Rubén
Rojas Breu
A
QUÉ HEMOS LLEGADO
¿A qué
hemos llegado es la pregunta desgarradora que me atormenta?
Agrego
que tengo que recordar a cada instante las dictaduras que hemos soportado para
encontrar un momento peor que éste para la Argentina, triste e inútil búsqueda
de consuelo.
Tragar
sapos se ha vuelto, al menos para mí, alimento 24/7 al punto de que mi dispepsia
se apoderó de todo mi cuerpo.
No
se engañe nadie: desde luego, trago sapos
por la acción de este gobierno de brutos, cavernícola y despótico; pero también
por lo que hacen o, mejor dicho, lo que no hacen las dirigencias que dicen ser
opositoras, lo cual se me hace cada vez más dudoso; lo de opositoras.
También
trago sapos por todo lo que se propaga a través de los medios, los cuales avanzan
al paso redoblado en el camino tapizado por la estupidez, con propietarios,
gerentes y periodistas de todos los medios, de todos todos todos los medios,
que entretienen con debates
superficiales y exhibiendo una insoportable frivolidad.
En
la dolorosísima pregunta “¿a qué hemos llegado?” se recortan en destacado, hoy,
dos acontecimientos que clavan el puñal en el corazón mismo de la Patria:
En primer lugar, el voto en absoluta
soledad de la Argentina contra la resolución de la ONU para eliminar y prevenir
la violencia contra las mujeres y las niñas, toda una pandemia en el mundo
actual y que hace estragos en nuestro país.
Al mismo tiempo que el gobierno de
nuestro país comete tamaña felonía, apareció el cadáver de la joven Sofía
Delgado.
El gobierno argentino absolutista, de
esa manera, decidió per se, sin importarle nuestra mejor tradición en política
internacional, sin importarle las mujeres ni las niñas, sin importarle la
humanidad misma.
¿Se advierte cuán bochornoso es ese voto
para nuestro país y qué mal parados nos deja?
En segundo lugar, la visita, una más y
sin ninguna duda la más genuflexa y rastrera del caudillo libertario, de Milei,
al país yanqui.
El tipo va en onda fiesta, dejando atrás
a nuestro país devastado, autoproclamándose “el más importante del planeta” y abrazándose
felicísimo, como recién casado empezando la primera noche de su luna de miel, con
el electo presidente del país más deshumanizante del mundo y de la historia de
la humanidad.
También se entregó a las caricias lascivas
de personajes tenebrosos del país del Norte.
Ahora
viene mi contundente reproche, mi franca y contundente crítica a todas las
dirigencias todas, a intelectuales, a medios y periodistas, inclusive a mis
colegas de la ciencia, de la profesión y de la docencia universitaria.
Llevo
décadas, toda mi vida, denunciando en soledad la penetración cultural yanqui;
en lugar, de encontrar eco en esa lucha, tengo también que tragar sapos porque
todos los días leo, escucho, me cuentan sobre su admiración de una o de otra
manera por los yanquis, inclusive hasta por su supuesta e imaginaria clase obrera
combativa, por favor.
Hay
que delirar en serio para ver “lucha de clases” en los EEUU de Washington.
Pasé
y paso toda mi vida señalando angustiosamente que tanta devoción por el cine,
las series y la literatura yanquis, por sus fascistoides superhéroes, por sus
tiras fingidamente “progresistas”, por sus universidades mercantilistas, por su
periodismo falluto, por sus ficcionales líderes políticos “democráticos”, por
sus vocingleros intelectuales, por sus supuestas hermosas ciudades terminaría
entregándonos a la voracidad de Washington.
El pésimo
actor “Rocky” Stallone mimando con su aliento a Milei me recordó que “La
izquierda diario”, sí, repito, “La izquierda diario”, hace poco tiempo publicó
una nota halagadora de la saga “Rocky” queriendo ver en ella la valoración de
la clase obrera y un ejemplo de trabajo en equipo. De no creer, ¿no? Busquen la
nota.
Todo
muy bien con ustedes como siempre, compañeras y compañeros, pero sí los invito
fraternalmente a mejorar la puntería; lo mismo vale para el resto de la
izquierda, para kirchneristas o cristinistas, para progresistas, etc.
Y si
no pueden o no les da, abran paso, no sigan refugiándose en el sectarismo.
Todo
lo malo que nos pasa, toda la inacción política que está dejando que ocurra la
peor, tiene mucho que ver con el paupérrimo nivel cultural e ideológico en el
que estamos sumergidas y sumergidos.
No
me gusta la nostalgia, pero ciertamente en los 60 e, inclusive, hasta cierto
punto en los 70 y en los 80 estábamos por muy encima de esta deprimente actualidad,
muy por encima en lo cultural, lo político y lo ideológico.
Lo
que se tuvo de bueno está en los genes y, por lo tanto, puede revivir. Hay que
animarse, atreverse.
A este
presente tan nefasto, con Milei como mandadero, hemos llegado.
Es
decir, hemos llegado a un punto sumamente penoso en el que se juntan:
-
La sumisión a los yanquis, a otras potencias
y a la repudiable y repudiada ultraderecha global.
-
La entrega de la nación
-
El desprecio por los derechos
-
La tolerancia y hasta el aplauso de la
violencia de género
-
La injusticia en todos los ámbitos
-
El maltrato descomunal contra niñas, niños,
adolescentes, ancianas y ancianos, jubiladas y jubilados; también contra
trabajadoras y trabajadores de todos los sectores.
No
sigo listando porque ya es demasiado abrumador y cualquiera, con conciencia,
puede completar como mejor le parezca.
Ante
un cuadro tan desolador, sólo queda el Pueblo que sigue su lucha en soledad.
Debo
aclarar que no me estoy dejando llevar por la emoción: esas formulaciones simplistas
que refieren a “lo emocional” déjenlas para los encuestadores y “analistas políticos”.
Si
me quieren etiquetar por ese lado, las y los remito a la pasión según la
describió Ribot.
Ante
tanta penuria, la esperanza está en que, de este Pueblo, tan digno, surja lo
que estoy impulsando hasta donde me es posible: la conducción política, la
organización política.
Y
también, la mejora, la elevación del debate, del pensamiento, de la teoría política
que sirva para la acción decididamente transformadora.
Cualquiera
que me conozca sabe que estoy haciendo todo lo posible y aún lo imposible para
alimentar el debate fértil, para desarrollar teoría política y para la acción.
Estaría
bueno que otras y otros se sumen a esa epopeya.
Rubén
Rojas Breu
Buenos
Aires, noviembre 15 de 2024
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