Rubén Rojas Breu
SOBRE LA PREMIADA PELÍCULA SURCOREANA “PARÁSITOS”
A manera de prólogo
El nombre coreano del filme, en nuestro alfabeto, es Gisaengchung y se lo difundió globalmente con el título en inglés Parasite.
Debo confesar que estuve reacio a ver esta película ya que obtuvo el Oscar del 2019 a la mejor película, lo cual para mí es un dato que desacredita, dado que rechazo ese premio que desde su nacimiento expresa por entero a lo hollywoodense y, por lo tanto, a la frivolidad, el fasto, la mediocridad y la banalidad.
Estrenada por Netflix, decidí verla por tres razones:
- Porque tengo en alta estima la historia, la cultura, el arte, la literatura, las series de televisión y el cine surcoreanos, como a las de otros países asiáticos.
- Porque obtuvo la Palma de Oro de Cannes.
- Porque personas cuya opinión valoro lo consideraron un gran filme.
De todos modos, la valoración que hago del filme se encuentra en un punto intermedio:
- por un lado, es una producción relativamente meritoria, ilustrativa y que incita a cuestionar, aunque por debajo del nivel que me resultaría plenamente satisfactorio, sobre todo porque expresa una visión parcial y restringida de la compleja sociedad surcoreana,
- por otro lado, es un filme sobrevaluado por cierta crítica y ciertos espectadores, un filme que no alcanza la estatura no sólo de las grandes producciones asiáticas (surcoreanas entre ellas, por supuesto) sino tampoco de las más valorables europeas y latinoamericanas.
Lo último lo atribuyo a que, con intención o sin ella, la película contiene mucho de lo que puede atraer al público y, particularmente, a los votantes de la insulsa “academia” que otorga el dorado premio Oscar.
Por ejemplo, un guiño como el de la referencia admirativa a la mediocre actriz Meryl Streep (la totalidad de los cineastas, actores y actrices yanquis que llegan se ubican en un rango que va de mediocres a pésimos), la versión estereotipada de los indios que habitaban la América del Norte a la llegada de los supremacistas colonos blancos sanguinarios, los efectismos del desenlace y, en general, una mostración de cómo son y viven los surcoreanos que encaja a la perfección con la visión prejuiciosa de los EEUU de Washington, país en el cual por primera vez debió haberse accedido a una producción surcoreana de esta índole (sea de cine como de televisión o de las artes). Además, la trama, tendiente a la simplicidad, sintoniza con la exigua capacidad de la población de los EEUU de Washington.
Reitero, hay otras producciones surcoreanas que superan a esta película.
Destaco dos series:
Saimdang, memoir of colours que cuenta la vida de una de las primeras (si no la primera) grandes feministas de la historia, la artista Saimdang Shin que transcurre hace 500 años, en la dinastía Joseon,
Mi señor, que describe una compleja relación entre una joven casi adolescente y un frustrado gerente, revelando la complejidad de los vínculos en la sociedad surcoreana y tocando temas de índole universal como el maltrato laboral, la problemática de género, la desigualdad, etc.
Un apunte: el actor protagónico de esta serie es el que interpreta al dueño de la mansión en Parasite, un excelente actor.
Además de su complejidad y profundidad, las películas y series surcoreanas son destacables por su estética, la calidad de los directores y las magistrales interpretaciones de sus actrices y actores que superan con creces a actrices y actores yanquis quienes, como ya señalé, oscilan entre lo paupérrimo y la mediocridad, sobre todo porque se hace muy evidente cuán formateados están y cuán distantes se encuentran de culturas, como las europeas y asiáticas, que tienen milenios de arte, literatura y de representación escénica (recordemos que los griegos inventaron el teatro tal como lo conocemos hace más de 2.500 años).
Conociendo cómo votan los que deciden el Oscar, así como su ineptitud, señalo que optaron por un filme que los impactó por motivos a los que son afectos, que se tentaron por coincidir parcialmente con la superficie del filme y que no entendieron la complejidad que subyace en esta producción dirigida por Bong Joon-Ho, complejidad subyacente que no puedo saber si fue o no intencionalmente pensada por este cineasta.
En otros términos, intento yo desentrañar tal complejidad subyacente. Si me dejara llevar por el efecto un tanto decepcionante del filme sobre mí no me abocaría a este análisis.
Así que, al escribir este artículo, es mi propósito hacer un aporte para poner de manifiesto precisamente esa complejidad que subyace en el filme, complejidad que detecté impelido por mi vocación.
