viernes, 20 de septiembre de 2019

SOBRE LA CONDUCCIÓN POLÍTICA PARA UNA ARGENTINA ÁVIDA DE REALIZARSE




SOBRE LA CONDUCCIÓN POLÍTICA
Para una Argentina ávida de realizarse de una vez por todas

Introducción


Desde la muerte de Perón, la Argentina se quedó sin conducción política. 

Es un dato. Es el dato. 

Es un dato de lo real, un dato que se comprueba comparando, con objetividad, el antes y el después del deceso de quien fue el más trascendente conductor y estratega de nuestra nación y nuestro pueblo. 

He fundamentado en otras publicaciones este aserto. 

Acá sólo señalo lo más destacable: Perón y el peronismo fundacional tenían y plasmaron hasta donde fue posible un Proyecto de emancipación y de realización de nación-pueblo-trabajadores, que implicaba la integración latinoamericana, la Tercera Posición, Objetivos Estratégicos – “felicidad del pueblo y grandeza de la nación” más las tres banderas -, la primacía de la política y el desarrollo integral de la Argentina.

Eso fue así con políticas articuladas, eficaces y claramente determinadas por un rumbo. 

Expresar lo anterior, con la contundencia con la que lo hago, no significa desconocer que Perón y el peronismo fundacional tuvieron desaciertos e, incluso, tomaron decisiones y llevaron a cabo acciones que contribuyeron a su caída en el 55 por obra de golpistas sanguinarios y también durante los 70.

Pero considerar a Perón y el peronismo fundacional sobre la base de lo recriminable para descalificar lo meritorio, que excede en mucho a lo reprobable, no es simplemente “gorilismo”, que sería lo de menos. 

Es ignorar que estamos hablando del movimiento popular y nacional más trascendente de nuestro país e, inclusive, de más allá de nuestras fronteras, toda vez que su influencia llegó a toda América Latina y a muchos países de los que conformaron el Tercer Mundo.

Quienes descalifican a Perón y el peronismo fundacional, aún cuando cuenten con argumentos atendibles o justificados, deberían preguntarse en primer lugar por qué alcanzaron ese lugar de extraordinarias proporciones. 

Además, esa trascendencia se constata también por la oposición tenaz que tuvo por parte de los imperialismos, en particular el yanqui y el británico (Churchill celebró el derrocamiento de Perón), imperialismos que consideraron al “General” la mente “mefistofélica” que movía los hilos detrás de los movimientos populares del continente, aún de la Revolución Cubana. 

Todo lo que acabo de describir está perfectamente documentado. Una de las fuentes más interesantes son los textos del periodista Rogelio García Lupo (y es una de numerosas fuentes igualmente confiables). 

Perón, prolífico como intelectual, escribió justamente una suerte de tratado, “Conducción política”, libro que tengo muy en cuenta en lo que despliego en este artículo.

Recordemos también que Perón es el primer dirigente que pone sobre el tapete la cuestión ecológica, adelantándose a la totalidad de las dirigencias mundiales. 

La dictadura cívico militar genocida fue el intento más cruel, sistemático, horrendo, destinado principalmente a acabar definitivamente con el peronismo fundacional y, de paso, a todo lo que significara “subversión” del orden oligárquico y de concentración capitalista, incluyendo así a la izquierda como blanco de ese plan exterminador. 

Todo indica que ese intento de la dictadura tuvo algún éxito, toda vez que hasta hoy el peronismo fundacional no se reencarnó, aggiornamiento mediante, en las organizaciones y dirigencias políticas y sectoriales con la vitalidad, la concepción estratégica, la ambición, la claridad política, la teoría y doctrina que se requieren para conducir a la Argentina a su pleno desarrollo hacia adentro y a su proyección óptima hacia afuera. 

Desde 1983 hasta hoy, setiembre 2019, los gobiernos civiles y las dirigencias populares, adoptaron concepciones limitativas, insuficientes, a menudo homeostáticas. Más aún, valiéndose inescrupulosamente del justicialismo, en los 90 padecimos un gobierno abiertamente antipopular y antinacional que contravino en su totalidad al peronismo fundacional. 

El gobierno radical iniciado en el 83 creyó que bastaba con la “democracia” formal, una democracia y república de manual de Instrucción Cívica para que nuestro país se realizara. El mentís fue contundente y tuvo como consecuencia el gobierno de los 90 que expresó “la felicidad y la grandeza” de la gran burguesía concentradora local, las potencias dominantes, especialmente los EEUU de Washington, y las grandes corporaciones multinacionales.

El gobierno de los 90 tuvo como único programa estabilizar la moneda y generar el clima para supuestas inversiones de los sectores privados, locales e internacionales, con las consecuencias desastrosas conocidas.

El gobierno subsiguiente se ató al “eticismo”: con recuperar la ética, lo cual visto desde hoy es tan trágico como ridículo, bastaba para construir otra Argentina. Ya sabemos cuál fue el desenlace. 

Sigue aún sin entenderse por parte de las dirigencias populares y de quienes dicen ser sus intelectuales qué pasó a partir de las elecciones de octubre del 2001 y, especialmente, de las jornadas de diciembre y las asambleas populares. 

El pueblo argentino en ese período sepultó al régimen formal histórico, basado en las ideas de Montesquieu, mostrándose otra vez más como iniciador a nivel planetario. Como dije, salvo un conjunto escasísimo dentro del cual me cuento, afrontando la soledad, nadie de nivel dirigencial ni ningún intelectual comprendieron tan magno fenómeno.

A partir de ahí, las dirigencias políticas y sectoriales cerraron filas en todas las formas posibles para preservar el status quo, apoyadas por los grandes medios de comunicación de masas, la intelectualidad y, por supuesto, los factores de poder decisorios, locales y extranjeros.

Por supuesto, que, para garantizar tal objetivo endogámico y limitativo, había que conceder, por lo cual lo que vino después aplicó, parcialmente, políticas compensatorias atento al desastre y la injusticia que los gobiernos anteriores habían dejado. 

El resultado fue un masivo conformismo, la instalación en gran parte de la población y, especialmente, la juvenil de que se volvía al espíritu de los 70, que se encaraba una epopeya, que se estaba transitando algo que se parecía a una revolución. 

