más alto nivel de
participación en el promisorio negocio de las contrataciones de los servicios
de las universidades por los estados y por las grandes empresas y bancos
multinacionales.
Entre los eufemismos se destaca el que alude a que
las universidades deben responder a las demandas sociales, saliendo de una
suerte de letargo propio de la contemplación divorciada del mundanal ruido, (lo
cual podría suscribirse hasta cierto punto y “respetuosamente”), pero lo que no
se dice es que bajo el pomposo llamado a dar respuesta a aquellas demandas se
esconde el propósito de servir a las grandes corporaciones multinacionales.
Éstas ya no necesitarían recurrir al Estado como mediador, sino que podrían
directamente, en tanto “actores sociales”, contratar mano de obra calificada e
investigaciones de temas de su interés, a valores apetecibles y evitando costos
impositivos; es decir, es más barata la “contratación directa” y también más
orientada al gusto del contratante.
Un apunte: en la Declaración se hace mención de la “Europa del
conocimiento”, la cual se puede tomar
como retórica, pero en los antecedentes y en la divulgación se alude
frecuentemente a la “sociedad del
conocimiento” y a la “sociedad de la información”, refiriéndose al momento
actual de la humanidad. Ya hemos hecho un breve análisis al respecto.
Así que en los fundamentos del Proceso de Bolonia y los documentos que la
anteceden y le proporcionan la base, se hacen planteos que generan poca
credibilidad.
Seguramente se puede avanzar más en el análisis de
esta Declaración, pero podría ser abrumador en el marco de este documento, así
que sólo hemos llamado la atención sobre algunos aspectos de la misma
especialmente interesantes. Para más análisis, el lector puede tomar
directamente contacto con la Declaración en el Anexo, al final de este informe.
Consideraciones críticas sobre el Proceso de Bolonia
Según Veglia y Pérez, de la UNL:
“La Declaración de Bolonia puso en marcha el proceso del
mismo nombre. Este proceso se propone crear un sistema de grados académicos
fácilmente reconocibles y comparables, fomentar la movilidad de los
estudiantes, docentes e investigadores, garantizar una enseñanza de gran
calidad y adoptar una dimensión europea en la enseñanza superior. Además,
constituye una importante herramienta para posicionar a la Unión Europea en el
contexto educativo.
El Proceso de Bolonia tiene aspectos positivos y otros
cuestionables o por lo menos, susceptibles de ser mejorados.
Dentro de los aspectos positivos debemos mencionar la búsqueda de la
convergencia, de la armonización de la educación superior de los países de la
región, a los efectos de lograr
comparabilidad de títulos universitarios, de competencias profesionales, de
habilidades laborales, de movilidad de estudiantes, docentes y personal en
general de las universidades, siempre en pos de lograr la excelencia en la
calidad educativa.
La crítica principal a este proceso está vinculada a que condiciona la
educación superior a las necesidades del mercado, tornando a la misma ´mercantilista´,
y tendiendo de este modo a la eliminación de la educación pública. Al fomentar
las competencias específicas según las demandas de la sociedad, se corre el
riesgo de orientar el perfil del egresado a necesidades direccionadas, dejando de lado la formación académica inherente a una educación superior. No podemos perder de vista que la
misión de la Universidad no es solamente formar a los jóvenes para un empleo,
sino también cultivar valores y principios. Por otra parte, el proceso de
Bolonia tiende a desmantelar el sistema de investigación, mercantilizar el
conocimiento, abandonar el papel del Estado en el establecimiento de una
política científica.”
Agreguemos que, junto a la formación en principios y valores, la
universidad debe formar estudiantes y docentes para la generación de
conocimiento y/o para la creación con independencia de todo tipo de factor de
poder (social ppte. dicho, cultural, político, confesional, económico o
sectorial de cualquier índole) y a la vez con compromiso con la sociedad con la
que la institución interactúa, para dar respuesta al más vasto espectro de
requerimientos que hacen a la educación misma, la salud, el bienestar general, la
comprensión de los procesos y comportamientos sociales y políticos, la
historia, el desarrollo científico y tecnológico, la justicia, las artes, etc.
En principio, la universidad tiene
como su principal demanda a la sociedad de la que forma parte. Esa sociedad
está integrada por el estado, los gobiernos, las organizaciones sociales de
todo el espectro y las empresas: es decir, por la totalidad de las
organizaciones que la integran, los distintos actores y sectores. Pero a esa
demanda la universidad le debe brindar diagnósticos y soluciones así como la formación
de profesionales y científicos a través de carreras, planes de estudios y
producciones que guarden independencia de las presiones de cualquier grupo de
interés.
Específicamente, respecto de las empresas, éstas tienen derecho a contar
con la formación de técnicos, profesionales y científicos así como con la
producción de conocimiento, pero no a determinar cómo hacerlo. El modo de
contribuir al sostén de las universidades es fundamentalmente el impositivo.
También debería estar claro qué se quiere decir cuando se habla de empresa,
porque no es lo mismo Shell, Monsanto, Chevron o Nestlé que las innumerables
pequeñas y medianas empresas de nuestros países a menudo castigadas y, desde
ya, fuertemente condicionadas por los intereses y el arbitrio de aquellas
ingentes corporaciones.
Se deduce la gambeta de tales corporaciones que el Proceso de Bolonia
parece convalidar: como ya dijimos, propiciar a bajo costo comparado
universidades complacientes, evitando concurrir con los impuestos a través de
los estados y evitando también poner límite a las fortunas personales,
francamente obscenas, tanto más si consideramos que cada una de las que se
encuentran al tope de las posiciones en el mundo supera las reservas de nuestro
banco central ( y por supuesto, de las de muchos bancos centrales en el mundo).
De manera que no se trata ni de la universidad de la contemplación ni de la
universidad mercantilista.
Las valoraciones positivas, atendibles, del Proceso de Bolonia hacen
hincapié en que favorece el intercambio, establece la equiparación de títulos, promueve la
confluencia de las instituciones, alienta la movilidad, estimula el vínculo con
las demandas sociales (siempre que sean genuinas, aclaremos) y articula los
requerimientos profesionales con la formación.
Sistematizando las críticas negativas tenemos lo que efectivamente sucedió
con la puesta en marcha, con lo que no estaba claro en los papeles:
- · arancelamientos
- · préstamos-renta que desplazaron a las becas
- · asimilación de títulos profesionales logrados en períodos previos al nuevo régimen, degradándolos a diplomaturas o títulos de carreras menores (fenómeno que nos afecta especialmente a los mayores, cuyos títulos los obtuvimos al cabo de cumplimentar carreras mayores).
