viernes, 2 de octubre de 2020

REVELACIONES Y DEVELACIONES DE ESTE PROTAGONISTA NO FAMOSO DE LA POLÍTICA ARGENTINA

 

 

Rubén Rojas Breu

REVELANDO Y DEVELANDO

POR ESTE PROTAGONISTA CONSECUENTE DE LA POLÍTICA Y DE LA CIENCIA ARGENTINA

-    PROTAGONISTA NO FAMOSO, NO MEDIÁTICO, NO PATROCINADO, NO OPORTUNISTA, NO OBSECUENTE -

 

Primera parte

Asumo que el título de esta publicación es muy extenso, sobrecargado, excesivamente autorreferencial, quizá causante de hastío al punto de que quien pueda llegar a interesarse pierda las ganas antes de empezar con la lectura.

Puede pensarse que es un título propio de un pedante, un creído, un fanfarrón o un delirante.

Es un título en donde afirmo de mí un rol que pueda suponerse exagerado –“protagonista”- y en el que me atribuyo una virtud –“consecuente”- que para la lectora o el lector (improbable lectora o lector) parecerá jactancioso.

Cualquiera tiene derecho, con razón, a exclamar, de viva voz “¿qué se cree éste? ¿qué es eso de decir de sí mismo lo que deberían ser los otros quienes lo digan?”. Tiempo atrás se decía de alguien que se alababa que no debería haber tenido abuela. Tuve abuelas, incluso una de ellas contribuyó a mi crianza en su hogar humilde, atenazado siempre por la pobreza.

Pero, claro, justamente tuve abuelas pobres. Provengo de familia de origen pobre, así que no tengo pertenencia de casta.

No tengo pertenencia de casta de ninguna índole: no fui heredero de nada material, no soy descendiente de familias de fortuna, no tengo linaje, no soy hijo ni nieto de académicos ni tampoco de gobernantes ni dirigentes notorios, no soy portador de apellido.

Mi doble apellido, combinación del paterno y del materno, fue decidido por mi madre: temía que, por ser de familia pobre, un único apellido, muy común, “Rojas”, diera lugar a que llegado a mi juventud o adultez causara confusiones y terminara yo pagando por culpas de algún homónimo. Mi madre conocía y padecía el barro. Para ella, para mi padre, para mi familia y, por lo tanto, para mí y para mi hermano (ya de niños), entre nuestros vecinos, se contaban algunos “malvivientes” o delincuentes.

A los 19 años, cuando me procesaron y encanaron comprobé que razón no le faltaba a mi vieja. En la cárcel había un preso común llamado Rubén Horacio Rojas (Horacio es mi segundo nombre).

Tan es así, que varias y varios notorias y notorios, incluso parejas, amigas y amigos, a lo largo de mi vida adulta manifestaron y manifiestan su asombro acerca de cómo hice para alcanzar la posición a la que llegué con un origen de tanta carencia. No hay misterio, no hay enigma, no hubo ningún genio de ninguna lámpara que me haya dado el gusto ni hada que me tocara con su varita mágica.

El afecto de mi familia, de amigos y de parejas en distintos momentos de mi vida, la invalorable educación pública y la militancia política obraron “el milagro”. Más tarde, la llegada de mis hijas se tornó un aliciente inestimable, inmensurable.

En estos tiempos en que se discute, mal o insuficientemente, en torno al barbarismo “meritocracia”, puedo fundadamente descalificar a cada una de las posiciones que participan de la infecunda polémica.

Por un lado, no soy la resultante de mis propios méritos únicamente: si no me hubiera criado en el seno de mi grupo familiar, en barrios humildes, en la educación pública y en la militancia (desde temprana edad) no hubiera llegado a donde llegué. Por otro lado, si no hubiera puesto de mi parte empeño, compromiso, vocación y temeridad, tampoco hubiera alcanzado la respetabilidad que percibo ni la capacidad para producir y protagonizar.

