Rubén
Rojas Breu
LAS
DISOCIACIONES DE MILEI
Se
conmemora hoy, 17 de noviembre, el primer retorno de Perón, conmemoración que
dio lugar a que bautizáramos como “Día de la militancia” a esta fecha.
Aquel
17 de noviembre de 1972, en estas horas, estábamos enfrentando como podíamos la
violenta represión de las fuerzas armadas y de seguridad, en el intento,
frustrado, de llegar al aeropuerto de Ezeiza para recibir al Viejo.
Había
lucha, proyecto, y la esperanza cierta, íntima y visceral de que la liberación
y la realización como Pueblo y como Nación estaban casi al alcance de la mano.
Y por cierto que estuvieron ahí, a punto de concretarse.
Hoy,
50 años después, lejos todavía de la emancipación y la realización, aunque
esperanzadas y esperanzados y dando la pelea, nos encontramos con la desolación
causada por un régimen absolutista, encabezado ocasionalmente por Milei y las
hordas libertarias.
Está
en la Argentina el presidente francés Macron en búsqueda de un imposible:
persuadir al caudillo libertario para que en el G20 se interese por el desastre
ecológico que sufre el planeta y se acerque a un pacto entre el Mercosur y la
Unión Europea.
Macron,
el gobierno y la diplomacia francesas, al igual que muchas argentinas y
argentinos no saben que al respecto los libertarios son una “roca viva”,
expresión acuñada por Freud.
Quizá
no caen en la cuenta del mecanismo que moviliza a Milei y su troupe y que paso
a describir: por obra de tal mecanismo, Macron, así como las argentinas y los
argentinos somos relegadas y relegados, ninguneadas y ninguneados.
Un
mecanismo simultáneamente psíquico y social que da cuenta de la cerrada y
obtusa posición del libertario y los suyos es el de la disociación, escisión o
clivaje por el cual se bifurca la persona o su grupo de pertenencia entre una
adhesión tenaz a un objeto idealizado y, al mismo tiempo, un rechazo enfermizo
por un objeto al que se denigra.
El
reciente viaje impúdico de Milei, su hermana y su séquito al país yanqui deja
en claro cómo opera este mecanismo psíquico y social:
Por
un lado, idealización de lo yanqui, encarnado y encabezado por Trump, Elon Musk
y Silvester “Rocky” Stallone y con la presencia de jefes de corporaciones y
figurones del anexionista país del Norte.
Tenemos
entonces identificado al OBJETO IDEALIZADO.
Por
otro lado, se denigra al propio país de pertenencia y, lo que agrava la cosa,
todo lo que no sea yanqui: Francia y Macron caen en esa volteada. Los gestos
amables, incivilidad de los Milei incluida, son mera actuación, no pasan de
eso.
La
Argentina, con todas y todos los que estamos dentro de ella, somos
descartables, denigrables, defectuosas y defectuosos.
Tenemos
así identificado al OBJETO DENIGRADO.
Ese
mecanismo de disociación es primitivo. Es primitivo en la Historia ya que
remite a la antigüedad más ancestral.
Es primitivo
también en el desarrollo de las personas ya que es propio de los estadios
iniciales, de los bebés que por cierto son manantiales de ternura a diferencia
de adultos bestiales, bebés que, amor mediante, madurarán.
De
tal manera, más infradesarrollo, más involución, más primitivismo que, el que
exhiben los libertarios, no se puede encontrar.
Esa
disociación psíquica y social se complementa con la que opera en la masa que
vota y que apoya al gobierno libertario, masa que también tiene cierto
desmedido gustito por lo yanqui por tanta penetración cultural.
Se
trata de la disociación psíquica y social denominada “identificación con el
agresor”, postulada por Sandor Ferenczi, Melanie Klein y Ana Freud, y a la cual
incluyo acá en una versión que la hace aplicable.
La
identificación con el agresor consiste en el mecanismo por el cual la víctima de agresión o
daño se convierte en lo que el agresor le exige, actuando como dicho agresor
y/o empatizando con tal maltratador.
Es similar al difundido “síndrome de
Estocolmo”.
La masa como señalé reiteradamente no
solamente difiere radicalmente del Pueblo, sino que a menudo toma posición en
favor de quienes buscan destruirlo, de quienes buscan destruir al Pueblo.
La masa, identificándose con el agresor,
apoya los planes de ajuste descomunalmente cruel que tal agresor o agente de
daño aplica, en la convicción inconsciente de que el castigo divino es el
camino a la redención.
No abundo más porque esto ya se me hizo
muy extenso.
Resumo:
Milei y los suyos disocian entre
-
lo idealizado, país yanqui liderado por sus poderosos,
y
-
lo denigrado, la Argentina y, por arrastre, América Latina e inclusive
el resto del planeta; por lo tanto, frustración para Macron.
Complementariamente,
la masa que apoya y vota a los libertarios, se identifica con el agresor.
Rubén
Rojas Breu
Buenos
Aires, noviembre 17 de 2024