jueves, 3 de febrero de 2022

SOBRE LAS RELACIONES DE PODER

 

 

 

Rubén Rojas Breu

 

SOBRE LAS RELACIONES DE PODER

y el crucial interrogante:

¿relaciones de fuerzas desfavorables

o acomodamiento a lo que hay?

 

Sinopsis

En este artículo propongo dejar de lado la noción de “correlación de fuerzas” y adoptar el concepto relaciones de poder, sobre la base de mi definición de poder.

La conducción política y las organizaciones políticas que auténticamente se posicionan del lado de los intereses nacionales y populares tienen el deber irrenunciable de interpretar las relaciones de poder y operar sobre las mismas.

Las relaciones de poder per se no son ni favorables ni desfavorables: si se cuenta con conducción política, un Proyecto de realización de nación y pueblo, con estrategia política, organización política y acciones políticas consecuentes las relaciones de poder emergen favorables. 

Por supuesto, respetando el principio de la revolución o transformación en paz, la herramienta política por excelencia para generar relaciones de poder ventajosas es la movilización popular al amparo de lo enunciado en el párrafo anterior: conducción, estrategia y organización políticas.

Escudarse en la supuesta “correlación de fuerzas desfavorable” es eso: escudarse. Escudarse para no asumir el compromiso de interpretar y operar sobre las relaciones de poder con el fin de que devengan propicias. Es incurrir en una suerte de fatalismo francamente castrador que nos deja sin destino.

Para interpretar las relaciones de poder hay que cumplir con requisitos que son de distintos órdenes, de los cuales los más resaltantes son:

  • contar con teoría política sustentable, científicamente sustentable, tal como me propongo en este artículo, basándome en mi creación, el Método Vincular, así como en mi dilatada trayectoria política y en el conocimiento forjado a lo largo de décadas por medio de la investigación sistemática de los comportamientos políticos,
  • partir de la geopolítica porque sólo se pueden diagnosticar con claridad las relaciones de poder cuando nos ubicamos en el planeta y no como si la Argentina fuese un país aislado. Gobernantes y supuestas dirigencias políticas y sectoriales argentinas viven enclaustradas en una configuración endogámica y conciben la política exterior de un modo espasmódico o asistemático y eventual, como si se tratara de un seudópodo de la política interior.
  •  disponer, como ya está dicho ut supra, de un Proyecto, conducción, estrategia, organización y acción políticas.

Este último punto es vital también para contrarrestar:

  • tanto la tendencia pueril a considerar que los males que padecemos se deben únicamente a la insidiosa intromisión extranjera, ignorando que tal intromisión sólo es posible por el perfil y accionar de las castas dominantes locales
  • como para derribar la posición entre ingenua y maliciosa de que en la decadencia que afrontamos los intereses y la conducta de las potencias dominantes y las grandes corporaciones y organismos multinacionales no tienen ninguna responsabilidad o injerencia.

 

Índice temático

Tesis

Consideraciones preliminares

Puntualizaciones

Premisa básica

Abordaje crítico de distintos autores sobre la cuestión del poder

La conceptualización consecuente de las relaciones de poder

Refutando la noción de “poder real”

Sobre la noción “relaciones de fuerzas” y las condiciones objetivas y subjetivas

Algunas claves para operar sobre las relaciones de poder

 

Tesis

Me voy a abocar a demostrar estas tesis:

  • que si la Argentina continúa en el atraso y no se encaró una transformación revolucionaria no se debe en absoluto ni a relaciones de fuerzas desfavorables ni a la falta o insuficiencia de las condiciones objetivas y subjetivas,
  • que la Argentina carece hoy y desde la muerte de Perón de la organización política que se proponga plasmar el Proyecto resumidamente enunciado ut supra y, por lo tanto, de la conducción política, de la estrategia y de lo que se derive de todo eso,
  • que las dirigencias políticas se han acomodado a lo que hay, que por razones diversas optan por conservar el statu quo,
  • que lo que se da en mal llamar relaciones de fuerzas, así como las condiciones objetivas y las subjetivas, manifiesta o latentemente, están ciertamente dadas para la transformación de raíz.

Enfatizando:

No hay correlación de fuerzas desfavorable sino acomodamiento a lo que hay.

Las relaciones de poder se tornan propicias si se cuenta con un Proyecto de realización, conducción, organización, cultura y acción políticas. Y, reiteramos, la convocatoria sistemática a la movilización popular, orgánica y organizada desde luego.

 

Consideraciones preliminares

Tanto por derecha como por izquierda, con distintos argumentos, pero similares anclajes, se descalifican las categorías de “nación” y de “pueblo”.

Esa descalificación nos pone, desde el punto de partida, en una posición de debilidad ya que se trata de categorías universales y axiomáticas. No asumirlas es ignorar lo real y lo determinante.

Las grandes potencias de todo el espectro, y las corporaciones que cobijan o con las que se interrelacionan, cuidan y promueven enérgicamente sus intereses nacionales y procuran beneficios para sus poblaciones. Estas poblaciones podrán ser o no “pueblos”, tal como defino a esta última categoría, pero no hay dudas de que atienden de una manera u otra a sus habitantes, sea con fines solidarios o por convicciones, sea por motivos utilitarios como el de tenerlos bajo control y conseguir el éxito en los procesos electorales.