Si me basara (es lo último que haría) en Ortega y Gasset podría decir que se trata de una lograda articulación entre “yo y mis circunstancias”, pero prefiero afirmar que mi lugar es resultado de la interacción entre mis potencialidades, ideas y conductas con las de los entornos simultáneos y sucesivos con los que estuve y estoy vinculado. En el seno de lo social, desde su nivel micro más micro hasta el macro más macro, uno se forja, personalizándose y socializándose a la vez. Nadie se hace solo, como pretende la burda fantasía yanqui, ni tampoco uno es una porción de plastilina que los otros moldean, como podría suponerse desde el conductismo (también yanqui) o la reflexología elemental.

Los gerundios del título, de acuerdo al diccionario de la Real Academia Española, significan:

Revelando: “descubriendo o manifestando lo ignorado o secreto”

Develando: “descubriendo o levantando el velo”.

De tal manera, me propongo en este artículo “descubrir o poner de manifiesto información y datos ignorados o secretos” y al mismo tiempo “levantar el velo” que cubre los ojos de argentinas y argentinos que quieran hacerlo a través de la lectura de este documento.

Me propongo este desafío “de los gerundios” porque quiero aportar lucidez, conocimiento, perspectiva que sirvan, en algo, para comprender por qué la Argentina cayó en una decadencia que parece no tener término. Lo que viví y vivo, si logro exponerlo, conceptualizarlo y transmitirlo con claridad, guarda claves para responder a ese lacerante por qué.

También en el título me identifico como “protagonista” de la política y de la ciencia argentinas.

No fue hace mucho, cuando súbitamente, en un rapto de intuición, uní datos sobre mí que me hicieron notar lo de “protagonista”:

En política porque desde el último grado de mi escuela primaria comencé mi militancia y ya de adolescente ocupé sucesivamente posiciones como dirigente. Milité, dirigí, influí e influyo desde mi adolescencia hasta hoy.

En ciencia, específicamente en Ciencias de lo Humano, porque soy el creador de una ciencia a la que llamo por ahora Método Vincular la cual tiene por objeto la interacción social en todos los ámbitos de la vida humana. Es una ciencia porque reúne todos los requisitos epistemológicos para así reconocerla, incluyendo no sólo su complejidad conceptual sino su aptitud para verificar sus cuerpos teóricos en la praxis. Además, en paralelo, desarrollé teoría, sobre todo en sociología, psicología social y política, que concurre al mismo objeto del Método Vincular.

Organizaciones de todo tipo, grupos, personas, publicaciones, todas y todos dentro de un amplio espectro, pueden dar fe de ése, mi protagonismo.

Ya en lo descrito, la lectora y el lector, aguda y agudo, habrán encontrado revelaciones y develaciones.

Lo de mi protagonismo, en política y ciencia, se destaca en ese marco. Y tengo que proclamarlo yo, con la absoluta seguridad de que nadie que me conozca podría desmentirme sin dejar al descubierto intenciones aviesas.

A la vez, que tenga que tenga que enunciar yo mismo mi protagonismo es un dato de lo mal que estamos: por eso los “noes” del título.

Más allá de que en el mundo en general podría decirse que ocurre esto, en nuestro país alcanza proporciones descomunales y consecuencias socialmente insalubres la asociación del protagonismo con la fama y con la exposición en medios de todo tipo y de todo el espectro ideológico. Además, quienes son así reconocidos como protagonistas a menudo están patrocinados, son oportunistas, practican el transfuguismo y derrochan obsecuencia.

La mayoría, quizá la totalidad, de quienes gobiernan , de quienes dirigen  de quienes ocupan posiciones de poder en las grandes corporaciones de todo pelaje, está por debajo de lo deseable en capacidad y autonomía para cubrir esas posiciones.

Ésa es una de las causas más determinantes de la decadencia y de la frustración y malestar social acarreadas por la misma, del sometimiento a los concentradores de poder locales y extranjeros, de la imposibilidad de la realización colectiva como continente necesario y básico para la realización de personas y grupos.  

Sistemáticamente, persistentemente, esos ocupantes – miembros de castas, de cenáculos, de roscas perennes, de sectas o de grupos mafiosos – cierran el paso, censuran, persiguen, reprimen, encarcelan (y hasta eliminan de una manera u otra) a quienes demostramos conocimiento, creatividad, compromiso, vocación y, sobre todo, afecto genuino por la causa de la nación, del pueblo, de los trabajadores, de la integración latinoamericana y de la solidaridad con los países y pueblos oprimidos.