- · falta de democratización del proceso toda vez que hubo o hay más imposición que debate, sin considerar las experiencias de cada universidad y su entorno significativo,
- · impulso de carreras, planes de estudios y de programas obviando las características singulares y las efectivas demandas sociales de la zona en la que se encuentra cada universidad
- · evaluaciones dudosas o decididamente arbitrarias de carreras, planes de estudio y asignaturas vigentes (de existencia previa al avance del proceso de Bolonia)
- · acomodación de los cursos a la modalidad de horarios laborales, impulsando el disciplinamiento a la manera de los empleos en las empresas y generando dificultades para los estudiantes que trabajan
- · docentes sometidos a sobreexigencias y a evaluaciones poco confiables cuando no antojadizas (por ejemplo, auditorías institucionales sin criterios explicitados mezcladas con encuestas entre los alumnos)
- · la mercantilización, en la medida que se enseña e investiga según necesidades de las grandes empresas, especialmente de acuerdo al paladar de las grandes multinacionales
- · los discutibles programas de calidad que responden, según señala Sierra Caballero, a la “calidad total”, una suerte de engendro para la modernización de las organizaciones que impone normativas y procedimientos de dudosa eficacia y de carácter despótico
- la preocupación más puesta en lo procedimental que en la elaboración de un proyecto estratégico para la educación superior y las políticas para plasmarlo.
- uno de los fenómenos es la “fiebre de los concursos” que se desató en gran parte de las universidades estatales y privadas de nuestro país y toda la región. Se trata de concursar, en muchos casos de dudoso modo, para cumplimentar planillas y hacer buena letra con las auditorías (sea la CONEAU en nuestro caso y sus equivalentes en otros países, sea para satisfacer a los evaluadores internacionales o posicionarse en los rankings que se publican en el mundo)
- la disparidad entre los planes y las concreciones, entre lo que se declama tanto sobre lo actuado o lo que se propone y la realidad
Todos estos aspectos sustentan un generalizado “como si”, una ficción en gran
medida, y una extendida hipocresía: “hagamos como que tenemos una educación de
calidad, hagamos como que mejoró nuestra eficiencia, hagamos como que estamos
cerca de la excelencia, hagamos como que concursamos, hagamos como que las
auditorías son confiables, hagamos como que procedemos con transparencia,
etc.”.
Sabido es que cuando las decisiones se toman en despachos, cenáculos o
directorios, generalmente alejados de la vida cotidiana de las instituciones y
se adopta el verticalismo, lo más probable es el fracaso. Tanto más grave es
cuando tales ámbitos de decisión se ubican en puntos del planeta distantes de
los países en los que se impulsan sus recomendaciones o, sin eufemismos, sus
exigencias.
Eso está ocurriendo.
Sin duda, todos los actores y sectores que hacen al funcionamiento de las
universidades están preocupados por las severas insuficiencias de la educación
superior, por el frecuente divorcio entre ésta y las sociedades. Pero todo
indica que para superar tal estado de cosas se requiere convocar, impulsar la
participación, considerar las singularidades, tomar en cuenta las experiencias
locales o de cada lugar. Si así no se hace, se cae y recae en prescripciones
resistidas, en los famosos estándares que buscan uniformar lo que por
naturaleza es heterogéneo, en desconocer los valiosos aportes que los distintos
actores pueden hacer.
Excel es un programa para planillas de cálculo, no un modelo de conducción.
La
educación continua
Vale dedicar un breve espacio a este punto en el que el Proceso de Bolonia
hace hincapié y que se revela central en las nuevas tendencias en educación.
Los impulsores de la educación continua advierten que una persona debe
formarse desde su nacimiento hasta la muerte, y en particular, a lo largo de su
vida una vez concluidos sus estudios sistemáticos en colegios y universidades.
Es un punto, como varios de los que integran estas nuevas tendencias, que
no es fácil ver con claridad cómo tomarlo: si como una verdad de perogrullo o
como una convocatoria a reconocer y asumir seriamente algo cierto.
Desde siempre las personas se formaron a lo largo de su vida, desde el
principio de los tiempos aprendieron sea por vía de padres, maestros y estudio
de textos, sea por la experiencia y tal aprendizaje se llevaba a cabo para el
desempeño de los más variados roles: padre, ciudadano, trabajador, profesional,
investigador, etc.
Quizá la propuesta de educación continua tenga su valor en asumir
activamente tal reconocimiento de que la vida es un permanente aprender.
El modo en que el Proceso de Bolonia impulsa la educación continua parece
que es el de estimular a la continua contratación de estudios de posgrado
(maestrías, doctorados y postdoctorados) así como cursos y seminarios de
perfeccionamiento o de capacitaciones específicas. Entre los apóstoles de la
educación continua de nuevo aparece como fundamento el de la competitividad en
la era actual con su subliminal mensaje extorsivo: “quien no se educa
continuamente corre el riesgo cierto de quedar fuera del mercado laboral dado
un mundo en constante cambio”. Nuevamente llama la atención cómo este mensaje
es compartido por universidades junto
con centros de capacitación para entrenamiento en computación, en idioma o en
ventas.
La gestión de las universidades
Ya en los ´80 y decididamente a partir de los ´90 y el impulso del Proceso
de Bolonia, la gestión de las universidades es redefinida en todo el mundo
según la concepción managerial de las grandes corporaciones del planeta.
Gestión por resultados, productividad, competitividad, excelencia, eficiencia,
calidad, misión y visión, satisfacción
del cliente, cliente interno, cero defecto, FODA, inteligencia emocional,
pensamiento lateral y otras nociones de esta índole se extienden como
seudópodos desde las corporaciones multinacionales en las últimas décadas e invaden a los
organismos internacionales, a los estados, a las organizaciones de la sociedad
civil, a las instituciones de todas las áreas y, entre ellas, a las educativas
de todos los niveles.
Desde luego, llegan a las universidades, en donde anclan de dos maneras:
como contenidos de enseñanza y como pautas para la gestión.
Es sorprendente que se den estos fenómenos:
que las universidades, sus órganos de
conducción, “olviden” su milenaria y respetable experiencia para adoptar este
tipo de enfoques nacidos lejos de sus aulas y centros de investigación,
que gestiones y cátedras de las altas
casas de estudio adopten entusiastamente fórmulas que contradicen abiertamente
a las teorías y cuerpos conceptuales epistemológicamente sustentables y fruto
de elaboraciones probadas y laboriosamente alcanzadas de las ciencias sociales
o de las ciencias humanas (o de lo humano)
que dichas gestiones y cátedras convaliden
lenguajes y nociones sin las exigencias o
requisitos que impone la tradición académica
que una gran vastedad de intelectuales
no perciban que estas concepciones son merecedoras de su ojo crítico
Toda esa constelación nocional tiene una característica esencial: es
ideología en estado puro y, más aun, tiende a configurarse como un dogma. En
las empresas primero, en sus directorios y gerencias, y en gobiernos, estados e
instituciones se propagó después como un mandato de la época.
Queda claro que estamos en este punto abordando un tema que requiere mucha
tinta para tratarlo con la suficiente profundidad y extensión, habida cuenta de
la penetración que ha alcanzado en ámbitos como los organismos estatales y las
instituciones educativas. Quizá emprendamos esta tarea en otra publicación,
pero aquí nos limitaremos a hacer una somera referencia.