En este momento en el mundo se dan múltiples guerras, así como amenazas de enfrentamientos bélicos: Israel versus Palestina y, encubiertamente, versus otros estados árabes; EEUU de Washington con la OTAN versus Rusia, la que se libra en territorio ucranio; las potencias occidentales versus Irán; EEUU de Washington versus Corea del Norte; China versus India; China versus Taiwán y un inacabable etcétera.  Desde luego, también se destaca el enfrentamiento ya crónico entre los EEUU de Washington y China. Poco tiempo atrás, las tropas sanguinarias del país yanqui acabaron con la vida del jefe máximo del ISIS asesinando simultáneamente a cinco niños y seis mujeres.

Para nuestras castas dominantes, así como para las grandes potencias, es una obsesión la de negarnos el derecho a reconocernos como nación y como pueblo. También, predicando un pacifismo hipócrita y apostando a una supuesta madurez falsa de toda falsedad, se nos despoja del derecho a afirmar que nuestra nación y nuestro pueblo, así como todas las naciones y pueblos postergados del planeta, tenemos enemigos. ¿Esas grandes potencias están en estado de guerra perpetuo y a nosotros se nos desautoriza para definir enemigos?

Si, de acuerdo a la genial afirmación de Clausewitz, “la guerra es la continuación de la política por otros medios” es porque en la política hay enemigos: éstos no surgen por generación espontánea cuando se inician las confrontaciones bélicas.  

Si nos proponemos plasmar un Proyecto de realización nacional y popular, por más esfuerzos que hagamos para evitarlo, habrán de surgir enemigos. Los pueblos y sus conducciones no salen a buscar enemigos: se los encuentran cuando dan curso a sus legítimas aspiraciones.

Si no tenemos claro esta premisa no vamos a poder interpretar las relaciones de poder y operar sobre las mismas.

Lo que el actual oficialismo, el FdT y sus partidarios denominan “oposición” lleva al sendero equivocado para definir las relaciones de poder: en eso que llaman “oposición”, particularmente en la membresía Pro y sus aliados más tenaces, anida el enemigo de la nación y del pueblo argentino.

No se trata de impulsar a la guerra, pero sí es importante tener conciencia de que es así para tener claro las estrategias incluyendo cuándo y cómo negociar, cuándo y cómo confrontar: no se negocia ni se confronta de igual manera con un mero y honesto opositor o adversario que con un enemigo, declarado o no declarado como tal.

 

Puntualizaciones

Es un tema ya de larga data en la Argentina el de si las relaciones de fuerzas son desfavorables o no para encarar un Proyecto de transformación de raíz para la liberación y realización de la nación, el pueblo y los trabajadores.

Desde la muerte de Perón, el último conductor político y el último estadista auténtico, quienes dicen representar a la nación, al pueblo y/o los trabajadores alegan que las denominadas relaciones de fuerza son desfavorables para una transformación revolucionaria.

Hasta donde sé y percibo coincidieron y coinciden en ese diagnóstico tanto el peronismo vigente (indudablemente distinto del fundacional al punto de que es muy discutible llamarlo “peronismo”) como la izquierda.

Curioso diagnóstico si se tiene en cuenta que en el 2001 el pueblo argentino generó una situación revolucionaria, situación que las burocracias neutralizaron y descalificaron con el tendencioso o malicioso argumento de que ese levantamiento, que derivó en un estado asambleario masivo, fue un movimiento contra la política.

Por lo contrario, se trató de un movimiento decididamente político y que se propuso hacer de la Política lo que la Política debe hacer.

Ese momento, de otra manera, se reeditó en diversas circunstancias, cercanas en el tiempo: en diciembre de 2017 contra la reforma laboral, en ocasión del rechazo al dos por uno para beneficio de los genocidas que intentó la Corte Suprema o, incluso, en vísperas e inicios del actual gobierno a cargo del Frente de Todos y, todavía más, con la llegada de la pandemia.

Ya en 1987, durante la rebelión militar inconstitucional y antipopular, se dieron condiciones objetivas y subjetivas para la deseable transformación. Las dirigencias optaron por la claudicación ante el grupito de carapintadas y el resultado más relevante fue el desaliento de lo que genuinamente debe considerarse pueblo, la población políticamente culturalizada y organizada que toma para sí el protagonismo en los conflictos básicos:

  • Pueblo y nación versus despotismos (local, imperialismo, colonialismo y neocolonialismo, con la salvedad de que el vernáculo es el gestor y el vehículo para que los últimos tres hagan pie),
  • Trabajadores versus capitalismo, entendido éste como formación socioeconómica dominante que excluye a la Política y, con ella, todas las dimensiones que hacen a lo humano.

No se trata ni de sacralizar a los trabajadores ni de satanizar al capitalismo; sólo enuncio un antagonismo constitutivo al mismo tiempo que descreo tanto del internacionalismo proletario como de que el capitalismo se da de modo homogéneo en todas las latitudes, ya que, en cada país, empezando por las grandes potencias, tal formación socioeconómica tiene su peculiar perfil. Obsérvese además que no adopto la postura de la “lucha de clases” ya que no se trata de trabajadores versus capitalistas (los cuales se incluyen en un amplio y variado espectro) sino de trabajadores versus capitalismo.

