Rubén
Rojas Breu
A
PARTIR DE LA ILUSTRATIVA SERIE “SCHTISEL”:
Israel y el judaísmo
-
en medio de la operación de exterminio
del pueblo palestino-
Índice temático
A partir de la serie “Schtisel”
El propósito del artículo
Sobre
la serie “Schtisel”
Aclaraciones
en torno al Estado de Israel y los palestinos
Los
judíos ortodoxos como opositores del Estado de Israel
Una
infundada y nefasta equivalencia difundida por el gobierno de Israel
Conclusiones
A partir de la serie
“Schtisel”
El sintagma “a partir” tiene
una doble remisión:
· por
un lado, la calidad de la serie me estimuló a introducirme en el tema de la
complejidad del judaísmo, lo cual me impulsó a hacer un relevamiento de fuentes
sobre tal cuestión,
· por
otro lado, la serie incluye referencias que dejan en claro la heterogeneidad de
la población judía, incluyendo diferencias tajantes en el seno de tal
población, acerca de cómo considerar a Israel y, particularmente, al sionismo.
El propósito del artículo
Resumidamente, basándome en la serie Schtisel,
el propósito de este artículo es el de contribuir a introducir claridad y
generar debate en torno a la diferenciación entre categorías y conceptos que
están circulando, en gran medida maliciosamente, sin diferenciar. Mucho de lo
que se difunde y publica confunde enormemente en momentos en que el gobierno y
el Estado de Israel están masacrando al pueblo palestino y pareciera que están
llevando a cabo una operación de exterminio de dicho pueblo.
Así que en el artículo me propongo
diferenciar, hasta donde considero pertinente:
Estado de Israel
Israelíes
Sionismo y sionistas
Judíos, contemplando su notoria
complejidad, su heterogeneidad
Semitas
En resumen, esa amalgama que se divulga
por la cual Estado de Israel, israelíes, sionismo, sionistas, judíos y semitas
son un “todo lo mismo indiferenciado” se cae tan pronto se afronta la cuestión:
la serie Shtisel es, en mi caso, un poderoso estímulo para ofrecer un
aporte para intentar, mínimamente, un esclarecimiento al respecto.
Sobre la serie “Schtisel”
La serie trata de las vicisitudes que
atraviesa, en un lapso de tiempo, una familia extensa de judíos ortodoxos o
ultraortodoxos, los Schtisel, específicamente jaredíes,
vinculados, emparentados o formando parte del mismo conjunto del cual
participan los jasídicos y los satmar; éstos últimos son los abordados en otra
serie, Poco ortodoxa.
En ambas series se destaca la joven
actriz Shira Haas, sin duda una de las mejores intérpretes del mundo.
En
la serie, que transcurre en el barrio Geula de Jerusalén, un área en la que
sólo viven prácticamente judíos ultraortodoxos, se pone de manifiesto la
complejidad humana en sus distintas dimensiones. La serie aborda esa
complejidad de tal manera que articula de modo sublime y, a la vez, sumamente
atractivo, lo singular y lo universal. El humor atraviesa esta encomiable
producción, un humor que envuelve a los personajes, un humor preferentemente
situacional o de situaciones: es decir, no se trata de la gracia de dichos o
gestos intencionalmente cómicos de los personajes, sino de las escenas o
circunstancias en que están inmersos.
Lo
singular de esa familia numerosa que incluye hasta cinco generaciones y sus
allegados es tratado de tal manera que, aún quienes no somos judíos ni
israelíes, podemos percibir que mucho de lo que se describe nos contiene y nos
comprehende.
Dicho
de otro modo, a la manera de la Lógica, la serie es sumamente conceptual ya que
conjuga milimétricamente comprehensión y extensión, plasmando lo que el
axiólogo alemán y militante antinazi Robert Hartmann definió así: “un
pensamiento ordenado da cuenta de un máximo de fenómenos con un mínimo de
conceptos” (donde tal “máximo” es la extensión y tal “mínimo” es la
comprehensión).
La
serie no tiene un solo minuto de sobra: es perfecta en lo referente a cómo, con
ritmo ágil y atrapante, dice todo lo que hay para decir sin derroches ni
dilaciones. Es una obra de arte que reluce por su economía discursiva y, desde
luego, por su resaltante originalidad.
Tanto
trata los conflictos en el seno de esa familia extensa y de la comunidad a la
que pertenece, como los que se dan con el afuera de dicha familia y dicha
comunidad. También aborda los conflictos intrapersonales.