Para circunscribirnos a una aproximación, nos centraremos en la concepción
más representativa y difundida: la Gestión de la Calidad Total.
La Gestión de la Calidad Total fue desarrollada a partir de comienzos de la
última mitad del siglo pasado por las industrias japonesas con el fin de
garantizar el control de calidad en todos los procesos dentro de una
organización empresaria.
Kaoru Ishikawa, un autor reconocido de la gestión de la calidad,
proporcionó la siguiente definición de Calidad Total:
“Filosofía, cultura, estrategia o estilo de gerencia de una empresa, según
la cual todas las personas en la misma, estudian, practican, participan y
fomentan la mejora continua de la calidad”.
Esta definición encierra, a poco que se analice, un esfuerzo de
revitalización o de aggiornamiento de las tradicionales doctrinas de las
organizaciones empresariales tales como el fordismo y el taylorismo, aquéllas
cuyo fracaso se evidenció en el tiempo, aquéllas que fueron objeto de críticas
de lúcidos científicos sociales e intelectuales, aquéllas que fueran
satirizadas por Chaplin en el celebérrimo filme “Tiempos modernos”.
La Gestión de la Calidad Total a través de fórmulas muy sencillas, de
protocolos elementales, promueve el disciplinamiento de directivos y
trabajadores de las organizaciones para asegurar la producción seriada,
estimulando la productividad y la eficiencia.
Hacemos algunas observaciones, entre muchas que dejamos de lado en este
informe:
·
salvo relativamente en Japón, la Gestión de la Calidad Total fracasó en
todo el planeta; una razón de tal fracaso es que su sencillez está incapacitada
para interpretar la complejidad de los procesos que se dan en el seno de las organizaciones
·
pese a los fracasos, se sigue implementando, diríase tozudamente, y se
sigue propagandizándose
·
en las organizaciones, bajo el imperio de la Calidad Total, se generalizó
la conducta del “como si” consistente en llenar planillas del tipo Excel,
informando logros y éxitos destinados a endulzar la vida de los que manejan a
las corporaciones desde las matrices
·
considérese que en nuestro país todas las empresas, empezando por las
privatizadas a cargo de los servicios públicos aplican o aplicaron la Calidad
Total y se ufanan, gracias a su implementación, de haber logrado la
satisfacción total de sus clientes, uno de los mandatos de este programa.
Jorge Dávila, de la Universidad de los Andes, dice:
“En esta renovada faceta de la vieja ideología liberal se ubica la Calidad
Total como instrumento al servicio de una dominación sin rostro de la
humanidad.
No es que la Calidad Total sea como una cadena. Tampoco que la Calidad
Total sea una cadena. Resulta que la Calidad Total es técnica de manejo de
nuestro espíritu para fabricar nuestras propias cadenas. Es mecanismo para
degradar la autonomía que nos define esencialmente. Es mecanismo de auto-
encarcelamiento de nuestra auténtica libertad”.
Antonio Bolívar, de la Facultad
de Ciencias de la Educación de Granada, señala:
“En los
últimos tiempos se está padeciendo una cierta fiebre, al menos en el llamado
territorio MEC, de la llamada «Gestión de Calidad Total». Es posible (y
deseable) que con la salida del gobierno de uno de sus principales promotores
(López Rupérez, 1994, 1995) decrezca, pero en la medida que es algo unido a la
ola neoliberal, me temo que la calentura no baje. Máxime cuando muchos
inspectores y profesores universitarios, sin un planteamiento crítico de a
dónde queremos llevar la escuela pública, si no deseamos contribuir a su
progresivo desmantelamiento, están predicando la excelencia de dicha estrategia
empresarial de gestión. No sabemos si para hacerle el juego a la propia
administración o sencillamente porque defienden que, visto lo visto, la única
estrategia de
mejora es
que «el mercado nos salve». Eso sí con un fuerte liderazgo, ahora recubierto de
un carisma
moral, de ingrata memoria política en la década de los cuarenta. Estos líderes,
legitimados
por tener una visión capaz de arrastrar a los subordinados, son el antídoto
para una profundización en el cambio democrático.
Mientras
tanto, los centros educativos se han visto sometidos a unos nuevos «gurúes» de
la calidad que, con un lenguaje extraño en unos casos o cambiando la semántica
en otros, prometen –sin necesidad de nuevos recursos humanos o materiales– dar
la calidad demandada a los centros escolares. Esta fiebre ha llegado también al
mundo universitario, donde proliferan Unidades de Evaluación de la Calidad. Lo
que sucede es que, en este caso, el problema no es tan grave como en la
escolaridad obligatoria, aún cuando los posibles efectos, más allá de la
retórica con que se presentan, sean los mismos.
Y es que
apelar a un deseo básico de los productores y de los clientes genera lógicas
expectativas: ¿quién no desearía una educación de «calidad»?.”
Cerremos este punto con algunas citas de promotores de la Calidad Total en
nuestro país, Perel, Blanco y Shapira, citas que, de acuerdo al refrán “a
confesión de parte, relevo de pruebas”,ilustran con creces lo que aquí hemos
expuesto:
“Lo que interesa es servir al cliente con defectos iguales a cero”
“El fanatismo casi religioso para satisfacer al cliente derriba el mito de
la estructura de héroes de los especialistas y focaliza como objetivo el
proceso”
“Estos son los principios básicos del valor agregado:
·
no existen sectores protegidos
·
todo se mide y cuantifica
·
si se mide, se puede conocer el total de tiempos involucrados en los ciclos
de trabajo
·
si ese total se mide y se conoce, se puede llegar a reducir los tiempos e
integración de ciclos”
“Cada
uno será un participante activo en el logro de la calidad total”
“ - El cambio es un imperativo
-
Desaparecen las áreas protegidas
-
Aparecen concepciones totalizadoras:
El cliente
La calidad
El
valor agregado”
Aunque resulte difícil de creer, éstas
son las creencias en las que se basan
las gestiones de calidad en las altas casas de estudio, gracias a la
influencia “civilizadora” angloamericana y el influjo del Proceso de Bolonia.
Vínculo universidad, mercado y empresa
Podemos afirmar que el vínculo entre las
universidades y el mercado y/o entre las universidades y las empresas es el
tema controversial por excelencia; sus alcances sobrepasan con creces las
fronteras de las universidades, de los mercados y de las empresas.
Antes de incursionar tentativamente en el tema,
tanto la honestidad intelectual como el conocimiento especializado en este
campo obligan a quien suscribe a hacer ciertas precisiones.
Una de las temáticas que ha sido objeto de
nuestras investigaciones, sistemáticamente a lo largo de casi cuatro décadas, y
de una parte significativa de nuestros desarrollos teóricos es el mercado (ver
Bibliografía). El mercado es uno de los temas que más inquieta a toda la
humanidad y, a la vez, uno de los menos estudiados con el rigor y la
objetividad que se requiere, rigor y objetividad que sí se aplican a otros
objetos que hacen al comportamiento de la especie humana.
