Rubén Rojas Breu
¿Qué es la corrupción?
Introducción
El escándalo que desató el exjefe de gabinete de la Provincia de Buenos Aires por su comportamiento a todas luces repudiable, sumado al que protagoniza a quien apodan Chocolate en el mismo distrito son emergentes que cabe abordar con una elaborada conceptualización.
El grado de descomposición de los sectores dominantes en todos los ámbitos, incluyendo lamentablemente el de la política, mezclados con los que hacen fila para ser expuestos protagonizados por referentes varios y figuras del deporte y del espectáculo es ya de tal magnitud que hasta parece darse una suerte de acostumbramiento en una sociedad tan abrumada como adormecida.
Los dos sinvergüenzadas mencionadas en el primer párrafo forman parte de un conjunto que se inicia ferozmente con la criminal dictadura cívico militar y se continúan a lo largo de cuarenta años de gobiernos civiles con un in crescendo que da para el espanto.
Si nos atenemos al ámbito de la política, no hay partido, agrupación o facción que esté exento o exenta de comportamientos corruptos y delictivos.
En esos dos mismos casos citados en el inicio de este artículo, no solamente el actual oficialismo del Frente de Todos o de Unión por la Patria está implicado sino también su oposición. Los silencios ensordecen.
No es creíble que el gobernador de la Provincia de Buenos Aires no estuviera al tanto, ni él ni los demás funcionarios de su gestión, ni sus legisladores ni los de la oposición, etc. ¿Nadie sabía que el señor Insaurralde paseaba con frecuencia por el mundo dándose una vida de lujos insultante cuando la población de nuestro país se debate en la pobreza? Si nadie de los gobiernos nacional, de Buenos Aires, de CABA y de demás provincias estaban al tanto de la vida de descarados privilegios del señor Insaurralde entonces peor aún: no es admisible que quienes tienen tan altas responsabilidades no están al tanto de lo que hacen quienes los acompañan en la gestión. Agrava el cuadro que al señor Insaurralde se lo haya tratado hasta ahora con guantes de seda cuando hubiera procedido, por lo menos, despedirlo de modo estridente y deshonrosa en vez de aceptarle generosamente la renuncia.
Sumamente grave es que estos actos hayan tenido lugar en vísperas de comicios, dañando enormemente al oficialismo nacional y provincial.
No obstante, no corresponde analizar tales sucesos desde la moral, aún cuando sería loable que se la tuviera en cuenta por parte de las figuras públicas o con responsabilidades mayores.
Lo que cabe, y éste será el enfoque de este texto, es tratar esta cuestión según un abordaje científico.
Sobre la corrupción
Corrupción es una noción sumamente singular ya que al mismo tiempo es letal, es imprecisa o vaga y es extremadamente arbitraria.
Es letal por las consecuencias nefastas que tiene para las mayorías dentro de todas las poblaciones del planeta, ahora y desde que la humanidad existe ya que mientras sectores privilegiados se benefician de la misma aquéllas padecen calamidades tales como el hambre, las guerras, la reducción a servidumbre, la explotación, el avasallamiento de sus derechos, las cargas impositivas desmedidas, la violencia, la represión, la muerte.
Es imprecisa o vaga por dos razones básicas:
- No está establecida con claridad la definición de corrupción, no está suficientemente descrito qué entender por corrupción o al decir aristotélico a qué llamar corrupción y sólo llamar corrupción y de tal manera que no se confunda o superponga con otra noción, categoría o concepto,
- No están determinados los alcances de eso a lo que se denomina corrupción, qué abarcar con el término corrupción.
Es extremadamente arbitraria ya que, sobre todo por no estar dados los requisitos previos, queda librado al criterio sensato o al capricho, pero siempre a la visión parcial y voluntarista de quien opina, juzga, pondera o dictamina.
Del diccionario de la Real Academia Española selecciono estas acepciones del vocablo "corrupción" porque son las que resultan pertinentes a los efectos de esta publicación:
- Deterioro de valores, usos o costumbres
- En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización indebida o ilícita de las funciones de aquellas en provecho de sus gestores.