Este artículo está motivado en el imperativo de poner en claro qué entender por relaciones de poder (superando la noción “relación de fuerzas”) y definir si son o no desfavorables, cuándo y por qué. Al dar cuenta de tal cometido, también aludimos a las tan meneadas “condiciones objetivas y subjetivas”, condiciones que se dieron a favor de la transformación en todas las situaciones arriba enunciadas, aunque no percibidas por las supuestas dirigencias, y que se encuentran en permanente estado de latencia, incluyendo el momento actual.

Por otra parte, el vocablo “fuerza” es propio de la Física, más que de las Ciencias de lo Humano y, además, tiene acepciones variadas, entre metafóricas y metonímicas que llevan a que pierda la articulación entre comprehensión y extensión al extrapolarla a lo humano. En cambio, “poder” es aplicable únicamente a lo humano. Lo expresado en este párrafo puede constatarse en el diccionario de la RAE, así como en numerosos textos de variados autores.

Ahora bien, algunas precisiones determinantes:

El despotismo en todas sus variantes es un dato insoslayable y, como demostraré oportunamente, inherente a lo humano, y, por lo tanto, es una manifestación de lo real y, siguiendo con el uso del carácter transitivo, tal dato o manifestación está intrínsecamente articulado con la Política y con la definición de Poder arriba descrita.

Considerando lo antedicho no se trata de culpabilizar, de reprochar o de denostar, sino de asumir lo real, tal como se debe pensar, con la finalidad de transformarlo. Ubicar al despotismo en un supuesto eje del mal es incurrir en un juicio de valor que inhibe la aproximación científica a la cuestión y, además, es una postura inútil e ineficaz ya que se trata de una condición que opera, inexorablemente, en lo macrosocial, en lo microsocial y hasta en lo intrapersonal. Aun cuando repugne a los espíritus, el despotismo es humano y como tal debemos analizarlo, ya que al comprenderlo estaremos, además, en condiciones inmejorables para superarlo y para guiar a los pueblos.

Se infiere que no cabe pararse sobre la acusación al imperialismo, al colonialismo o al neocolonialismo por existir, ni de encarar cruzadas declamatorias contra imperialistas, colonialistas o neocolonialistas como si fueran los causantes únicos de nuestra penosa realidad: si el imperialismo y los imperialistas, si el colonialismo y los colonialistas, si el neocolonialismo y los neocolonialistas nos llevan por delante lo que debemos preguntarnos es qué hacemos en la Argentina para que eso suceda.

Rápidamente llegaremos a la perturbadora respuesta: tanto concentradores de poder y de riqueza locales como los gobernantes y dirigentes prefieren subordinarse en lugar de asumir categóricamente una posición que conduzca a la soberanía, a la integración hacia fronteras adentro y fronteras afuera, al desarrollo integralmente considerado en todas las áreas. Es un dato desmoralizador que no contamos con una burguesía ni con dirigencias políticas y sectoriales ni con gremios decididos ni con gobernantes imbuidos genuinamente de una concepción nacional y popular.

Lo mismo vale, actualmente, para la mayoría de los países latinoamericanos y no cabe traer a colación a supuestos gobiernos progresistas o populares de la región cuando, de una manera o de otra, se rindieron tarde o temprano ante los concentradores de poder, ante las grandes burguesías y oligarquías autóctonas como ante los imperialismos, particularmente el yanqui. En esta aseveración incluyo al flamante gobierno recientemente de Chile, el cual va a decepcionar.

No sirve centrarse excluyentemente en el capitalismo, tratándose como se trata de una mera formación socioeconómica: la raíz de nuestra dependencia, de nuestra decadencia, de nuestra falta de horizontes, de nuestro infradesarrollo agobiante se encuentra en la ausencia de Proyecto, de Conducción, de estrategia, de cultura, de organización y de acción políticas orientadas a la concreción de tal Proyecto.

Finalmente, considerando los apocalípticos análisis y aterradores discursos que advierten o diagnostican acerca de un avance desenfrenado de la derecha o la ultraderecha, también corresponde un abordaje científico y una postura desapasionada para ubicar la cuestión en sus justos parámetros. La derecha o la ultraderecha son concepciones y patrones de comportamiento propios, también, de los humanos, hallables en cualquier época y latitud; en todo caso, en determinadas circunstancias se hacen más notorias, sobre todo cuando prospera la decadencia de la Política, decadencia que es su caldo de cultivo por excelencia.

Esto significa que no puede suponerse ese tozudamente proclamado avance como algo determinado por los dioses y, consiguientemente, como un obstáculo insuperable para el logro de la tan traqueteada y mal llamada correlación de fuerzas favorable.

Si la artificial correlación de fuerzas o, como cabe decir, las relaciones de poder son desfavorables, las causas hay que buscarlas en las acciones o la inacción de quienes deben encontrar el camino para tornarlas facilitadoras.

 

Premisa básica

El concepto pertinente y propiamente político es relaciones de poder.

De tal manera, lo que habitualmente se da en llamar “relaciones o correlaciones de fuerzas” debe denominarse relaciones de poder, ya que esta categoría, poder, es la intrínsecamente propia de la Política (ver en rubenrojasbreu.blogspot.com Actualizando el concepto de Política según el Método Vincular).