Sin pretensión ninguna de exhaustividad porque implicaría escribir un tratado, antes de analizar la película, voy a contextualizarla desde dos ángulos:
- El de la historia y la cultura coreanas, su contextualización general.
- El de sus producciones artísticas, especialmente cine y series de televisión, una contextualización específica.
Aplicando el Método Vincular
En el análisis voy a basarme en conceptualizaciones de mi creación, el Método Vincular y otros cuerpos conceptuales de mi autoría.
Para conocer sobre el Método Vincular y otros desarrollos teóricos, en caso de interés en profundizar y comprender mejor este artículo, se pueden consultar publicaciones en rubenrojasbreu.blosgpot.com y en rubenrojasbreuelaula.blogspot.com, publicaciones académicas, y mi libro Método Vincular. El valor de la estrategia (2002, Eds. Cooperativas de Bs. As.). También buscándome en Google y en Facebook.
Contextualización general
El pueblo coreano es uno de los más antiguos del planeta. En el territorio de la actual Corea ya había presencia humana hace 70.000 años.
Desde que existen registros históricos, hace aproximadamente cinco milenios, hay testimonios de que lo que conocemos como Corea fue una nación que atravesó por distintas eras, como es de imaginar. Tuvo sus eras de esplendor e incluso de aspiración a imperio - y hasta de concreción de tal aspiración - y períodos de debilidad, de decadencia y de sometimiento, de ocupación por parte de potencias invasoras, desde los mongoles hasta los japoneses.
Al término de la segunda guerra mundial se produce, en el marco de la incipiente guerra fría, la división en las dos Coreas, entre las cuales se desata la guerra en 1950 que concluye en 1953. En esa guerra, China y la Unión Soviética apoyaron a Corea del Norte y los yanquis a Corea del Sur.
Esa guerra significó tres millones de muertes de civiles y una verdadera devastación, lo cual implicó reconstruir desde las ruinas.
A lo largo de los milenios sucesivas dinastías monárquicas moldearon la sociedad coreana dejando su marca grabada a fuego. Particularmente, se destacan la dinastía Goryeo y, sobre todo, la Joseon que reinó entre fines del siglo XIV y fines del XIX, cuando Corea es ocupada y anexada por Japón.
Hasta donde investigué y sé, dos tendencias contrastantes atraviesan la sociedad coreana a lo largo de su historia:
Una, la que impulsa el sometimiento a quien concentra poder y a los poderosos o la nobleza, a los señores, con la consiguiente férrea disciplina de la población coreana a lo largo de los siglos. De aquí se desprende el culto por lo ancestral, las tradiciones y rituales, la resignación al destino de la clase o estrato social al que se pertenece, la obediencia a patriarcas y matriarcas, cierta proclividad al fatalismo, así como a la renegación -psicoanalíticamente hablando-, la ingenuidad y el romanticismo.
Esta tendencia se inscribe en lo que conceptualizo como Primarización, uno de los polos de las interacciones sujetivas y subjetivas, según mi creación el Método Vincular. La Primarización, cuya descripción es harto extensa, se define principalmente por la configuración endogámica.
Dos, la que estimula la búsqueda de la igualdad en todos los órdenes, la valoración del trabajo y los trabajadores, el rol activo de las mujeres para hacer valer sus derechos, el impulso para el reconocimiento de la diversidad de géneros, la repulsa por la corrupción, la denuncia de la explotación y de la pobreza, la política como herramienta de transformación y las luchas del pueblo surcoreano para deshacerse de las exigencias ancestrales y construir una sociedad justa, libre, soberana y plenamente desarrollada, integrada hacia adentro y hacia afuera, incluso en ciertos sectores con el objetivo de alcanzar la reunificación de ambas Coreas.
Esta tendencia se afirma en la Secundarización, omitida en el filme, salvo algunos destellos apenas perceptibles en comportamientos de la hija pobre y en sutiles gestos del padre rico. La Secundarización implica la configuración exogámica.
El filme se desarrolla dentro de los límites de la Primarización, justamente el tipo de interacciones sujetivas y subjetivas que es afín a los EEUU de Washington, país en el que se desconoce la Secundarización.
De tal manera, como anticipé, el filme hace una descripción de la versión primarizada de la sociedad surcoreana lo cual implica una perspectiva parcializada, incompleta, insuficiente.
Asimismo, en Corea del Sur, hasta donde pude investigar y conocer, lo común es el fuerte sentimiento de pertenencia nacional, motivado en gran medida por tantas ocupaciones extranjeras y por lazos de solidaridad tenaces, tanto conscientes como inconscientes.
