miércoles, 13 de diciembre de 2023

ANTE EL AJUSTE LETAL DEL GOBIERNO LIBERTARIO EN LA ARGENTINA

 



Rubén Rojas Breu

 

QUÉ HACER ANTE EL AJUSTE LETAL EN UNA ARGENTINA CUESTA ABAJO Y CONTRA UNA POBLACIÓN EXHAUSTA

 

A la manera de un castigo divino empezó a caernos el ajuste, un ajuste letal en medio de tanta devastación.

 

El gobierno de ultraderecha se va revelando, definitivamente, como una parodia de teocracia, de ahí que aluda yo a castigo divino a la manera del que se descargó sobre las antiquísimas Sodoma y Gomorra aledañas al Mar Muerto.

 

La justificación de ese evento trágico de la Antigüedad es el que se aplica a la Argentina ahora: tenemos que pagar por la fiesta, como si fuera fiesta vivir al día los que así vivimos, la gran mayoría, en una tierra en que el 63% de niñas, niños y adolescentes se encuentran en la miseria, porcentaje que por obra y gracia del gobierno libertario puede ascender fácilmente al 80 o 90%.

 

Según el diccionario de la Real Academia, teocracia tiene estas acepciones:

 

-     Gobierno que se consideraba ejercido directamente por Dios, como el de los hebreos antes de que tuviesen reyes.

 

-     Forma de gobierno en que la autoridad política se considera emanada de Dios y es ejercida, directa o indirectamente por una casta sacerdotal o un monarca.

 

 

Las demostraciones de fe religiosa del nuevo y ocasional presidente son la expresión de una creencia profunda: su convicción de que es un enviado del Supremo para desterrar al Maligno.

 

Ciertamente, en pleno siglo XXI, en un Occidente que presume de su racionalidad, esa convicción y esas exhibiciones públicas de fe, que contrarían nuestra tradición laica en el ejercicio de los gobiernos, se articulan con el ajuste feroz.

 

Dirigentes, periodistas, intelectuales, analistas, referentes, para apoyar los muy menos o para rechazar la inmensa mayoría a tal ajuste, se ciñen a la Economía ya devastada, cometiendo un error, intencionalmente o de buena fe.

 

Porque se trata de la Política, siempre de la Política.

 

La sucesión, desde la dictadura cívico militar, de gobiernos insuficientes o antipopulares ha llevado a que una suerte de ungido o de salvador, imbuido de misticismo, arribe a la primera magistratura.

 

Todos los gobiernos, cada uno a su manera, se condujeron para que termináramos tan cuesta abajo y con una población exhausta por tanto remarla infructuosamente, exhausta por tanto tormento.

 

Exhausta al mismo tiempo que un minúsculo sector concentrador de poder y de riqueza, tanto de raigambre local como de procedencia global, se queda con el inconmensurable botín.

 

Esa ínfima minoría, formada por algunas familias, banqueros, grandes accionistas, grandes empresarios, directores y gerentes de las grandes empresas, agroexportadores y grandes hacendados son quienes, por designios de la divinidad materializados por el enviado, seguirán gozando de todos los derechos, de todos los beneficios y de la acumulación de poder y de riqueza sin limitaciones.

 

No reparten ni el poder ni la riqueza. La distribución consiste en el binarismo “todas las ganancias para los poderosos, todas las privaciones y cargas impositivas para las mayorías pobres o empobrecidas”.

 

Es responsabilidad fundamental de todos los gobiernos anteriores, así como de todo el espectro dirigencial, de medios de comunicación y hasta de intelectuales fogueados en la charlatanería que hayamos llegado a este estado de cosas.

 

Estos actores y sectores con todos sus afanes puestos en la politiquería jamás propusieron ni mucho menos se esforzaron por el desarrollo en todas las áreas, por la justicia integralmente considerada.

 

Se condujeron descuidando o debilitando las organizaciones políticas, sociales y gremiales y nos llevaron a la incultura política más espantosa de la que se tenga memoria.

 

Milei podrá creerse enviado divino, pero ciertamente no descendió de los cielos, aunque él lo crea así. Quienes lo acompañan dentro y fuera del gobierno están lejos de conformar un coro de ángeles.

 

Milei nació de las entrañas mismas de un régimen en descomposición, en el que además de tantas barbaridades, nos excluyó, ninguneó, censuró o persiguió a quienes demostramos con sobradas creces nuestro compromiso activo con la emancipación y realización de nuestra nación y nuestro pueblo.   

 

Desde 1974 carecemos de conducción política como pueblo y como nación y nada se hizo por parte de los responsables dizque “nacionales y populares”, “progresistas” o “de izquierda” para reconstruirla, distrayendo con liderazgos de miras de corto alcance.

 

Si una nación y un pueblo no se realizan, no materializan un Proyecto que conjugue soberanía en todos los campos con justicia y desarrollo en todas las áreas, la insatisfacción creciente termina detonando en esto, termina llevando al rechazo por la Política, a lo incivil, a la violencia y a la aceptación sumisa del despotismo más descarnado.