En la
práctica, el mercado es asociado , tanto por parte de quienes lo valoran como
por parte de quienes lo denuestan, con el conservadorismo neoliberal y, un
tanto más extendidamente, con el capitalismo.
De
acuerdo a los desarrollos de este autor, el mercado es constitutivo de la
especie, dado que siempre, a lo largo de la preshistoria hasta donde se sabe, y
de la historia, se realizaron transacciones de todo tipo entre oferentes y
demandas. En todo caso, debe pensarse cómo era o cómo es el mercado según la fase
del desarrollo de la humanidad que pongamos bajo análisis o según la región, el
país o el lugar particular que interese conocer.
Según
el autor de este informe, “el mercado es la interacción entre oferentes y demandas
en el campo comercial”. Esa interacción no supone únicamente la dimensión
económica sino la totalidad de las áreas que integran el comportamiento humano,
objeto de estudio de la sociología, antropología, semiología, psicología y
economía; o sea, se incluyen a las áreas social, cultural, política, comunicacional, psicológica, económica, etc.
Este
abordaje permite objetivar al mercado: objetivar en cuanto hacerlo objeto de
estudio y objetivar en cuanto considerarlo tal como es, evitando las lecturas
prejuiciosas de cualquier origen. También facilita la posibilidad de hacer de
este objeto un objeto digno de ser valorado en lo que tenga de valor y evitar
que sea apropiado, justamente, por los sectores más regresivos de las
sociedades, en particular, considerando las últimas décadas, el conservadorismo
neoliberal y diferentes expresiones del oscurantismo contemporáneo.
Por
tanto, el mercado integra a lo social junto con el estado, la sociedad civil
y/o la totalidad de las organizaciones e instituciones que coexisten en una
sociedad determinada.
De
tal manera, es válido preguntarse cuál debe ser la relación entre el mercado y
las universidades. Este interrogante, por empezar, puede servir para que en las
universidades nos preguntemos sobre el mercado o los mercados e investiguemos
sobre el mismo sin prejuicios y sin abandonarlo en las manos de las grandes
corporaciones. Con más razón cuando en países como los nuestros hay mercado
insuficiente porque infinidad de productores o industriales pequeños o medianos
de las distintas regiones de nuestro continente y de cada país están limitados
para participar de los mercados internos y están impedidos de acceder a los
externos; con más razón también, cuando millones de personas no pueden consumir
razonablemente, no pueden acceder justamente al mercado. Este penoso
infraconsumo va de la mano con el desaforado consumismo de los sectores
privilegiados.
Si se
atendió a la definición que este autor propone sobre mercado, se incluye a las
demandas y, por lo tanto, a quienes dentro de las sociedades están necesitados
de que las organizaciones oferentes o empresas brinden servicios como
corresponde, respetando las leyes, respetando a consumidores y usuarios,
respetando a los estados y respetando a la sociedad civil en general.
Ahora
bien, lo que habitualmente se entiende por mercado dista de lo que acabamos de
exponer. Cuando se piensa en mercado, extremando la sencillez, se piensa en
valores (acciones, bonos, etc.) o, más acorde con nuestra problemática, en
clientes a capturar, meta para la cual todo puede llegar a valer, desde la
publicidad engañosa hasta la presión sobre gobiernos y estados, pasando por la competencia
desleal.
Esta última concepción de mercado es la que se
denuncia cuando se diagnostica que las corporaciones multinacionales y los
gobiernos y estados de los países dominantes avanzan sobre nuestros países.
Esta última concepción falaz de mercado es la que subyace al impulso de los
organismos internacionales, de los organismos multilaterales de crédito del
planeta, para propiciar esos intentos por la hegemonía. Esa concepción es la
que se busca mantener oculta cuando las universidades europeas y
angloamericanas quieren “contribuir al desarrollo de la educación superior en
nuestros países”.
El Proceso de Bolonia y su Proyecto Tuning para
América Latina tienen como motivación esencial capturar público o clientela en
nuestros países; es decir, desarrollar “su mercado”, a la usanza conservadora
neoliberal, en estas latitudes.
Por otra parte, las empresas también integran la
sociedad y, como tal, requieren de las universidades conocimientos
especializados, insumos, tecnología, etc. Además, la tipología de las empresas
tiene su complejidad, ya que pueden clasificarse por origen del capital
(estatales / privadas), sector o tipo de actividad, rubro, procedencia,
estructura organizativa, magnitud, etc.
Desde ya, y como ejemplo, no es lo mismo una PyME
argentina o uruguaya que una multinacional holandesa o un holding. El punto
principal es de qué se habla cuando se habla de la necesidad de vincular a las
universidades con las empresas. De acuerdo a lo que se puede relevar y al
espíritu y letra de los proyectos que caracterizan a las universidades
angloamericanas o lo que motoriza el Proceso de Bolonia, hay que despejar de
eufemismos la cuestión: allí se habla de las grandes corporaciones
multinacionales, de la banca y de los grupos que constituyen.
Es decir, de lo que corresponde hablar es si es
aceptable que tales grandes concentradores de poder impongan el modelo de
universidad.
Un viraje cuestionable
Se deduce
que el Proceso de Bolonia induce a un viraje que pone a las universidades en la
ruta en las que circulan históricamente gran parte de las universidades
angloamericanas, particularmente las de los Estados Unidos.
Ese viraje
puede resumirse así: las universidades abandonan a su destinatario original
para dirigirse al “mercado”, según la acepción de mercado que en el punto
anterior hemos objetado.
El
destinatario original de las universidades ha sido, genéricamente considerado,
la sociedad de la que forman parte, considerando a los distintos sectores que
la conforman tales como el Estado, la sociedad civil y la actividad privada.
Las
universidades forman o formaban científicos, intelectuales, investigadores y
profesionales para satisfacer los requerimientos de la sociedad, idealmente
impulsando valores consistentes con la ética, el bien común, el conocimiento al
servicio del bienestar colectivo, el desarrollo y la justicia. En distintos
países o regiones, pueden o podían darse particularidades. Por ejemplo, el
modelo francés, a partir de Napoleón, definía al Estado como destinatario
principal para el cual la universidad formaba a quienes el mismo requería para
su desenvolvimiento en las más variadas áreas.
