SOBRE LA CONDUCCIÓN POLÍTICA
Para una Argentina ávida de realizarse de una
vez por todas
Introducción
Desde la muerte de
Perón, la Argentina se quedó sin conducción política.
Es un dato. Es
el
dato.
Es un dato de lo
real, un dato que se comprueba comparando, con objetividad, el antes y el
después del deceso de quien fue el más trascendente conductor y estratega de
nuestra nación y nuestro pueblo.
He fundamentado en
otras publicaciones este aserto.
Acá sólo señalo lo
más destacable: Perón y el peronismo fundacional tenían y plasmaron hasta donde
fue posible un Proyecto de emancipación y de realización de nación-pueblo-trabajadores,
que implicaba la integración latinoamericana, la Tercera Posición, Objetivos
Estratégicos – “felicidad del pueblo y grandeza de la nación” más las tres
banderas -, la primacía de la política y el desarrollo integral de la
Argentina.
Eso fue así con
políticas articuladas, eficaces y claramente determinadas por un rumbo.
Expresar lo
anterior, con la contundencia con la que lo hago, no significa desconocer que
Perón y el peronismo fundacional tuvieron desaciertos e, incluso, tomaron
decisiones y llevaron a cabo acciones que contribuyeron a su caída en el 55 por
obra de golpistas sanguinarios y también durante los 70.
Pero considerar a
Perón y el peronismo fundacional sobre la base de lo recriminable para
descalificar lo meritorio, que excede en mucho a lo reprobable, no es
simplemente “gorilismo”, que sería lo de menos.
Es ignorar que
estamos hablando del movimiento popular y nacional más trascendente de nuestro
país e, inclusive, de más allá de nuestras fronteras, toda vez que su
influencia llegó a toda América Latina y a muchos países de los que conformaron
el Tercer Mundo.
Quienes descalifican
a Perón y el peronismo fundacional, aún cuando cuenten con argumentos
atendibles o justificados, deberían preguntarse en primer lugar por qué
alcanzaron ese lugar de extraordinarias proporciones.
Además, esa
trascendencia se constata también por la oposición tenaz que tuvo por parte de
los imperialismos, en particular el yanqui y el británico (Churchill celebró el
derrocamiento de Perón), imperialismos que consideraron al “General” la mente
“mefistofélica” que movía los hilos detrás de los movimientos populares del
continente, aún de la Revolución Cubana.
Todo lo que acabo de
describir está perfectamente documentado. Una de las fuentes más interesantes
son los textos del periodista Rogelio García Lupo (y es una de numerosas
fuentes igualmente confiables).
Perón, prolífico
como intelectual, escribió justamente una suerte de tratado, “Conducción
política”, libro que tengo muy en cuenta en lo que despliego en este artículo.
Recordemos también que
Perón es el primer dirigente que pone sobre el tapete la cuestión ecológica, adelantándose
a la totalidad de las dirigencias mundiales.
La dictadura cívico
militar genocida fue el intento más cruel, sistemático, horrendo, destinado
principalmente a acabar definitivamente con el peronismo fundacional y, de
paso, a todo lo que significara “subversión” del orden oligárquico y de
concentración capitalista, incluyendo así a la izquierda como blanco de ese
plan exterminador.
Todo indica que ese
intento de la dictadura tuvo algún éxito, toda vez que hasta hoy el peronismo
fundacional no se reencarnó, aggiornamiento mediante, en las organizaciones y
dirigencias políticas y sectoriales con la vitalidad, la concepción
estratégica, la ambición, la claridad política, la teoría y doctrina que se
requieren para conducir a la Argentina a su pleno desarrollo hacia adentro y a
su proyección óptima hacia afuera.
Desde 1983 hasta
hoy, setiembre 2019, los gobiernos civiles y las dirigencias populares,
adoptaron concepciones limitativas, insuficientes, a menudo homeostáticas. Más
aún, valiéndose inescrupulosamente del justicialismo, en los 90 padecimos un
gobierno abiertamente antipopular y antinacional que contravino en su totalidad
al peronismo fundacional.
El gobierno radical
iniciado en el 83 creyó que bastaba con la “democracia” formal, una democracia
y república de manual de Instrucción Cívica para que nuestro país se realizara.
El mentís fue contundente y tuvo como consecuencia el gobierno de los 90 que
expresó “la felicidad y la grandeza” de la gran burguesía concentradora local,
las potencias dominantes, especialmente los EEUU de Washington, y las grandes
corporaciones multinacionales.
