Rubén
Rojas Breu
LA
DISYUNTIVA ES PUEBLO O MILEI
Este
próximo sábado, 1° de febrero, el Pueblo se autoconvoca para llevar a cabo la
Marcha Antifascista, una Marcha que tiene que alcanzar una contundencia inédita
en una Argentina en la que movilizarse es una conducta consecuente y ejemplar
para el planeta.
Va a
ser una nueva demostración de la vocación democrática y de la potencia de
nuestro Pueblo, una nueva demostración que se suma a las muy resonantes
llevadas a cabo durante el 2024 en todo el país: manifestaciones convocadas por
una CGT deshonrosa y claudicante que pasaron por encima a sus organizadores,
marchas educativas que superaron las módicas aspiraciones de sus convocantes,
cacerolazos múltiples, movilizaciones de jubiladas y jubilados, etc.
Desde
que asumió este gobierno a contramano de la historia, el Pueblo se mostró
activamente como genuino opositor, sobrepasando o dejando al costado de su
camino de lucha a una oposición entregada, ineficaz o complaciente. Una
oposición que sigue sin hacerse cargo de la responsabilidad de haber creado las
condiciones para que la barbarie libertaria llegase al gobierno.
De
tal manera, desde hace casi catorce meses, la disyuntiva de fondo es:
PUEBLO
o Milei y su horda.
Para
dimensionar en todo su valor la Marcha Antifascista, para fortalecerla y para
maximizar hasta sus niveles más altos el protagonismo del Pueblo, vale considerar
y concluir que éste, el Pueblo, estuvo desde siempre, en contra de lo que
representan los libertarios, su caudillo, sus cómplices y sus aliados.
Por
eso, estas preguntas:
¿A
Milei lo votó el Pueblo?
NO
¿A
Milei lo apoya el Pueblo?
NO.
El
régimen, en su desesperación por mantenerse, sobre todo a partir del sacudón
revolucionario de 2001, incurrió sistemáticamente en comportamientos demagógicos
o autoritarios y en prédicas que confunden, que abundan en falacias, que
embaucan.
Lo
electoral, tal como se lleva a cabo y tal como se aborda, con PASO
o sin PASO, es usado para preservar el régimen a todas luces injusto y para
debilitar al Pueblo.
El
modo más retorcido y artero, el que usan la politiquería, los medios, las
empresas encuestadoras, los intelectuales y los factores de poder es el de
esgrimir argumentos para inculcar la creencia de que las elecciones representan
la voluntad popular, la voluntad del Pueblo.
Nada
más falso, nada más soez.
Eso
podía decirse en épocas en las que el Pueblo era decisivo, era convocado, como
en 1916, en 1946, en 1952 y en 1973; quizá, siendo benevolente, también en
1983.
Épocas
en las que sobresalían la cultura política, la conducción política, las
organizaciones políticas y se contaba con Proyecto.
La
dictadura dejó como herencia las bases para la destrucción de la Política,
destrucción que fue completada por el menemismo, destrucción que conllevó la
decadencia y el atraso, de lo cual jamás salimos, y que condujo a la calamitosa
situación actual, situación a la que el Pueblo intentó poner fin en 2001 y que
el régimen logró neutralizar.
El
electorado es la conjunción de votantes o electores MÁS los elegibles o
candidaturas.
Sabemos
que las candidaturas están, sobre todo desde 1989, amañadas.
Así
que, por ahí, todo mal.
Los
electores o votantes, la población que vota es una mezcla que los
factores de poder, dirigencias, medios y encuestadores no traen a la luz.
Por
un lado, no es negocio hacerlo y por el otro, carecen de los conocimientos que
se requieren.
Maridaje
de la codicia con la ignorancia.
El
voto es un acto inexorablemente político.
En
las últimas décadas, sobre todo desde el menemismo, se fue despolitizando, desnaturalizando.
Tan
es así que candidatos y votantes, en enorme y creciente porcentaje, se declaran
“apolíticos” o aborrecen la Política.
La
mezcla a la que me refiero es la de masa con pueblo, mezcla que se puede
detectar con la Política y con el conocimiento científico.
La
masa,
a la que habitualmente se denomina “la gente”, término que suena más elegante,
es un agregado amorfo, inorgánico, voluble, indiferente al interés colectivo, embanderada
en la cobardía, atraída por el poder, que carece de cultura política o de
interés por la misma.
Rehúye
el compromiso.
El
mecanismo que mejor la caracteriza, descrito por Freud, es el de entronizar a
un líder o figura mesiánica: cada miembro de la masa renuncia a su propio ideal
y a su conciencia moral reemplazando al primero y a la segunda por lo dicho, el
líder.
Eso
se dio, dramática y estrepitosamente, con Milei.
Se
dio con un agravante: del seno de la masa, emergió, ya con la dictadura,
potenciándose con el menemismo, la horda.
Se
trata de una caterva que encarna lo que Darwin y Freud describen como la horda
primitiva.
La
horda actual, la que engendró a Milei y los libertarios, resulta del
amontonamiento de machistas, los lumpen, barrabravas, patoteros de toda laya, criminales,
narcos, represores del gatillo fácil, ricachones prepotentes, mediáticos brutos
y embrutecedores, usuarios imbéciles de las redes virtuales, racistas,
homofóbicos, ensalzadores de la dictadura, terroristas de estado, maltratadores
de niñas, niños, adolescentes, ancianas y ancianos y de feminicidas.
Si
bien la horda es numéricamente insignificante en un proceso electoral, su
influencia fue notoria, lo suficiente como para arrastrar a la masa.
Y
para amedrentarla.
Obsérvese
que a Milei lo votó una multitud indiferenciada, sin identidad política.
Señalo,
sobre todo pensando en comicios, que, si el Pueblo construye poder, puede
atraer a la masa, siempre versátil.
Movilizarse
es construir poder.
El
Pueblo es la población políticamente culturalizada y organizada que tiene por
Objetivos Estratégicos su emancipación y realización,
emancipación y realización en la que incluye a la Nación y a su fuerza motora,
los trabajadores.
Dados
sus objetivos estratégicos el Pueblo se opone al despotismo en todas sus
variantes: oligarquía y concentradores locales, colonialismo,
neocolonialismo e imperialismo.
Lo
que no dicen ni dirigentes ni intelectuales ni medios ni encuestadores ni
analistas políticos es que, como se desprende de mi análisis, el Pueblo
participó parcialmente de las elecciones desde hace décadas y, sobre todo, de
las de 2024.
Elecciones
en las cuales no hubo ningún candidato que representara seria o eficazmente al
Pueblo.
El
Pueblo, como una y sólo una de las partes que votó en 2024, no sufragó por
Milei.
Considerando
la definición que desarrollé sobre qué es el Pueblo:
¿podría
haber votado en contra de su liberación y de los intereses nacionales y de los
trabajadores?
¿Podría
haber votado o podría apoyar a los yanquis, a Musk, a los poderosos, al
cipayismo, a los pulpos financieros?
De
tal manera, afirmar que Milei fue elegido por el Pueblo es difamar.
Es
lógicamente imposible, es políticamente imposible que el Pueblo y Milei
coincidan.
¿Queda
claro que Pueblo y Milei son términos antagónicos de la disyuntiva determinante
de esta hora?
Esto
sí es cierto:
La
Marcha Antifascista representa al Pueblo.
Rubén
Rojas Breu
Buenos
Aires, enero 29 de 2025
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