Tengamos en cuenta la definición de poder de mi autoría, a saber:

Poder es la capacidad para pasar de una situación dada A a una situación ideal o aspirada B en el seno de la interrelación entre distintos actores y sectores que demandan, procuran y/o ejercen dicha capacidad y el complejo contexto en el que tal interrelación se da´.

 

´Tal capacidad se da siempre como una relación entre tres términos:

 

El que confiere el poder

El que asume el poder

El contexto en el cual ambos términos interactúan”.

 

 

Abordaje crítico de distintos autores sobre la cuestión del poder

Max Weber propone diferenciar poder de "dominación" o "autoridad”. Para este autor, el poder es la probabilidad de imponer la propia voluntad dentro de una relación social aún contra toda resistencia y cualquiera sea el fundamento de su probabilidad. Tanto a Weber como a otros pensadores que se ocuparon de la cuestión del poder los obsesiona diferenciar legalidad de legitimidad, asociando la primera con el ordenamiento básicamente jurídico y la segunda con el acuerdo o consenso colectivo tácito que se refleja en las acciones.

Queda claro que Weber no comprende el poder como relación ni, por lo tanto, concibe las relaciones de poder. En última instancia, para Weber el poder consiste en la imposición de la propia voluntad de alguien, de un grupo o, en términos contemporáneos, de un actor o sector.

Al no concebir las relaciones de poder incurre en la visión conservadora por la cual ese alguien o ese algo cuenta en sí con la capacidad de imponerse, anulando de hecho tal capacidad para los dominados, sometidos o sujetos a esa voluntad que deriva en omnímoda.

Hall, Held, Crozier, Foucault, Etkin y Schvarstein acuñan, cada uno a su modo la expresión “relaciones de poder”. Foucault, en particular, diferencia el poder manifiesto del encubierto, al cual se le asigna especial incidencia, lo cual es metaforizado por Tolkien con su noción de los “anillos de poder”. Todos se preocupan, de una manera o de otra, como Weber, de diferenciar y articular legalidad y legitimidad.

Ahora bien, todos ellos incurren en varios equívocos, inconsistencias o insuficiencias que redundan en la aceptación de lo establecido:

  • se basan en la noción obsoleta de “individuo”, la cual he descartado, fundadamente, por medio de los desarrollos de mi creación, el Método Vincular,
  • al mismo tiempo, destacan, debidamente y en Crozier siguiendo a Morin, a las organizaciones como el modo en el que se configura la humanidad, pero las restringen a las consabidas, centralmente las empresas y el Estado incluyendo los organismos de éste atinentes a la economía, la salud, la educación, etc. De tal manera, dejan fuera a significativas organizaciones, entre ellas la familia, que son decisivas en la interacción social (parece, inclusive, que no se interesaran en los sindicatos, el vasto espectro de las organizaciones de la sociedad civil, etc.)
  • sobre todo, tienden a divorciar al poder y las relaciones de poder de la Política, con lo cual incurren en una suerte de autonomía casi absolutista de las organizaciones que tienen en cuenta, desconociendo particularmente el rol de las organizaciones políticas propiamente dichas.

Lo que es más peliagudo, limitante o perturbador, es que ignoran al Pueblo como organización por excelencia, con lo cual dejan fuera nada menos que al actor que, operando no solamente en la sociedad en general sino también en el seno de cada organización, es capaz de protagonizar las acciones destinadas a acabar con toda forma de dominación, de despotismo.

Todos ellos ven al mundo desde la perspectiva de las grandes potencias o de los países centrales y quedan presos de una mirada excluyente por la cual el destino de la humanidad y de cada nación o comunidad está determinado por la llamada globalización o el “poder global” o sea, por las grandes corporaciones, conjunto del que forman parte, principalmente, los Estados dominantes y los monopolios u oligopolios multinacionales.

Al encarar de tal manera la cuestión del poder, se desdicen de lo que pretenden significar con la expresión “relaciones de poder”, expresión que termina siendo así meramente retórica.

Sus caracterizaciones hacen agua cuando las oleadas de la acción popular hacen tambalear o demuelen las configuraciones sociales establecidas con sus organizaciones diversas, tal como aconteció a partir de la Revolución Inglesa, de la Revolución Francesa, las revoluciones liberadoras de América Latina, Asia y África, la Revolución Mexicana, la Revolución Rusa, la Revolución Peronista, la Revolución Cubana y, muy cerca en el tiempo, la rebelión popular del 2001 en la Argentina o la fallida “primavera árabe” o las revueltas recientes en América Latina, por ahora frustras o desvirtuadas.

 

La conceptualización consecuente de las relaciones de poder

Por ende, cuando formulo la tesis de las relaciones de poder soy rigurosamente consecuente tanto al establecer que las mismas pueden ser modificadas por la Política como al señalar que de ellas participan activamente todos los actores y sectores cada uno de los cuales tiene probabilidad, mayor o menor, pero probabilidad al fin, de plasmar una transformación radical, de generar en cada circunstancia histórica una nueva configuración.

En particular, estoy fundamentando la probabilidad cierta de que el Pueblo o los pueblos pueden poner fin a los despotismos en sus distintas variantes y manifestaciones.

