Rubén
Rojas Breu
POR
QUÉ EL MIEDO CONCURRIÓ A LAS URNAS EL 22 DE OCTUBRE A LA ARGENTINA Y QUÉ SE
VIENE PARA EL 19 DE NOVIEMBRE
Comprender
el miedo como motivación es la llave que abre las puertas para empezar entender
en profundidad el resultado electoral del domingo pasado.
Es la
llave por la que se accede a un laberinto que amenaza no tener escapatoria,
salvo que se tenga en cuenta, según Marechal, que se “sale por arriba”.
Acá en
aras de la brevedad y de facilitar la comprensión de quienes tengan la
paciencia de leer estas líneas, voy a abordar solamente un ángulo que extraigo
de un análisis cuya complejidad requiere un texto de gran extensión.
Así
que, por ahora, dejo de lado profundizar estas conclusiones que solamente
esbozo y anticipo:
- El triunfo
electoral relativo y parcial del oficialismo requiere todavía la segunda vuelta,
la definitiva, la cual presenta varios interrogantes,
- Tal triunfo
todavía ocasional se debe sobre todo justamente al miedo, lo cual torna
paradójicamente protagónicos, en tal triunfo, a Milei y sus acompañantes inciviles.
- Por lo
tanto, son escasos los méritos del oficialismo para alcanzar la victoria
parcial, el cual únicamente ofreció como ventajas competitivas cierta
sensibilidad, la disposición a negociar y a gobernar con responsabilidad.
- El
valor de las medidas para el salvataje de una población pauperizada radica, más
que en los precarios beneficios, en comunicar percepción del malestar y de las
privaciones.
- La
campaña como tal, los asesoramientos, la propaganda por los distintos medios,
sumados a una gestión ministerial fracasada en el marco de un gobierno venido
abajo, o no aportaron nada o fueron abiertamente contraproducentes.
Señalo
la desacertada táctica recomendada por los asesores, procedentes de Brasil y de
España fundamentalmente, quienes se manejan con categorías, nociones y análisis
sin sustento que no pueden dar cuenta de la sociedad argentina y de sus comportamientos
políticos.
Por
empezar, el planteo de la alternativa “democracia versus fascismo” es artificial,
es una falacia bañada en ajenidad y anacronismo.
¿POR QUÉ EL MIEDO FUE DECISIVO?
¿MIEDO A QUÉ?
Ambas preguntas concurren en
el siguiente análisis, respondiendo a una de ellas se da cuenta también de la
otra.
El miedo fue decisivo porque Milei
y su facción asustaron con la destrucción de la sociedad como tal, con la
disgregación total, con el despedazamiento de la Argentina como nación.
En resumen, prometieron un
futuro de ruinas, la hecatombe terminal.
¿Cómo se llega a esto? ¿Cómo
se arriba a un punto en el cual puede hacerse cargo del gobierno y del estado una
camarilla que se propone la disolución lisa y llana de toda una sociedad?
Una camarilla que sigue viva y
activa, dejemos en claro.
La última dictadura cívico militar
plasmó el objetivo que, al menos desde 1955, la reacción oligárquica y proimperialista
se propuso: terminar con el Pueblo argentino.
Se sale de la dictadura terrorista
prácticamente sin pueblo, el cual es reemplazado por la masa. Lo que quedó de
pueblo, fue finiquitado en la Pascua de 1987 por la rendición del gobierno
radical y las dirigencias ante los militares carapintadas.
Habrá sí resurrecciones
parciales del Pueblo durante los cuarenta años de gobiernos civiles, lo cual
requiere especial profundización. Lo más destacable de ese intento de renacer,
las jornadas de diciembre de 2001, cuya proyección en el tiempo fue abortada
por los alquimistas del régimen político-institucional al que estamos sometidas
y sometidos.
Con el menemismo se avanza
fuertemente en la destrucción del tejido social.
Con la destrucción del tejido
social y saliendo de las entrañas de la masa comienza a gestarse la horda, de
la cual el menemismo es el partero.
A partir del menemismo y
continuándose en las dos décadas siguientes, la horda, comunidad de salvajes
que reproduce las modalidades propias de lo primitivo, va mostrándose a través
de un repertorio de inconductas tales como: la violencia criminal creciente, lo
lumpen, el narco como gran articulador o sostén, la violencia de género
incluyendo feminicidios, el maltrato de la infancia y de la ancianidad, los
ataques o asesinatos en manada, la destrucción del empleo mínimamente digno,
del trabajo y de la industria, la aniquilación de la ciencia y de la educación,
el gatillo fácil, el embrutecimiento generalizado, la farandulización de todo, la
celebración del cinismo y de la frivolidad, los aprietes de hacendados y de
gatilleros, la pérdida de todo respeto y
la grosería como hábito comunicacional en público.
Tenemos entonces que esa
comunidad primitivista de salvajes, potenciada durante el confinamiento
instaurado por la pandemia, crece a niveles descomunales. Tengamos en cuenta el
asesinato de Morena, una niña, en vísperas del engendro electoralista PASO.