 

Ya debería estar convocándose a poner freno a la acción depredadora.

 

Ya debería estar organizándose a la población para que se respeten los derechos que tanto costó conseguir.

 

Ya debería estar movilizándose para que se dé marcha atrás con este ajuste letal y se exija a quienes acumulan y acumulan para que paguen los costos del ordenamiento justo de la economía.

 

 

No es con discursos que se afronta este cuadro de situación; mucho menos repitiendo prácticas ya perimidas y estériles. No va como intenta ahora el gobernador de Buenos Aires antagonizar “libertad versus justicia social”.

Menos cuando está claro que al nuevo gobierno nacional la libertad le importa un bledo.

 

Las naciones y los pueblos se construyen sobre la base de la libertad y de la justicia, de la justicia social y de la justicia en todos los órdenes, sobre la base del desarrollo en el más alto nivel.

 

La Argentina jamás fue el país más rico del planeta y jamás fue potencia, aunque así, falazmente, lo proclame el flamante presidente, quien desde que se hizo conocido hasta hoy incurre en mendacidad, aunque como loros repitan que “te dijo la verdad, te dijo lo que iba a hacer”.

 

Y quede claro que no es un líbero, no vino de afuera, no es lo que la horrible palabra inglesa “outsider” asevera: vino bien de adentro, de adentro de las corporaciones dominantes que todo el tiempo imponen figuras para lograr sus fines inconfesables.

 

Así que no caigamos ingenuamente en las versiones tramposas que difunden los poderosos.

 

Argentina no fue potencia, pero debería serlo, es una aspiración legítima que nada tiene que ver con una pretensión de dominio sobre otros pueblos. Argentina no fue nunca el país más rico, pero podría estar entre los más prósperos del mundo.

 

No va más eso de que los que se dicen, bastante desacertadamente, del “campo nacional y popular” se llamen kirchneristas o como se autodenominen, los llamados progresistas o los que se definen de izquierda, cuando están en el gobierno argumenten “correlación desfavorable de fuerzas” y cuando están en el llano se justifiquen con que hay que respetar “el voto de la gente” y “cuidar la gobernabilidad”.

 

Hoy ese voto y esa gobernabilidad nos arrojan a los infiernos, pese a las arengas de quienes dicen que nos esperan los cielos en un futuro impreciso, difuso.

Recordemos aquello de Keynes: “en el largo plazo estamos todos muertos”. Personalmente, al menos todavía, no sé si en la otra vida hay bienestar o pobreza, estabilidad o inflación.

 

Porque no se trata meramente de la Economía.  

 

Se trata sobre todo de la Política.

 

La Economía llega hasta el punto de diagnosticar lo atinente a sus incumbencias: desequilibrio fiscal, régimen impositivo, inversiones, precios relativos, moneda y su paridad, etc.

Con la diagnosis a la Economía le cabe formular soluciones.

 

Pero cómo resolver a fondo los enormes quebrantos diagnosticados, la dirección general para la superación de los mismos, es tarea de la Política, que es la que debe ocuparse de alcanzar el bienestar colectivo.

 

 

En buen criollo, es la Política la que define quiénes pagan tantos platos rotos. Esos platos se rompieron en las fiestas de los muy pocos, “la casta”, y ésos tienen que pagarlos o reponerlos.

 

Ni un procesado en serio por un endeudamiento ilegal, por tanta corrupción, por medidas tomadas a lo largo de décadas que nos llevaron a la quiebra ni por tanta represión ilegal. Nadie mandado a la gayola o que, siquiera, pague una multa.

 

Estamos empezando a padecer un castigo despiadado por demás y por decisión de quienes se creen avalados por la divinidad, por quienes creen que no corresponde a los humanos decidir sobre su destino, por quienes consideran que la voluntad divina está por encima de la voluntad popular y con esa funesta y obstinada convicción se sienten habilitados para hacer lo que se les ocurra.

 

Tengamos en cuenta que estos libertarios exponen ideas que nos retrotraen al Antiguo Régimen, al que precedió a la Revolución Francesa y, por ende, a nuestra propia Revolución de Mayo.

 

Recordemos que no votó el Pueblo, el cual ha sido permanente convidado de piedra. Votó la masa y la masa es adicta a los mesianismos y se opone a la acción política.

 

Como decíamos en los 60 y los 70, es la Hora del Pueblo.

 

El Pueblo es compromiso con un Proyecto de emancipación y realización, es la organización política más compleja, es cultura política en el máximo nivel y es el que genera y sostiene lo que nos falta y que ya hay que construir: la conducción política.

 

Así que a actuar.

PORQUE HAY PLATA.

 

Rubén Rojas Breu

Buenos Aires, diciembre 13 de 2023

 

 

 


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