Si hay relaciones de poder hay conflicto y, por consiguiente, hay enemigos: les son inherentes. Por otro lado, sumando argumentos, si, de acuerdo a Clausewitz, la guerra es la continuación de la Política por otros medios, ya en la Política hay enemigos y, por ende, la guerra sólo los hace meridianamente palpables.

Dicho de otra manera, si no hubiera conflicto ni enemigos, no hablaríamos de relaciones de poder ni tampoco tantos otros se preocuparían por la denominada correlación de fuerzas.

Negar el concepto de relaciones de poder es incurrir en la creencia anacrónica del poder como una posesión ingénita de quien detenta o concentra ostensiblemente poder; es inclusive incurrir en la dogmática noción de poder como legado de la divinidad.

Generar relaciones de poder favorables implica adentrarse en el poder de las relaciones: no recurro graciosa o livianamente a un quiasmo, sino que procuro penetrar en la intimidad del proceso.

Afrontar con éxito las relaciones de poder requiere:

  • determinar cuáles son las relaciones de poder en las cuales efectivamente se juega el poder, cuáles son las que definen, o sea, cuál es el poder de tales relaciones a fin de evitar distraerse en las poco decisivas ignorando las eficazmente determinantes,
  • una vez detectadas y seleccionadas las relaciones de poder hay que localizar cuáles son los actores y sectores que intervienen protagónicamente.

 

Refutando la noción de “poder real”

A la manera de un cotorreo en ámbitos académicos, intelectuales o periodísticos se insiste, machaconamente, en una noción insustentable: “poder real”.

Es importante despejar el camino de esa noción que constituye todo un obstáculo epistemológico.

Aplicando la argumentación propia de la Matemática de la reductio ad absurdum, suponer la existencia de un “poder real” implica, Lógica mediante, deducir como contrario un “poder no real”. Tal supuesto contrario, “poder no real”, se desplegaría en un espectro que debería incluir opciones tales como “poder imaginario”, “poder ilusorio”, “poder ficticio”, “poder irreal” y otras acepciones, todas variantes que se caen por sí mismas.

Según el diccionario de la Real Academia Española, las acepciones de “poder” que vienen a cuento son:

  • Tener expedita la facultad o potencia de hacer algo.
  • Tener facilidad, tiempo o lugar de hacer algo.

De tal manera, el “poder no real” implicaría la negación de ambos significados: por consiguiente, no tener expedita la facultad o potencia de hacer algo o carecer de la facilidad, tiempo o lugar de hacer algo es “no poder”.

El poder real es “poder” y su opuesto, falazmente opuesto, poder no real equivaldría a “no poder”: ergo, llegamos, por vía de la argumentación por el absurdo, a que no existe un poder que no sea real.

En otros términos: hay poder o no hay poder.

Si se considera la definición de mi autoría ut supra citada, el “poder no real” implica que no se dispone de la capacidad de la que habla tal definición: si no se dispone de tal capacidad, nuevamente afirmo, no hay poder.

Reitero y concluyo sobre este punto: hay o no hay poder.

Apelar viciosamente a la noción de “poder real” es un modo eufemístico, propio de la supina estupidez que se resiste a reconocer la propia impotencia. Es una manera retorcida de aludir a que no solamente se carece de la capacidad contenida en la definición de poder sino también de la vocación para construirlo, sustentarlo y ejercerlo.

Es un modo barato por el cual gobiernos y ficticias dirigencias y liderazgos que se autodenominan “progresistas” o de izquierda se acomodan a lo que hay, se resignan a la resignación, se ajustan a lo posible (entendido “lo posible” como lo que está tolerado por los factores o los concentradores de poder, tanto vernáculos como globales).

 

Sobre la noción “relaciones de fuerzas” y las condiciones objetivas y subjetivas

La noción “relaciones de fuerzas” es acuñada, de modo sistemático y consciente, por Antonio Gramsci en su texto Análisis de situaciones – Relaciones de fuerzas (Gramsci: Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno, Juan Pablo editores, México 1975, págs. 65 y siguientes).

De este texto que no tiene ni un átomo de desperdicio, selecciono estos párrafos:

“Es el problema de las relaciones entre estructura y superestructuras el que es necesario plantear exactamente y resolver para llegar a un análisis justo de las fuerzas que operan en la historia de un período determinado y definir su relación. Es preciso moverse en el ámbito de dos principios:

`1) ninguna sociedad se propone tareas para cuya solución no existan ya las condiciones necesarias y suficientes o no estén, al menos, en vías de aparición y desarrollo; 2) ninguna sociedad desaparece y puede ser sustituida si antes no desarrolló todas las formas de vida que están implícitas en sus relaciones (aquí Gramsci recrea algo ya planteado por Marx en el Prólogo de la Crítica de la Economía Política)”

Luego Gramsci distingue los fenómenos de coyuntura de los movimientos orgánicos, señalando que los primeros se ocupan de la crítica de los pequeños grupos dirigentes y de quienes tienen la responsabilidad inmediata del poder en tanto los segundos -orgánicos- se centran en los grandes agrupamientos, más allá de las personas inmediatamente responsables y del personal dirigente.