El modelo
antagónico, característico de las universidades privadas estadounidenses,
basado en las ideas de que las “sociedades son conjuntos de individuos que
aspiran a su realización o su éxito”, de
que la competitividad es la aptitud que puede propiciar el logro de tal
aspiración y que la actividad privada es el motor de todo progreso, las instituciones educativas son lugares en los que se forma a “individuos
exitosos” y que brindan a las empresas los servicios que éstas requieren para
su mejor performance. Así, por ejemplo, según es opinión extendida entre los
estadounidenses, Harvard garantiza éxito en los negocios y es, también, la
universidad en la que se creó Facebook,. Asimismo, se trata de universidades en
las que se forman las élites o se brindan los elementos para que los que
provienen de sectores menos privilegiados puedan acceder a las mismas,
erogaciones mediante a partir de sus propios recursos o de los préstamos-
renta; es también una opción contar con dotes de deportista. Yale es la universidad,
que a través de un entrenador, inventó el fútbol de mano que allá practican y
compite palmo a palmo con Harvard. Esas universidades cobijan sociedades
secretas o fraternidades que desarrollan lazos corporativos que tanta
influencia tienen en la sociedad estadounidense; por ejemplo, en Yale existe la
sociedad secreta “Huesos y calaveras” nacida hace alrededor de un siglo e
integrada por miembros de familias muy encumbradas y de copiosísimas fortunas:
entre ellos, los Bush. En las sesiones de esas fraternidades se adoptan o se
discuten decisiones que afectan a todas las naciones del orbe, entre ellas las
de la guerra y la paz, las de las invasiones a terceros países o las enmiendas
a proponer en su constitución nacional. Un comentario al margen: recientemente
un equipo de economistas del MIT denunció a un homónimo de Harvard por
adulterar datos, durante la pasada década, para suministrar argumentos al FMI
para hacer sus recomendaciones a los países acerca de cuál debe ser la relación
deuda externa / PBI.
Con la
influencia del modelo estadounidense y con el influjo del Proceso de Bolonia,
las universidades latinoamericanas están virando hacia una concepción
efectivamente mercantilista, orientada a captar alumnos pensando, sobre todo,
en los cursos pagos (posgrados, maestrías y doctorados) y servir de proveedores
de tales alumnos a las universidades europeas. Ese viraje también supone la
búsqueda de la “satisfacción total” de otro tipo de cliente: las grandes
corporaciones multinacionales.
Una
confusión subyace a este viraje: el de suponer que la demanda primaria de las
universidades son los alumnos. Tratemos de aclarar la confusión: la demanda
primaria o básica de las instituciones educativas de todos los niveles, y por
lo tanto, también de las universidades, es la sociedad en su conjunto. Los
alumnos son la materia a formar para que cumplan con el cometido que la
sociedad demanda.
Por lo tanto
este viraje cuestionable supone también virar del estudiante a formar para el
bien común al “estudiante cliente” y del científico, investigador o docente
formador al proveedor preparado para la
satisfacción total de clientes. Ya no se trata de servir a la sociedad, sino de
darle el gusto al que contrata.
Abundan
elementos de juicio como para suponer, fundadamente, que quienes promueven esta
modernización de las universidades tienen similares intenciones y se valen de
la misma argumentación que dieron lugar a las privatizaciones de las empresas
de servicios públicos en la década de los noventa.
Podemos
estar transitando un sendero, siguiendo a Freud, alfombrado por la compulsión a
la repetición. Recordemos, entonces.
Recordemos,
también, que la Argentina históricamente es uno de los países, junto con
Uruguay, más avanzado en educación de América Latina y de los más avanzados del
mundo. Esa tradición histórica nace con la independencia y se sistematiza con
un trascendente punto de partida, la Ley 1.420 de enseñanza laica, gratuita y
obligatoria (o Ley de la Educación Común, de junio de 1884).
Recordemos
que las universidades estatales argentinas han sido siempre valoradas como
verdaderos faros de Alejandría por Latinoamérica e, incluso, por Europa.
Recordemos
que la Argentina es el país en donde, desde la Universidad de Córdoba, se pegó
aquél grito que derivó en la Reforma Universitaria de mayor profundidad en el
planeta, la Reforma del ´18, que se hizo
carne en todas nuestras universidades estatales y se proyectó a toda la región.
Recordemos que las universidades argentinas son
ejemplares en cultura y funcionamiento democráticos, destacándose el gobierno
tripartito integrado por los claustros de docentes, graduados y estudiantes. Y
aquí, un señalamiento: parece que para los impulsores del Proceso de Bolonia o
de los planes de modernización de la educación superior, el gobierno tripartito
es un serio obstáculo. Todo sería más fácil, para ellos, si nuestras
universidades tuvieran el formato escolástico con el que están familiarizados.
Y recordemos que también para las dictaduras
cívico-militares nuestra democracia universitaria fue un serio obstáculo.
Entonces, ¿podemos admitir, así como así, que nos
vengan a enseñar y hasta imponer cómo hay que “formatear” a nuestras
universidades?
Perfiles promovidos por el Proceso de Bolonia
¿Qué perfil
de estudiante, de docente, de científico, de investigador, de intelectual, de
profesional promueve el Proceso de Bolonia?
Casi se
deduce sin necesidad de mayor esfuerzo intelectivo.
El Proceso
de Bolonia tiene los rasgos de una propuesta de disciplinamiento
intrínsecamente asociada con la aspiración de la hegemonía en los campos
cultural, social, político y económico.
Como tal
promueve formadores, productores de conocimiento y estudiantes acríticos, de
aptitud competitiva, en plena sintonía con el curso actual de las sociedades,
inclinados a lo utilitario y recelosos de todo enfoque que interpele y/o
interprete en profundidad los comportamientos sociales, particularmente de
quienes ocupan o aspiran a ocupar las posiciones dominantes tanto en el planeta
como hacia el interior de cada región o
nación. Induce a que tales destinatarios consideren como daños colaterales o
desvíos eventuales a las injusticias de toda índole y en todos los órdenes,
como daños colaterales o disfuncionalidades eventuales que pueden subsanarse
con buenas acciones, con caridad, aplicando la inteligencia emocional, acompañando al cambio, ese cambio tan
puramente gatopardiano. Lo constitutivo deja de ser constitutivo y deviene desvío.
El
estudiante, eternizado en ese rol gracias a la educación continua, es ahora
cliente.
Es un
cliente que puede participar de un sistema que gratifica con créditos, un
sistema que suma puntos en donde la recompensa, en vez de autos, televisores o
tours por el Caribe, consiste en diplomas que habilitan - en tanto certifican
ciertas competencias, destrezas y habilidades -, para desempeñarse exitosamente
en organizaciones del Estado, de la sociedad civil y, por supuesto, del sector
privado. Es preparado para integrarse satisfactoriamente a organismos
internacionales que “todo bien”, a gobiernos que se desvelan por “la gente”, a
laboratorios que trabajan denodadamente para la “salud psico-física de la
humanidad”, a ONGs que bregan por el futuro de un planeta para todos, a bancos
y financieras que brindan a cualquiera la posibilidad de acceder a bienes y
consumos; es preparado para manejarse eficientemente con las nuevas
tecnologías, especialmente las de información y comunicación y lograr la mayor
familiaridad con las “redes sociales”
En fin, se
prepara a los estudiantes para “un mundo feliz”. Está bueno Bolonia.
Debemos
destacar que tanto en la UBA como en la generalidad de las universidades
estatales de nuestro país, de América Latina y de Europa, gran número de
estudiantes y docentes no responden, de ninguna manera, al perfil que promueve
el Proceso de Bolonia o las típicas universidades del norte de nuestro
continente. Afirmamos esto basándonos tanto en la propia experiencia como en
las numerosas fuentes que hemos relevado. Las resistencias que se manifiestan
en los más diversos modos es el mejor testimonio, como por ejemplo la acción
denodada del movimiento estudiantil chileno.
