jueves, 28 de junio de 2018

NERÓN Y EL INCENDIO DE ROMA: sobre la manipulación de masas

Rubén Rojas Breu

NERÓN Y EL INCENDIO DE ROMA

Algunos elementos de análisis sobre la manipulación de masas

"Toda noción o limitación de la variedad es igualmente ilegal, pero la mayor limitación es lo dilemático"

                                                                       Macedonio Fernández


Empecemos por señalar que el tema de la manipulación de masas o, más modernamente, el de la manipulación de la opinión pública es sumamente complejo y, por ende, merece un abordaje multidisciplinario, extremadamente profundo y sin prejuicios. Aquí voy a aproximarme a él con la esperanza de convocar a tratarlo por parte de otros, habida cuenta de que en los tiempos que nos tocan vivir sin duda es de máxima significación.
Sobre todo es uno de los grandes temas para los argentinos, en la medida que la manipulación social o de masas parece haberse enseñoreado de nuestra comunidad desde hace más de dos décadas, especialmente desde que el horror del humanicidio prácticamente inauguró el año 1976.
Esta misma hipertragedia así como muchos otros acontecimientos que nuestra sociedad al igual que toda la humanidad ha conocido o vive (no podemos olvidar en el tratamiento de este tema al nazismo, al stalinismo o al maccarthysmo) dan pie a la aproximación sociopsicológica con fuerza de hipótesis que pasamos a exponer.

La manipulación de masas:

1.   Es un fenómeno vincular, una resultante de un pacto tácito entre el agente iniciador y el agente seguidor o, si se prefiere, el líder y las masas. Por lo tanto, no es sólo la obra de una mente inductora que se vale de la buena fe de la gente.

2.   Es un modo de imponer la cultura gregaria y de dar poder a uno de los  patrones de comportamiento presentes en todo grupo, población o miembro: el que se sustenta en un lazo de supuesta espontaneidad, el de la posibilidad de satisfacción total y sin demoras, el que genera la ilusión de que puede evitarse el esfuerzo de esperar, pensar, asimilar e intercambiar.
3.   Es una vía para impedir la cultura democrática y participativa así como para anular el poder de otro de los patrones de comportamiento: el que se sustenta en el reconocimiento del otro y de los otros, en la construcción y reconstrucción de las instituciones, en el pensamiento crítico, el diseño de estrategias y la operacionalización compleja. 

¿Qué tienen en común el 24 de marzo de 1976, la difusión de la guerra por Malvinas de 1982, los sucesivos golpes pro capital financiero que nos acosan, particularmente,  desde 1983  incluyendo su  flamante versión del riesgo de "default" y hasta las convocatorias a plebiscitar la pena de muerte?.¿Cómo se da la manipulación y cómo procede?
Estos serían los factores y los procedimientos:

  •  Un período ventana de creciente insatisfacción colectiva, efecto de causas múltiples.
  • Una situación muy crítica a la cual se describe y vivencia como catastrófica, terminal y atribuida a una causa única (o a un muy reducido número de causas, en todo caso).
  • La descalificación de los actores y las políticas basadas en el respeto de la Ley, la negociación de todas las partes y la búsqueda de acuerdos y consensos.
  •   La promoción de la "mano dura" encarnada en un grupo o figura mesiánica, que como diría Bion[ii] en su descripción del supuesto básico de ataque-fuga, tiene las funcionales características paranoides.
  •   La sustitución de la organicidad social y del vínculo entre sus actores básicos, pueblo y dirigencias en el marco de la Ley, por el vínculo líder-masas.

