domingo, 27 de octubre de 2024

UNA CREENCIA CASTRADORA CORROE A LA ARGENTINA DESDE LA RAÍZ

 


 

Rubén Rojas Breu

 

UNA CREENCIA CASTRADORA CORROE A LA ARGENTINA DESDE SU RAÍZ

 

Pido disculpas por empezar con una descripción, a simple vista, escolar, pero es con un propósito: mostrar con un saque el potencial virgen con el contamos.

 

La Argentina ocupa un inmenso territorio, el octavo del mundo, extendiéndose desde sus fronteras norte con Bolivia, Paraguay y Brasil, hasta Tierra del Fuego y la frontera sur con Chile; sumando su parte de la Antártida llega a casi 4.000.000 km² A eso cabe añadir la plataforma continental del sur del Atlántico Sur que por indiscutibles derechos le corresponde lo cual agrega más de 6.000.000 de km²

 

Es el país de habla hispana más extenso del planeta.

Con casi 50.000.000 de habitantes se halla insuficientemente poblado; de todos modos, es un número suficiente para proponernos lo más, por la cantidad y calidad de su población.

 

Nuestra población, pese a tanto viento en contra, cuenta con una tradición política única en el mundo, excepcional, con un alto grado de alfabetización y nivel cultural y educacional más que destacables, reconocido por los famosos Índices de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, causante de frustración ya que tenemos una preparación que está muy por encima de la recompensa.

 

 

Nuestra extraordinaria y excelsa educación pública es artífice de tamaño logro, pero es constantemente avasallada por las hordas como acontece actualmente.

 

 

Tenemos todo para aspirar a constituirnos en una nación plenamente desarrollada, de avanzada, que asegure pleno bienestar para quienes la habitan y para alcanzar una posición relevante o líder en el mundo, una posición de gran proyección internacional que implique una participación protagónica para incidir geopolíticamente, posición que no terminamos de advertir que los pueblos oprimidos del planeta nos reclaman con el fin de impulsar la paz, la justicia y la solidaridad en el plano internacional y la interacción fructífera entre estados y naciones.

 

De tal manera, con tanto sin realizar, con tanto desperdiciado o, peor aún, entregado a los Estados dominantes, con yanquis en primer lugar y a las grandes corporaciones globales y a nuestra sempiterna oligarquía, somos como un gigante amo de un descomunal palacio, circundado por fastuosos jardines, recluido en el altillo más recóndito y oscuro de tamaña edificación.

 

Es como si padeciéramos una suerte de “complejo de Segismundo”, en referencia al protagonista de “La vida es sueño” de Calderón.

 

 

Con su muerte, Perón se llevó el inconcluso Proyecto Nacional, ambicioso y a la altura de lo que debería ser nuestro destino.

 

Después de la dictadura terrorista y depredadora, se alternaron gobiernos civiles que oscilaron entre políticas paliativas de corto alcance y finalmente empobrecedoras, con gestiones claramente al servicio de la voracidad de los poderosos vernáculos y globales que nos someten a ajustes brutales, como el que implementa el actual gobierno despótico libertario encabezado por la fratria megalómana y despiadada con sus huestes vandálicas.

 

No tenemos ni tuvimos gobiernos a nuestra altura; dirigencias y gobiernos mediocres o gobiernos abiertamente antipopulares y antinacionales nos mandan todo el tiempo al altillo: algunos con polenta, colchón y frazada, otros con grilletes.

 

Nos sepultan en la opción “migajas o palos”.  

 

Deberíamos contar con un Proyecto de gran alcance que se plasme en un desarrollo de enorme magnitud poniéndonos en el más alto nivel, ubicándonos entre las diez naciones más avanzadas del planeta.

 

Sin embargo, una creencia castradora, tozuda e inconsciente nos corroe desde la raíz: la de que nuestro inexorable destino es la de ser un paisito, un país pequeño y pobre, la creencia de que no nos merecemos más; ni siquiera hay conciencia de lo achicados que estamos.

 

Palabras como “pobreza”, “indigencia”, “sacrificio” y “deuda” o frases como “otra no hay”, “no se da más, pero hay que aguantar”, etc. forman parte del lenguaje cotidiano.

 

 

Tan deprimentes palabras y frases revelan que se naturaliza el atraso, la injusticia, la pobreza, el sometimiento.

 

De todos modos, en medio de tanta pálida, es esperanzador ver en las marchas la consigna “La patria no se vende” o movilizaciones como las que se llevan a cabo en defensa de la educación pública, de la salud pública, de jubiladas y jubilados, por reivindicación de tantos derechos conculcados.

Pero no alcanza, hace falta más, mucho más.

 

Como consecuencia de esa castradora creencia, de impronta fuertemente endogámica, también se achica el mundo.

 

De tal manera, para dirigencias, gobiernos, medios masivos de comunicación, empresas encuestadoras, intelectuales y gran parte de la población, para felicidad de las grandes corporaciones y de los hacendados que ya se perpetúan por siglos, el mundo está constituido por nuestro empequeñecido país y por los EEUU de Washington.

Del resto del planeta, ni noticias, salvo guerra o catástrofe.

 

Se hace perentorio construir una CONDUCCIÓN POLÍTICA QUE DISEÑE Y PLASME UN PROYECTO DE EMANCIPACIÓN Y REALIZACIÓN DE NACIÓN Y PUEBLO.

 

Reitero enfáticamente:

superemos creencias tan castradoras y apuntemos a hacer de la Argentina una de las diez naciones más avanzadas del planeta con pleno desarrollo, con bienestar y justicia hacia adentro y con una proyección de máxima relevancia hacia afuera, hacia el mundo.

 

No habrá satisfacción posible hasta lograrlo.

 

Rubén Rojas Breu

Buenos Aires, octubre 27 de 2024


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