- También la describe como “acción y efecto de corromper o corromperse”.
La misma fuente consigna estos significados de “corromper” por los que opto:
- Echar a perder, depravar, dañar o pudrir algo.
- Sobornar a alguien con dádivas o de otra manera.
- Pervertir a alguien.
- Hacer que algo se deteriore.
El deterioro, lo indebido o ilícito, el pervertir o depravar y el soborno se destacan como actos y/o efectos de la corrupción.
Tenemos en la corrupción la participación de un destinador, el corruptor, un destinatario. el corrupto y una víctima, generalmente las poblaciones a menudo pauperizadas o maltratadas, inclusive por las guerras.
Cuando se trata de gobiernos, estados y sociedades, a través de la corrupción un actor o sector consigue réditos o privilegios y la nación o su población es víctima de alguno, algunos o todos los resultados indeseables párrafos arriba enunciados.
La corrupción es tan antigua como la humanidad, hasta cabe decir que es constitutiva. No se me asigne cinismo al afirmar esto: sólo soy el doliente mensajero que pone en palabras algo que fatalmente sucede. Por otra parte, es fácilmente comprobable y constatable que en mi extensísima trayectoria política, laboral, profesional y hasta en mi vida personal jamás he incurrido en conductas que puedan considerarse reñidas con la ética; tan es así, que para muchas y muchos que me conocen tal comportamiento me habría impedido hacerme rico o poderoso. Más aún, he recibido reproches por mi honestidad y, además, tal honradez hizo que fuera sistemáticamente excluido y perseguido: parece mentira, pero es constatable y puedo dar numerosos testimonios, tanto del ámbito público con gobernantes y dirigentes de todo el espectro como del ámbito privado, especialmente grandes empresas locales y globales, consultoras y agencias de publicidad, sus direcciones y gerencias. Así nomás y, seguramente, entre quienes se interesen por este artículo estarán quienes pueden dar testimonio de lo que estoy afirmando.
Hecha con mucho pudor la salvedad autorreferencial sigo adelante con este artículo centrado en precisar qué es la corrupción.
El historiador británico y católico Lord Acton sentenció aquello de que “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Si como he conceptualizado sobradamente - y está a la mano en varios de mis textos - el poder y las relaciones de poder son constitutivos de lo humano, siguiendo a Lord Acton inexorablemente la corrupción es a su vez inherente, valga la redundancia, a lo humano.
Cabe tener en cuenta que las leyes jurídicas son un resultado y no una premisa, son conclusiones, no puntos de partida. Además entran habitualemente en colisión con las leyes que dan cuenta de los comportamientos humanos y también con las de la naturaleza.
En procura de volcar a su favor las relaciones de poder, actores, sectores y factores incurren en actos no solamente incompatibles con la moral o la ética sino abiertamente corruptores.
Es convicción extendida entre políticos y gobernantes la de que para alcanzar el éxito se requiere de dinero y recursos inclusive en grado exorbitante. De hecho, si no contaran con tal disponibilidad quienes gobiernan o dirigen, oficialistas o no, no ocuparían las posiciones que ocupan.
Desde la más remota Antigüedad la corrupción, entonces, penetra activamente las sociedades, particularmente a quienes concentran poder y riqueza en las mismas, tanto en los ámbitos públicos o estatales como en los privados. El Imperio Romano fue la expresión, en la Atingüedad, más acabada de la corrupción, justamente, hipocresía mediante, la “civilización” que creó el “derecho romano” cuya influencia decisiva llega hasta nuestra era. Jueces, fiscales, abogadas y abogados estudian derecho romano.
El código de Hammurabi, el tratado legal conocido más remoto, se centra en cuestiones que hacen a la corrupción.
Como ejemplo en modo nota de color, de triste color, por cierto, el afamado e injustamente valorado orador Demóstenes fue comprado por el oro persa para encarar su campaña contra Filipo II de Macedonia y, luego, contra su hijo el gran Alejandro para evitar que las ciudades estado helénicas se unan contra el imperio invasor de los Artajerjes, Jerjes, Daríos y Ciros.