La vocación por la estética y las artes, la importancia que se da a la educación, el respeto por los mayores, especialmente por la ancianidad, y el amor por lo culinario al punto que destacan en creatividad al respecto, son signos de ese fuerte sentimiento de pertenencia nacional.
Sus comidas prototípicas, especialmente el kimchi, y su bebida alcohólica favorita, el soju, son símbolos de lo antedicho.
Corea del Sur es uno de los países con más alto consumo per cápita de bebidas alcohólicas.
El soju coreano es una de las bebidas alcohólicas más consumidas del planeta compartiendo frecuentemente el podio con el vino, la cerveza, el vodka y el whisky.
Esta referencia al consumo de bebidas alcohólicas es relevante ya que, en la película, el personaje del borracho perturbador que altera a diario la trabajosa tranquilidad de la familia protagónica carenciada tiene un papel significativo.
Basarse en el capitalismo y en el clasismo es insuficiente, dado que comportamientos ancestrales y tradiciones permanecen activamente y son parcialmente revitalizadas y parcialmente conservadas desde tiempos inmemoriales. Al fin de cuentas, la pobreza no es creación del capitalismo ya que afecta a la mayoría de los humanos desde el comienzo de la historia. El capitalismo la usufructúa de acuerdo a sus particularidades.
Justamente, un valor a destacar de la película (como de otras producciones de Corea del Sur y de otras latitudes) es la refutación de la tesis de que la humanidad está uniformada por la formación socioeconómica capitalista.
En cada país su configuración cultural, social y política engloba, sustenta y determina el modo específico que presenta su formación socioeconómica, v.g., contemporáneamente, el capitalismo. Dicho de otro modo, las diferencias de configuración cultural, social y política se imponen a la homogeneización capitalista.
Esa historia, que tan sucintamente relaté, marcó a fuego a los coreanos, particularmente las ocupaciones extranjeras, que culminan con el surgimiento de las dos Coreas, y la dinastía Joseon que moldeó la cultura coreana en el amplio sentido de la palabra, incluyendo desde su perfil social hasta el arte y, por supuesto, lo que acá más interesa, sus producciones fílmicas, tanto de cine como de televisión.
Además, es importante subrayar que la pobreza del sudeste asiático, así como la de Europa, no es equiparable a la de América Latina y África. Por estas latitudes estamos siempre en la miseria, en la indigencia, o al borde de la misma, en el atraso y el infradesarrollo.
No sucede así en Corea del Sur, en donde, como se ve en el filme, hasta los más marginados tienen un techo y la posibilidad, al menos, de una economía de subsistencia. Además es un país que hace punta en tecnología con marcas líderes, altamente competitivas y sumamente destacadas a nivel mundial.
Contextualización específica
Ya anticipé que Corea del Sur tiene una profusa y notable producción de filmes y series, en el marco de lo que acontece en el este asiático que tiene en este rubro una admirable y generosa fecundidad, desde el insuperable japonés Akira Kurosawa hasta, precisamente, el brillante surcoreano Kim Ki Duk, el cineasta de magníficas películas entre las cuales puedo mencionar Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera y Hierro 3.
Corea del Sur abunda en producciones sobre su historia, como la ya mencionada serie inigualable Saindamg, memoir of colours, y agrego La historiadora novata, entre otras.
Sobre su contemporaneidad ya mencioné la serie Mi señor; añado que cuenta con un extenso catálogo de series policiales de gran factura y una serie lograda, Está bien no estar bien, en la cual descuella el incomparable actor Oh Jeong-Se que interpreta un personaje autista de un modo sumamente conmovedor y de una calidad muy superior a la descalificable actuación de Dustin Hoffman en la intrascendente película Rainman.
Sometida por décadas y hasta por siglos a la censura, la producción artística, a partir de los 80, comienza, lucha mediante, a disponer de mayor libertad, hasta alcanzar una actualidad fructífera que hace que Corea del Sur esté poniéndose a la par de las grandes potencias en la industria del cine y de la televisión; como ya señalé, en esa industria se encuentran filmes y series de excelente factura, con cineastas, actores y actrices de primerísimo nivel.
Es decir, la película Parásitos es una producción que se enmarca y sostiene en una cultura, un arte y una producción de filmes y series encomiables, singulares, de un país poco conocido por estos lares.
