viernes, 26 de enero de 2024

EN ARGENTINA EL GOBIERNO DE MILEI SE ENCAMINA AL NAUFRAGIO

 


Rubén Rojas Breu

 

GOBIERNO LIBERTARIO DE MILEI RUMBO A SU NAUFRAGIO

 

Encaminándose a su naufragio, a su fracaso, a su colapso.

Ése es el estado actual del gobierno de “La libertad avanza”, denominación en la cual debe interpretarse “libertad” como la apetencia voraz de Milei para satisfacer sus caprichos.

 

No soy vidente, ni lo quiero ser; de tal manera no hago pronósticos sobre tiempos ni sobre la inminencia del naufragio, pero hacia ahí se encamina Milei con su troupe y no hay a la vista salvavidas eficaces.

 

Cualquier persona honesta con conocimiento y experiencia política podía prever que un gobierno libertario inexorablemente, en la Argentina, haría agua.

 

Se podía presentir que su triunfo electoral sería pírrico: con lo que tenía le alcanzó para ganar comicios viciados quedándose sin resto para afrontar las exigencias de gobernar un país de la complejidad de la Argentina.

Para más, todo lo que proclamó y vociferó en campaña hoy alimenta el desengaño y la ira de la sociedad.

 

El precario poder de Milei se basa, fundamentalmente, en la carencia de conducción política de la nación y del pueblo, carencia de larga data como vengo señalando desde hace tanto tiempo.

Su poder reside en una insuficiencia de quienes el caudillo libertario nos considera enemigos, radica en nuestra insuficiencia y no en sus virtudes, potencialidades o basamentos.

 

Hay quienes se ilusionaron con que el fundador y la fundadora del kirchnerismo cumplieron ese rol de conducción y que todavía con ella se podría retomar, pero salvo que se aferren a la obstinación, deberán reconocer que esas creencias no tuvieron nunca ni tienen asidero; para más, en el momento actual no tienen un papel determinante, ni siquiera significativo.

 

El Pueblo está resistiendo denodadamente y solo.

 

Si hubiera conducción política esa resistencia sería reemplazada por la ofensiva, por una acción que sostenida en el Proyecto contara con la estrategia para dirigir a argentinas y argentinos a su emancipación y realización.

 

Así que esa falta de conducción política es la que sostiene al gobierno absolutista libertario y vale el aparente oxímoron.

 

Lo que dirigentes, medios, encuestadores y analistas dizque políticos reportan como apoyo de parte de la sociedad, ignora u omite que tal apoyo es el de una porción de la masa, denominada en términos refinados como “la gente” y en términos peyorativos “la gilada”.

La horda, surgida de esa masa, se recluyó, aunque cada tanto dé alguna señal de que pervive.

 

Ahora bien, esa masa, que fue la que votó a LLA está replegándose o volviéndose en contra como consecuencia de tanto malestar: se esfumó la promesa de los dólares de los que dispondrían y se evaporan antes de llegar al bolsillo los pesos a los cuales Milei calificó como excremento: la ingenuidad o la incultura política, cuanto mayores son más caro se pagan.

Proliferan los arrepentidos que compungidos exclaman: “la casta éramos nosotros”.

 

El aval de los concentradores de poder y de riqueza tiende a diluirse, a debilitarse ante tanto desatino, ante un manejo tan inepto de la cosa pública. Los medios dominantes, empezando por sus plumas y sus voces más influyentes, muestran creciente preocupación y hasta hay quienes manifiestan decepción.

 

En ese cuadro de situación, las fuerzas implosivas se incrementan a ritmo vertiginoso: internismo descontrolado, incapacidad para acordar con sus aliados en el Congreso y fuera del mismo, agravios a los propios y cercanos y expulsiones, como las de un ministro y un alto funcionario que se enteró por llamados de amigos de que había sido despedido. Ya puede vaticinarse que esos expulsados abrieron los portones que pronto otros atravesarán para acompañarlos.

 

De tal manera, los que se postularon como garantes del orden, con su acción, están en la génesis de un desorden mayúsculo que amenaza con un descontrol inédito.

 

 

Se van sumando todos los obstáculos, todas las contras, todos desaciertos e infortunios que empujan al colapso.

 

Además de las ya mencionadas fuerzas implosivas en las cuales anidan golpes o autogolpes, deslealtades y traiciones, intrigas y saboteos, se incrementan minuto a minuto las resistencias y desafíos en las que se mezclan organizaciones opositoras, expresiones inorgánicas y francotiradores.

