Rubén
Rojas Breu
LA
MOTOSIERRA SIN CABEZA
Esteban
Echeverría apodó al general Juan Lavalle “la espada sin cabeza”.
Lavalle
era considerado por San Martín único por su coraje, coraje demostrado en
nuestra guerra por la independencia combatiendo contra el ejército monárquico
español.
Por
otra parte, Lavalle cegado por la influencia de figurones de la “casta” de su
época, comete errores gravísimos en nuestras guerras civiles del siglo XIX.
El
acto más deplorable fue el del fusilamiento de Dorrego, también héroe de
nuestra independencia y el gran líder que encabezaba el movimiento popular.
Ríos
de tinta corren desde hace casi dos siglos expresando que ese fusilamiento alteró,
para mal, la historia de la Argentina.
Los
doctores que le calentaron la cabeza a Lavalle terminan volviéndosele en contra
y reprochándole que decide solo y mal, que decidía sin escuchar opiniones y
recomendaciones.
Inspirado
en lo que acabo de exponer se me ocurre que a Milei le cabe el mote de “la motosierra
sin cabeza”.
Dejo
en claro que Lavalle combatió por nuestra independencia, que su patriotismo era
indiscutible y que su valentía era excepcional, como destacó San Martín, a
cuyas órdenes combatió.
Milei
responde a intereses antinacionales y abiertamente antipopulares, vende como audacia
lo que, en rigor, es desatino mayúsculo y solamente se anima contra las mayorías
hambreadas y vulnerables alentado por su horda y las grandes corporaciones.
Milei
ejecuta sin pensar, Milei y quienes lo acompañan y apoyan pasan de su impulso a
la acción sin detenerse en la reflexión, sin atender a llamados de atención,
sin considerar las circunstancias.
Así
planteadas las cosas, lo único en común entre Lavalle y Milei es la condición “sin
cabeza”.
Lavalle
usó la espada tangible contra el ejército realista español con el fin de
liberarnos mientras que Milei usa su imaginaria motosierra para despojar a la
Argentina de sí misma y para reducirnos a la esclavitud.
Milei es
caudillo de una horda movida por el resentimiento y el gusto por lo bestial, ejecuta
o “fusila” sin pensar ni escuchar, se lleva todo por delante con el fin de
aplicar un programa que combina principios dogmáticos obsoletos con una visión
esquemática, simplista y elemental.
Milei disocia,
aísla, secciona, amputa la macroeconomía escindiéndola de la sociedad e ignorando
la complejidad propia de la Argentina.
Recorta
una parte en desmedro del todo: usa la motosierra para cortar la rama que lo obsesiona
sin considerar dónde va a caer, tala el árbol sin tener en cuenta el bosque.
El
primer uso de su motosierra es el de recortar lo que entiende por macroeconomía,
desechando todas las demás áreas de lo social.
Al
hacerlo, a cada paso que da se encuentra con consecuencias que no prevé,
moviéndose como orangután con navaja: dicta unilateralmente medidas que
redundan en efectos indeseados al punto de que lleva adelante un ajuste que
afecta a la recaudación de impuestos, además de generar hambruna.
Cuando
las funestas consecuencias le estallan en la cara, responde con prepotencia
considerándolas indicadores de su éxito: niñas, niños, adolescentes, jubiladas
y jubilados arrojados a la pobreza son para él y los suyos una demostración de
que está haciendo todo muy bien.
Tan
obstinado se muestra que ni siquiera escucha a su patrocinante, el FMI, ni a
gran parte de sus apoyos de las grandes corporaciones que le empiezan a pedir clemencia.
Cuanto
más ajusta menos recauda el Estado nacional, cuanto más libera precios y
tarifas, más recesión genera y así con todo lo demás.
No
tiene idea de qué es la cultura ni, mucho menos, de cómo conducirse en política
y de cómo gobernar.
Su
motosierra terminó mutando a guillotina, buscando decapitar a las provincias.
El
pueblo, así como gobernadores, intendentes y las dirigencias políticas,
sindicales, religiosas y sociales en general se lanzaron a desactivar ya a esta
motosierra metamorfoseada en guillotina.
Si
Milei conociera algo de Historia, sabría que la guillotina terminó decapitando
a su inventor y a quienes la usaron durante el Régimen de Terror en la Francia
de finales del siglo XVIII.
La
motosierra sin cabeza ya se quedó sin combustible o sin batería y sin
operadores ni usuarios.
NO HAY
GESTIÓN MUTILADORA DE TODO QUE DURE CIEN DÍAS.
Debería
saber Milei que Lavalle murió en patética soledad, y con la totalidad de sus anteriores
aliados y seguidores convertidos en implacables enemigos.
El
Pueblo argentino clama por una cabeza, es decir, por la conducción política y por
la organización política que, a la mayor brevedad, se hagan cargo de nuestro
destino como nación y como sociedad.
Rubén
Rojas Breu
Buenos
Aires, febrero 26 de 2024
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