Corea del Sur está haciendo, así como otros países europeos y latinoamericanos, un muy valorable esfuerzo para contrarrestar, en cine y televisión, la apabullante hegemonía yanqui sostenida únicamente en la obscenidad de los recursos económicos, una descomunal propaganda y la atracción que millones sienten por lo fácilmente digerible y, por supuesto, anestesiante e idiotizante.
Sobre la película “Parásitos”
En principio deberíamos señalar que el título de la película es engañoso o insuficiente, aunque por cierto elocuente y atractivo.
Puede inducir a que uno de los dos grupos familiares, probablemente el marginado o pobre, “parasita” al más afortunado al cual podemos ubicar en el estrato de la mediana burguesía.
Sin embargo, la película describe una doble parasitación: tanto la familia pobre, los Kim, parasita a la familia rica, los Park, como ésta a la primera.
En rigor, correspondería hablar de “mutualismo” en vez de parasitosis.
En la parasitosis un patógeno vive a expensas del huésped, al cual infesta enfermándolo, con mayor o menor gravedad según sea el caso.
El mutualismo, consistente en prestaciones recíprocas, en biología es la asociación de dos especies diferentes que supone beneficio para ambas.
Un ejemplo es la relación entre la anémona de mar y el pez payaso: la anémona con sus dardos venenosos protege al pez contra depredadores y el pez payaso protege a la anémona contra sus atacantes. También el liquen, modo de vida simbiótica entre una especie de hongos y una de algas, supone mutualismo.
Claro que en principio el concepto mutualismo no parece apropiado porque pareciera, a simple vista, que no hubiese, de un modo claro, beneficios para ambas familias de la película. Además, valorativamente, el concepto de mutualismo se vincula con lo saludable, con lo benigno, con la solidaridad, lo cual no sería lo destacable en la singular relación entre las familias protagónicas del filme.
Sin embargo, si bien la película carga negativamente la asociación entre las diferentes familias, es apreciable que cada una se beneficia de la otra en similares proporciones, a la cual se agrega la del matrimonio oculto (ex ama de llaves y su esposo escondido en el recóndito subsuelo).
La película, más que mostrar la lucha de clases como podría suponerse desde una mirada dogmática de cierto marxismo (¿marxismo?) refleja las diferencias descomunales entre ricos y pobres. Como se desprende de lo que señalé con anterioridad, la diferencia entre ricos y pobres atraviesa toda la historia de la humanidad, diferencia que, de fondo, expresa a su vez las relaciones de poder.
De todos modos, el filme se queda en esa oposición -ricos versus pobres- la cual es derivada, la cual es consecuencia de relaciones de poder desfavorables para los pueblos. Al circunscribirse a tal oposición deja de lado conflictivas más determinantes, sin que de ninguna manera esté yo desconociendo la magnitud indeseable que supone la injusta disparidad entre ricos y pobres.
La familia rica dispone de capacidad para construir, afirmar y ejercer poder, particularmente disponiendo de quienes, entre resignada y astutamente, procuran mejorar, mínimamente, su calidad de vida. La familia pobre, resignada a vivir en una bajinha -una habitación apenas abastecida ubicada a medias a nivel de la calle y a medias en el subsuelo- carece de base de condiciones sólidas y fértiles para la construcción de poder. Para revertir tales condiciones apela a la astucia, la picardía e incluso, la malicia, con la carga de prejuicio que supone aseverar tal cosa.
La familia rica vive en una mansión de una zona privilegiada ubicada en lo alto de una colina.
De tal manera, tenemos la correspondencia pobreza = lo bajo versus riqueza = lo alto.
Así, se representa en el espacio la diferencia entre pobreza y riqueza.
En las notables series británicas Arriba y abajo y Downton Abbey y en la excepcional película francesa clásica de Jean Renoir La regla del juego también se plantea la oposición “vivir en lo bajo = pobres o explotados versus vivir en lo alto = ricos y explotadores”.
Así como la existencia de lo alto se establece en función de lo bajo (y viceversa), la riqueza se define en contraste con la pobreza.
Desde ya, ese contraste se arrastra en los valores y el discurso, ya que la bajeza se asocia con lo repudiable y, también, con lo instintivo mientras que la altura expresa al ideal, la sublimación, lo simbólico en su nivel más elevado.
Desde el comienzo, el filme retrata magistralmente a la familia pobre en sus carencias – su precaria vivienda, sus escasos recursos, su vestimenta, su alimento – y destaca la dificultad para la comunicación telemática.
Carece de servicio para utilizar sus teléfonos celulares y, por ocurrencia del padre, la familia busca cómo valerse de la conexión de vecinos, lo cual anticiparía la idea de parasitosis, que como ya describí no será precisamente tal.