Sin embargo, “tal revolución” derivó en el gobierno civil, antipopular, antidemocrático por donde se lo mire, el gobierno abiertamente despótico que está culminando: un gobierno al servicio como nunca de los grandes concentradores de poder y del imperialismo, particularmente del yanqui, un gobierno del capitalismo financiero global, de los grandes hacendados, de los grandes rentistas y de los grandes especuladores.
Peor, inimaginable. 

Así estamos hoy, con un país sometido y entregado, una población hambreada y castigada: en términos de una comparación que tiene en cuenta la complejidad y las épocas, un estado de cosas similar al de la década del 30 del siglo pasado.

El pueblo, tal como lo defino y transcribo en el punto siguiente, resistió, pero sin conducción. Aún así, logró frenar todo lo que pudo y la población finalmente, masa conformista e inorgánica incluida, le puso punto final con las movilizaciones culminando en un resultado electoral contundente.

Por ahora lo que se viene, está muy distante de lo que aquí voy a proponer como conducción política. 

Por empezar, no hay un Proyecto en los términos que lo entendía Perón y el peronismo fundacional y que este militante y científico social suscribe como tal.

Llamar a un acuerdo social per se está lejos de expresar un Proyecto y sólo puede terminar siendo una suerte de recurso, mezcla de voluntarismo y pensamiento mágico, destinado a recuperar cierta homeostasis, en la cual se conjuguen mantener lo establecido y satisfacer relativamente los requerimientos de los sectores postergados.

Con el mero impulso de las pymes, mejoras salariales condicionadas y paliativos para acabar con el hambre, todo sumamente valorable e indispensable, no alcanza: con eso no se desarrolla un país y su población. 

Con alentar el consumo de la demanda final, también algo bueno, tampoco alcanza. Los países se desarrollan con ciencia, innovación tecnológica, educación, infraestructura de alta complejidad, redes ferroviarias que lleguen a cada rincón, flotas de mar, río y aire, y también, muy especialmente, impulsando la producción de medios de producción, la gran demanda intermedia, y políticas de marcas. De todo eso carece la Argentina y de todo eso hace falta imperiosamente. 

Con el relato de que el consumo de demanda final favorecerá el empleo, el empleo favorecerá a su vez la distribución de riqueza mejorando ingresos y reduciendo la pobreza no alcanza: es pan para hoy y…

La inflación, letal y de características muy peculiares en nuestro país, reconoce como causales a muchas, entre ellas la carestía de los créditos y la casi inexistente producción de medios de producción más la sujeción a país productor de materias primas sin valor agregado, particularmente del agro. 

Vivimos una Argentina enormemente desigual, en la cual un puñado de familias (no llega a 2000) concentra riqueza equivalente al 80% de la población. El hambre y las enfermedades in crescendo son las partes visibles de un témpano que se desplaza, a la deriva, en un océano de la desolación.

Desde ya que se requiere de la épica también para superar este cuadro de situación y para concretar la emancipación y la realización de nación-pueblo-trabajadores.

Pero hablo de una épica de verdad y no de narrativas que ilusionan a conformistas, resignados, conservadores que se enmascaran, sin conciencia de ello, de transformadores e innovadores sin precedentes, o, más “ingenuamente” de revolucionarios. 

Por ahora a todos los dirigentes, intelectuales y referentes les digo: no entendieron los resultados de las PASO en toda su complejidad, no captaron las motivaciones y expectativas latentes. Remito a mi publicación “Sobre los resultados de las PASO 2019” en este mismo blog.

Repasando conceptos

Antes de entrar de lleno en el tema que motiva este artículo, la conducción política, es conveniente repasar conceptos de mi autoría que tienden a configurar una teoría política epistemológicamente sustentada.

Además, recomiendo la lectura de mi artículo Para una conducción de la Argentina, de octubre de 2018, publicado en este mismo blog. 

Aquí van los conceptos a repasar:

Política es la disciplina científica y la práctica que tienen por objeto, respectivamente, interpretar y operar sobre las relaciones de poder.

A su vez, puesto que poder es el concepto clave de la política, seguidamente expongo la definición de mi autoría sobre dicho concepto.

Poder es la capacidad para pasar de una situación dada A a una situación ideal o aspirada B en el seno de la interrelación entre distintos actores y sectores que demandan, procuran y/o ejercen dicha capacidad y el complejo contexto en el que tal interrelación se da.

Tal capacidad se da siempre como una relación entre tres términos:


  • El que confiere el poder

  • El que asume el poder

  • El contexto en el que ambos términos interactúan


La conducción política es la articulación entre toma de iniciativa y síntesis, con el fin de plasmar la realización de la nación, el pueblo y los trabajadores.

Se reitera indefinidamente: toma de iniciativa – síntesis – toma de iniciativa – síntesis, etc., a la manera de un bucle inextinguible. 

Definir así a la conducción política implica que la misma tiene vocación de convocatoria: se dirige a la pluralidad, al más amplio espectro posible de posiciones ideológicas y políticas, de organizaciones políticas, sociales y gremiales para orientarlas hacia Objetivos y Proyecto de transformación en favor de los intereses nacionales, populares y de los trabajadores, así como por la integración latinoamericana y con las naciones y pueblos postergados o sometidos.

Pueblo es la población políticamente culturalizada y organizada, que se articula intrínsecamente al mismo tiempo con la nación y con los trabajadores.

En tanto fuerza potencialmente revolucionaria, se diferencia de la masa y se define en franca oposición con el despotismo, cuyas variantes, concurrentes, son las oligarquías locales, el imperialismo, el colonialismo y el neocolonialismo.

Al tratarlo así no hago más que aplicar un enfoque sistémico-relacional o, para quienes prefieran, aplico una aproximación “estructuralista”, en tanto y en cuanto pongo en juego en simultáneo las operaciones de articulación, de diferenciación y de oposición:


  • El pueblo se articula con la nación y con los trabajadores como fuerza potencialmente revolucionaria

  • El pueblo se diferencia de la masa (o de la gente) al punto de la antítesis

  • El pueblo se encuentra en oposición fundante con el despotismo en todas sus variantes.


Lo de población políticamente culturalizada y organizada incluye a la totalidad de quienes se forman, comprometen, militan, adquieren experiencia a través de la acción política (sea en el campo de la política propiamente dicha, sea en la actividad gremial, en el movimiento estudiantil y docente, en los movimientos sociales, en los organismos de DDHH, etc.).
Así, por oponer de un modo contundente a través de un ejemplo, un trabajador precarizado que integra un movimiento social es políticamente culto y organizado y, contrariamente, el ejecutivo, “CEO”, hacendado o intelectual que se define como “apolítico” o hace antipolítica no integra al pueblo. 