El gobierno de los 90
tuvo como único programa estabilizar la moneda y generar el clima para
supuestas inversiones de los sectores privados, locales e internacionales, con
las consecuencias desastrosas conocidas.
El gobierno
subsiguiente se ató al “eticismo”: con recuperar la ética, lo cual visto desde
hoy es tan trágico como ridículo, bastaba para construir otra Argentina. Ya
sabemos cuál fue el desenlace.
Sigue aún sin
entenderse por parte de las dirigencias populares y de quienes dicen ser sus
intelectuales qué pasó a partir de las elecciones de octubre del 2001 y,
especialmente, de las jornadas de diciembre y las asambleas populares.
El pueblo argentino
en ese período sepultó al régimen formal histórico, basado en las ideas de
Montesquieu, mostrándose otra vez más como iniciador a nivel planetario. Como
dije, salvo un conjunto escasísimo dentro del cual me cuento, afrontando la
soledad, nadie de nivel dirigencial ni ningún intelectual comprendieron tan
magno fenómeno.
A partir de ahí, las
dirigencias políticas y sectoriales cerraron filas en todas las formas posibles
para preservar el status quo, apoyadas por los grandes medios de comunicación de
masas, la intelectualidad y, por supuesto, los factores de poder decisorios,
locales y extranjeros.
Por supuesto, que,
para garantizar tal objetivo endogámico y limitativo, había que conceder, por
lo cual lo que vino después aplicó, parcialmente, políticas compensatorias
atento al desastre y la injusticia que los gobiernos anteriores habían dejado.
El resultado fue un
masivo conformismo, la instalación en gran parte de la población y,
especialmente, la juvenil de que se volvía al espíritu de los 70, que se
encaraba una epopeya, que se estaba transitando algo que se parecía a una
revolución.
Sin embargo, “tal
revolución” derivó en el gobierno civil, antipopular, antidemocrático por donde
se lo mire, el gobierno abiertamente despótico que está culminando: un gobierno
al servicio como nunca de los grandes concentradores de poder y del
imperialismo, particularmente del yanqui, un gobierno del capitalismo
financiero global, de los grandes hacendados, de los grandes rentistas y de los
grandes especuladores.
Peor, inimaginable.
Así estamos hoy, con
un país sometido y entregado, una población hambreada y castigada: en términos
de una comparación que tiene en cuenta la complejidad y las épocas, un estado
de cosas similar al de la década del 30 del siglo pasado.
El pueblo, tal como
lo defino y transcribo en el punto siguiente, resistió, pero sin conducción.
Aún así, logró frenar todo lo que pudo y la población finalmente, masa
conformista e inorgánica incluida, le puso punto final con las movilizaciones
culminando en un resultado electoral contundente.
Por ahora lo que se
viene, está muy distante de lo que aquí voy a proponer como conducción
política.
Por empezar, no hay
un Proyecto en los términos que lo entendía Perón y el peronismo fundacional y
que este militante y científico social suscribe como tal.
Llamar a un acuerdo
social per se está lejos de expresar un Proyecto y sólo puede terminar
siendo una suerte de recurso, mezcla de voluntarismo y pensamiento mágico,
destinado a recuperar cierta homeostasis, en la cual se conjuguen mantener lo
establecido y satisfacer relativamente los requerimientos de los sectores
postergados.
Con el mero impulso
de las pymes, mejoras salariales condicionadas y paliativos para acabar con el
hambre, todo sumamente valorable e indispensable, no alcanza: con eso no se
desarrolla un país y su población.
Con alentar el
consumo de la demanda final, también algo bueno, tampoco alcanza. Los países se
desarrollan con ciencia, innovación tecnológica, educación, infraestructura de
alta complejidad, redes ferroviarias que lleguen a cada rincón, flotas de mar,
río y aire, y también, muy especialmente, impulsando la producción de medios de
producción, la gran demanda intermedia, y políticas de marcas. De todo eso
carece la Argentina y de todo eso hace falta imperiosamente.
Con el relato de que
el consumo de demanda final favorecerá el empleo, el empleo favorecerá a su vez
la distribución de riqueza mejorando ingresos y reduciendo la pobreza no
alcanza: es pan para hoy y…
La inflación, letal
y de características muy peculiares en nuestro país, reconoce como causales a
muchas, entre ellas la carestía de los créditos y la casi inexistente
producción de medios de producción más la sujeción a país productor de materias
primas sin valor agregado, particularmente del agro.