A través de artimañas, partiendo de una genuina propuesta para el hijo varón por vía de su amigo, ambas mujeres y ambos varones de la familia se emplean en la mansión de la familia de la burguesía media, comparativamente rica, pero lejos de la condición de magnates.
Este último punto es de destacar: desde la mirada de la pobreza, las posesiones indican fastuosidad y riqueza superlativa. En cambio, desde el punto de vista de los concentradores de poder y de riqueza, la mediana burguesía se ubica por debajo.
La producción propiamente dicha, excelsa, consistente en el trabajo de la cámara, la fotografía, la escenografía, la iluminación, el vestuario y demás componentes en toda la extensión del filme reflejan lo antedicho:
- Del lado de la pobreza no hay belleza ni luz, no hay escenarios atractivos ni vestimenta de diseño.
- Del lado de la riqueza hay luz en todo su espectro, desde la natural, la solar, hasta la artificial en una amplia gama. Los escenarios en la mansión se multiplican tanto en el interior de la vivienda, de dos plantas con múltiples ambientes, hasta en el parque y en el entorno exterior de calle vistosa y en pendiente, todo lo cual apunta a la estética, subrayada por tratarse el caserón de una obra realizada por un arquitecto de culto.
De tal manera, la mansión incluye varios espacios que permiten que en simultáneo se desplacen sus habitantes sin tomar contacto entre sí, lo cual es especialmente mostrado por el director.
Por otra parte, el amo rico trabaja en una empresa en donde se visualiza la avanzada tecnológica, para más en un país líder mundial en electrónica, computación y comunicación digital.
Así, vamos sumando oposiciones según un enfoque sistémico-relacional con sus respectivos nexos y equivalencias:
Pobreza = lo bajo = falta de luz = falta de conexión a distancia (cibernética) = monoambiente o escenario reducido a su mínima expresión = ausencia de estética incluyendo la vestimenta
Riqueza = lo alto = despliegue de luz = conectividad totalmente asegurada = espectro variados de ambientes y escenarios = exacerbación de la estética.
Todo lo señalado con respecto a la pobreza alcanza su mayor dramatismo con lo que está oculto en la mansión: el sótano al cual se accede prácticamente a través de un laberinto.
La referencia al mismo es que su construcción es para asegurar la preservación de los residentes en caso de conflicto bélico, particularmente ante la amenaza de bombardeos de Corea del Norte. Sin embargo, en el filme el sótano casi inaccesible cumplirá otra función no prevista: la de albergar al cuasi indigente y, a la postre, desequilibrado cónyuge de la ex ama de llaves; deviene en un refugio de desalojados que ni siquiera disponen de una bajinha.
A los contrastes y equivalencias enunciados se suman otros que se engarzan hasta conformar un todo articulado.
La familia pobre afronta a diario la molestia que se les hace insoportable de un borracho que les orina sobre la vereda conexa a su precario hábitat.
Hastiados de esa molestia, finalmente padre e hijo deciden atacarlo, expulsarlo, valiéndose de agua, de baldazos, lo cual alude a la oposición entre el alcohol – insalubre, desinhibidor y producción humana – y el agua – lo sano, lo mesurado y lo natural -. Simultáneamente esta situación manifiesta la sordidez de las disputas de pobres contra pobres, disputa que se repetirá de modo sumamente dramático y finalmente trágico entre la familia Kim y el matrimonio de la ex ama de llaves y su cónyuge.
Hacia las secuencias penúltimas, las previas al trágico desenlace, el agua, que inicialmente es amigable y servicial, se torna devastadora, destructiva a causa del anegamiento por tormentas y desborde del río.
La presencia pertinaz del borracho informa sobre el extendido consumo de bebidas alcohólicas y, también, sobre la asociación de la pobreza con la autodestrucción expresada tanto en la alteración del alcohólico, el mal que se hace a sí mismo, como en la pugna entre pobres, entre desahuciados.
El final mostrará que la perturbación que el ebrio le provoca cotidianamente a la familia carenciada es insignificante comparada con la dramática sobradamente destructiva del desenlace, desenlace en el que brota en modo catarata todo lo que venía incubándose.
La familia rica dispone de múltiples ambientes y, junto con ellos, de variados espacios para que cada miembro “haga su vida”: así el hijo, niño aún, que podría suponerse malcriado se vale de la escalera para sorprender, disfrazado de indio de América del Norte, de sioux, con su arco y flechas, atacando a desprevenidos, particularmente a la hija pobre cuando es contratada como una especie de institutriz, terapeuta de arte.