Luego de una obstinada búsqueda,
la horda encuentra a su candidato el cual establece con la misma un vínculo
casi inorgánico, circunscrito a la modalidad elemental caudillo-seguidores.
Es importante subrayar que es
la horda la que tuvo y tiene la iniciativa y, por lo tanto, Milei y sus cofrades
son, simplemente, aunque trágicamente, sus meros representantes.
Un candidato de la horda y sus
secuaces tienen que reunir atributos tales como: furia, brutalidad, ignorancia
supina, vocación destructiva, desconocimiento acerca de en qué mundo estamos,
desprecio por la ciencia y por la educación, apelación a una simbología grosera
en la que coexisten lo animal con las motosierras, misoginia en todas sus
variantes, hostilidad hacia la diversidad de género, racismo y, como basamento,
el ensalzamiento de su modelo, la dictadura terrorista de estado.
Obsérvese además que la suma de disparates, de inconsistencias, de contradicciones y de incoherencias es reveladora de que una disgregación o disociación extrema en los espacios intra e interpsíquico.
La horda encontró así su
candidato.
Ganadores en las PASO, Milei,
sus lugartenientes y las hordas participantes en sus actos, cacarean ufanos,
sintiéndose ganadores antes de tiempo, llevados por el narcisismo descomunal y
pueril de su líder y por el exitismo de sus bases, saltan todas las barreras de
contención generando una catarata de disparates, de propuestas descabelladas y
abiertamente inhumanas.
Asustan.
Gran parte de la población
olfatea, inconscientemente, que se acerca algo más aterrador que el tan
trillado Apocalipsis. Una maldición divina a la manera de la que destruyó a Sodoma
y Gomorra se abate sobre la Argentina.
La horda con su candidato y
lugartenientes se ve dando el primer paso, llegar a la presidencia, para
materializar la destrucción de la Argentina como tal, requisito para consumar su
deseo inconsciente: entregar nuestra patria, rebajarla a nueva estrella de la
bandera yanqui.
Como se ve, a diferencia de lo
que creen los asesores extranjeros, simplistas y obtusos del candidato
oficialista el dilema no es “democracia o fascismo”.
Partir de la peregrina tesis de que La libertad avanza es una sucursal de la ultraderecha que se propaga en el planeta, empezando por Europa es erróneo: la ultraderecha europea busca, a su manera brutal, potenciar a sus naciones, llevarlas a su esplendor.
En nuestro país, la derecha y la horda con su jefe Milei busca destruir la nación para entregarnos a una potencia global.
La alternativa que afrontamos
es entre conservar lo que todavía nos queda versus la disolución como sociedad
para consumar la entrega.
Dicho de otra manera, la
opción termina siendo: convivencia mínimamente ordenada y en
paz versus la disgregación social terminal, una tierra sin ley y sin
destino.
El miedo a esa disgregación, a
esa aniquilación, es el que llevó a darle al oficialismo la mayoría electoral
relativa.
LA OPCIÓN SOBREVIVIR O EL FIN
ES LA QUE SE JUEGA EN LA SEGUNDA VUELTA.
A ella el oficialismo llega
dando tumbos y sin otra propuesta que la de mantener como sea un régimen caduco
intentando una convivencia pacífica.
Milei y los suyos, incapaces
de propuestas y con vocación decididamente depredadora de todo, se debaten entre
la debilidad, las peleas internas, las concesiones a la ligera y el
totalitarismo. Para más lo que atrae a sus votantes resta votos.
Las mayorías siguen y seguirán
padeciendo.
No obstante, hasta acá, todo
indica que esas mayorías elegirán sobrevivir, sabiendo que eso es posible en
una nación, aunque sea endeble mientras se espera el renacimiento del pueblo.
Pero, atención, la horda está
alzada y puede todavía golpear, el 19 de noviembre, antes o después, sobre todo
cuando cuenta con que el oficialismo carece de estrategia, de ideas luminosas y
es corresponsable de una situación cultural, política, social y económica ni
siquiera controlada o mínimamente ordenada.
Sería de interés colectivo que
el oficialismo que lo único de bueno que tiene para ofrecer es sensatez, apele
a algo de imaginación y mejore su discurso, lo cual es muy difícil cuando se confía
tanto en obsecuentes, en amigotes y en asesores casi iletrados, cuando la
sujeción a la endogamia y la politiquería es tan férrea.
La predicción inquietante: aunque
Milei desista o pierda, la horda seguirá activa buscando imponerse a como dé
lugar.
Para acabar con la horda se requiere
la reconstrucción del entramado social lo cual supone materializar un Proyecto
de emancipación y de realización.
La predicción esperanzadora:
el resultado electoral, así como tantas acciones colectivas que se dan en todo
nuestro país, revelan que el Pueblo está latiendo, que puede retornar con la
vitalidad que demostró en tantos tramos de nuestra digna historia.
Rubén Rojas Breu
Buenos Aires, octubre 25 de 2023