Vivimos una
Argentina enormemente desigual, en la cual un puñado de familias (no llega a
2000) concentra riqueza equivalente al 80% de la población. El hambre y las
enfermedades in crescendo son las partes visibles de un témpano que se
desplaza, a la deriva, en un océano de la desolación.
Desde ya que se
requiere de la épica también para superar este cuadro de situación y para
concretar la emancipación y la realización de nación-pueblo-trabajadores.
Pero hablo de una
épica de verdad y no de narrativas que ilusionan a conformistas, resignados,
conservadores que se enmascaran, sin conciencia de ello, de transformadores e
innovadores sin precedentes, o, más “ingenuamente” de revolucionarios.
Por ahora a todos
los dirigentes, intelectuales y referentes les digo: no entendieron los
resultados de las PASO en toda su complejidad, no captaron las motivaciones y
expectativas latentes. Remito a mi publicación “Sobre los resultados de las
PASO 2019” en este mismo blog.
Repasando conceptos
Antes de entrar de
lleno en el tema que motiva este artículo, la conducción política, es conveniente
repasar conceptos de mi autoría que tienden a configurar una teoría política
epistemológicamente sustentada.
Además, recomiendo
la lectura de mi artículo Para una conducción de la Argentina, de
octubre de 2018, publicado en este mismo blog.
Aquí van los
conceptos a repasar:
Política es la
disciplina científica y la práctica que tienen por objeto, respectivamente, interpretar
y operar sobre las relaciones de poder.
A su vez, puesto que poder es el concepto
clave de la política, seguidamente expongo la definición de mi autoría sobre
dicho concepto.
Poder es la
capacidad para pasar de una situación dada A a una situación ideal o aspirada B
en el seno de la interrelación entre distintos actores y sectores que demandan,
procuran y/o ejercen dicha capacidad y el complejo contexto en el que tal
interrelación se da.
Tal capacidad se da siempre como una relación entre tres términos:
- El que confiere el poder
- El que asume el poder
- El contexto en el que ambos términos interactúan
La
conducción política es la articulación
entre toma de iniciativa y síntesis,
con el fin de plasmar la realización de la nación, el pueblo y los
trabajadores.
Se reitera indefinidamente: toma de iniciativa
– síntesis – toma de iniciativa – síntesis, etc., a la manera de un bucle
inextinguible.
Definir así a la conducción política implica
que la misma tiene vocación de convocatoria: se dirige a la pluralidad, al más
amplio espectro posible de posiciones ideológicas y políticas, de
organizaciones políticas, sociales y gremiales para orientarlas hacia Objetivos
y Proyecto de transformación en favor de los intereses nacionales, populares y
de los trabajadores, así como por la integración latinoamericana y con las
naciones y pueblos postergados o sometidos.
Pueblo es la población políticamente culturalizada y
organizada, que se articula
intrínsecamente al mismo tiempo con la nación y con los trabajadores.
En tanto fuerza potencialmente revolucionaria,
se diferencia de la masa y se define en franca
oposición con el despotismo, cuyas variantes, concurrentes, son las
oligarquías locales, el imperialismo, el colonialismo y el neocolonialismo.
Al tratarlo así no hago más que aplicar un
enfoque sistémico-relacional o, para quienes prefieran, aplico una aproximación
“estructuralista”, en tanto y en cuanto pongo en juego en simultáneo las
operaciones de articulación, de diferenciación y de oposición:
- El pueblo se articula con la nación y con los trabajadores como fuerza potencialmente revolucionaria
- El pueblo se diferencia de la masa (o de la gente) al punto de la antítesis
- El pueblo se encuentra en oposición fundante con el despotismo en todas sus variantes.
Lo de población políticamente culturalizada y
organizada incluye a la totalidad de quienes se forman, comprometen, militan,
adquieren experiencia a través de la acción política (sea en el campo de la
política propiamente dicha, sea en la actividad gremial, en el movimiento
estudiantil y docente, en los movimientos sociales, en los organismos de DDHH,
etc.).
Así, por oponer de un modo contundente a
través de un ejemplo, un trabajador precarizado que integra un movimiento
social es políticamente culto y organizado y, contrariamente, el ejecutivo,
“CEO”, hacendado o intelectual que se define como “apolítico” o hace antipolítica
no integra al pueblo.