 

La decisiva y más relevante organización opositora es el Pueblo que, en las vísperas, anticipó el escarmiento con el paro y las movilizaciones ante el Congreso nacional y en numerosas ciudades de la Argentina. El Pueblo inició su resistencia el día cero y se mantendrá movilizado aumentando su convocatoria de ahora en más con cacerolazos, paros, reclamos sectoriales, marchas, comunicaciones en redes y otros medios y hasta con sus comportamientos como consumidores.

 

Esa jornada de lucha, toda una movida política que excede de lejos la calificación tacaña de “protesta social”, fue activamente acompañada por demostraciones de enfática solidaridad en un alto número de ciudades del planeta, dejando en claro que Milei y su gobierno son rechazados en el mundo. Ese rechazo se intensificó a causa del tristísimo e incalificable discurso de Davos, toda una muestra de ignorancia, de simplismo, de desubicación, de megalomanía, de arrogancia.

Un discurso que reveló una particular aptitud para ponerse al mundo en contra.

A tamaña barbaridad se suma el escándalo que la hermana Karina armó antes de despegar en el avión de Lufthansa, una de las aerolíneas más reputadas del planeta. Pilotos, tripulación y pasajeros padecieron la gritería y la imposición de Karina Milei de obligar a permanecer en tierra hasta que llegaran sus acompañantes retrasados.

Es de imaginar el efecto que tal conducta provocó en Alemania y más allá.

 

Por lo tanto, Milei no cuenta con apoyo internacional significativo, para nada.

 

No solamente Milei carece de la capacidad para comandar la nave: la totalidad de sus acompañantes, toda su tripulación, es de una incompetencia, de una falta de conocimientos, de una falta de escrúpulos, de un grado de intolerancia, de una incapacidad negociadora, de un nulo dominio de la Política tales que, con cada orden y contraorden, con cada movida y cada golpe de timón, impulsan a estrellarse contra el témpano o al hundimiento.

 

Milei se concibió gobernando de una manera: con la mayoría de las argentinas y de los argentinos encerrados en un canil, un canil nada confortable a diferencia de los que cobijan a sus “hijitos” de cuatro patas.

 

Es decir, se vio a sí mismo comandando la nave en un mar sereno, abierto, sin otros buques ni en la cercanía ni en la lejanía, sin borrascas ni tempestades, con una tripulación dócil y los pasajeros encerrados en la sentina y bodegas contentos por ser guiados por tan magno capitán, aunque pasasen su travesía en medio de la inmundicia y la falta de aire.

 

Se veía el caudillo libertario a sí mismo llegando a puerto, dentro de cuarenta o cincuenta años, recibido en medio de vítores, fanfarrias, banderas y fuegos artificiales, saludado eufóricamente por los déspotas libertarios del planeta.

 

Se habla del desequilibrio mental o, más correctamente dicho, del desequilibrio psíquico de Milei y también de buena parte de sus acompañantes. No hay desequilibrio psíquico que no se asocie a inestabilidad familiar y de los entornos. Por mi condición de psicólogo debo abstenerme, por razones éticas o deontológicas, de diagnosticar con liviandad, así que no profundizo ni amplío.

 

Sí digo que las pretensiones de Milei reflejan ese tan difundido desequilibrio psíquico, que deriva en egocentrismo y en falta de criterio de realidad.

 

Ese supuesto o real desequilibrio redunda en una notoria inflación de sí mismo, en una tendencia incontrolable a satisfacer sus deseos de manera inmediata y total, sin límites de ninguna índole.

 

Esa tendencia contribuye enormemente a la gestación del colapso ya que el funcionamiento de una República, la Constitución y las instituciones, por ineficaces que sean, están en las antípodas de los caprichos, de las exigencias imperiosas, de las conductas totalitarias, del irrealismo.

 

Tan poco apoyo, tanta oposición sobradamente justificada y madura, tanta inestabilidad con una economía en ruinas que se derrumba más y más, auguran el naufragio, el fracaso, el colapso.

 

Sobre todo, insisto, tener al Pueblo en contra es imposible de sobrellevar, afortunadamente.

 

Perón en 1970 convocó a lo que se dio en llamar “La hora del pueblo” concertando exitosamente con el radicalismo, el socialismo y otras fuerzas políticas de entonces, siendo el dirigente radical Ricardo Balbín coprotagonista.

 

Estaría bueno reeditar esa convocatoria con objetivos que se adecuen a nuestra actualidad.

 

Rubén Rojas Breu

Buenos Aires, enero 26 de 2024


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