Agrega más adelante que el error frecuente consiste en no saber encontrar la justa relación entre lo orgánico y lo coyuntural incurriendo en el equívoco de dar por causas mediatas a las inmediatas o, por el contrario, afirmando que las causas inmediatas son las únicas eficientes.

Revisando estas afirmaciones valorables de Gramsci, señalo:

  • en primer lugar, que no es la sociedad (expresión siempre difusa o imprecisa) sino la conducción y la organización política la que se propone y propone a un pueblo el camino, la estrategia y la acción, para encontrar su liberación y realización,
  • en segundo lugar, afirmo enérgicamente que en la Argentina todas las formas de vida presentes en su configuración sociopolítica ya están agotadas y que, desde el comienzo de su desarrollo como país independizado de la corona española, se dieron dos proyectos antagónicos.

Tales dos proyectos antagónicos son:

  • uno, de sometimiento a los concentradores de poder y de riqueza locales u oligarquías que siempre se recostaron en los sectores dominantes de las grandes potencias o los atrajeron (particularmente Inglaterra y los EEUU de Washington),
  • dos, el de un Proyecto propio de liberación y plena realización que se inicia con un ala de los revolucionarios de Mayo 1810 con Moreno destacándose, se continúa con la epopeya sanmartiniana acompañada por Belgrano, Castelli, Monteagudo, Güemes, Azurduy, Dorrego, Artigas y tantas y tantos otras y otros y el pueblo militarizado a fin de conseguir la derrota del ejército imperial hispánico y que,  ya entre fines del siglo XIX y, sobre todo, en el XX cobra impulso con las luchas obreras y fundamentalmente a partir del 45 con la Revolución Peronista.

De tal manera, al menos en la Argentina así como en América Latina en general (y agregaría África y gran parte de Asia) no se trata de esperar a que se den las condiciones necesarias y suficientes sino de disponer de una conducción y organización políticas que decidan de una vez por todas  concretar la transformación, de sustituir una configuración sociopolítica y económica agotada, estéril y asfixiante por otra que opte por el desarrollo integralmente considerado, la justicia en todos los órdenes, la integración hacia adentro y hacia afuera y, desde luego, la soberanía plena.

Ciertamente la distinción entre lo coyuntural y lo orgánico que nos propone Gramsci es muy oportuna. Todas las dirigencias argentinas que dicen pertenecer al “campo nacional y popular” o a la izquierda se mueven dentro de los límites infértiles de lo coyuntural y eso se refleja en que dan por decisivos antagonismos de bajo alcance y sobrevaloran factores de poder locales y actores minúsculos. 

Es en los antagonismos fundantes y decisorios donde hay que poner toda la atención, es en los grandes objetivos estratégicos en donde hay que centrarse y son los enemigos relevantes a quienes hay que neutralizar o derrotar. Gobernantes, líderes y organizaciones “nacionales y populares” o de la izquierda se encierran en los confines de lo endogámico y dan trascendencia a lo que finalmente, al decir de Perón, son gallináceas.

Según Diego Bruno (Defensa del marxismo nº 47, Buenos Aires, 2016) en la teoría marxista hacia fines del siglo XIX se introdujo un dualismo metodológico y dice: “este dualismo tendrá su manifestación teórico-política en la polémica contraposición entre la teoría del derrumbe del capitalismo de Marx, producto de leyes objetivas del funcionamiento del propio capital, y la teoría de la acción revolucionaria, que entiende a la subjetividad como momento decisivo y determinante para terminar con el capitalismo. Es una oposición que tendrá como trasfondo epistemológico un tratamiento unilateral, tanto de los llamados elementos objetivos (la estructura y leyes económicas) como de los subjetivos (la acción política y la superestructura)”.

Por mi parte, poniendo en duda el valor de tal dualismo, postulo que en cada nación se da de manera particular y siempre interactuante la concurrencia de las llamadas condiciones objetivas y las condiciones subjetivas, en donde las primeras, aun cuando son producto de la actividad humana, se dan a la conciencia como si fueran independientes de tal actividad mientras las segundas supondrían una percepción-acción que, aprovechando el caldo de cultivo de las primeras asumen enérgica, revolucionariamente, la transformación.

Justamente es la Conducción política, apoyada en la organización y, por lo tanto, en la organización de las organizaciones, el Pueblo, la que se ocupa de que emerjan las condiciones subjetivas.

La Conducción política es la que atisba gracias a la praxis -conjunción de pensamiento y acción retroalimentándose- los perceptos que dan cuenta de que las condiciones están dadas y es la que eleva del estatus de reclamos o reivindicaciones al nivel de la acción y la épica revolucionaria. Dicho de otra manera, las movilizaciones populares tienden a concretar reivindicaciones que mejoren las condiciones de vida de las mayorías postergadas; la Conducción revela que el bienestar al que se aspira sólo es posible por medio de un proceso revolucionario.

Los burócratas de la política tienden a quedarse con las meras reivindicaciones, lo cual es alentado por la llamada opinión pública constituida por la combinación de medios de comunicación de masas, redes virtuales, encuestas, los mal llamados e inconsistentes "focus groups" y la masa (= la población amorfa e inorgánica). Esta conjunción, que confluye en la llamada "opinión pública" es siempre desacertada y desmoralizante, a diferencia del Pueblo que jamás abandona la lucha y persiste en liberarse y realizarse.