No voy a incursionar en la Historia ya que supondría escribir un tratado de varios volúmenes dado que la corrupción atravesó protagónicamente todo el curso de la humanidad. De todos modos, otro ejemplo oportuno para traer a colación, dada la desaforada inflación que soportamos con especuladores mediante, es el de la “guerra de las harinas” acontecida entre el fin del reinado de Luis XV e inicio del de Luis XVI de Francia. La monarquía para combatir la hambruna tomó medidas que, paradójicamente, dieron lugar a la acción de acaparadores que guardaban los granos con el fin de comercializarlos en el momento en el que obtendrían los mayores beneficios.
Por otra parte, incursionando en cierta conceptualización, uno de los fundadores del liberalismo, Bernard de Mandeville (siglos XVII a XVIII) afirmó que sin corrupción no hay prosperidad de las naciones.
En nuestros tiempos contermporáneos no hay lugar del planeta en el que no prospere la corrupción, actualmente aumentada por el flagelo narco. Particularmente los EEUU de Washington es el país más corruptor y corrupto del planeta y lo es desde su nacimiento con aquellas trece colonias en las que el supremacismo blanco gringo, gracias a Francia y a España, se sacó de encima a la monarquía inglesa para comenzar a transitar su propio camino anexionista e imperialista.
Entonces hasta aquí tenemos: la corrupción es inherente a lo humano, en particular a la construcción, ejercicio y afirmación del poder y, por lo tanto, a las relaciones de poder.
Lo antedicho de paso deja en claro cuánto de engañifa hubo en la campaña del Frepaso en los 90 levantando como bandera la lucha contra la corrupción, corrupción en la cual tal agrupación terminó envuelta. Levantar el eticismo como supuesta doctrina sólo sirvió para distraer o alejar del camino en el que había que librar la auténtica lucha. El Frepaso fue categóricamente funcional al régimen despótico y lo que sucedió luego con ese engendro de la política lo demostró con creces.
Como tenemos el derecho y la obligación de apostar a la honestidad y al compromiso con la ética en el ejercicio de gobierno cuando nos asumimos del lado de los intereses nacionales, populares y de los trabajadores, la problemática que afrontamos es: ¿cómo neutralizar la corrupción, sabiendo que es constitutiva, a fin de asegurar la justicia entendida como valor supremo para la emancipación y la realización de una nación, de su pueblo y de sus trabajadores?
¿Cómo neutralizar la corrupción cuando se nos torna un imperativo que la Argentina salga definitivamente del atraso descomunal para poner en marcha aceleradamente un Proyecto que plasme el imprescindible desarrollo integral hasta el punto de alcanzar el nivel de potencia geopolítica, política, social, cultural, educacional, sanitaria, tecnológica y económica?
Si dejamos de incursionar en la Historia y nos atenemos al presente, la corrupción está presente, vigorosamente activa, en todo el planeta.
Como es fácil asociar la corrupción con sólo una de las acepciones del diccionario de la RAE, la que alude a “soborno”, descuidamos que aquella tiene un alcance mucho mayor.
Sobre la base del par propio de la Lógica, comprehensión y extensión, la corrupción:
Comprehensivamente, es la acción de usufructuar indebidamente en favor de ciertos agentes, actores y/o sectores recursos que son de toda una sociedad o de toda una organización pública o privada.
Extensivamente, es toda acción en todo ámbito en el que se dé tal usufructo indebido.
De tal manera, tanto comprehensiva como extensivamente, la corrupción es mucho más que “soborno” o “negociado”.