La masa, o la gente, puede ser atraída por el pueblo.
Es decir, el pueblo puede operar para que la masa, siempre amorfa y versátil, incline sus preferencias en la misma dirección que el pueblo.

Pero reitero, es en determinadas circunstancias, circunstancias en las cuales la conducción política, la organización política y la estrategia definidas en favor de los intereses nacionales, populares y de los trabajadores logra crear las condiciones para imponerse sobre las fuerzas que operan para el despotismo.

O cuando el pueblo se conduce, que es nuestro caso hoy.

Cómo un pueblo se conduce es una afirmación que requiere una exposición de extrema complejidad e incalculable extensión.
Coherentemente con lo expresado, particularmente en el inicio de este artículo, el pueblo se conduce sobre la base de lo que permanece en sus entrañas de lo forjado por Perón y el peronismo fundacional, de lo que ninguna dictadura, ningún gobierno civil, ninguna prédica colonialista, ninguna campaña de evangelización encarada por los medios de comunicación dominantes lograron.

Podría decirse que, como se cuenta del Cid, Perón conduce aún después de muerto y el peronismo fundacional sigue activo aún después de habérselo intentado neutralizar.
(La referencia al Cid es sólo figurativa, ya que el legendario personaje según la historia revisada no tuvo las virtudes que se le atribuyen, contrariamente a lo que sucede con Perón quien fue y es objeto de escarnio y, sobre todo, de negación o ninguneo).

Conduciéndose el pueblo y movilizándose con la potencia de una avalancha, atrajo a parte de la masa. Esto es así porque una característica de la masa o de “la gente”, es inclinarse hacia donde percibe promesa o acumulación de poder, lo cual da cuenta de su versatilidad cuando no de su volatilidad.

El pueblo, en tales casos, es el articulador por excelencia entre la conducción política y la masa o la gente.

El pueblo supone organización, movilización orientada a objetivos, conducción, estrategia y acción revolucionaria.

Como veremos, también pueblo se diferencia de opinión pública, de electorado y de ciudadanía.
Dicho por la negativa, quienes se definen como “apolíticos”, se conducen adhiriendo activa o pasivamente a los despotismos en sus distintas variantes e integran a la masa o “la gente”, no forman parte del pueblo.
Es oportuno precisar que masa no equivale a multitud, equívoco en el que incurre Elías Canetti.
La multitud a veces expresa a la masa y otras al pueblo.
La cotidianeidad, la rutina, la repetición, son rasgos de la masa, resistente siempre a la alteración, a los cambios de rumbo, a la incertidumbre, al compromiso y la acción política.

La opinión pública es contrastante con respecto al pueblo, ya que es compatible con la masa o la gente. Para diagnosticar y predecir su comportamiento vale lo ya dicho para la masa.

Opinión pública es el conjunto conformado por la gente o la masa, los medios de comunicación masivos, las redes virtuales y las encuestas de difusión pública.

Ya que ésta es la definición de opinión pública, puede deducirse que tiende a contraponerse al pueblo e incluso a la política misma, la política genuina, la política como tal. La opinión pública puede manifestarse en favor de la nación, de la integración latinoamericana, del pueblo y de los trabajadores, cuando el pueblo y su conducción alcanzan tal grado de predicamento y de promesa de poder que se vuelven atractivos, convincentes o conminatorios.

El electorado es el complejo constituido por el conjunto de los electores más el conjunto de los elegibles o elegidos y el vínculo entre ambos conjuntos.

Por lo tanto, el electorado no es únicamente el conjunto de votantes, que es lo que habitualmente se piensa.

Ahora bien, antes establecimos la diferenciación entre pueblo y masa (o gente). Frecuentemente, tal diferenciación deviene antagonismo lo cual supone que los votantes pueden ser clasificados según participen del pueblo o pertenezcan a la masa. Para simplificar, podemos valernos de sintagmas de yuxtaposición, categorizando así: votantes pueblo / votantes masa.
La misma categorización puede aplicarse a los elegibles o candidatos o electos: candidatos pueblo / candidatos masa.

También el vínculo entre votantes y elegibles o candidaturas refleja tal categorización: en un caso, el vínculo se da sobre la base del proyecto, la conducción política, la organización política, estrategia y la acción política, incluye el debate, la cultura política y todo lo que hace a la madurez y el compromiso en este terreno. 

Es decir, nos estamos refiriendo a un vínculo sostenido en la articulación conducción política – pueblo.

En el otro caso, el vínculo se caracteriza por la manipulación y se sostiene en la pertenencia acrítica y en la promesa de poder por el poder mismo.

En un proceso electoral participan en iguales condiciones quienes forman parte del pueblo y quienes pertenecen a la masa.
El resultado electoral es así un híbrido en el cual puede tener más peso el pueblo o puede tener más peso la masa.

La ciudadanía se remonta como categoría a la antigüedad, alcanzando entre los antiguos helenos la mayor relevancia gracias a su idea de polis. Puede afirmarse que su versión actual tiene su origen en la Revolución Francesa, año 1789 en adelante.

Las distintas acepciones tienen en común partir del ciudadano, por lo cual la ciudadanía sería el conjunto de los ciudadanos, definidos como quienes son poseedores de derechos acordes con las leyes y, más o menos eventualmente, partícipes de una comunidad política. 

En cierto modo, podría asimilarse a pueblo, pero termina siendo una expresión evasiva al respecto ya que cualquier integrante de un país, cuya pertenencia al mismo es legalmente reconocida, tiene el status de ciudadano. Y ahí está la palabra clave: refiere más a un status que a una condición equivalente propia de quienes forman parte del pueblo según el concepto identificado y elaborado por quien esto escribe.

Sobre los enfoques en boga

Los enfoques que se enseñan en los ámbitos académicos, así como los que se difunden a través del más amplio espectro de publicaciones y de los medios de comunicación masivos y especializados, carecen de sustentabilidad epistemológica.

Por lo tanto, son inservibles para pensar y conceptualizar la conducción política. 