Conclusiones
El Proceso de Bolonia y su Proyecto Tuning se extienden,
como una mancha de petróleo en el océano, por toda Latinoamérica.
Hay fundados elementos como para considerar que, bajo la
apariencia de una propuesta de modernización y mejoramiento sustancial de la
educación superior, se trata de un proyecto de dominación. Pareciera que, una
vez más, los países dominantes recurren al antiguo ardid de escudarse en el
conocimiento y la ciencia para satisfacer intereses que merecen ser, al menos,
puestos en cuestión.
El marco y el trasfondo del Proceso de Bolonia y el Tuning es el de la batalla por la
hegemonía mundial en los campos de la cultura y la educación, batalla en la que
coparticipan los angloamericanos.
Aun dentro de sus contradicciones, en gran medida lo que
el Proceso de Bolonia impulsa reconoce fuentes de inspiración en el perfil de
la educación superior típicamente angloamericana, especialmente de las universidades
estadounidenses.
En los distintos países, en Europa y América Latina, el
Proceso de Bolonia y el Proyecto Tuning tropiezan con resistencias,
particularmente por parte de docentes y estudiantes.
Más allá de que el Proceso de Bolonia se basa en elementos
de juicio a considerar para un correcto diagnóstico sobre la relación entre las
universidades, las sociedades y el contexto global, las políticas y planes que
impulsa o inspira están lejos de mejorar, sustantivamente y en la dirección
deseable, dicha relación.
En la práctica, la dirección que imprime el Proceso de
Bolonia y las políticas que impulsa conducen a la mercantilización, al
desaliento de la participación de los distintos actores y sectores tanto de las
universidades como de sus entornos y a una suerte de “como si” generalizado
El Proceso de Bolonia tiende a reproducir en nuestros
países lo ya acontecido con las privatizaciones de las empresas de servicios
públicos en los años ´90: sus promotores recurren a las mismas fuentes de
inspiración, se valen de la misma argumentación y tienen los mismos
patrocinadores (los organismos internacionales, particularmente los de
“crédito” como el FMI y Banco Mundial y las grandes corporaciones
multinacionales)
El Proceso de Bolonia y el Tuning parecen desconocer la
tradición argentina en materia de educación y, muy especialmente, en la
educación superior; hay elementos para suponer que el sistema democrático de
nuestras universidades, sobre todo el gobierno tripartito, constituye para aquéllos
un serio obstáculo.
La CONEAU, hasta donde hemos investigado y hemos
experimentado, más allá de ciertas expresiones en su declaración de principios,
se conduce acorde con el molde que impulsan el Proceso de Bolonia y el Proyecto
Tuning. Por empezar ha desatado una vertiginosa “puesta al día” de todas las
universidades argentinas, destacándose una suerte de “fiebre por los
concursos”, desvalorización de títulos debidamente ganados por muchos docentes,
auditorías sin criterios claros, imposiciones para regularizar carreras y
cátedras sin considerar la opinión experta y fundamentada de todos los actores
involucrados, etc.
Su espíritu, que es,
reiteramos, el de Bolonia, se encarna también en las arbitrarias e ilegales
cesantías de los profesores mayores de 65 años dispuestas por el rectorado de
la UBA
Interrogantes
La madre de todos los interrogantes es:
¿Cuál debe ser el proyecto de universidad pública
para la Argentina así como para América Latina?
De este interrogante nuclear se desprenden estos
otros, al menos:
¿Cómo es hoy el vínculo entre las universidades y las
sociedades?
Tal vínculo, ¿está en crisis? Y en tal caso, ¿cuáles son
los determinantes de éstas y cuáles sus manifestaciones?
El Proceso de Bolonia ¿propone políticas ciertas y
eficaces para superar tal crisis?
¿Cuál debería ser la estrategia para superar la crisis y,
sobre todo, para lograr la máxima sintonía entre las universidades y las
sociedades?
¿Quiénes son y cómo considerar a los distintos actores y
sectores de la sociedad en general y de las universidades en particular a los
fines de tal estrategia?
Más específicamente, ¿cuál y cómo debe ser el vínculo
entre las universidades y los estados, gobiernos, sociedad civil y empresas?
Sin duda, podríamos llenar páginas y páginas con
interrogantes pero este informe, inicial y provisorio, tiene por fin ponernos
en tema. Deja, intencionalmente, más preguntas que respuestas, más conjeturas
que conclusiones.
Sumar interrogantes forma parte de la convocatoria que
nos debemos en torno a esta cuestión sumamente trascendente, tan trascendente como para que hasta el propio curso de la humanidad
y, sobre todo, de nuestra región tenga que ver con lo que suceda con la
educación superior. Finalmente, la gran mayoría de los dirigentes, gobernantes,
decisores de todos los ámbitos e intelectuales surgen de las aulas de las altas
casas de estudios.
Algunas recomendaciones básicas
A la luz de lo relevado hasta el momento y de lo
expuesto en este informe, surgen como primeras recomendaciones básicas
Iniciar una campaña de difusión sobre la influencia
creciente del Proceso de Bolonia y el Proyecto Tuning en América Latina
Convocar a un debate tanto para poner en cuestión tal
influencia como, sobre todo, para diseñar un proyecto de universidades
públicas que supere efectivamente la actual crisis e impulse una
articulación cierta entre las sociedades y la educación superior
En tal campaña de difusión y en tal convocatoria pautar
en qué medida y de qué modo se pone sobre el tapete el fondo, el trasfondo y el
marco asociados al Proceso de Bolonia y el Proyecto Tuning, como así también el
rol de la llamada “gestión de calidad”
Elaborar una estrategia acorde con tal proyecto en el
marco de tal convocatoria
Evaluar en qué medida los movimientos docentes y
estudiantil enmarcan las denuncias de las políticas de las autoridades
universitarias según las recomendaciones previas.
También evaluar en qué medida los movimientos docente y
estudiantil enmarcan sus futuras acciones en lo antedicho.
Fuentes y referencias bibliográficas
Aboites Hugo: La educación superior latinoamericana y el proceso de Bolonia: de la comercialización al proyecto tuning de competencias, texto originalmente presentado en el Seminario “Universidade, Crise e Alternativas” (Asociación de Docentes, Universidad Federal Rio de Janeiro, 2 julio 2009) y publicado en la Revista de IESALC del Instituto Internacional para la Educación Superior en America Latina y el Caribe UNESCO. Año 15, No.1, 2010.