Todo
eso la serie lo expone con sobrada elocuencia no sólo por la realización en
general, por el libro, el guion, la dirección, la producción, sino también por
actuaciones descollantes.
Si
bien de acuerdo a los créditos y quedándose en una lectura convencional, los
protagonistas son un patriarca, Shulem Schtisel, y su hijo Akiva, intepretado
por el excelente actor de Miss Jerusalén -Michael Aloni-, en
rigor cada personaje es central, cada personaje es al mismo tiempo partícipe de
la historia que la serie nos cuenta y protagonista de su propia historia que a
su vez, a la manera de la estructura del ADN, se entrelaza con aquélla, la
general, la de toda la familia y su entorno.
El
antagonismo de base, que a la vez implica un entretejido, es entre las
tendencias endogámicas y las tendencias exogámicas. Dicho de otro modo, entre
unas y otras tendencias, opuestas, se da un entrecruzamiento.
De
acuerdo a mi creación, el Método Vincular, tal antagonismo se da entre
Primarización y Secundarización.
Sobre
la plataforma de tal antagonismo emergen, se entrelazan, se superponen,
confluyen los más variados conflictos que abarcan desde lo patriarcal versus lo
matriarcal, lo intergeneracional, los géneros, los que devienen de cumplir o no
cumplir con los preceptos, la política (muy sutil, casi subrepticiamente
expuesta), los mandatos fuertemente superyoicos, sustentados sobre todo en la
fe versus las transgresiones en búsqueda de la libertad, el acatamiento de las
tradiciones en contraste con los anhelos de innovación en buena medida
estimulados por la interacción con el mundo secular y la evolución de las ideas
y las costumbres, etc.
Todo
indica que, en los Schtisel y su entorno, como representativos del judaísmo
ultraortodoxo al que pertenecen, el sentido de la vida está puesto
simultáneamente en el culto religioso y en la formación de la familia.
Se
podría resumir en que la maternidad hace a la mujer, al punto que la que no es
madre despierta, al menos, reticencia y también al extremo de que con tal de
consumar ese venerado rol una chica puede estar dispuesta a perder la vida.
En
apariencia, ambos fines que hacen a su sentido de la vida, concurren, pero al
mismo tiempo entran en contradicción, sobre todo cuando los más jóvenes,
empezando por Akiva, buscan su propio camino, liberándose de mandatos
ancestrales y de la presión de sus padres, madres, familiares, allegados.
Akiva,
varón, y Ruchama, mujer, habrán de buscar denodadamente su propia salida, su
propia realización. Lo hacen justamente articulando, hasta donde es posible,
las tendencias endogámicas o la Primarización con las exogámicas o la
Secundarización.
También,
finalmente, lo mismo harán Nuchem, el hermano menor de Shulem, Jósale, el
hermano de Ruchama, Lippe, padre de estos jóvenes, Zvi Arie por su lado y,
fundamental y enérgicamente, su esposa Tovi, también Shira y se diría que
prácticamente la totalidad de los personajes; también Giti, personaje
interpretado por otra actriz excepcional.
Son
notorias las transformaciones que se van dando en los personajes a lo largo del
intenso relato.
La
presencia viva de las muertas y de los muertos es de una marcada relevancia,
casi como si ésas y ésos que han dejado de hablar, ordenaran, impusieran,
dictaminaran, juzgaran, aprobaran o desaprobaran desde su supuesto más allá.
Las tumbas son continuamente visitadas y consultadas.
Al
mismo tiempo, las autoridades rabínicas y, fundamentalmente, los textos,
particularmente la Tora o el Pentateuco, los célebres cinco libros iniciales
del Antiguo Testamento, son sumamente determinantes, dictan los
comportamientos, desde los más significativos hasta los menos trascendentes, lo
cual se combina con el cumplimiento minucioso de los rituales propiamente
judíos y muy conocidos; también se respeta rigurosamente el mezuzah y las
comidas, así como el consumo compartido de bebidas.
Para
satisfacer variados requerimientos, muchos de los cuales hacen a la salud y la
preservación de la vida misma, el contacto con el mundo secular, con los laicos
o con otros grupos de pertenencia judíos (sefardíes, por ejemplo) o con
funcionarios y profesionales, inclusive ateos, se impone, se torna un requisito
insoslayable.