Son enfoques que tienen como características más resaltantes:


  • ·         Se basan en el sentido común

  • ·         Se valen de categorías no científicas tales como “gente” e “individuo” al mismo tiempo que utilizan sin definir y de modo grosero otras tales como “electorado”, “masas”, “opinión pública”, “pueblo”, “ciudadanía”, etc. Más aún, apelan a estas categorías indistintamente, como si participaran de una sinonimia

  • ·         Entienden a la sociedad como una “asociación de individuos”, pasando por alto que los humanos somos intrínsecamente sociales y por lo tanto somos concebidos en el seno de organizaciones

  • ·         Conciben al electorado meramente como el conjunto de los votantes

  • ·         Les otorgan significación excluyente a las intenciones, sobrevaloran la conciencia y la voluntad.

  • ·         Desconocen la objetividad de los comportamientos sociales y políticos; es decir, no los pueden concebir como relativamente autónomos de las intenciones y opiniones conscientes

  • ·         Sobredimensionan el rol y confiabilidad de las encuestas

  • ·         Sobreestiman el papel de los medios de comunicación de masas

  • ·         Desestiman la función de las organizaciones sociales y políticas; más aún, las ignoran.

  • ·         Achatan al atarse a lo que se manifiesta conscientemente por parte de los distintos actores, inhibiendo el vuelo, los análisis en profundidad y la creatividad

  • ·         Consideran al conflicto y a la crisis como anomalías

  • ·         Descreen de la estrategia e incurren en tacticismo.




Desde el comienzo de la humanidad se dio la pugna entre el conocimiento científico y el sentido común, pugna de la cual quizá la expresión más representativa fue (y es) la que se da entre la creencia geocéntrica y la teoría heliocéntrica, la cual hoy se inscribe a su vez en la complejidad sobre el universo inaugurada por Einstein y por otros desarrollos de la física, así como de la astronomía. 

Ya Platón había introducido la clasificación entre doxa y episteme, que aun cuando tiene sus limitaciones y puede dar lugar a derivaciones prejuiciosas, no cabe duda de que establece una divisoria a considerar entre la opinión común y el conocimiento fundamentado. 

Las Ciencias de lo Humano, entre ellas la Política, tienen que descentrarse objetivando, tienen que avanzar poniéndose, por lo menos, a la altura de esos adelantos logrados en otras ciencias.

Seguir creyendo en la voluntad, la conciencia y las intenciones, cuando contamos con los avances del marxismo, el psicoanálisis y toda la batería conceptual de la psicología científica, la antropología estructural, la semiología, el método de la complejidad de Edgar Morin, la historia con contribuciones de Marc Bloch y otros,  los aportes muy significativos del pensamiento justicialista (Perón y otros) y tercermundista en general, y -dicho con humildad – producciones de mi autoría tales como el Método Vincular y la complejidad en teoría política, es de un anacronismo que navega en las inertes e infértiles aguas del simplismo. 

Los humanos somos concebidos en el seno de una sociedad entendida como un complejo organizacional: esto es, como organizaciones entre organizaciones, organizaciones instaladas en un contexto complejo constituido por organizaciones interactuantes y sus interacciones.

La familia es una organización (esto no se enseña en Harvard, no se enseña en los EEUU de Washington, país en cuyas universidades se aferran a un empirismo simplista, pueril, impotente para dar cuenta de la complejidad de lo humano. Menciono a ese país, Harvard y todas sus demás universidades por la influencia deletérea que tiene en nuestro país y en casi todas las latitudes para menoscabo de lo humano y para detrimento de la humanidad).
La familia es la organización que, en interacción con otras, nos concibe como humanos, nos “produce” humanos, a lo cual contribuyen significativamente las instituciones de la salud, de la educación, las de la recreación, las de los suministros de alimentos, otros productos y servicios, etc. y englobándonos, el barrio, el distrito, la localidad y la provincia, la nación, el continente, la humanidad entera. 

Es en el seno de la familia interactuante con todas esas organizaciones que, al mismo tiempo, nos socializamos y nos personalizamos.

Devenimos simultáneamente y a lo largo de la vida, persona y miembro de la sociedad: no se da la una sin el otro, no se da el segundo sin la primera. 

Ni siquiera el ermitaño o Robinson Crusoe están aislados ya que llevan con ellos la cultura, la sociedad, lo acuñado por la pertenencia a las distintas organizaciones en las que crecieron. 

Entender de este modo lo social, conceptualizar de esta manera lo humano es clave para la conducción política.

Por empezar porque la conducción política opera, se hace eficaz por medio de la organización y a través de las organizaciones.

Jamás, aunque se lo proponga o así lo entienda, la conducción política se dirige a “individuos”; sólo influye, dirige, opera a través de las organizaciones, de las organizaciones de todo tipo, de las cuales las políticas, gremiales y de la sociedad civil son, más allá de su probable relevancia, tres tipos entre muchos. 

Ahora bien, una de las tareas de la conducción política es la de propender al fortalecimiento del pueblo según lo hemos definido. Eso significa impulsar el desarrollo de los tres tipos de organizaciones mencionadas en el párrafo anterior.

A diferencia de los precarios enfoques en boga, como ya se pudo leer en el primer punto de este artículo, he definido acorde con los requisitos epistemológicos, qué es pueblo, masa, gente, electorado, opinión pública y ciudadanía.

También, abordamos los comportamientos sociales y políticos considerándolos sistémica y relacionalmente, en sus manifestaciones objetivables y, por lo tanto, pasibles de interpretación científica. La conciencia, la voluntad y las intenciones explícitas son, simplemente, vías de entrada para acceder a lo que es auténticamente determinante y que se encuentra más allá de tales facultades. 

Por ejemplo, en las PASO recientes, agosto 11 de este año 2019, según lo relevado superficialmente las motivaciones principales del voto masivo mayoritario radican en el malestar generado por la situación económica calamitosa. 

Nuestros análisis demuestran que tales motivaciones conscientes constituyen la parte visible del témpano y que las determinantes son políticas: ese voto reclama la transformación de raíz de las relaciones de poder (ver en este mismo blog Sobre los resultados de las PASO de agosto de 2019).

Es así que esos análisis convencionales, al quedarse con lo manifiesto, inhiben la creatividad, la profundidad y la emergencia de los datos consistentes que se requieren para la elaboración de una estrategia. Aferrarse a esos análisis convencionales deriva en el tacticismo, una afección cronificada a esta altura.