La hija, adolescente, alumna del hijo varón de la familia carenciada, llevada por sus impulsos, acomete sobre éste, sin quedar claro cuánto hay de tentación libidinal, cuánto de intención para hacerse de un trofeo y cuánto de rebeldía morigerada contra el agobiante y aburrido orden hogareño.
La madre, como ama de casa privilegiada, se ocupa a su manera de dirigir y ordenar, de contratar los servicios domésticos de toda índole, desde lo que hace al mantenimiento de la casa hasta la educación de su hija e hijo.
Se acompaña de un perro de raza de color blanco, probablemente un bichón frisé, el cual subraya la estética, la luz, la domesticidad y, por supuesto, la capacidad económica. Curiosamente, el perro, siendo animal, no es percibido por la familia rica como portador de mal olor, dato que ya se verá tiene significación. Digamos, en principio, que el perro, para la familia rica, está más cerca de lo humano que los miembros de la familia pobre.
Tanto la madre como el padre, muy notoriamente la primera, muestran ingenuidad; más conceptualmente, incurren en renegación o desmentida, psicoanalíticamente hablando (v.g., Freud). La renegación consiste en negar lo que está a la vista, lo que es perceptible.
Ese comportamiento también es antitético con respecto al propio de los integrantes de la familia pobre quienes revelan mayor criterio de realidad y, por lo tanto, una adecuación de la percepción a lo real. Nada se les pasa.
Esa renegación de los Park, la familia rica y, sobre todo, de la señora Park, será basamento de las decisiones equívocas que toman, al punto de no advertir los lazos que unen a los miembros de la pobre: contratan a cada integrante de ésta sobre la base de la información falsa, sobre la base de la manipulación de los miembros de la familia pobre, los Kim.
Esto induce a suponer que la familia pobre parasita. Sin embargo, la familia rica, apoyada paradójicamente en la renegación, se sirve incluso desmedidamente, de lo que les proveen los pobres.
En ese servirse, la familia rica decide tomarse unas breves vacaciones para acampar a orillas del río con el fin de satisfacer el deseo del hijo imitador de los indios de América del Norte en su versión clisé, estereotipada.
Esa circunstancia lleva a que la familia pobre usurpe la casa con el fin de tomarse sus propias vacaciones, dándose por unos días su “dolce vita” (recordando a Fellini).
Es elocuente, movilizante, la secuencia en la cual comparten una comida los cuatro miembros de la familia pobre. Esa secuencia tiene similitud con el tramo final, aunque extenso, de la magnífica película de Luis Buñuel, Viridiana, una de las mayores obras cinematográficas del planeta y de todos los tiempos, basada en la novela Halma de Benito Pérez Galdós. En Viridiana los personajes en situación de calle, hospedados por la protagonista (Viridiana, justamente) se apropian de la casona y gozan de una mesa opulenta, fastuosa, con un despliegue inmensurable de manjares y bebidas.
Es decir, tanto Bong Joon-Ho como Buñuel parecen indicarnos que un sueño de los pobres de toda pobreza es la mesa suculentamente servida, propia de las cortes con algún Luis francés, un Tudor o un Carlos V en la cabecera.
La mesa de Buñuel es más propia justamente de la era feudal; la de la película Parasite más característica de la contemporaneidad capitalista. Sin embargo, sobrevolando -y determinando – las formaciones socioeconómicas, el sueño del pobre o del indigente tiene la misma raíz y la misma configuración: manjares y néctares son los recursos mágicos que materializan el anhelo de sentirse poderosos, libres y ricos por un rato; es el sueño como realización de deseo (Freud dixit).
La secuencia desembocará en un final abrupto, desesperante, dado por el llamado telefónico de la dueña de casa avisando el inmediato regreso al hogar, ya que el desborde del río frustró el campamento recreativo.
Desbordes que metaforizan desbordes: el del río a la comilona de los usurpadores, la comilona de éstos al del río, tanto más cuanto, fugándose, padre, hija e hijo vuelven a su subsuelo luego de atravesar más que penosamente las calles anegadas, las torrentadas, a causa de lo cual acaban hospedados en un gimnasio con infinidad de congéneres víctimas de la misma devastación, lo cual los llevará nuevamente a fingir a partir de ser llamados por los Park, quienes nuevamente apelan inconscientemente a la renegación.
A lo largo del filme, otra oposición va madurando y se ordena en torno al olor.
Para madre y padre de la familia rica, los pobres “huelen mal”.