Habitualmente
entre ese contacto con tal mundo secular - y las recomendaciones que del mismo
provienen - y estos jaredíes, la consulta a la autoridad rabínica es una
exigencia, un mandato que se asume con beneplácito, un mandato cuyo
cumplimiento contiene, orienta, despeja toda duda. Queda en claro que no existe
la mal llamada “responsabilidad individual” ya que las decisiones y elecciones
generalmente deben contar con la anuencia de quienes autorizan o, al menos, de
parte de los miembros de la comunidad.
Se
alude también a la corrupción, en la que se incurre forzados por la severidad
de los preceptos, costumbres, tradiciones y por el rigor de la “ley judía”.
El
espacio es finalmente reducido, casi en pocas manzanas transcurre todo, y el
tiempo es “bimodal” o así impresiona: es como si se viviera simultáneamente en
una ucronía que combina el presente con un pretérito de cinco mil años atrás y
en el presente.
Lo de
antaño coexiste con lo actual.
Dentro
del peso de lo más pretérito se destaca la tendencia al rechazo de los avances
tecnológicos (la televisión es considerada herejía), del consumismo y hasta de
las modas.
La
austeridad exuda por todos los poros.
En
el hoy asoma lo referido a nuevas costumbres y, a través de Akiva,
particularmente el arte, la plástica. La vocación de Akiva por la pintura, su
asunción como artista, lo ubica en un segmento en el que se mezclan lo gentil o
mundano, ajenidad casi total, y lo profano.
Todo
lo contario sucede con la música, particularmente la clásica europea, la cual
forma parte de aquello a lo que se rinde culto, de manera tal que pareciera
constituirse una oposición entre la música asociada con lo divino versus
la plástica vinculada con lo libertino, el vicio y lo fútil.
Analizar
la serie ambiciosamente obligaría a un artículo sumamente extenso con el que
corro riesgo de abrumar a la lectora o el lector que puedan interesarse en este
texto.
Así
que voy a dos cuestiones, sumamente urticantes, que hacen al Estado de Israel y
que vienen muy a cuento considerando lo que el gobierno y estado de ese país
están haciendo contra el pueblo palestino, en lo que parece ser una cruzada
destinada a la extinción de dicho pueblo.
Tales
cuestiones están referidas en la serie Schtisel:
Una, es
la de la oposición tajante de este grupo de judíos ultraortodoxos al sionismo,
a quien atribuyen en exclusividad la fundación del Estado de Israel.
Otra, hacer
mención de que dicha fundación no debe ser conmemorada.
En
distintas secuencias de la serie se descalifica, clara y abiertamente, al
sionismo, particular e insistentemente por parte de uno de los personajes
protagónicos, Shulem Schtisel.
Cuando
Shulem asume la dirección del jéder, la escuela judía, de la cual
también fue docente al igual que Akiva, prohíbe a maestros y alumnos celebrar o
participar de la conmemoración de la fundación de Israel. En especial, prohíbe
que asistan al desfile o exhibición de las formaciones de aviones de combate.
Aclaraciones en torno al Estado de Israel y
los palestinos
Es
más que oportuno hacer ciertas aclaraciones:
Los
palestinos son tan semitas como los judíos, de
modo que acusar de antisemitismo a quienes se oponen al accionar del gobierno y
Estado de Israel tiene por finalidad aviesa y maliciosa la de confundir,
infamar, desacreditar y hasta intimidar.
También
se podría considerar antisemitismo emprenderla contra los palestinos.
La
fundación del Estado de Israel fue siempre un
propósito del sionismo. La palabra sionismo deriva de Sion, una
denominación bíblica de Jerusalén, en cuyas proximidades se alza el Monte Sion.
El
sionismo es, en sus comienzos, un movimiento de liberación de los judíos que se
proponía crear un Estado que garantizara su autodeterminación.
Al
respecto, es recomendable consultar el texto de Marx La cuestión judía,
en el cual analiza y discute lo que sobre tal temática desarrolló el filósofo y
teólogo alemán Bruno Bauer.
El
sionismo nace en Europa oriental y central, por supuesto en la diáspora, y como
reacción a la ola de antisemitismo que se desplazaba por ese continente, uno de
cuyos acontecimientos más dramáticos fue el juicio vil al oficial francés
Dreyfus, quien fuera defendido por el gran novelista Émile Zola, autor, en tal ocasión,
del famoso alegato Yo acuso.
Finalmente,
ese objetivo del sionismo se concretó, luego de ciertos prolegómenos, en
territorio palestino, dándose fin al “protectorado” británico.
