Rubén
Rojas Breu
LAS
FUERZAS DEL CIELO ESTÁN SITIADAS
Milei
y sus fuerzas del cielo están sitiados, están contra las cuerdas.
Se ha
instalado un clima belicoso que amenaza con incrementarse al punto de que el
gobierno libertario tambalea y no tiene de dónde agarrarse.
El
gobierno absolutista está sitiado y no tiene una Judith.
Judith
fue una joven heroína hebrea que enfrentó al ejército asirio comandado por
Holofernes, en Betulia, en el siglo VI AC.
Judith
sedujo a Holofernes y lo decapitó cuando éste quedó profundamente dormido,
borracho.
Cuando
la heroica piba mostró la cabeza sangrante al ejército asirio sus tropas se
espantaron, retirándose, precipitadamente, derrotadas.
Acá en
rigor, las cosas son al revés, ya que Holofernes está representado por Milei y
es Milei el sitiado, un minúsculo caudillo que no tiene ninguna Judith a mano.
Un
dato vital para la comparación: Holofernes fue comandante militar de una
potencia de su época; Milei es el cabecilla de una horda que está llevando a la
Argentina a una destrucción irreversible.
El
levantamiento generalizado contra Milei es el intento desesperado, comprensible
y legítimo para evitar las ruinas.
Como
vengo afirmando Milei es la consecuencia indeseable de una Argentina que sufrió
una dictadura terrorista de estado que dejó su herencia; los sucesivos
gobiernos civiles, todos, no produjeron la transformación que nos saque del
atraso y nos ponga en la senda del desarrollo, la transformación que asegure la
soberanía plena y la justicia social y la justicia en todas las áreas.
La
incapacidad, así como las políticas antinacionales y antipopulares de los
gobiernos desde 1983 hasta acá, fue generando fragmentación social, caída de la
cultura política, obsolescencia de las organizaciones políticas y sectoriales y
el conjunto de las calamidades que padecemos.
Ese
estado de cosas generó desorganización social.
En
paralelo, Milei muestra desorganización psíquica o mental.
Su
desorganización mental empalma con la desorganización social, una refuerza a la
otra, ambas “desorganizaciones” se entrelazan, se retroalimentan y ofrecen
suelo fértil para que devenga la horda que encaramó al libertario.
Para
imponer un plan de desguace y de ajuste brutal, la desorganización social es
imprescindible y para las grandes corporaciones la desorganización mental es el
instrumento alocado que se anima a aplicar tamaña injusticia, ya que nadie, por
muy de derecha que sea, que goce de sano juicio, emprendería de un día para el
otro, reformas inspiradas en semejante barbarie.
Milei,
como típico representante de horda, se maneja como un incivil que desconoce la
Política y que, pese a lo que se difunda, en su profesión, Economía, es muy
simplote, precario, con una formación deficiente.
Se
asoció para la gestión con servidores de los intereses de las grandes
corporaciones globales y locales y con funcionarios incompetentes, necios y hasta
brutales en los modos, en las ideas y en las acciones.
Esa
desorganización mental la controla por medio de una relación abiertamente
simbiótica, de total pegoteo, con la hermana y sus canes sumando su adhesión a
creencias en lo sobrenatural.
Para
ser claro: Milei vive y actúa en el límite de la descompensación.
Su
absolutismo y sus certezas absurdas le sirven para evitar descompensarse.
La
realidad grita y lo saca de las casillas, la realidad lo debilita, la realidad
lo pone entre la espada y la pared: la espada son los reclamos generalizados en
todos los frentes y la pared es su obstinación y su torpeza en las que cuenta
con la complicidad de inútiles y patoteros y, lo que lo obsesiona, los números,
no cierran pese a sus decisiones propias de un anacrónico cesarismo.
A partir
del mediodía de este pasado viernes 23 de febrero, Milei afronta un desafío muy
difícil de superar: sostenerse.
Tal
como vaticiné, hizo eclosión la conjunción explosión social con implosión en el
seno de propio gobierno y sus aliados.
Milei,
la horda y sus funcionarios no saben cómo enfrentar la mezcla de explosión con
implosión.
Para
sostenerse, depende de la complacencia de quienes hoy lo pusieron contra las cuerdas;
pero esa complacencia tiene las patas cortas.
Dada
esta coyuntura, para el Pueblo argentino, en su lucha inclaudicable, se abre una
nueva etapa.
Esta nueva
etapa consiste en pasar de la resistencia a la ofensiva, pacífica y en el marco
de la Constitución, de las leyes y de las instituciones, aunque éstas sean tan
poco confiables.
La
movilización popular es la clave y sus efectos son mucho más determinantes que
las ligas de gobernadores o las movidas de las dirigencias de la oposición.
Lamentablemente,
como vengo señalando hasta aburrir, el Pueblo no cuenta con conducción política.
Esa
conducción política hay que construirla ya, sin demoras, sin titubeos, sin dejarse
llevar por los intereses mezquinos de las facciones.
Muy
importante es que el Pueblo confíe en sus fuerzas que son “las fuerzas del
Pueblo”, evite esa enfermedad autoinmune que es el derrotismo y que haga oídos
sordos a consultoras, encuestas y análisis de expertos que ya fracasaron, una
vez más.
Una
precaución a tener muy en cuenta: no vale cambiar un mesianismo que se agota por
uno flamante.
La
clave es que el Pueblo argentino confíe en sí mismo; le sobran méritos para
hacerlo y lo respalda su historia, una historia de luchas y conquistas
populares que es un ejemplo para todo el planeta.
Rubén
Rojas Breu
Buenos
Aires, febrero 24 de 2024
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