No me calificaría a mí mismo de “consecuente” en el título si no hubiera numerosos testigos e infinidad de testimonios a los que se puede recurrir para confirmar que tal calificativo me cabe. También se puede constatar fácilmente, sobre todo en esta era de la cibernética, de la informática, de internet.

Justamente apelo a ese calificativo porque tiene mucho de rareza, de bien escasísimo. Empecé a trabajar y a militar cuando aún no había concluido la escuela primaria: ergo, tengo más de sesenta y tres años de laburante y de compromiso político. Son muchos los años y muy pocas las personas, empezando por las más conocidas y famosas, de las que se puede afirmar que han sido y son consecuentes.

Por el contrario, son muchísimas y muchísimos a quienes sí les caben motes tales como “oportunistas”, “conversos”, “navegantes a favor de vientos y corrientes”, “acomodaticios”, “trepadores”. No esperen que dé nombres, no escribo estas notas para malquistarme con nadie ni mucho menos para ser injustamente acusado de difamar ni, menos que menos, para caer en chimentos.

Desgarrado porque siento que mi patria y mi pueblo sufren la decadencia, desde 1955 y, muy especialmente desde 1976, decadencia que acarreó desde el terrorismo de estado y un plan de exterminio, un genocidio, hasta pobreza, atraso, pérdida de toda esperanza de futuro cierto, escribo estas líneas casi como un intento desesperado por llamar la atención de personas que, de verdad, amen a la Argentina, a América Latina, a nuestro pueblo y otros pueblos oprimidos (y son tantos…), a trabajadoras y trabajadores, a niñas y niños que merecen un destino promisorio, de realización.

Que, en mi país, entre otras calamidades, más de la mitad de las niñas y de los niños vivan en la pobreza o en la miseria, pasen hambre y se enfermen fácilmente, es para mí insoportable, es como un lento pero insistente derramamiento de sangre en las vísceras, aunque no se aprecien heridas en la piel visible.

Si no tuviera la conciencia que tengo y la enorme experiencia que atesoro acerca de cómo funciona el entramado social injusto y la política en nuestro país, estaría atónito preguntándome “¿cómo puede suceder esto en un país con tanto potencial en el cual desde 1946 a 1955 gobernó el peronismo, el movimiento popular más trascendente de América Latina con la conducción de Perón, el mayor estadista y estratega de nuestra patria desde la gesta que nos liberó de la monarquía española? ¿cómo puede acontecer esto en un país que tiene una tradición de lucha política desde fines del siglo XIX, con una clase obrera proverbial, equiparable a la de muy pocos países en el mundo, como algunos de América Latina más Francia, España, Italia, Grecia, Rusia, Vietnam, China, Argelia, etc.?”.

¿Cómo puede ser que estemos estancados desde hace décadas en una trama estéril en la que se conjugan las mismas problemáticas, tales como deuda externa injuriosa, inflación, atraso, injusticia, desigualdad, pobreza?

Porque se repite hasta el hartazgo por parte de gobernantes, funcionarios, periodistas y expertos, de uno y de otro lado según su turno: “hay que mirar la película, no quedarse en la foto”. Bueno, lamento, pero la Argentina desde hace décadas es una foto, una foto, una imagen congelada, que aumenta de tamaño a la manera en que se puede expandir una diapositiva en la computadora para adaptarla a la dimensión de la pantalla que se utilice.

Abuso de los “noes” (de los “NO” en el título); abuso y tal abuso obviamente es intencional, es la iteración que procura la fuerza retórica no para impactar sino para convocar, para dejar en claro, para afirmar clara y categóricamente.

Hace unos años, cuando como integrante de la AGD-UBA lideraba, con otras y otros compañeras y compañeros, el movimiento para oponernos a las cesantías de docentes que la gestión de la UBA, contrariando abiertamente la ley, dictaminaba despóticamente, en un acto exitoso, multitudinario en el auditorio de la facultad de Ciencias Sociales, tuve a mi cargo una exposición que preparé con la dedicación, rigurosidad y despliegue conceptual que me caracterizan (perdón, pero sería inmodestia no señalar que también tengo esas virtudes, constatables).