La sobreestimación de la influencia de los medios de comunicación de masas dominantes es refutada por los resultados de las PASO, otro dato que quedó soslayado por esos superficiales análisis. Los medios de comunicación de tal índole avanzan cuando la cultura y la organización políticas abandonan la escena. 

Ya en reiteradas ocasiones y desde hace cuatro décadas cuestiono la validez, confiabilidad y alcances de las encuestas, así como también de los llamados “focus groups” (ver en este mismo blog Focus groups y encuestas: abrevaderos de la manipulación). 

Como insisto constantemente, la investigación social científicamente encarada es cualitativa, estrictamente cualitativa y dotada de alta complejidad, para lo cual me baso en mi producción, el Método Vincular (ver diversas publicaciones en rubenrojasbreu.blogspot.com, mi otro blog, complementario de éste y mi libro Método Vincular. El valor de la estrategia, Eds. Cooperativas de Bs. As. 2002). 

Finalmente, considero al conflicto y a la crisis como constitutivas (ver diversas publicaciones en mis blogs; en ambos me refiero a esto y también en mi libro arriba citado).
Lo humano, así como la naturaleza en su totalidad vive en crisis

A eso se refiere el término acuñado por el historiador ateniense Tucídides como “krisein” que equivale a encrucijada. Así, el padre ateniense del realismo político nos plantea como connatural el perpetuo cuadro de situación por el cual siempre afrontamos dos alternativas contrapuestas, dos tendencias antagónicas. 

La RAE en las diferentes acepciones de “crisis” convalida la versión común; por mi parte, entiendo que la crisis es un estado permanente por el cual nos encontramos, vivos, desafiados por tendencias u opciones antagónicas. Si no hay crisis, hay decadencia, hay negación de todo, hay muerte. 

Como se ve, los enfoques en boga, los análisis con que nos abruman en los ámbitos académicos y en los medios de comunicación sobre política, están caducos y deberían tener el destino de lo irremisible.



De acuerdo a mi producción, el Método Vincular, dos tendencias básicas se dan:


  • en el perfil y evolución de las organizaciones

  • en la interacción entre organizaciones

  • en la construcción, ejercicio y afirmación del poder

Tales tendencias básicas son:

A la Primarización, la cual se caracteriza por la configuración endogámica, la centración en la organización misma, la renegación del tercero y el desconocimiento de la estrategia

A la Secundarización, la que opta por la proclividad a la exogamia, la proyección sobre el afuera, el reconocimiento de la Ley de la Terceridad y la toma de partido por la estrategia.

La conducción política se define, en primer lugar, por la tendencia a la Secundarización.

Para profundizar remito a El deseo de la estrategia publicación de rubenrojasbreu.blogspot.com




Dado que en este mismo blog publiqué la extensa nota Para una conducción de la Argentina que ya mencioné al principio, aquí me voy a circunscribir a una versión sumaria centrando en lo de la mayor relevancia.

La conducción política tiene por finalidad la de plasmar un Proyecto de emancipación y realización de nación integrada con América Latina, del pueblo y de los trabajadores.

Si tal Proyecto no existe o si se adopta una posición que contraviene lo antedicho, no hay conducción política y sí subordinación a mandatos de los concentradores de poder locales, así como de las distintas versiones del despotismo global: colonialismo, neocolonialismo e imperialismo.

A continuación, las más destacables formulaciones sobre la conducción política:

1.  La conducción política se inscribe en la Secundarización, según el Método Vincular. 

Significa que adopta la configuración exogámica, con proyección e interacción con el afuera, tanto respecto de la organización a cargo de la conducción como con respecto a lo externo (región y mundo), proponiéndose un vínculo de paridad y justicia, asumiendo activamente la Ley de la Terceridad y adoptando la concepción estratégica. Como señalé más arriba, recomiendo mi publicación El deseo de la estrategia en rubenrojasbreu.blogspot.com y también mi libro Método Vincular. El valor de la estrategia (en tales publicaciones se puede profundizar in extenso lo que aquí estoy resumiendo).


2.  Para una conducción política el Proyecto es endógeno

Esto significa que el mismo se elabora sobre la base de la propia identidad, de las propias experiencias, de las propias expectativas y de las propias capacidades. Nuestro país tiene una rica tradición que comienza en 1810 momento en el cual nacen dos inclinaciones antagónicas: una, la de la sumisión a la oligarquía local y a los poderes extranjeros; otra, la de la emancipación y realización según la propia vocación. En esta última se ubican en los tiempos iniciales las propuestas de Moreno, Belgrano, Castelli, San Martín, Dorrego y otras figuras no menos significativas y por supuesto en el siglo pasado Perón y el peronismo fundacional, que además de toda su originalidad integra lo mejor no sólo de aquella inclinación inicial sino también del yrigoyenismo, el anarquismo y la izquierda que habían descollado en las primeras décadas de dicho siglo XX.   

El Proyecto tiene en cuenta también las experiencias internacionales más luminosas, especialmente las grandes revoluciones tales como la francesa, la mexicana, la rusa, etc. pero guarda plena autonomía respecto de modelos propios de otros países. 

Está muy bien tener en cuenta datos que la experiencia de otros países nos proporcione, pero no lo está la búsqueda de imitación. Tanto más vale esta advertencia cuanto se observa entre las dirigencias populares y algunos de sus intelectuales el deslumbramiento por el llamado “modelo portugués”, francamente distante del Proyecto que debemos considerar para nuestro país.

Además, como material antecedente de primerísimo orden contamos con el Proyecto Nacional de Perón (ver libro de título homónimo editado por El Cid editor en 1974).

Desde luego que tal proyecto de Perón, su “testamento político”, requiere una evidente y significativa actualización, pero es una base confiable de la cual partir.


3.  El Proyecto define en primer lugar el Objetivo de Posicionamiento Vincular

La Argentina a partir de fines de los 70 oscila entre dos Posicionamientos Vinculares que están lejos de ser los más indicados.

Con la dictadura cívico militar se impulsa el Posicionamiento Dominancial, propio de grandes potencias, particularmente de los EEUU de Washington. 

Ahora bien, mientras las potencias y, sobre todo, la mencionada ocupan plenamente tal Posicionamiento Vincular en la posición apical – en la cumbre- la Argentina se degrada a la de apéndice: es decir, cada vez que ocupa el Posicionamiento Dominancial lo hace como subordinada de las potencias dominantes, con lo cual inexorablemente, más allá de las formas institucionales, es sometida al despotismo. 