Se puede suponer que el olor a pobre se debe a las condiciones en las que viven o, quizá, a la falta de higiene sistemática. No importa esto mucho.
Lo que sí vale es que emerge otro contraste y las equivalencias que se derivan.
El olor remite a lo animal mientras la ausencia del mismo o su sustitución por la cosmética a lo humano.
De tal manera a las oposiciones y equivalencias ya enunciadas se suma ahora:
Pobreza = lo animal versus riqueza = lo humano.
Tenemos acá la fórmula sarmientista que ubica a la civilización del lado de lo “culto y refinado”, del lado de la Europa blanca, y a la barbarie del lado de Facundo, del gaucho, de los caudillos y de la naturaleza. Facundo es el Tigre (animal y natural), de los Llanos (también naturaleza) en relación simbiótica con Moro, su caballo (animal y natural).
La película lleva aún más allá ese antagonismo:
Los civilizados se diferencian de los salvajes, los blancos de Hollywood, a los que el coreano mediano burgués aspira, se distinguen taxativamente del indio originario de América del Norte, el salvaje. Reitero, civilización versus barbarie.
De tal manera, articuladamente expresado ahora en un intento totalizador, tenemos las siguientes equivalencias y oposición que el filme pone de manifiesto:
Pobreza = lo bajo (semisótano / sótano) = falta de luz = falta de conexión a distancia (cibernética) = monoambiente o escenario reducido a su mínima expresión = ausencia de estética incluyendo la vestimenta = mal olor = lo animal = naturaleza = barbarie
VERSUS
Riqueza = lo alto = despliegue de luz = conectividad totalmente asegurada = espectro de variados de ambientes y escenarios = exacerbación de la estética = higiene personal y ambiental = lo humano = cultura = civilización.
En el final de la película, superponiendo la fantasía con la apariencia de lo real, lo cual se termina develando, el hijo sueña su aspiración a la resolución futura personal, completamente alejado de toda gesta colectiva, de toda acción política.
Al mismo, tiempo, como creencia funcional a la injusticia de que lo social no registra transformación ninguna y es siempre igual a sí mismo con el paso del tiempo, el padre de la familia pobre, prófugo, termina sustituyendo en el sótano de la casona al cónyuge del exama de llaves, fallecida.
Ese final plantea varios interrogantes:
Al centrar el filme en la oposición “ricos versus pobres”, ¿toda posibilidad de superación del pobre está dada por encontrar el cómo tornarse rico?
¿Queda claro que a la oposición “ricos versus pobres” le subyace la hegeliana “amo versus esclavo” la cual nos pone en el umbral de las relaciones de poder?
La película cierra con ese final, ¿para dejar en claro que sólo ilusoriamente el pobre puede volverse rico o, por lo contrario, para incitar a la esperanza de que por vía del difundido “sueño yanqui”, del “modo de vida yanqui”, de la creencia del supremacista blanco yanqui en “el hombre que se hace solo” se puede llegar a la riqueza?
Lo cierto es que en la película nada indica que la expectativa pase por un Proyecto político, por una organización y acción política colectiva que reemplace una configuración cultural, social, política y económica por otra que conduzca a la plena realización de los trabajadores y, por ende, de los pobres.
No quiero decir que un filme tenga que ser necesariamente épico ni convocar a una epopeya revolucionaria ni siquiera a proponer una transformación de un estado de cosas. Simplemente señalo que esta producción surcoreana es descriptiva, sólo refleja lo existente sin que quede claro que lo cuestione aún cuando tal descripción es claramente dramática y nos remite a la tragedia.
Quizá pueda suponerse lo contrario a lo antedicho: que tal descripción, por su densidad y tensión dramática, nos diga que conservar los estados de cosas conduce irremediablemente a la tragedia.
De tal manera, la película nos deja un sinnúmero de interrogantes, de los cuales sólo expuse algunos.
Que concluya con todos esos interrogantes, que maduran a lo largo del filme, es un mérito encomiable, un mérito que justifica ver y apreciar esta realización surcoreana.
Aplicando el MV
Si bien en todo este artículo adopté como marco referencial mi creación, el Método Vincular, en este capítulo puntualizo específicamente su aplicación.
Como ya señalé, todo el filme se circunscribe casi únicamente a la Primarización, en lo referente a las relaciones intersujetivas e intersubjetivas.
Todo transcurre en el marco de configuraciones endogámicas: no simplemente porque se trate de familias, sino por el perfil y tipo de vínculos que se da en las mismas y entre las mismas.