Al término del acto un joven periodista del diario “progresista” líder de nuestro país se me acercó para pedirme una copia de mi exposición.

Como no soy famoso, y tantas veces fui objeto de forreo, de plagio y de censura por parte de los medios de comunicación masiva, le puse una condición: que, si se iba a valer de mi exposición, me citara o de lo contrario consideraría que estaría plagiando y estaría siendo deshonesto.

Se comprometió a hacerlo y cumplió, apenas. En su nota me citó, una sola vez, mientras que a otros expositores los mencionó repetidamente. Y eso que armó casi toda la nota sobre la base de mi exposición.

Nunca tuve algún tipo de vínculo mínimamente logrado o satisfactorio con los medios de comunicación masiva. Por otro lado, muy poca relación exitosa con medios especializados o académicos, pese a mi trayectoria como docente universitario de grado y de posgrado, a mi sobrada experiencia como investigador social, a mi condición de creador de todo un campo científico y a mi extenso recorrido en política.

Una característica de la mediocridad imperante es la de darle tanto valor, la de atribuirle tanta influencia a los medios de comunicación masiva, especialmente a los dominantes o los llamados "hegemónicos". No exageren, no es para tanto. Es mucho más determinante y condicionante la acción, a menudo subliminal, de las grandes corporaciones, de las élites y castas así como la inacción o la genuflexión de gobernantes, de supuestos líderes y de referentes e intelectuales.

No practicar la obsecuencia, no contar con patrocinio de alguna corporación o embajada, no cultivar sumisa y rastreramente relaciones con dueños y jerarcas de medios de comunicación masiva, además de la no pertenencia de casta o la portación de apellido, se paga con censura, ninguneo y diversos modos de maltrato. Si al mismo tiempo, uno muestra dignidad y vocación, mayor es el castigo.

Advierto al pasar que me tomo la licencia de escribir estas revelaciones y develaciones al estilo de la asociación libre, sin atarme a un orden ni a un rigor limitativo, restrictivo, ni tampoco a imperativos que coartan la creatividad y una exposición franca y abierta que predisponga al debate.

A pedido de periodistas célebres de un medio líder, cuando en nuestro país, concluida la dictadura genocida, comenzaba su gestión el primer gobierno civil, escribí una columna que tenía por objeto advertir sobre los riesgos y efectos indeseables de las encuestas, sobre esa especia de anomalía a la que denomino “encuestismo”, el cual conduce a la degradación de la política y a la sustitución de las organizaciones políticas cuya sustentación debería ser el pueblo (tal como conceptualizo “pueblo”) por la masa – “apolítica” y amorfa – dando lugar así al predominio de la manipulación.

Las encuestas, tal como se las impulsa y difunde, devinieron instrumentos de la manipulación y un obstáculo mayor para la conducción, organización, cultura y estrategia políticas. Las encuestas “despolitizan”, inhiben la responsabilidad y barren con el compromiso político. Las encuestas licúan al punto de que dan igual valor a la opinión de quien se asume políticamente que a la del indiferente.

Luego de escribir y reescribir el borrador de la columna hasta que los periodistas solicitantes dieron su visto bueno, el número uno del periódico rechazó la publicación. El motivo manifiesto del rechazo es que tal medio de ¿comunicación? contaba con una consultora cautiva; el motivo latente es que mi columna denunciaba de hecho la manipulación que para tal medio era y es una razón principalísima de su existencia.

Años después un periodista de ese mismo diario me pide una crítica especializada de la campaña publicitaria que en 1991 el gobierno y su ministerio de economía a cargo de Cavallo ponen en el aire. En esa crítica, pronosticaba también que la convertibilidad iba a tener un calamitoso final.

El mismo número uno del diario rebota mi artículo, rigurosamente elaborado. El periodista, abrumado, lastimado, me informa de tal rechazo y me cuenta que el máximo jerarca del medio negoció con el gobierno no publicar mi columna a cambio de que levantaran la lamentable y patética campaña. Así fue.