Esto se da porque los concentradores de poder locales en los distintos ámbitos y bajo las distintas versiones tales como la tradicional oligarquía, la gran burguesía terrateniente, industrial y financiera, las élites intelectuales con su espíritu de casta, apelan a los poderes extranjeros y les facilitan el acceso sea porque los consideran superiores, sea porque real o ilusoriamente les resulta beneficioso según los distintos intereses que animen a tales actores, sectores y factores vernáculos. Se inspiran en la disyuntiva civilización o barbarie, queriendo obligarnos a imitar lo foráneo consagrado en desmedro de lo propio construido. 

Distintos gobiernos civiles, categóricamente el encabezado por el PJ con Menem en los 90 y el de la alianza Cambiemos ya saliente, también adoptaron el Posicionamiento Dominancial en la condición de apéndice o subordinación. 

El otro Posicionamiento Vincular al que tendió y tiende la Argentina es el Doméstico, adoptado por gobiernos civiles, muy claramente por el radical 83-89 y por el que se conoce como kirchnerista 2003-2015. En los interregnos también se dio hibridez, con tendencia al Doméstico.

De tal manera se da una oscilación que inhibe el desarrollo integral de la Argentina.

El Posicionamiento Vincular recomendable para la Argentina es el Constructivo.

Este Posicionamiento corresponde a la articulación entre Secundarización y Dimensión Significado, el cual se grafica en la Matriz de Posicionamientos Vinculares 

Resumidamente, es un Posicionamiento que opta por la configuración exogámica, la primacía de la Política, la concepción estratégica, la proyección sobre el afuera “interno” y externo, dando un lugar relevante a la geopolítica, la integración, el desarrollo, el impulso de la ciencia, la investigación, la innovación tecnológica, la educación de alto nivel, la justicia en todos los órdenes, el protagonismo del pueblo tal como lo hemos definido.

Para un mayor conocimiento del Posicionamiento Constructivo recomiendo consultar mi libro Método Vincular. El valor de la estrategia y publicaciones en rubenrojasbreu.blogspot.com, de fácil acceso.

El Posicionamiento Constructivo compatibiliza plenamente y, al mismo tiempo, actualiza los Objetivos Estratégicos del peronismo fundacional: la articulación constitutiva entre “felicidad del pueblo y grandeza de la nación” así como las clásicas tres banderas: soberanía política, independencia económica y justicia social.


4.  La conducción política ante los conflictos básicos

El axioma por excelencia para la acabada comprensión de lo humano es el de que los conflictos y la crisis son constitutivos.

Esto quiere decir que no existe “lo humano” sin el conflicto y sin la crisis.
Todos los desarrollos científicos de lo humano tienen en tal axioma su piedra angular.
Ante los conflictos y ante la crisis, en tanto inherentes a lo humano, la conducción política puede optar por distintas alternativas.

En el caso de los conflictos, puede elegir: 


  • actuarlos, tornándolos antagonismos insalvables, lo cual obliga al combate sea de modo pacífico, sea de modo bélico; es, en cualquier caso, atendible la recomendación de Sun Tzu acerca de que lo ideal es disponer de las propias fuerzas de tal manera que el enemigo se rinda sin entrar en batalla,

  • superarlos a través de la negociación, lo cual supone convocatoria e inducir a las partes a acordar buscando el mayor equilibrio entre lo que se obtiene y lo que se concede.

En el caso de la crisis, la conducción política tiene que asumirla como un estado de perpetuidad en la medida que expresa la dialéctica entre distintas tendencias de sociedades y sectores y actores que las integran, entre las cuales algunas determinantes se tornan inexorablemente antagónicas y que, desde la perspectiva de cada actor/sector se ve a lo propio como acción positiva y la de los otros actores/sectores como reacción. 

Lo que NO puede la conducción política, jamás, es negar los conflictos y la crisis. 

Toda sociedad está en crisis en la medida que siempre están en juego, contraponiéndose en mayor o menor medida, las tendencias antedichas. Toda sociedad afronta conflictos, que son los que anidan en la crisis y que cabe en cada “aquí y ahora” diagnosticar.

La crisis general, propia de la Argentina, es entre la tendencia al desarrollo integral y el freno que, objetivamente, ponen a esa tendencia actores/sectores que procuran preservar el statu quo.

Dentro de la maraña de conflictos que atraviesan a nuestro país, vamos a referirnos a los dos básicos, claramente estructurantes, los cuales se entrelazan en estado de igualdad en cuanto a su importancia y que vale distinguir para elaborar la estrategia.

Tales conflictos básicos son:


  • Nación/pueblo versus despotismo, incluyendo en despotismo a la plutocracia local, así como a la intervención extranjera en sus variantes colonialismo / neocolonialismo / imperialismo,

  • Trabajadores versus capitalismo

En este último conflicto optamos por una visión diferenciada respecto de la que propone el marxismo, sobre todo en su versión más dogmática la cual posiblemente Marx no hubiera legitimado dada su vocación de investigador social, de pensador amigo de la complejidad y la creatividad y su destacable experiencia política.

Sustancialmente, el antagonismo lo ubicamos entre quienes se ven forzados a vender su fuerza de trabajo y el capitalismo como formación socioeconómica dominante, por lo cual no ponemos el acento en la lucha de clases.

Tanto más lo formulamos de esta manera cuanto el capitalismo en su fase actual de más alcance, global y concentrado, no sólo explota a los trabajadores y vulnera sus derechos, sino que inhibe el desarrollo de las burguesías nacionales de la Argentina y países como el nuestro. 

Es decir, no son los capitalistas en su totalidad los que frenan el desarrollo y necesariamente contrarrestan las aspiraciones de los trabajadores, sino sobre todo la gran burguesía concentradora local y las grandes corporaciones multinacionales con el aval de las potencias dominantes.

El capitalismo está agotado como formación socioeconómica dominante: ya no puede prometer bienestar, ni siquiera mejoras significativas en las grandes potencias, las cuales además siguen apelando al intervencionismo en todas las formas, incluyendo las invasiones bélicas.

Todo indica que el futuro está en el socialismo, el cual es mucho más que una formación socioeconómica, ya que propone un modelo sistémico y completo de sociedad. Es, actualmente, lo que genera esperanza. Hago la salvedad de que el socialismo al que aspirar para nuestro país es necesariamente producto de la propia historia y construcción y, por lo mismo, es imprescindiblemente actualización del peronismo fundacional.

