Rubén
Rojas Breu
EL
PAPA ARGENTINO
Este
título tiene el propósito de enfatizar lo que debería ser lo más obvio: FRANCISCO
ERA, ES, ARGENTINO.
También
hizo notar hasta qué punto se reconocía latinoamericano y orgulloso ciudadano
de los países oprimidos, representante de los que Fanon bautizó “los condenados
de la Tierra”.
Destaco
su origen argentino porque representa la vocación por la proyección hacia
lo universal que es propia de gran parte de mis compatriotas y que el
Papa impulsó vigorosamente en todo el mundo, un mundo que agradece tal conducta
única en un planeta en el que las guerras, la opresión de las mayorías, el hambre,
las injusticias de toda índole, las nuevas oligarquías, los maltratos, la apabullante
desigualdad parecen abrirse paso generando tantas calamidades, tanta desazón,
tanto dolor.
El
Papa encarnó y encarna aun físicamente extinto, una proyección universal que
tiene como excelsos fines la justicia en todos los órdenes, la dignidad humana,
la realización de los pueblos, la fraternidad de las naciones, especialmente de
las más castigadas, y el reconocimiento de todas las diversidades.
Tanto
más vale tal señalamiento sobre la condición del Papa como argentino si se
tiene en cuenta la alicaída o inexistente autoestima colectiva que venimos
padeciendo en nuestro país desde hace décadas, una debilitada autoestima generada
y alimentada por una clase dominante y por dirigencias mezquinas, voraces e,
inclusive, cipayas, actores y sectores fuertemente endogámicos que hacen
inconfesables negocios con el complejo de inferioridad.
Tan
generada y convalidada la baja autoestima colectiva por esos sectores que se
ocuparon frenéticamente de degradar la asunción del pontificado por el entonces
cardenal Bergoglio, incurriendo inclusive en la difamación y las calumnias.
Desde
luego Francisco contribuyó enormemente a elevar el prestigio de la Argentina,
de las argentinas y de los argentinos.
Al
opinar post mortem sobre el Papa, con la valoración y el respeto que se merece,
no me desentiendo de las discrepancias o de las diferencias que tengo por mi
condición de escéptico en lo referente a la religión o las religiones y por mi
posición política; tampoco olvido los desmanes que la Iglesia Católica, al
igual que otros cultos, a lo largo de los milenios, han cometido.
El mismo Francisco condenó las aberraciones llevadas
a cabo por la Iglesia contra los pueblos originarios de nuestra doliente
América.
Hay
reconocimiento planetario de lo realizado por Francisco en favor de los excelsos
fines ut supra enunciados.
Por lo
tanto, no me voy a extender sobre lo que es ya materia archiconocida y
celebrada acerca de la gesta del Papa Francisco, hacia adentro y hacia afuera
de la Iglesia.
Prefiero
en esta nota aludir a aspectos de su biografía y de su pontificado relevantes y
no suficientemente tratados:
- Su
capacidad y su percepción para comprender la complejidad de lo humano en toda
su diversidad.
Hizo
suya la sentencia del dramaturgo romano Publio Terencio: “soy hombre, nada de
lo humano me es ajeno”.
- Articuló
la fe con la política de una manera inédita para los tiempos que corren y lo hizo
en dirección a contribuir a lo ya dicho, la dignidad humana y la realización de
los pueblos, dejando en claro su frontal oposición a los emergentes patrones
globales, los grandes magnates, las nuevas oligarquías.
Fue
todo lo mundano o todo lo secular que se requiere dando al mismo tiempo una
nueva misión, renovadora, a la Iglesia y a la fe en general.
- Dejó
muy en claro que cualquiera sea el credo, el culto, la concepción ideológica,
la posición política, es plenamente factible contribuir a la emancipación y
realización de los pueblos, a la justicia y la fraternidad.
Eso
significa que convocar y construir son objetivos confluyentes de la fe y la
Política, objetivos categóricamente superiores a las riñas de facción, a los
internismos estériles, a la manipulación de las masas, a los egocentrismos y a
los belicismos.
También
demostró todo lo antedicho al combinar sus dotes de conductor y comunicador.
- Siguiendo
la mejor tradición jesuítica avaló a la Ciencia, demostrándolo muy
particularmente durante la pandemia en la cual abogó por la profilaxis y las
vacunas.
- Demostró
con sobrada elocuencia que la grandeza de espíritu puede dar batalla
exitosamente contra la mediocridad imperante, mediocridad que se evidencia en gobernantes
y dirigentes de todo el mundo y dio cuenta de que hay razones para tener
esperanzas para la denodada lucha contra los intereses de los grandes
explotadores del planeta.
Ahora
se abre la sucesión la cual viene sobrecargada de
interrogantes, planteándose una disyuntiva de hierro:
- Una salida
retrógrada estimulada por las nuevas oligarquías y la ultraderecha, con cabecera
en el país yanqui.
- La continuidad
optimizada del legado de Francisco.
Esperemos que los cardenales
electores se inspiren y se afirmen en la herencia dejada por Francisco, que decidan
respondiendo a la nueva tradición iniciada con Juan XXIII (interrumpida por
Juan Pablo II), nueva tradición retomada y profundizada por Francisco.
Como dirían los
creyentes, “que Dios los ilumine”.
Rubén
Rojas Breu
Buenos
Aires, abril 22 de 2025
No hay comentarios.:
Publicar un comentario