Cuando organizaba el Congreso de Psicología de 1995, como presidente del mismo, los colegas que colaboraban conmigo me instan a que escriba una nota para el diario “progresista” sobre algo que les había interesado y entusiasmado: las determinaciones psicológicas de los comportamientos económicos, ángulo original por cierto (lo habitual y reiterado es el enfoque opuesto, los efectos psicológicos de las políticas económicas).

No hubo publicación de mi artículo. En su lugar, el diario publicó una nota sobre las consecuencias de la política económica en la salud mental, justamente el enfoque trillado, aún cuando es de interés por supuesto.

Mis colegas, quienes me acompañaban en la preparación del Congreso, toda una institución entonces de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, se indignaron por la no publicación e hicieron conocer su enojo.

Una noche de sábado recibo, sorprendido y desconcertado, el llamado de la autora del artículo con el que se había reemplazado al mío, acusándome poco más o menos de calumniarla. Juro que recibí tal sanción sin comerla ni beberla, ya que yo no había manifestado malestar ninguno por la censura de mi nota; por el contrario, me había resignado y seguía abocado a la preparación del Congreso. Sorprendería a muchas y muchos enterarse de quién se trata esta colega que tan injustificadamente me hizo responsable de algo que no hice cuando, además, mi nota, arbitrariamente y pese al compromiso del medio, había sido descaradamente censurada.

Podría sumar ejemplos de censura, pero no haría más que abrumar a la lectora y al lector, si alguien lee estas páginas y llegó hasta aquí. Agrego únicamente que el suplemento cultural del diario aristocrático rechazó en 2002 publicar una gacetilla sobre mi libro, Método Vincular. El valor de la estrategia, un libro que expone ciencia, por considerarlo sin mérito para la excelsa calidad de dicho suplemento desmedidamente culterano y de casta.

Desde que comencé con mis desarrollos, especialmente el Método Vincular, mi creación más conocida, sufrí plagio reiteradamente. Una de las primeras ocasiones en las que perversamente se me plagió por parte de figuras muy conocidas, tanto del ámbito académico como del mediático, presenté mi queja a la organización patrocinante del evento en el que se cometió tal suerte de ilícito. A manera de compensación, tal organización, por cierto conocida sobre todo en grandes empresas, publicó en su revista un artículo mío en el cual dejaba en claro mi autoría del Método Vincular.

Casi cotidianamente encuentro en medios y publicaciones diversas, con firmas notorias, calcos de textos de mi autoría. Mi paciencia es infinita y mi carencia de linaje facilita esas incalificables acciones.

No estoy escribiendo estas revelaciones y develaciones ni para hacer catarsis ni para buscar reconocimiento.

Mi propósito es poner de manifiesto, valiéndome de mi propia biografía, cuáles son los dispositivos ya estereotipados, anquilosados, que inhiben la justicia, el desarrollo y la realización de nuestro país, de nuestro pueblo y de los trabajadores, entre los cuales me incluyo desde siempre.

Me sigue sorprendiendo, y para nada gratamente, que se enaltezca y hasta se divinice el gobierno de Illia.

Por un lado, mi disconformidad al respecto se debe a que tal gobierno me procesó y encarceló por mi militancia política estudiantil. Además, me dejó preso en manos de la dictadura cívico militar que lo sucedió, a partir del golpe que lo depuso, con todo lo que eso significa, con todo lo que significa estar preso bajo una dictadura. Por cierto, que se miente mucho sobre ese gobierno, por ejemplo, al afirmar que bajo su gestión no hubo presos políticos. Sí, los había, éramos muchos a lo largo y ancho del país. También hubo heridos y muertos por la represión durante ese gobierno radical.

Tanto en mi militancia, en mi condición de dirigente estudiantil como en la cárcel compartí, y mucho, con muchas y muchos que alcanzaron y/o tienen gran notoriedad pública. Por ejemplo, en prisión nos conocimos con Héctor Villalón, quien entonces era el delegado personal de Perón y con quien generamos un vínculo estrecho sustentado en extensas charlas y también experiencias propias de la vida en la cárcel.