No podemos dejar de recurrir a Freud en este punto, especialmente a su célebre capítulo VII de la Psicología de las masas.[iii]
Recordemos sucintamente: allí Freud describe el proceso por el cual el liderazgo (gregario) resulta de la sustitución que cada miembro de la masa hace renunciando al ideal del yo para colocar en su lugar al líder (idealizado) y para constituir el grupo de seguidores por reconocerse todos en tal líder.
La identificación, mecanismo fundante del proceso, es la que corresponde al tipo "a rasgos": no es la persona total de cada miembro ni la persona total del líder la que entra en el juego, sino un rasgo de ambos términos que al asimilarse captura a los participantes.
Dicho de otra manera, cada uno, cada seguidor y el líder renuncian a sí mismos para consumar un pacto tan inconciente como tenaz. Se trata del que permite la plena identificación, la ilusión de absoluta igualdad, la seguridad de que todos están en la misma: el líder para llevar al plano de la idealización el rasgo y los miembros de la masa para aportarle la energía con la cual imponerlo.
 Animado por mi temeridad al revisar parcialmente a Freud, diría que ambos términos, el líder y cada miembro de la masa renuncia a su  yo y con ello a la capacidad integradora (si se quiere, sintetizadora) que tal instancia implica.
El yo, la instancia síntesis como justamente nos enseña Freud, es el yo en función de su lugar en un sistema: en el lingüístico, lo es por diferenciación y oposición al tú y al él, lo cual se repite en las formas plurales (nosotros, vosotros y ellos); en el sociológico, el yo lo es por diferenciación y oposición al otro o a los otros. Es decir, no hay yo sin otro.
Su capacidad sintetizadora es la que le permite incorporar al otro y a lo otro, tanto para afirmarse y crecer como para evitar ser arrastrado por impulsos primitivos finalmente inmanejables.
De modo tal que cuando se define al otro como enemigo se lo está considerando no sintetizable, no integrable, absoluta y definitivamente ajeno; por tanto, simultáneamente se está renunciando a la instancia síntesis (o sintetizadora) o sea el yo.
Si el yo de cada uno (por ejemplo, de cada habitante en una comunidad) cede su lugar en la escena es porque alguna de las diversas expresiones del no-yo hace su ingreso. Aquí se abren variantes al infinito, pero en aras de una exposición sucinta y clara, podemos circunscribirnos a lo ya anticipado referente a los impulsos o, como personalmente yo preferiría, el dominio de la primarización ( sustentada, entre otros desarrollos, en el proceso primario según Freud y la definición de  grupo primario según Cooley).
En síntesis, refugiarse en la primarización y renunciar al yo, implica:
ù  Desconocer la diferencia y hasta promover la eliminación del otro y de los otros.
ù  Que  tal   desconocimiento   no   sólo   es   en   el   campo  interpsíquico -sea en el interpersonal e intergrupal- sino también en el intrapsíquico: al "casarse" fanáticamente con un aspecto o rasgo de uno, tanto el lider como el miembro de la masa desechan también otros aspectos o rasgos diferenciados que conviven en ellos mismos.
ù  Anular la distancia en cada uno entre el yo y el ideal del yo.
Consideremos que tal distancia es la que incita al trabajo, la inversión, la creatividad, el intercambio y el riesgo. La anulación de esta distancia permite advenir la ilusión de que todo es posible ya, sólo sobre la base de la conjura libidinal, el espontaneísmo, el "cé gual" de Minguito Tinguitella.
Advertí ya acerca de que el tratamiento de la manipulación exige una tarea multi e interdisciplinaria ciclópea, movilizante y , a la postre, gratificante.  Se trata así de una tarea que me excede y excede los naturales límites de una columna. Por lo tanto, haré sólo una muy breve referencia a uno de los aportes que brinda  la semiología, originado en Lèvy Strauss - Todorov[iv] y que éste formula así: el relato representa proyección sintagmática de una red de relaciones paradigmáticas.
En la manipulación se da una reducción notable de las opciones (o sea se da una casi eliminación de la red de relaciones paradigmáticas) y se construyen relatos o discursos generalmente dilemáticos, por ejemplo, del tipo "o reorganización nacional o caos", "o reducción del deficit fiscal o riesgo país", " o pena de muerte o inseguridad creciente". Entre las opciones (o sea entre las posibilidades que brinda la amplitud de un paradigma), al instalarse la manipulación desaparecen la de reconstruir maduramente las instituciones, la de promover la negociación, la de convocar a la ciudadanía para una gesta colectiva, la de incentivar el desarrollo económico y social a partir de las propias capacidades, la de modificar la política exterior y otras muchas que enumerar aquí provocaría la justa impaciencia del lector.    
Si bien la semiología y el psicoanálisis se encuentran a cada vuelta de esquina, como muy fundadamente lo demuestra Christian Metz [v], quiero llamar la atención sobre una cuestión cardinal en la que confluyen más que naturalmente. Tiene que ver con algo constitutivo de la especie humana y que da cuenta del soporte original de la manipulación. Incluso la máxima de Goebbels "miente, miente y miente..." -máxima que prologa "el manual de la manipulación"- testifica la existencia de este soporte: el engaño primordial.
Tanto en el desarrollo evolutivo de la persona como de la especie hay, hubo, un momento en el cual la creencia en el superpoder asociada a la negación de la diferencia organiza la percepción del mundo: onmipotencia del padre o de la madre, omnipotencia de la divinidad, omnipotencia de la palabra y del pensamiento unidas al desconocimiento de la diferencia sustancial que oportunamente precipitará el complejo edípico según la perspectiva freudiana. Simultáneamente el acceso a la significación es ante todo aceptar que algo es sustituído por otro algo: en simple, la cosa o el primer referente por el signo. Así, el bebé tomará la mamadera o se valdrá del chupete para sustituir el pecho de la madre o el pequeño jugará con su osito de peluche -representante del animal signado como carismático y negado en su condición de indómito-.
El sistema de creencias alumbrado por el engaño primordial nos acompañará toda la vida y será fuente de la capacidad simbólica, del intercambio social, de la creatividad hasta en sus expresiones más sublimes, de la posibilidad de producir, de la aptitud y el goce de amar, de la ensoñación. Pero en su inexorable ambivalencia, será también el sustento de la ingenuidad colectiva que tan intrínsecamente está incorporada a la manipulación de masas.
Ya casi dos mil años antes que sus émulos nazis, los incendiarios del Reichstag, sospecho que Nerón intuía buena parte de lo aquí descrito, cuando según la leyenda tañía la lira mientras contemplaba a Roma envuelta en las llamas que su mano había provocado. 
Si bien en la nota aludí a casos y aoontecimientos paradigmáticos extraídos de la política propiamente dicha, vale aclarar que lo antedicho también lo considero aplicable a los variados ámbitos de la comunidad y a todas las épocas históricas así como al presente. Por cierto, el desempeño de unos cuantos productores de televisión confirma este juicio.



[i] Fernández, Macedonio: Metafísica, CEAL, 1977, Buenos Aires


[ii] Bion, Winfred: Experiencias en grupos, Paidós, 1972, Buenos Aires


[iii] Freud, Sigmund: Psicología de las masas, Amorrortu, 1979, Buenos Aires


[iv] Todorov, Tzvetan: Las categorías del relato literario, (en donde cita como fuente a Lèvy Strauss), incluído en Análisis estructural del relato, Premiá, 1985, México

[v] Metz, Christian: Psicoanálisis y cine. El significante imaginario, G. Gili, 1979, Barcelona
Rubén Rojas Breu. El deseo de la estrategia. Primera edición. Buenos Aires. CIAP FCE UBA.2014. La primera edición es del CIAP FCE UBA 2012.

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