Un rol particular tiene el Estado y al mismo nos referimos a continuación.

El peronismo fundacional, con Perón a la cabeza, afrontó ambos conflictos básicos en su entrecruzamiento ya que tomó partido por nación/pueblo enfrentando tanto a las oligarquías locales como al imperialismo y porque se definió por los trabajadores a la vez que dio al Estado un rol decisorio en todos los ámbitos y circunscribió al capitalismo a su condición de formación socioeconómica impulsando, sí, a la burguesía nacional.

Se observa que el denominado “pensamiento político correcto”, una falacia per se ominosa, sanciona como herejía utilizar una categoría genuina: la de enemigo.

No hablar de enemigo es un recurso supersticioso, es como un conjuro que se propone, vana y maliciosamente, alejar a un imaginario demonio, como si lo que no se nombrara no existiera.

Sabemos que todo el “pensamiento político correcto” es, finalmente, un conjunto de frases rituales que tienen por objeto exorcizar, buscando desterrar de las sociedades humanas a los agentes del quimérico Satanás, alucinado caprichosamente por los poderosos, sus escribas y sus sumisos súbditos en toda circunstancia en la que se pone en duda el orden establecido.

Pues la de enemigo es una categoría, de conceptualización valiosa y de existencia real, a la que hay que aplicar la sanción del ninguneo de acuerdo a los preceptos de lo establecido.

La conducción política de nación-pueblo-trabajadores no se define por el enemigo, no crea al enemigo, no alucina al enemigo, no manipula gracias al enemigo. No.

Simplemente, el enemigo existe, el enemigo se manifiesta como reacción cuando la conducción política se da a la tarea de plasmar el Proyecto, poner en marcha la estrategia y aplicar las políticas en beneficio de nación-pueblo-trabajadores.

Como dijimos antes acerca del conflicto y de la crisis, la conducción política tiene distintas opciones para comportarse respecto del enemigo, pero lo que no puede hacer nunca es negarlo.

Puede denunciarlo, puede enfrentarlo, puede convocar a los sectores nacionales y populares y a los trabajadores a dar la lucha o disponer de variadas tácticas combinadas con el fin de doblegarlo. Pero, repito, no puede ignorarlo. 

Si la conducción política lo ignora es por una de dos: o porque se rindió o porque fue derrotada sin haberlo percibido. 

Los pueblos no quieren tener enemigos pero que los hay, los hay. 

De nuevo Sun Tzu: hay que hacer lo posible para que el enemigo se rinda sin presentarse en el campo de batalla.

Para ello, la conducción política debe apoyarse en la fuerza que vence por presencia activa: la del pueblo.

De tal manera, la conducción política tiene que estar sólidamente dispuesta, capacitada y preparada para afrontar simultáneamente la crisis, los conflictos básicos y el enemigo.


5.  El Estado tiene un rol fundamental para la conducción política

El Estado, para la conducción política, es al mismo tiempo zona de confrontación y de concertación, regulador, árbitro e impulsor de políticas de bienestar. 

Es en el seno del Estado que los actores/sectores antagónicos deben confrontar y es el Estado el que, con la tarea de la conducción política, debe arbitrar para conciliar las posiciones que puedan ser concertadas y para tomar partido, cuando eso no sea posible, por las que impliquen el desarrollo. Éstas siempre van a ser las que categóricamente estén del lado de la nación-pueblo-trabajadores.

Regular es siempre regular para garantizar la realización de dicha tríada.

Al mismo tiempo, el Estado debe impulsar las políticas de bienestar que abarquen todas las dimensiones de la vida en sociedad: cultural, social, política, geopolítica, científica, tecnológica, espacial, productiva, infraestructural, educacional, sanitaria, habitacional, psicológica, de género, recreativa, económica, etc.


6.  La conducción política debe dar batalla contra la colonización y la mediocridad

La colonización se expresa de diversas maneras y en los variados terrenos: el cultural, el social, el político, el psicológico, el económico, etc. La colonización hace de todo su territorio. 

La mediocridad implica la cortedad de miras, la pobreza de las aspiraciones, el desdén por el conocimiento, los antagonismos irrelevantes, los internismos, las ambiciones desmedidas de los incapaces, el culto de figuras y producciones gestadas en las entrañas del imperialismo, del colonialismo y del neocolonialismo.

Que hoy haya quienes piensen en modelos tales como el “portugués”, el “finlandés” o, incluso, pretender hacer de la CABA una “Boston de América Latina” o impulsen cualquier réplica de una ordenación tomada de los países centrales o dominantes están conjugando colonización y mediocridad. 

La simplificación es también propia de esos intentos de imitación, toda vez que se desconoce en profundidad cómo funcionan tales modelos ya que sólo se consideran los aspectos perceptibles y mensurables, ignorándose las determinaciones latentes, la dinámica subyacente, el papel de la historia y lo que ésta va decantando para la construcción de una nación o una sociedad. 


7.     La conducción política debe estar por delante de las expectativas y posibilidades del pueblo al cual dirigir.

Ya me referí a que, junto con la capacidad de síntesis, la conducción implica la constante toma de iniciativa.

La toma de iniciativa implica el conocimiento en profundidad de las motivaciones, capacidades, posibilidades y expectativas del pueblo.

Normalmente, se incurre en análisis superficiales. 

Por ejemplo, la lectura generalizada de los resultados de las PASO de agosto de este año 2019 es la de que los votantes manifestaron masivamente su rechazo por la calamitosa situación económica.

Sin duda eso es cierto, tanto como que los árboles florecen en primavera y se deshojan en otoño: cierto pero obvio. La obviedad es un obstáculo para la conducción política, es una engañifa, no por falsa sino por insuficiente.

El contundente resultado electoral de las PASO supone mucho más dejando en claro que el rechazo por la situación de la economía con sus efectos tales como el hambre y el deterioro de toda la calidad de vida de la mayoría de la población, es la parte visible del témpano, parte que merece ser muy tenida en cuenta, pero parte al fin.

Profundizando, lo determinante es la Política, lo que se espera son decisiones políticas, políticas y estrategia, Proyecto que lleve a la emancipación y a la más plena realización de nación-pueblo-trabajadores.

