Rubén
Rojas Breu
EN UN TRISTÍSIMO DÍA DE LA
PATRIA EN LA ARGENTINA
Estamos
viviendo un tristísimo, penosísimo, día de la Patria
El
gobierno libertario se conduce en un sentido extremadamente opuesto a nuestros
revolucionarios del 25 de mayo de 1810.
Ese
pueblo de 1810 y sus líderes aspiraban a la liberación del despotismo y a la
realización en plena autonomía de nuestras tierras y sus pobladores.
La
decisión de aquellos loables revolucionarios tenía como antecedentes, el
heroico rechazo popular de las invasiones inglesas de Buenos Aires, las
rebeliones emancipadoras de nuestros pueblos originarios de América Latina, la
revolución haitiana, la primera de todo el continente americano y la trascendente
Revolución Francesa, parcialmente antecedida por la Gloriosa de Inglaterra
Sin
duda, esta fecha para la ultraderecha y la derecha argentinas, con los Milei,
los Macri y sus esbirros a la cabeza les causa malestar; seguramente hubieran
preferido que los ingleses en 1806 y 1807 se hubieran apropiado de nuestro
territorio y nuestra población.
La
gesta sanmartiniana, la declaración de la Independencia y tantas obras para el
logro de nuestra autonomía, de nuestro desarrollo integral, de nuestra unidad
latinoamericana continúan lo iniciado en 1806, 1807 y 1810.
Seguramente
la fratria Milei, sus aliados y prosélitos hubieran querido asistir a un tedeum
el 4 de julio en conmemoración de aquel 1776 en el que esclavistas supremacistas
blancos, que no querían pagar impuestos, lograban sacarse de encima a la corona
inglesa gracias a las fuerzas militares francesas y españolas.
Porque
de eso se trata: esta ultraderecha y derecha quieren sumarnos como una estrella
más en la más repudiada bandera del planeta.
Tampoco
puedo aprobar de ninguna manera que se equipare la conmemoración del 25 de mayo
de 1810 con el de hace 22 años: es vergonzoso, denigrante, falso.
Tal
equiparación es expresión de egolatría y de fingimiento, de creencia estúpida en
que tuvimos “días felices” mientras nos hundíamos más y más en la pobreza, en
el atraso, en las grietas ficticias, en la desunión de las argentinas y de los
argentinos.
Actos
de recordación de la ascensión al gobierno de una facción se acercan al insulto
para las mayorías que están penando y solamente satisfacen la autolatría de una
imaginaria lideresa y los gustos pueriles de grupitos fantasiosos.
Liturgia
y rituales gastados y propios de la zoncera y de la resignación.
Ningún
25 de mayo equivale en lo más mínimo al de 1810; en todo caso, al que cabe
valorizar es al de 1973 cuando el Pueblo argentino, con la conducción de Perón,
del peronismo fundacional y con el apoyo de las fuerzas más democráticas de
entonces, llega al gobierno, después de terribles dictaduras antecesoras de la que
se instaura a partir de 1976.
A
aquel peronismo fundacional se lo desterró, particularmente a partir de la
muerte de Perón. La Renovación Peronista de los 80 fue un intento encomiable
que no logró materializarse.
Ahora
tenemos seudo peronismos con diversos nombres y similares
cataduras más allá de diferencias irrelevantes: menemismo, kirchnerismo,
massismo, kicillofismo y sigue la lista.
Su acción
depredadora en el caso del menemismo y sus vertientes o su comportamiento
mediocre, carente de proyecto y plagado de oportunismo por parte de los otros
seudo peronismos, nos llevaron a una decadencia que hasta parece irreversible,
alejándonos de la emancipación y de la realización, distanciándonos
gigantescamente de las aspiraciones de Moreno, Belgrano, Castelli, San Martín,
Artigas, Dorrego, Azurduy, Macacha y Martín Güemes y tantas y tantos más,
incluyendo a todas y todos los que integraban nuestro pueblo de entonces, las y
los humildes liberadoras y liberadores de aquella época.
Hoy
estamos en un círculo vicioso por el cual los seudo
peronismos, los progresistas y quienes se proclaman de izquierda retroalimentan
y se retroalimentan con la derecha y la ultraderecha.
Una
patológica simbiosis por la cual acuerdan consciente o
inconscientemente compartir el manejo de nuestro destino, buscando,
electoralismo mediante, alternarse para mantenernos en la decadencia atroz
anestesiando con diferencias gallináceas.
Se
dice que vivimos una época en las que nos está matando el “individualismo”:
falacia, ya que “individuo” es una falacia o una noción obsoleta mal aplicada.
Los
que nos amenaza, lo que nos destruye, es la psicopatía.
No
estoy considerando a la psicopatía dentro de los límites de la psiquiatría o de
la psicología. No la estoy restringiendo a las conductas de los asesinos seriales,
los criminales de toda índole o los violentos de género.
La
psicopatía se puede describir como una configuración sociopolítica, más
allá de bases psicológicas.
Como
tal tiene como rasgos predominantes la falta de empatía, el empleo de la
violencia verbal y física con propósitos intimidatorios, la hostilidad
manifiesta contra los débiles
La psicopatía
hoy es ante todo social, por origen y por efectos: es, por lo tanto, del orden
de la Política, es una práctica que se desenvuelve dentro
de la política, más propiamente dentro de la politiquería.
La psicopatía
está ahí: en el entramado social estimulando el avance de los más crueles, de
los más desquiciados, de los más fallutos, de los más frívolos, de los más embaucadores,
de los más transeros y, también, de los más cobardes
La
psicopatía se caracteriza por la total falta de empatía, por el empleo tenaz de
la impunidad, por la carencia del sentimiento de culpa o el remordimiento, por el logro a toda costa de satisfacer la egolatría, por el
impulso de la endogamia, por la hostilidad brutal al humilde y al desamparado,
por la destrucción de todo lo que pueda resultar bueno para las mayorías, por
la manipulación aprovechando los puntos débiles de la mayoría de las personas y
de aquellos a quienes considera enemigos, por el desprecio por el conocimiento
y el odio a la cultura, por avanzar a toda máquina contra el pueblo y la
nación, con engrupir a los desposeídos de que vendrá un futuro feliz o de que
están consiguiendo beneficios, aunque no los perciban.
En
consecuencia, la crueldad es intrínseca a la psicopatía, crueldad instaurada
para regir en toda la sociedad. La psicopatía busca como fin último la
destrucción de la cultura, de toda la cultura, y por lo tanto, acabar con la
Humanidad misma.
La
contundente abstención electoral que se está dando en todos
los comicios revelan que la voluntad popular es acabar con todo esto. Esa
abstención demuestra un altísimo nivel de conciencia política, pese a lo que
predican los personeros de un régimen político institucional y un régimen
electoral agotados y contrarios a los intereses nacionales y populares.
Para
enfrentar esta decadencia es que necesitamos imperiosamente un
Proyecto (una referencia es el de mi autoría ya publicado en
rubenrojasbreuelaula.blogspot.com).
También
requerimos construir la conducción política, la organización política y la
cultura política.
Es
perfectamente posible.
Poner
manos a la obra según lo antedicho es recordar de verdad la gesta de los
revolucionarios de Mayo y retomar el camino de nuestros grandes emancipadores.
Rubén
Rojas Breu
Buenos
Aires, mayo 25 de 2025