Así tenemos que las grandes potencias, con los EEUU de Washington a la cabeza hacen de la corrupción una práctica habitual. Tales grandes potencias constantemente invaden sea por vía de las armas, sea por vía de las imposiciones comerciales extorsivas a otros países; inclusive entre ellas mismas se valen de tales mañas (sirva como ejemplo la guerra actual entre Rusia y la OTAN en territorio ucraniano). Narcotráfico, armamento, petróleo, minerales, agua, tierras y otros recursos están en el centro de tales prácticas de las grandes potencias y, por supuesto también, de las propias de gobiernos y concentradores de poder y de riqueza de los países llamados periféricos o dependientes, como el nuestro, América Latina en general, África, el Asia retrasada, etc. Las invasiones de Iraq o de Libia, por tomar dos ejemplos de tantos posibles, fueron demostraciones nefastas de corrupción toda vez que se llevaron a cabo desconociendo las leyes internacionales. Ni qué hablar de la usurpación de nuestras Malvinas y todo nuestro Atlántico Sur.
Esto último deja en claro hasta qué punto la corrupción es letal: millones de víctimas de guerras y de hambre en el planeta sufren sus efectos.
Queda también claro qué es corrupción y sólo corrupción tanto comprehensiva como extensivamente, tanto en su definición como en sus alcances.
Ahora bien, como se deduce de lo antedicho, la gigantesca corrupción es consecuencia de las prácticas abusivamente capitalistas, imperialistas y colonialistas.
Nos resta abocarnos a la arbitrariedad.
Reitero por si a esta altura la lectora o el lector paciente y tolerante comienza a sentirse perdida o perdido por mi análisis quizá un tanto deshilvanado o confuso.
Señalé al comenzar que en torno a la corrupción se da:
La letalidad, el enorme malestar e injusticia que entraña para las mayorías de todas las poblaciones, generando inclusive mortandad.
La imprecisión o falta de definición clara, lo cual busqué resolver al conceptualizarla ateniéndome al par lógico comprehensión-extensión,
La arbitrariedad por la cual queda sujeto a la voluntad, capricho o la disposición de quien opina, juzga, pondera o dictamina.
Este último punto es el que paso entonces a desarrollar.
Si la corrupción es inherente a lo humano en todo tiempo y lugar, entonces cuando se juzga un acto de corrupción se incurre en arbitrariedad si no se la evalúa en conjunto.
Si en todo el planeta, empezando por las grandes potencias, la corrupción es una práctica habitual o normal, pero se concibe que esas grandes potencias son dechados de virtudes y nuestros países son las peyorativamente llamadas “repúblicas bananeras”, ya la arbitrariedad en la forma de un abominable capricho se nos hace patente (de paso, aclaro o recuerdo que el mediocre cineasta yanqui Woody Allen inicia su fama denostando a nuestra América Latina con su infame filme “Bananas”).
Repito: ya hay arbitrariedad si se hace de la corrupción un mal que aqueja a los países latinoamericanos, africanos o los asiáticos atrasados o potencias supuestamente “enemigas” como Rusia y China y se la considera ausente en Canadá, en los EEUU de Washington, Europa, Japón, Israel u Oceanía.
Reintroduciéndonos en el ámbito doméstico, hay arbitrariedad si se asigna corrupción únicamente a un actor, sector, fuerza política u organización gremial, religiosa o de la índole que fuera.
Hacer esto último es tomar la parte por el todo, un mecanismo de inspiración en la sinécdoque, enojosa o repudiablemente útil para dirimir en el campo de lo judiciable o de lo pomposamente llamado judicial o Poder Judicial, lo que se da en el terreno de la política propiamente dicha.
Para hacer justicia, para alcanzar la justicia la cual es propiamente el contradictorio por excelencia de la arbitrariedad, todo el régimen, por cierto, intrínsecamente despótico, aunque con apariencia democrática al estilo tradicionalmente burgués, debe ser puesto en cuestión de raíz.
Si solamente se juzga a un actor o sector se impone la arbitrariedad.
La justicia se puede lograr si todo el régimen es puesto definitivamente en cuestión con el fin de que se den las condiciones para una transformación de raíz, para el logro de la emancipación y la realización tan deseadas y demoradas.
Eso será justicia.
Rubén Rojas Breu
Buenos Aires, agosto 24 de 2022 actualizado octubre 6 de 2023