En tales configuraciones endogámicas, lo predominante es la identificación o, dicho de otro modo, la indiferenciación en las interacciones con los otros y con lo Otro, la asimilación de lo objetivamente novedoso a lo ya conocido, la transgeneracionalidad (repetición generación tras generación del mismo patrón de comportamiento), la irresoluble divisoria amigo vs. enemigo que cimenta el desenlace fatal, entre otros rasgos de la Primarización que pueden conocerse por medio de las publicaciones de mi autoría al principio citadas.
A la vez, en lo referente al vínculo con lo social en general, los Signos sistémica y relacionalmente interactuantes y articulados, según el MV, los dos grupos tienden al predominio de la dimensión Significado (en contraste con la dimensión Significante) lo cual implica la aceptación de lo instituido. Ninguna de las familias se propone la transformación de lo existente, sea para alcanzar la justicia en todos los órdenes, sea para modificar las condiciones de vida de raíz (especialmente para los Kim), sea para fundar o para crear o expandir dominio. Se impone el conformismo.
Producen, pero dentro de las pautas vigentes; no hay innovación ni invención. Se representan al mundo, y su mundo, tal como creen que es, sin cuestionarlo.
En el caso de los Kim ese mundo está dado por la estrechez, la frustración, la violencia cotidiana tanto humana como de la naturaleza, la sordidez. Como tal “naturalizan” a ese mundo.
En el caso de los Park el mundo es ordenado y responde a una lógica de la racionalidad elemental, al punto de que incurren en renegación: no advierten lo auténticamente real aún cuando está dentro de su percepción (por ejemplo, no descubren sino confusamente y cuando ya es tarde, los vínculos entre los Kim ni la presencia del habitante del sótano, Geun Sae, esposo del ex ama de llaves, al punto de que lo consideran un fantasma que en alguna ocasión su pequeño hijo Dang Song alguna vez vio en el acceso a ese bunker, en la planta baja).
El fantasma, operaciones metafórica y metonímica mediante, es representante de la renegación.
Dentro de ese posicionamiento, los Park y los Kim se ubican, comparativamente, en los polos opuestos del antagonismo propio de la Primarización: Mandato versus Placer.
Los Park se ubican en el polo Mandato y, por lo tanto, responden al Posicionamiento Vincular Doméstico y los Kim en el polo Placer correspondiente al Posicionamiento Vincular Mágico.
Resumidamente, ya que un análisis en profundidad de estos Posicionamientos supondría una extensión desmesurada para este artículo de aproximación, digamos que los Park (PV Doméstico) se comportan como si la sociedad fuese la prolongación de su propio hogar al que consideran “perfecto”, el afuera es visto como peligroso (el río que se desborda impidiéndoles consumar su salida recreativa) y “maloliente” (los Kim) y se destaca la figura de la matriarca, la señora Park.
Los Kim representan el polo Placer, propendiendo a valerse de lo mágico para mejorar sus condiciones, lo cual está simbolizado por el regalo que el hijo recibe de su amigo, la piedra milagrosa cuyo valor real esta familia no llega a estimar.
Se conducen como si hubieran quedado estancados en la infancia, en la puerilidad y, de hecho, son hijo e hija quienes lideran. La secuencia de la comida cuando usurpan la mansión simboliza la tendencia al Placer sin límites, a la satisfacción plena y sin demoras, finalmente ilusoria, finalmente sustentada en el pensamiento mágico por el cual lo agradable en grado superlativo puede darse si se tiene a mano, imaginariamente expresado, un hada con su varita mágica. También el ensueño del joven Kim en el final expresa elocuentemente tal tributo al pensamiento mágico, a la fantasía.
Concluyendo, según el Método Vincular el drama transcurre dentro del cuadrante conformado por la intersección de Primarización y Dimensión Significado, ubicándose los Park (familia rica) en el Posicionamiento Vincular Doméstico que alberga al Polo Mandato y los Kim en el Posicionamiento Vincular Mágico el cual se apoya en el Polo Placer.
A manera de recomendación para nuestro país
Sería muy promisorio para nuestro país que su gobierno y estado así como los productores de la industria del cine, impulsen proyectos para asociarse con Corea del Sur, otros países asiáticos y, por supuesto, latinoamericanos, para encarar producciones de cine y televisión conjuntas.
Sería una contribución de cierta magnitud para el desarrollo de nuestro país y un freno eficaz para tanta penetración cultural y la tan apabullante tiranía yanqui.
Rubén Rojas Breu
Setiembre 15 de 2020
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