Por otro lado, el de Illia fue un gobierno francamente antipopular, salvo que se valoricen desmedidamente algunas políticas compensatorias. Fue un gobierno que estuvo a punto de enviar tropas para apoyar la invasión de los marines yanquis a Santo Domingo con el fin de deponer el gobierno popular y nacional del coronel Caamaño, constitucionalmente electo.

El movimiento estudiantil, del cual formaba yo parte por supuesto, movilizándose intensamente, fue protagónico para impedir que el gobierno de Illia consumara tamaña intervención en un país hermano, como esbirro del imperialismo yanqui. De esto no se habla, estoy revelando y develando. Fue el gobierno que impidió el primer retorno de Perón. Fue el gobierno que llegó a esa posición con la proscripción del peronismo y de la izquierda y con sólo el 23% de los votos, proscripción que mantuvo durante sus tres años de pálido mandato.

No traigo a colación esto ni por resentimiento ni para avivar antagonismos estériles, sino para contribuir a la verdad histórica, para desmitificar, para que, al menos quienes lean esto, intenten ahondar, desenmascarando, para aclarar acerca de determinantes que nos llevaron a esta decadencia.Ese radicalismo, cuya figura prominente entonces era Illia, Línea Córdoba, era abiertamente antiperonista y anti-izquierda. 

Revelo acá que el jefe del partido, Ricardo Balbín, estaba en contra de Illia y que, por cierto, intrigaba y cómo. La historia oficializada atribuye casi únicamente a los sindicalistas venales la complicidad civil en el golpe de 1966 contra Illia (yo estaba en cana a la espera de ser fusilado por los milicos) cuando en su propio partido se conspiraba.

Piénsese que mientras ese gobierno se conducía de ese modo, se seguía reprimiendo al peronismo y a la izquierda, se difamaba a Perón, al Movimiento Peronista y a la izquierda, se hacía caso omiso por parte de dirigencias y factores de poder locales de los atropellos del imperialismo, incluyendo los ataques a Cuba y la invasión a Vietnam. 

Si me refiero a ese pasado no es porque sangre por ninguna herida (salvo las infligidas a mi nación y a mi pueblo) ni porque quiera alimentar el resentimiento o antagonismos estériles y destructivos. Lo hago para que se entienda mejor nuestro presente: por ejemplo, si se sabe sobre ese comportamiento del radicalismo de los 60 y, particularmente, la llamada Línea Córdoba, se entiende desde cuándo viene es esa facción partidocrática el odio a lo popular, al peronismo y, por lo tanto, se toma nota desde cuándo germina lo que terminó siendo la alianza execrable entre la UCR y la membresía despótica Pro.

Justamente yo caí preso yendo a un acto en Ciencias Exactas de la UBA, ubicada entonces en la Manzana de las Luces, para repudiar la invasión yanqui contra el heroico pueblo vietnamita y, también, para frenar los intentos golpistas contra el gobierno presidido por Illia. Cada vez que leo o rememoro las declaraciones de Alfonsín de la víspera de mi detención me invaden al mismo tiempo la irritación y el impulso a reír: “la democracia vino a quedarse para siempre” manifestó entonces quien luego sería el primer presidente civil luego de la retirada del gobierno militar terrorista de estado. Apenas meses después de esa aseveración, de quien sería el fundador de Renovación y Cambio dentro de la UCR, se produjo el golpe cívico militar que colocó al milico Onganía en el gobierno.

Yo no pude confiar nunca en alguien que se equivocó tanto en un pronóstico, más allá de las diferencias ideológicas y políticas.

Pese a eso, cuando Alfonsín inició su gobierno llevé a cabo contratado por su gobierno, recomendación mediante por parte de un reputado sociólogo fallecido, una investigación de opinión. La llevé a cabo con el mayor compromiso, profesionalidad y objetividad.

 Por medio de esa investigación el gobierno de Alfonsín -y él mismo- se enteraron de claves que desconocían por completo y también contaron con criterios y pautas para elaborar o reenfocar su estrategia y tácticas.

