martes, 22 de abril de 2025

EL PAPA ARGENTINO

 



 

Rubén Rojas Breu

 

 

EL PAPA ARGENTINO

 

Este título tiene el propósito de enfatizar lo que debería ser lo más obvio: FRANCISCO ERA, ES, ARGENTINO.

 

También hizo notar hasta qué punto se reconocía latinoamericano y orgulloso ciudadano de los países oprimidos, representante de los que Fanon bautizó “los condenados de la Tierra”.

 

Destaco su origen argentino porque representa la vocación por la proyección hacia lo universal que es propia de gran parte de mis compatriotas y que el Papa impulsó vigorosamente en todo el mundo, un mundo que agradece tal conducta única en un planeta en el que las guerras, la opresión de las mayorías, el hambre, las injusticias de toda índole, las nuevas oligarquías, los maltratos, la apabullante desigualdad parecen abrirse paso generando tantas calamidades, tanta desazón, tanto dolor.

 

El Papa encarnó y encarna aun físicamente extinto, una proyección universal que tiene como excelsos fines la justicia en todos los órdenes, la dignidad humana, la realización de los pueblos, la fraternidad de las naciones, especialmente de las más castigadas, y el reconocimiento de todas las diversidades.

 

Tanto más vale tal señalamiento sobre la condición del Papa como argentino si se tiene en cuenta la alicaída o inexistente autoestima colectiva que venimos padeciendo en nuestro país desde hace décadas, una debilitada autoestima generada y alimentada por una clase dominante y por dirigencias mezquinas, voraces e, inclusive, cipayas, actores y sectores fuertemente endogámicos que hacen inconfesables negocios con el complejo de inferioridad.

 

Tan generada y convalidada la baja autoestima colectiva por esos sectores que se ocuparon frenéticamente de degradar la asunción del pontificado por el entonces cardenal Bergoglio, incurriendo inclusive en la difamación y las calumnias.

 

Desde luego Francisco contribuyó enormemente a elevar el prestigio de la Argentina, de las argentinas y de los argentinos.

 

Al opinar post mortem sobre el Papa, con la valoración y el respeto que se merece, no me desentiendo de las discrepancias o de las diferencias que tengo por mi condición de escéptico en lo referente a la religión o las religiones y por mi posición política; tampoco olvido los desmanes que la Iglesia Católica, al igual que otros cultos, a lo largo de los milenios, han cometido.

 

 El mismo Francisco condenó las aberraciones llevadas a cabo por la Iglesia contra los pueblos originarios de nuestra doliente América.

 

Hay reconocimiento planetario de lo realizado por Francisco en favor de los excelsos fines ut supra enunciados.

 

Por lo tanto, no me voy a extender sobre lo que es ya materia archiconocida y celebrada acerca de la gesta del Papa Francisco, hacia adentro y hacia afuera de la Iglesia.

 

Prefiero en esta nota aludir a aspectos de su biografía y de su pontificado relevantes y no suficientemente tratados:

 

-       Su capacidad y su percepción para comprender la complejidad de lo humano en toda su diversidad.

Hizo suya la sentencia del dramaturgo romano Publio Terencio: “soy hombre, nada de lo humano me es ajeno”.

 

-       Articuló la fe con la política de una manera inédita para los tiempos que corren y lo hizo en dirección a contribuir a lo ya dicho, la dignidad humana y la realización de los pueblos, dejando en claro su frontal oposición a los emergentes patrones globales, los grandes magnates, las nuevas oligarquías.

 

Fue todo lo mundano o todo lo secular que se requiere dando al mismo tiempo una nueva misión, renovadora, a la Iglesia y a la fe en general.

 

 

-       Dejó muy en claro que cualquiera sea el credo, el culto, la concepción ideológica, la posición política, es plenamente factible contribuir a la emancipación y realización de los pueblos, a la justicia y la fraternidad.

 

Eso significa que convocar y construir son objetivos confluyentes de la fe y la Política, objetivos categóricamente superiores a las riñas de facción, a los internismos estériles, a la manipulación de las masas, a los egocentrismos y a los belicismos.  

También demostró todo lo antedicho al combinar sus dotes de conductor y comunicador.

 

-       Siguiendo la mejor tradición jesuítica avaló a la Ciencia, demostrándolo muy particularmente durante la pandemia en la cual abogó por la profilaxis y las vacunas.

 

-       Demostró con sobrada elocuencia que la grandeza de espíritu puede dar batalla exitosamente contra la mediocridad imperante, mediocridad que se evidencia en gobernantes y dirigentes de todo el mundo y dio cuenta de que hay razones para tener esperanzas para la denodada lucha contra los intereses de los grandes explotadores del planeta.

 

Ahora se abre la sucesión la cual viene sobrecargada de interrogantes, planteándose una disyuntiva de hierro:

 

-       Una salida retrógrada estimulada por las nuevas oligarquías y la ultraderecha, con cabecera en el país yanqui.  

 

-       La continuidad optimizada del legado de Francisco.

 

Esperemos que los cardenales electores se inspiren y se afirmen en la herencia dejada por Francisco, que decidan respondiendo a la nueva tradición iniciada con Juan XXIII (interrumpida por Juan Pablo II), nueva tradición retomada y profundizada por Francisco.

 

Como dirían los creyentes, “que Dios los ilumine”.

 

Rubén Rojas Breu

Buenos Aires, abril 22 de 2025


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