La Conducción política hace devenir a la masa en Pueblo y en el proceso detecta que los reclamos justamente masivos encierran en estado larval aspiraciones de alcance revolucionario.

Por ejemplo, en vísperas de la Revolución Francesa las masas reclamaban pan como el paliativo para acabar con una hambruna descomunal. La Conducción política (que incluía a Robespierre, Danton, Marat, Olympe de Gouges y otros y otras) es la que descubrió que tal reclamo implicaba terminar con la monarquía francamente despótica e instaurar la República con las famosas banderas “libertad, igualdad y fraternidad”).

Nuestros revolucionarios de mayo de 1810 concibieron el ansia de independencia de la corona española luego de las puebladas contra las invasiones inglesas y la disconformidad de la población con la autoridad virreinal.

Perón y el peronismo fundacional gestan una revolución porque no se quedan con la reivindicación de ciertos derechos o la resistencia a determinadas injusticias: la Conducción hace devenir tal reivindicación, elevándola al máximo nivel, en un Proyecto de transformación de raíz que integra a los trabajadores, el pueblo y la nación formulando las famosas tres banderas – soberanía política, independencia económica y justicia social, cobijadas a su vez por los grandes objetivos estratégicos, articulados, de felicidad del pueblo y grandeza de la nación-. 

Todas las revoluciones, destacándose la mexicana, la rusa y la cubana, elevaron a las aspiraciones lo que los burócratas y claudicantes empujan a lo meramente reivindicativo. 

Por su parte San Martín con la compañía de Belgrano, Güemes y tantas y tantos patriotas con el pueblo militarizado emprende la gran campaña liberadora que incluye la hazaña más temeraria de la historia de la humanidad, el cruce de los Andes. Ni San Martín ni quienes lo secundaban se detuvieron a analizar la “desfavorable correlación de fuerzas“. Buenos Aires y gran parte de las oligarquías provinciales no apoyaban y el enemigo era España, nada menos que un imperio aún y por cierto poderoso, con fuerzas armadas a priori invencibles.Tampoco se quedaron en supuestas "desfavorables relaciones de fuerzas" ni Ho Chi Minh ni Giap con el heroico Vietcong en Vietnam el cual derrotó a dos grandes potencias: Francia primero y los EEUU de Washington después.

Sirvan estos anteriores ejemplos como muestras de tantas revoluciones que revelan cómo la Conducción Política eleva la reivindicación al plano de la transformación de base de las configuraciones sociales. Sirvan también como demostración de que diagnosticar supuestas correlaciones de fuerzas desfavorables es una excusa, un subterfugio que conjuga la incapacidad con la propensión a aceptar un orden establecido. 

Categóricamente en toda su trayectoria política y en el momento de su cénit, al publicar el Proyecto Nacional basado en el Modelo Argentino, Perón demostró que las relaciones de poder son modificables si se cuenta con conducción, organización y acción políticas. Perón no se detenía ni se inhibía por correlación de fuerzas desfavorables cuando advertía que el Pueblo emergía, maduraba y generaba las condiciones para encarar la revolución.

En el Prólogo del Proyecto Nacional, su testamento político, escribe:

“Sólo la idea vence al tiempo. Hagamos de ella nuestro medio esencial para la lucha interna; institucionalicemos la lucha por la idea y usemos todo nuestro patriotismo para dar más potencia a la institucionalización de este proceso nacional.

`El mundo será universalista; la organización de los países del Tercer Mundo constituye una forma de tránsito necesario hacia un universalismo justo; la etapa del continentalismo, a su vez, es un camino para ambas cosas.

`Nuestra Argentina tiene que tener un papel activo y relevante en todo este proceso y no debe seguir resignadamente lo que elaboren los demás”.

¿Queda alguna duda de que Perón se basaba en relaciones de poder propicias y en que estaban dadas tanto las condiciones objetivas como las subjetivas? ¿Queda alguna duda de que no pretextaba una supuesta “correlación de fuerzas desfavorable”?

Maquiavelo, el fundador de la Política como ciencia y como práctica, el Prometeo moderno que le quita a la divinidad el poder de decidir el destino de los humanos, sostiene que la fuerza de una conducción depende de la fortaleza de sus fortificaciones, la disposición de sus ejércitos (diríamos hoy o acá la organización) y de la relación del líder y su Pueblo.

Queda también claro cómo interpreta Maquiavelo las relaciones de poder, poniendo el acento en las propias capacidades más que en el vigor del enemigo o en la fuerza de los obstáculos.

La apelación artificiosa a la “correlación de fuerzas” no solamente es la mezcla de ineptitud y gusto por el sometimiento de gobernantes y dirigencias sino también una resultante de la prédica interesada y perniciosa de las grandes corporaciones dominantes globales y de los intelectuales que operan para las mismas, incluyendo muchos autodefinidos progresistas.

 

Algunas claves para operar sobre las relaciones de poder

Tanto en mi libro Método Vincular. El valor de la estrategia como en los artículos que se encuentran en distintas publicaciones y los de mis blogs, particularmente, los citados en la Bibliografía, me extiendo y profundizo acerca de cómo interpretar sobre las relaciones de poder y operar sobre ellas.