Alcántara, Armando: Tendencias mundiales
en la educación superior. El papel de los organismos multilaterales, ver en
Internet
Boletín oficial de la Junta de Andalucía nº 146, julio de 2007
Bolívar, A.: La
educación no es un mercado. Crítica de la “Gestión de Calidad Total”, Aula de
innovación educativa, 83-84, pp. 77-82., Caracas, 1999
Carta magna de las
universidades, Bolonia, setiembre 1988
CONEAU: Presentación, www.coneau.edu.ar
Dávila, Jorge: Crítica parcial de la
Calidad Total, FACES, año 4, nº 10, Universidad de los Andes, Mérida, Venezuela
Declaración de
Bolonia por los Ministros de Educación de Europa, junio de 1999
(ver Anexo)
Declaración de
la Sorbona, mayo 1998
Del Brutto, Bibiana: Consecuencias
de las contrarreformas educativas en el nivel superior en Argentina, ver en
Romo Beltrán y Correa, Educación...
Fernández Lamarra, Norberto: Los procesos de evaluación y
acreditación universitaria en América Latina. La experiencia en el
Mercosur, mimeo
Freud, Sigmund: Más
allá del principio de placer, Amorrortu, Buenos Aires, 1976
Perel Vicente, Blanco Isabel y Shapira Carlos: Calidad y productividad total,
Tesis-Norma, Buenos Aires, 1991
Romo Beltrán, Rosa y Correa, Néstor: Educación en América Latina. Debates y reflexiones en torno a la
universidad pública, Imago Mundi, México, 1999
Rojas Breu, Rubén: Método
Vincular. El Valor de la Estrategia, Ediciones Cooperativas, Buenos Aires,
2002
Sierra Caballero, Francisco: La mercantilización en la educación superior, conferencia dictada
en AGD UBA, Buenos Aires, 2012 (ver en sitio www.agduba.org.ar)
Sisto Vicente, Montecinos Carmen y Ahumada Luis: Contestando desde lo local a las políticas del nuevo management en educación pública, artículo
recopilado en Romo Beltrán y Correa, Educación
en...
Veglia, Daniela y Pérez, Valeria: El
proceso de Bolonia y su incidencia en el Mercosur, presentado en el I
Congreso Internacional de la Red de Integración Latinoamericana 2011, UNL,
Santa Fe
ANEXO
DECLARACIÓN DE BOLONIA
Declaración
conjunta de los Ministros Europeos de Educación
Bolonia, 19 de Junio de
1999
Gracias
a los extraordinarios logros de los últimos años, el proceso Europeo se ha
convertido
en una realidad importante y concreta para la Unión y sus ciudadanos.
Las
perspectivas ampliadas junto con la profundización de las relaciones con otros
países
Europeos proporcionan, incluso, una dimensión más amplia a esta realidad.
Mientras
tanto, estamos siendo testigos de una concienciación creciente en la mayor
parte
del mundo académico y político, y en la opinión pública, de la necesidad de
establecer
una Europa más completa y de mayor alcance construida, en particular,
mediante
el desarrollo y fortalecimiento de sus dimensiones intelectual, cultural, social
y
científica y tecnológica.
En la
actualidad, la Europa del conocimiento está ampliamente reconocida como un
factor
irremplazable para el crecimiento social y humano y es un componente
indispensable
para consolidar y enriquecer a la ciudadanía Europea, capaz de dar a
sus
ciudadanos las competencias necesarias para afrontar los retos del nuevo
milenio,
junto
con una conciencia de compartición de valores y pertenencia a un espacio social
y
cultural común.
Universalmente,
se consideran sumamente importantes la educación y la cooperación
educativa
para el desarrollo y fortalecimiento de sociedades estables, pacíficas y
democráticas,
tanto más a la vista de la situación del sureste Europeo.
La
declaración realizada el 25 de Mayo de 1998 en la Sorbona, basada en estas
consideraciones,
hacía hincapié en el papel central de las Universidades en el
desarrollo
de las dimensiones culturales Europeas. En ella se resaltaba la creación del
Área
Europea de Educación Superior como vía clave para promocionar la movilidad
de los
ciudadanos y la capacidad de obtención de empleo y el desarrollo general del
Continente.
Algunos
países Europeos aceptaron la invitación a comprometerse en la consecución
de los
objetivos señalados en la declaración mediante su firma, o expresando su
adhesión
a estos principios. La dirección tomada por diversas reformas de la
enseñanza
superior, lanzadas mientras tanto en Europa, ha producido la
determinación
de actuar en muchos Gobiernos.
Por su
parte, las instituciones de educación Europeas han aceptado el reto y han
adquirido
un papel principal en la construcción del área Europea de Educación
Superior,
también en la dirección de los principios fundamentales que subyacen en la
Carta
Magna de la Universidad de Bolonia de 1988. Esto es de vital importancia, dado
que la
independencia y autonomía de las Universidades asegura que los sistemas de
educación
superior e investigación se adapten continuamente a las necesidades
cambiantes,
las demandas de la sociedad y los avances en el conocimiento científico.
Se ha
fijado el rumbo en la dirección correcta y con propósitos racionales. Sin
embargo,
la consecución plena de una mayor compatibilidad y comparabilidad de los
sistemas
de educación superior requiere un impulso continuo. Necesitamos
respaldarlo
promocionando medidas concretas para conseguir adelantos tangibles. La
reunión
del 18 de Junio, con la participación de expertos autorizados y alumnos de
todos
nuestros países, nos proporcionó sugerencias muy útiles sobre las iniciativas a
tomar.
Debemos
apuntar, en particular, hacia el objetivo de incrementar la competitividad del
sistema
Europeo de educación superior. Puesto que la validez y eficacia de una
civilización
se puede medir a través del atractivo que tenga su cultura para otros
países,
necesitamos asegurarnos de que el sistema de educación superior Europeo
adquiera
un grado de atracción mundial igual al de nuestras extraordinarias tradiciones
culturales
y científicas.
A la
vez que afirmamos nuestra adhesión a los principios generales que subyacen en
la
declaración de la Sorbona, nos comprometemos a coordinar nuestras políticas
para
alcanzar
en un breve plazo de tiempo, y en cualquier caso dentro de la primera década
del
tercer milenio, los objetivos siguientes, que consideramos de capital
importancia
para
establecer el área Europea de educación superior y promocionar el sistema
Europeo
de enseñanza superior en todo el mundo: La adopción de un sistema de
titulaciones
fácilmente comprensible y comparable, incluso a través de la puesta en
marcha
del Suplemento del Diploma, para promocionar la obtención de empleo y la
competitividad
del sistema de educación superior Europeo.
Adopción
de un sistema basado esencialmente en dos ciclos fundamentales,
diplomatura
(pregrado) y licenciatura (grado). El acceso al segundo ciclo requerirá que
los
estudios de primer ciclo se hayan completado, con éxito, en un periodo mínimo
de
tres
años. El diploma obtenido después del primer ciclo será también considerado en
el
mercado laboral Europeo como nivel adecuado de cualificación. El segundo ciclo
conducirá
al grado de maestría y/o doctorado, al igual que en muchos países
Europeos.