Las encuestas y los relevamientos convencionales no revelan lo que estamos enunciando. Se requiere de la investigación científica, del tipo de investigación social que, por mi parte, encaro basándome en el Método Vincular.


8.  La conducción política debe apoyarse en los desarrollos de las Ciencias de lo Humano y estimularlos

Significa favorecer la generación y enriquecimiento de teoría con la finalidad de aplicación eficaz, teniendo como premisa “la primacía de la política”.

No puede la conducción política basarse en dogmas ni tampoco en doctrinas o en ideologías perimidas aún cuando mantengan vigencia en ámbitos académicos consagrados, so pena de incurrir en voluntarismo, opiniones, en sobrevalorar el papel de la conciencia y en caer en vulgaridades propias del sentido común.


9.    La conducción política debe operar sobre las relaciones de poder.

Soy consciente de que estoy reiterando, pero vale redundar cuando se trata de enfatizar algo que hace a lo nuclear de la conducción política para la Argentina: operar sobre las relaciones de poder con el fin de lograr la transformación de raíz y definitiva de las mismas para que de una vez por todas se impongan los intereses nacionales, la integración con América Latina, la amistad incondicional con los pueblos postergados o sometidos, el protagonismo de nuestro pueblo y de los trabajadores.

Sobre tal base, la mayor apertura, pero sobre tal base.


10. Para la conducción política la opinión pública no es prioritaria

La opinión pública debe ser encarada del mismo modo que la masa. Por lo tanto, debe restar relevancia a las tendencias masivas, las modas, las encuestas y las prédicas de los medios de comunicación de masas.

No digo ignorar, sino, repito, circunscribir su importancia operando sobre ella, sobre la opinión pública, como hay que hacerlo sobre la masa: a través del pueblo, a través de la población políticamente culturalizada y organizada teniendo en cuenta todo lo que hemos definido para tal concepto, el de pueblo.



11.   Para la conducción política los procesos electorales constituyen sólo una herramienta

Al mismo tiempo tiene que proponerse una transformación de fondo de las normas y procedimientos que rigen tales procesos para asegurar siempre la victoria del pueblo por sobre los desvaríos de la masa y las maniobras de sus manipuladores.
Incluso, en una reforma constitucional, un imperativo de la hora, esta conclusión debe ser tenida en cuenta.


12.   La conducción política debe plasmar la democracia entendida como “gobierno del pueblo” acorde con lo definido en el presente documento.

Esto significa que el ordenamiento institucional resultante de la mezcla de la democracia burguesa surgida a partir de hace más de tres siglos en Europa con los resabios activos del régimen oligárquico local, debe ser reemplazado, para asegurar que el pueblo sea quien ejerza efectivamente el gobierno. 

Es motivo de reforma constitucional, desde ya.

La noción de representación, el régimen de Montesquieu, los procesos electorales ya viciados y todo el ordenamiento vigente caducaron y están lejos de asegurar el gobierno del pueblo.

Hay que instaurar un nuevo ordenamiento, innovar el andamiaje institucional, otorgar un lugar destacado a la modalidad asamblearia, incentivar el papel de las organizaciones políticas, gremiales y de la sociedad civil.

Hay que contemplar también que van surgiendo constantemente nuevas demandas de sectores que afloran, de requerimientos resultantes de la evolución, como en las últimas décadas la cuestión de género, la cuestión ecológica, etc.


13. La conducción política debe impulsar la mística y la épica

La mística es la vivencia íntimamente compartida de que se está procurando algo sublime.
La épica es la percepción de que tal vivencia está penetrada por el vigor de lo heroico. 

Mística y épica no son simples condimentos, no son anexos destinados a generar la ilusión de que se está revolucionando.

Mística y épica, cuando hay Proyecto de emancipación y de realización, cuando hay vocación de transformación de cuajo de las relaciones de poder, son inherentes a la puesta en marcha de tal Proyecto y a tal vocación.

No suscribimos la falacia de oponer lo racional y lo emocional, categorías inservibles y reduccionistas, agotadas, obsoletas. 

Así que la mística y la épica son los modos en que se vivencia un proceso transformador o revolucionario.


Cierre

Concluyo para dar paso a la reflexión de la lectora y del lector, al probable o quizá improbable intercambio, al deseable y quizá frustrado debate.
Es mucho más lo que podría exponer sobre la conducción política para nuestro país, hoy, ahora, ya.
Pero extenderme quizá sólo serviría a un afán obsesivo, perfeccionista, finalmente autorreferencial y, por lo tanto, estéril.
Se trata de que este texto trascienda en la medida de lo posible.
Se trata de que sea un material útil para contribuir a la gestación de la conducción política.
Ojalá.


Bibliografía

Canetti, Elías (1981): Masa y poder. Muchnik editores. Barcelona.

Cárdenas, Gonzalo (1969): El peronismo y la cuña neoimperial recopilado en El peronismo, Carlos Pérez editor, Buenos Aires,

Freud, Sigmund (1921/1976): Psicología de las masas y análisis del yo, Amorrortu, CABA

Golding, William (1954/2012): El señor de las moscas, Alianza, Barcelona

Perón, Juan D. (1974): Todos sus discursos, mensajes y conferencias, Editorial de la Reconstrucción, CABA

Perón, Juan D. (1952 / 2006): Conducción política, I. N. “Juan D. Perón”, CABA

Rojas Breu, Rubén (2001): Nerón y el incendio de Roma. Algunos elementos de análisis sobre la manipulación de masas, Revista Dialogantes, CABA

Rojas Breu, Rubén (2002): Método Vincular. El valor de la estrategia, Ed. Cooperativas de Bs. As, CABA

Rojas Breu, Rubén (2011): Aportes de un hecho histórico, la batalla de Queronea, a la dirección estratégica, CABA. En rubenrojasbreu.blogspot.com

Rojas Breu, Rubén (2012): La investigación cualitativa como herramienta primordial de la dirección, CIAP FCE UBA, CABA. En rubenrojasbreu.blogspot.com

Rojas Breu, Rubén (2012): Segmentación, posicionamiento y marca según el Método Vincular, CIAP FCE UBA, CABA. En rubenrojasbreu.blogspot.com

Rojas Breu, Rubén (2014): El deseo de la estrategia, CIAP FCE UBA, CABA. En rubenrojasbreu.blogspot.com


Fraternalmente, Rubén Rojas Breu
Buenos Aires, setiembre 20 de 2019 

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