Esa
creación de Israel en Palestina, que contó con el apoyo de Stalin, fue a costa
del desalojo de palestinos, con lo cual se dio comienzo así a una campaña
sistemática del nuevo Estado contra el pueblo, actualmente (y una vez más),
asediado, despojado, aterrorizado, atacado y masacrado por las fuerzas
militares y de seguridad israelíes, las cuales son de suma avanzada.
Israel
es una potencia militar y tecnológica, abastecida, avalada, por los EEUU de
Washington (o sea, el país yanqui) y también apoyada por las grandes potencias
occidentales con Gran Bretaña a la cabeza.
Hoy
Palestina fue arrinconada, reducida a su mínima expresión territorial, en
Cisjordania y en la Franja de Gaza (40 kms. de longitud por dos de ancho, para
dos millones de habitantes). En la Franja de Gaza gobierna Hamas, a la cual
Israel y solamente cinco países más del planeta consideran una organización
terrorista. Esos cinco países son los yanquis, Gran Bretaña, Australia, Japón y
Canadá.
Obviamente,
la Argentina no considera a Hamas una organización terrorista, pese a los
anhelos de los mercenarios al servicio del imperialismo, como el menemismo
otrora y la membrecía PRO y sus aliados hoy.
Incluso
la justicia europea desautorizó y anuló una resolución de 2003 que categorizó a
Hamas como terrorista.
Una
aclaración más: un veinte por ciento de los israelíes son árabes no judíos.
Los
judíos ortodoxos como opositores del Estado de Israel
Los
judíos ortodoxos y/o ultraortodoxos nunca apoyaron la fundación
del Estado de Israel.
Ciertamente
varios de estos grupos, como los jaredíes que protagonizan la serie Schtisel,
habitan Israel, pero como resultante del “hecho consumado”. Simultáneamente,
como lo destaca la serie, no celebran ni conmemoran el aniversario de Israel.
Estos judíos consideran que la pérdida de su territorio original en Medio
Oriente fue una decisión divina, de Yahvé o Jehová, a manera de castigo por
comportamientos mal vistos por el Señor.
Sólo
con la llegada del Mesías los judíos ortodoxos entienden que podrán contar con
el la aquiescencia divina para fundar su propio país.
Súmese
a estos judíos ortodoxos, los judíos de izquierda, progresistas, ateos que
residen en distintas latitudes (especialmente en Europa y en la Argentina) y
también los que habitan en Israel que se oponen decididamente a la operación
para acabar con los palestinos, todos los cuales están alzando fuertemente su
voz en contra de la actual masacre con propósitos de genocidio.
Una
infundada y nefasta equivalencia difundida por el gobierno de Israel y sus
apoyos internacionales
Forma
parte de la propaganda perniciosa, falaz, abiertamente mentirosa, la
infundada y nefasta equivalencia:
israelíes
= adhesión incondicional al Estado de Israel = judíos = semitas = sionistas.
Esta
infundada y nefasta equivalencia es difundida, propiciada, vociferada por
corporaciones dominantes globales, por medios de comunicación dominantes, por
gobernantes de grandes potencias occidentales con los yanquis a la cabeza.
Nadie de quienes llevan a cabo semejante propaganda obscena es confiable.
Nadie.
Conclusiones
El
gobierno y el estado de Israel llevan a cabo, desde sus inicios, una campaña
contra el pueblo palestino, en condiciones de extrema desigualdad tecnológica y
militar. Cuentan con el apoyo de grandes potencias occidentales, los yanquis a
la cabeza, así como de grandes corporaciones de negocios y mediáticas. Ese
apoyo es político, financiero, económico, tecnológico, militar y
propagandístico.
Por
otra parte, hay infinidad de fuentes, testimonios, producciones de toda índole
que demuestran con suma elocuencia que el estado de Israel es la creación de
una facción, el sionismo, y no de los judíos como tales: de ninguna manera la
totalidad de los judíos han apoyado la creación de tal estado y, mucho menos,
avala lo que el mismo hace contra Palestina y su heroico pueblo.
Gobierno
y estado israelíes, hoy con el terrorista sospechado de corrupción y acciones
criminales Netanyahu a la cabeza, se valen de patrañas y de evidentes mentiras
con el fin de justificar su ignominiosa conducta.
La
más grosera falsedad es la de la equivalencia:
Israelíes
= judíos = sionistas = semitas = adhesión incondicional al estado de Israel.
Muchos
textos y realizaciones fílmicas israelíes desmienten esa falsedad, entre ellos
la que aquí comenté: la serie Schtisel, todo un testimonio de la mayor
relevancia.
Rubén
Rojas Breu
Mayo
26 de 2021
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