EL
TENEBROSO Y RECÓNDITO DESEO DE MILEI
Cuando
me refiero a Milei me refiero a la fratria, a la fratria Milei, tal como desarrollé
en anteriores publicaciones.
Hermano
y hermana son, psicosocialmente, una unidad indivisa e indivisible, se sostienen
en un tenaz vínculo simbiótico.
Él
vocifera, la hermana opera.
Él derrapa
y desborda, ella encarrila y contiene. Desequilibrio y vuelta al equilibrio,
entropía y neguentropía.
Esas
dos funciones, procesos identificatorios mediante en clave Freud, se propagan
hacia seguidores: la horda, por un lado, extensión del hermano, los adaptados del
otro, prolongación de la hermana.
A través
de un nuevo desborde el hermano reveló el deseo más íntimo, más recóndito, más
profundo y determinante: hacer de la argentina un cementerio.
Como
expresión de tal deseo y, a la vez, como amenaza para argentinas y argentinos,
profirió ante un auditorio de su gusto, la Fundación Faro: “si no llegaran a
fin de mes, la calle estaría llena de cadáveres”.
Esas
frases ponen de manifiesto su deseo más recóndito y, al mismo tiempo, encierran
una amenaza: “hasta que la Argentina no se convierta en
un extenso y colmado camposanto seguirá el ajuste”.
Acaba
con toda esperanza si alguien todavía se aferraba a ella.
Se
hace palmaria la inscripción que Dante Alighieri imagina en la entrada al
infierno: “…abandona la esperanza si estás aquí”.
La
Argentina de los Milei y sus esbirros es ese infierno.
Ese
deseo y la amenaza vibran en sus adherentes, en los libertarios y en quienes
todavía lo apoyan y votan.
Veamos.
La muerte es desde los tiempos más pretéritos no solamente negación de la vida,
sino del Deseo como tal, de todos y cada uno de los deseos de humanas y humanos.
La
muerte representa también lo opuesto a todo lo que está incluido en la Vida: el
amor, la Política, el conocimiento y las ciencias, las artes, la filosofía y,
también, la alimentación, la vestimenta, la vivienda, la justicia, la dignidad
y largos etcéteras.
Aunque
sorprenda, la muerte también arrasa con las emociones propias de la hostilidad
como el odio, el impulso a la venganza, la envidia, los celos.
Para
tales sentimientos se requiere estar vivo.
Desde
el pasado más remoto, desde el comienzo de la Humanidad, el culto, la atracción
y el temor a la muerte estuvieron presentes.
Es
uno de los datos más elocuentes de que humanas y humanos nos diferenciamos
tajantemente de los animales, por lo tanto, un indicador irrefutable de que no
somos monos ni primates ni simios, digan lo que digan las decimonónicas taxonomías.
Todas
las mitologías y religiones, particularmente las más ancestrales, tienen
deidades que representan a la muerte.
Desde
el vernáculo y protector de los pobres San la Muerte hasta la tercera de las
Parcas, la aterradora y archiconocida Átropos, la que corta el hilo de la vida.
Nergal,
Mot, Osiris, Hades, Mors, Hela, Mictecacihuati, Ah Puch, Supay, Izanami y Lama
son algunos nombres de tales deidades desde el extremo Oriente hasta los
pueblos originarios de nuestro continente.
También
personajes de la literatura, fundamentalmente gótica, han logrado gran alcance como
representaciones de la muerte o de la resurrección o del más allá: Drácula y Frankenstein,
por ejemplo.
Humanas
y humanos nos realizamos como tales venciendo a la muerte a través de la búsqueda
de proyectos colectivos de realización que eleven la vida a través de la
justicia, de la cultura en todas sus formas, de la convivencia, de la
trascendencia a través de nuestras creaciones y a través de nuestra
descendencia.
Es algo
que olvidan o desconocen la totalidad de las dirigencias, los medios, las
empresas encuestadoras, los intelectuales y, por supuesto, los concentradores
de poder y de riqueza.
Nada
de lo que acabo de enumerar como intrínseco de la Vida y conductas destinadas a
vencer a la muerte, ni nada de lo que enuncié más arriba como incluido en la
Vida, se encuentra en la fratria Milei.
En cambio,
sí abundan en los Milei, y notoriamente en el hermano, símbolos
de la muerte, palabras y gestos que invocan a la muerte, políticas letales,
tomas de decisiones que depredan y devastan.
Asimismo,
su alineamiento internacional con lo más inhumano del planeta expresa una
desenfrenada vocación por la muerte.
Dentro
de la iconografía Milei se destacan las representaciones de
animales presentados como portadores de muerte como el león en toda su
ferocidad y el águila, el diálogo con el perro favorito muerto, las amenazas sobre
acabar con los “kukas” o con los “zurdos” buscándolos hasta el último rincón
del planeta.
El
más rimbombante, cruel y penetrante de sus emblemas es, sin duda, la
motosierra.
Las figuras
representativas de la muerte en las antiguas mitologías eran portadoras de la
guadaña.
La
motosierra de Milei es la versión moderna, contemporánea, de aquella
terrorífica guadaña.
¿Más
claro? Agua.
Como
un desatino más, Milei anuncia que va a dejar de insultar, como si solamente
insultara con sus palabras violentas, con su coprolalia irrefrenable, cuando
insulta todo el tiempo con sus decisiones, con sus vetos, con su rechazo a
trabajadores, jubilados, discapacitados, niñas, niños, pobres.
Invita
a discutir ideas, obviando que para debatir en el alto nivel que la Argentina
hundida en el atraso y la decadencia, requiere de un Proyecto y de
conceptualizaciones que están muy por encima de su pobrísimo nivel intelectual
y su inexistente formación científica.
Se
requiere también comprometerse con la Vida, desechando a la muerte como imposible
objeto de deseo.
El
Pueblo sigue dando heroicamente la lucha en soledad.
De
acuerdo a este análisis que estoy publicando, el Pueblo está desafiando a
la muerte y dando la pelea por la vida.
Rubén
Rojas Breu
Buenos
Aires, agosto 6 de 2025
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