Este sociólogo que me había recomendado, luego de escuchar mi presentación consistente en análisis, conclusiones y recomendaciones, resolvió trasladarle él todo ese material al entonces presidente, argumentando con cierta desazón: “Raúl no está en condiciones de entenderte, voy a tener que traducirle yo”.

Días después sí hice la misma presentación ante un dirigente de extrema confianza de “Raúl”, dirigente que apoya incondicionalmente al actual oficialismo, muy mediático, por cierto. También es testigo, entre otros, de esto que acabo de relatar un famoso consultor, el cual, entonces, era alto funcionario del gobierno alfonsinista.

Tiempo después comenzaría a trabajar como investigador y consultor de extrema confianza de Antonio Cafiero.

Comencé a hacerlo con vistas a su intención de presentarse como candidato a gobernador de la Provincia de Buenos Aires. El equipo de campaña, coordinado por su hija Ani, luego de conocerme por recomendaciones, decidió la contratación.

Salvo Ani y algunas integrantes de ese equipo de campaña nadie en el entorno de Antonio tenía expectativas sobre su candidatura, pronosticaban su derrota.

El equipo de campaña confió en mis análisis y recomendaciones. Tanto Cafiero padre como ese equipo cumplieron al pie de la letra con los criterios y pautas de la estrategia que diseñé: se consumó lo de Cafiero gobernador.

Hasta el día de su muerte Cafiero confió en mí, aún cuando teníamos diferencias, las cuales se acentuaron enormemente cuando tardíamente se acercó a Menem, a quien jamás apoyé, con quien jamás simpaticé. Yo había vaticinado que Menem destruiría al Movimiento Peronista, a la Política y al país mismo (y que se asociaría con la entonces UCD de Alsogaray). Desempeñé así el rol de asesor confidencial de Antonio Cafiero, lo cual para quienes se enteraban, despertaba celos y resentimiento. Cuánta mediocridad y cuánto gustito por los puestos. Sigue pasando, desde el más alto nivel del gobierno o de los gobiernos hasta el último puntero.

Yo había desaconsejado la interna Cafiero – Menem y también recomendé, una vez tal interna lanzada, una estrategia que no fue debidamente atendida, con el resultado que conocemos. No la desaconsejé porque yo tuviese inclinaciones "antidemocráticas" sino por todo lo contrario: tenía muy claro que el advenimiento de Menem y sus compañías destruirían la nación, el pueblo y, definitivamente, el Movimiento Peronista, todo lo cual se consumó.

Salvo muy, muy pocas y pocos, su hija principalmente, se desconoce cuánto trabajé para Antonio Cafiero, con quien frecuentemente tenía reuniones reservadas, de las que su propio entorno no estuvo nunca al tanto. Con él y también con quien fue su esposa.

Tanto con Cafiero como en muy diversos ámbitos de alto nivel de decisión yo cumplí con el rol de asesor, investigador y estratega al mismo tiempo que el de militante. Pero razones diversas llevaron a que se me mantuviera oculto, entre otros motivos porque mi sola presencia a menudo despertaba irritación en los entornos, irritación y debo decirlo, aunque suene presuntuoso, celos y envidia.

Acá concluyo esta Primera parte de mis Revelaciones y Develaciones.

Supongo que empezará a entenderse, por parte de la lectora y el lector, por qué el título, por qué me autocalifico de protagonista de la política argentina y por qué, al hacerlo, incluyo en tal título los adjetivos sobre mí.

Lo que conté acá es apenas una minúscula porción de lo que tengo para revelar y develar.

Así que, si, parafraseando a Martín Fierro, me dispongo a contar mi historia, espero refrescar mi memoria y aclarar mi entendimiento ya que “dende que todos cantan, yo también quiero cantar”.

Con más razón, si se tiene en cuenta que esos “todos que cantan” se ufanan de lo que no fueron ni son mientras que yo puedo cantar con la convicción y la firmeza de quien es y fue consecuente, de quien siempre se la jugó y se la juega. Discúlpenme si parezco altanero y provocador.

Fraternalmente, Rubén Rojas Breu

Octubre 2 de 2020, actualizado 1º de agosto 2021

 

 

 

 

 

 

 

 

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