El
establecimiento de un sistema de créditos - similar al sistema de ETCS - como
medio
adecuado para promocionar una más amplia movilidad estudiantil. Los créditos
se
podrán conseguir también fuera de las instituciones de educación superior,
incluyendo
la experiencia adquirida durante la vida, siempre que esté reconocida por
las
Universidades receptoras involucradas.
Promoción
de la movilidad, eliminando los obstáculos para el ejercicio efectivo de libre
intercambio,
prestando una atención particular a:
- el acceso a oportunidades de estudio y formación y
servicios relacionados, para
los
alumnos.
- el reconocimiento y valoración de los periodos de
estancia en instituciones de
investigación,
enseñanza y formación Europeas, sin perjuicio de sus derechos
estatutarios,
para los profesores, investigadores y personal de administración.
•
Promoción de la cooperación Europea en aseguramiento de la calidad con el
objeto
de
desarrollar criterios y metodologías comparables.
•
Promoción de las dimensiones Europeas necesarias en educación superior,
particularmente
dirigidas hacia el desarrollo curricular, cooperación entre instituciones,
esquemas
de movilidad y programas de estudio, integración de la formación e
investigación.
Por la
presente nos comprometemos a conseguir estos objetivos - dentro del contexto
de
nuestras competencias institucionales y respetando plenamente la diversidad de
culturas,
lenguas, sistemas de educación nacional y de la autonomía Universitaria -
para
consolidar el área Europea de educación superior. Con tal fin, seguiremos los
modos
de cooperación intergubernamental, junto con los de las organizaciones
europeas
no gubernamentales con competencias en educación superior. Esperamos
que
las Universidades respondan de nuevo con prontitud y positivamente y que
contribuyan
activamente al éxito de nuestros esfuerzos.
Convencidos
de que el establecimiento del área Europea de Educación Superior
requiere
un constante apoyo, supervisión y adaptación a unas necesidades en
constante
evolución, decidimos encontrarnos de nuevo dentro de dos años para
evaluar
el progreso obtenido y los nuevos pasos a tomar.
Caspar EINEM.
Minister of Science and Transport. Austria
Gerard SCHMIT.
Director General of French Community. Ministry for Higher Education
and Research.
Belgium
Jan ADE.
Director General. Ministry of the Flemish Community. Department of
Education.
Belgium
Anna Mmia
TOTOMANOVA. Vice Minister of Education and Science. Bulgaria
Eduard ZEMAN.
Minister of Education, Youth and Sport. Czech Republic
Margrethe
VESTAGER. Minister of Education. Dermnark
Tonis LUKAS.
Minister of Education. Estonia
Maija RASK.
Minister of Education and Science. Finland
Claude ALLEGRE.
Minister of National Education, Research and Technology. France
Wolf-Michael
CATENHUSEN. Parliamentary State Secretary Federal Ministry of
Education and
Research. Germany
Ute
ERDSIEK-RAVE. Minister of Education, Science, Research And Culture of the
Land
Scheswig-Holstein. Permanent Conference of the Ministers of Culture of the
German Länders
Gherassimos
ARSENIS. Minister of Public Education and Religious Affairs. Greece
Adam KISS.
Deputy State Secretary for Higher Education and Science. Hungary
Gudridur
SIGURDARDOTTIR. Secretary General. Ministry of Education, Science and
Culture. Iceland
Pat DOWLING.
Principal Officer. Ministry for Education and Science. Ireland
Ortensio
ZECCHINO. Minister of University and Scientific And Technological Research
Italy
Tatiana KOKEK.
State Minister of Higher Education and Science. Latvia
Kornelijus
PLATELIS. Minister of Education and Science. Lithuania
Erna
HENNICOT-SCHOEPGES. Minister of National Education and Vocational
Training.
Luxembourg
Louis GALEA.
Minister of Education. Malta
Loek HERMANS.
Minister of Education, Culture and Science. Netherlands
Jon LILLETUN.
Minister of Education, Research and Church Affairs. Norway
Wilibald
WINKLER. Under Secretary of State of National Education. Poland
Eduardo Marçal
GRILO. Minister of Education. Portugal
Andrei MARGA.
Minister of National Education. Romania
Milan FTACNIK.
Minister of Education. Slovak Republic
Pavel ZGAGA.
State Secretary for Higher Education. Slovenia
Jorge FERNANDEZ
DIAZ. Secretary of State of Education, Universities, Research and
Development.
Spain
Agneta BLADH.
State Secretary for Education and Science. Sweden
Charles KLEIBER.
State Secretary for Science and Research. Swiss Confederation
Tessa
BLACKSTONE. Minister of State for Education and Employment. United
Kingdom
[1] Con Arturo Balassa tuvimos numerosos intercambios en torno a esta cuestión,
por lo cual este informe cuenta con aportes suyos.
[3] La Comisión No al Cese Docente en la UBA nació hace aproximadamente dos
años, en el seno de la AGD UBA con motivo de la decisión arbitraria e ilegal
del rectorado de esta universidad de cesantear a los docentes mayores de 65
años. Arturo Balassa y este autor integramos dicha Comisión.
[4] El Gran Ducado de Luxemburgo, 2.586 km2 y medio millón de habitantes, en
términos proporcionales es el país más rico del planeta; ningún luxemburgués es
pobre.
[5] En uno de mis libros, incluido en las Fuentes y referencias
bibliográficas al final de esta nota,
digo: ”Quizá el ´pensamiento único´ se
denomine así porque tiene un único
pensamiento: el de que los comportamientos sociales se orientan en función
de las fuentes hegemónicas de poder”
[6] Dante Alighieri estudió en la universidad “de la contemplación” de Bolonia,
Newton en la equivalente de Cambridge, Marx en las “contemplativas” de Bonn y
Berlín, Milstein en nuestra “comtempladora” UBA y sigue la lista casi al
infinito de científicos, pensadores y creadores ejemplares que se formaron para
“contemplar”.
[7] Sabemos que en Francia, las confederaciones médicas pusieron el grito en el
cielo por esta serie, dado el aumento incontrolable de consultas en las que los
pacientes concurren completamente convencidos de que están afectados por las
dolencias de las que trata la serie y exigiendo técnicas diagnósticas y
terapias que se aplican en la misma.
[8] No hacemos ningún juicio de valor acerca de la dimensión estética de esta
serie ni sobre el derecho que cualquiera tiene a disfrutar de ella; como dice
el viejo proverbio español: “sobre gustos no hay nada escrito”
[9] Algo más: si estamos inmersos en la sociedad de la información ¿por qué
tanto revuelo con Wikileaks? Más bien parece que la información que realmente
interesa se guarda bajo siete llaves, como se hizo siempre.
[10] Una curiosidad: desde hace unos años, Santander Río es el banco en el que
la UBA deposita los sueldos.
[12] Este autor en el tratamiento que ha hecho del mercado, según se puede ver
en distintos textos como el que figura en las referencias bibliográficas al
final de este informe, convalida este concepto, pero aplicado justamente a las
prácticas comerciales en los mercados internos
e internacionales y no a la sociedad en general.
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