De tal manera, me eximo acá de un abordaje exhaustivo ciñéndome a algunas claves, claves que hay que considerar sistémicamente, entrelazadas, articuladas; como es archisabido, la lengua obliga a exponer en modo de sucesión lo que desde la perspectiva científica se da en simultáneo e integradamente.

Estas son algunas claves para operar sobre las relaciones de poder con el fin de materializar el objetivo de liberación y realización de nación-pueblo-trabajadores:

  • Contar con un Proyecto, para lo cual remito tanto al mencionado que tiene a Perón como autor como a los que expongo,de mi autoría, en mis artículos,
  • Ubicarse de inicio en el ámbito geopolítico, ya que sólo es sustentable y factible de concretar un Proyecto en el marco de las condiciones y, sobre todo, las contradicciones, conflictos y antagonismos que se dan en el planeta, a fin de diseñar la política exterior, proponerse alianzas eficaces y manejarse con el par negociación-confrontación según se requiera,
  • Centrarse en el poder de las relaciones para definir cómo operar sobe las relaciones de poder, lo cual supone establecer cuáles son las determinantes y, por lo tanto, qué actores, sectores y factores tener primordialmente en cuenta (siguiendo la distinción de Gramsci que lo lleva a priorizar a los “orgánicos” evitando incurrir en antagonismos minúsculos u otorgando protagonismo a actores poco significativos).
  • Forjar una Conducción, la cual es articulación de síntesis e iniciativa y, por lo tanto, convocante y con mirada de largo alcance y continua capacidad de anticipación,
  • Promover la organización, lo cual significa dar todo el protagonismo al Pueblo, desestimando a la opinión pública, la masa, etc.
  • Fomentar la cultura política, actualmente sumamente debilitada en la Argentina al punto de que advenedizos, oportunistas, escoria de toda índole logran resonancia en desmedro del debate de altura, en desmedro de la teoría política, en desmedro de la capacidad y la aptitud,
  • Acción, la cual es vital porque en cualquier instante en que se caiga en inacción o pasividad avanzan los enemigos y la acción es conjugar decisiones estratégicas de la conducción y gobernantes con la convocatoria y movilización popular.

Para articular todo lo antedicho, es vital contar con un Objetivo de Posicionamiento Vincular: para la Argentina el recomendable enfáticamente es el Constructivo.

Para saber cómo encarar tal Objetivo de Posicionamiento, que es el que fija el rumbo para la elaboración de la estrategia, una herramienta inexorable y fundamental es la investigación cualitativa de los comportamientos políticos y sociales, al mismo tiempo que se evita caer en las trampas a las que llevan las encuestas y los mal llamados y peor realizados “focus groups”.

Téngase en cuenta que la Conducción, en aras de la articulación síntesis-iniciativa e iniciativa-síntesis, debe siempre elevar del plano de la reivindicación, tal como espontáneamente se da, al nivel en el que se despliega y enaltece la estrategia. La Conducción lleva al sendero de la transformación o, decididamente, al de la revolución lo que en el llano parece limitarse al reclamo o la expectativa de supervivencia.

La vocación exogámica es el espíritu o el motor de todas las claves enunciadas. Esa vocación supone la apertura en todos los órdenes para interactuar, intercambiar y producir, desde el ámbito más localizado hasta la región y el mundo.

No sólo implica salirse de la cerrazón endogámica como si todo se redujera a liderazgos y factores de poder locales, a la práctica de punteros, roscas y transas, sino también de la que supone facilitar o impulsar la penetración ideológica y cultural, actualmente con origen en el país yanqui, el cual nos invade con sus tendenciosas y precarias producciones en cine, televisión, literatura, música y demás así como también con costumbres, usos, modelos de comportamientos generalmente asociados a lo fastuoso, lo bélico, lo sobrenatural, lo catastrófico, etc.

Por supuesto, es prerrequisito para operar sobre las relaciones de poder, no caer en las redes de una supuesta “desfavorable correlación de fuerzas” ni en el espejismo de que no “están dadas las condiciones objetivas o subjetivas”.

Concluyo con lo ya dicho: se trató en este ítem de incluir algunas claves para operar sobre las relaciones de poder.

 

Publicaciones de propia autoría para profundizar

Rojas Breu, Rubén (2002): El Método Vincular. El valor de la estrategia, Eds. Cooperativas de Bs. As.

¿Qué les pasa con Perón? (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)

El oficialismo en capilla sobre los resultados de las PASO 2021 (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)

La cuestión del enemigo en política (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)

La Argentina cuesta abajo (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)

La conducción política según Maquiavelo (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)

En torno al concepto de revolución (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)

El foso que separa el peronismo fundacional del Frente de Todos (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)

Sobre los resultados de las PASO 2019 (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)

Documento liminar del Foro por un Proyecto para la Argentina (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)

Para una conducción política de la Argentina y el pueblo (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)

¿Qué pasa con las elecciones de hoy 14 de noviembre? (rubenrojasbreu.blogspot.com)

El deseo de la estrategia (rubenrojasbreu.blogspot.com)

La dirección estratégica según el Método Vincular (rubenrojasbreu.blogspot.com)

 

Rubén Rojas Breu

Buenos Aires, febrero 2 de 2022 y actualizado en marzo 31 de 2022

 

 

 

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