La masa, o la gente, puede ser atraída por el
pueblo.
Es decir, el pueblo puede operar para que la
masa, siempre amorfa y versátil, incline sus preferencias en la misma dirección
que el pueblo.
Pero reitero, es en determinadas
circunstancias, circunstancias en las cuales la conducción política, la
organización política y la estrategia definidas en favor de los intereses
nacionales, populares y de los trabajadores logra crear las condiciones para
imponerse sobre las fuerzas que operan para el despotismo.
O cuando el pueblo se conduce, que es nuestro caso hoy.
Cómo un pueblo se conduce es una afirmación
que requiere una exposición de extrema complejidad e incalculable extensión.
Coherentemente con lo expresado,
particularmente en el inicio de este artículo, el pueblo se conduce sobre la
base de lo que permanece en sus entrañas de lo forjado por Perón y el peronismo
fundacional, de lo que ninguna dictadura, ningún gobierno civil, ninguna
prédica colonialista, ninguna campaña de evangelización encarada por los medios
de comunicación dominantes lograron.
Podría decirse que, como se cuenta del Cid,
Perón conduce aún después de muerto y el peronismo fundacional sigue activo aún
después de habérselo intentado neutralizar.
(La referencia al Cid es sólo figurativa, ya
que el legendario personaje según la historia revisada no tuvo las virtudes que
se le atribuyen, contrariamente a lo que sucede con Perón quien fue y es objeto
de escarnio y, sobre todo, de negación o ninguneo).
Conduciéndose el pueblo y movilizándose con la
potencia de una avalancha, atrajo a parte de la masa. Esto es así porque una
característica de la masa o de “la gente”, es inclinarse hacia donde percibe
promesa o acumulación de poder, lo cual da cuenta de su versatilidad cuando no de
su volatilidad.
El pueblo, en tales casos, es el articulador
por excelencia entre la conducción política y la masa o la gente.
El pueblo
supone organización, movilización orientada a objetivos, conducción, estrategia
y acción revolucionaria.
Como veremos, también pueblo se diferencia de
opinión pública, de electorado y de ciudadanía.
Dicho por la negativa, quienes se definen como
“apolíticos”, se conducen adhiriendo activa o pasivamente a los despotismos en
sus distintas variantes e integran a la masa o “la gente”, no forman parte del pueblo.
Es oportuno precisar que masa no equivale a
multitud, equívoco en el que incurre Elías Canetti.
La multitud a veces expresa a la masa y otras
al pueblo.
La cotidianeidad, la rutina, la repetición,
son rasgos de la masa, resistente siempre a la alteración, a los cambios de
rumbo, a la incertidumbre, al compromiso y la acción política.
La opinión pública es contrastante con respecto al pueblo, ya que
es compatible con la masa o la gente. Para diagnosticar y predecir su
comportamiento vale lo ya dicho para la masa.
Opinión
pública es el conjunto conformado por la
gente o la masa, los medios de comunicación masivos, las redes virtuales y las encuestas
de difusión pública.
Ya que ésta es la definición de opinión
pública, puede deducirse que tiende a contraponerse al pueblo e incluso a la
política misma, la política genuina, la política como tal. La opinión pública
puede manifestarse en favor de la nación, de la integración latinoamericana,
del pueblo y de los trabajadores, cuando el pueblo y su conducción alcanzan tal
grado de predicamento y de promesa de poder que se vuelven atractivos,
convincentes o conminatorios.
El electorado es el complejo constituido por el conjunto
de los electores más el conjunto de los elegibles o elegidos y el vínculo entre
ambos conjuntos.
Por lo tanto, el electorado no es únicamente
el conjunto de votantes, que es lo que habitualmente se piensa.
Ahora bien, antes establecimos la diferenciación
entre pueblo y masa (o gente). Frecuentemente, tal diferenciación deviene antagonismo
lo cual supone que los votantes pueden ser clasificados según participen del
pueblo o pertenezcan a la masa. Para simplificar, podemos valernos de sintagmas
de yuxtaposición, categorizando así: votantes pueblo / votantes masa.
La misma categorización puede aplicarse a los
elegibles o candidatos o electos: candidatos pueblo / candidatos masa.
También el vínculo entre votantes y elegibles
o candidaturas refleja tal categorización: en un caso, el vínculo se da sobre
la base del proyecto, la conducción política, la organización política,
estrategia y la acción política, incluye el debate, la cultura política y todo
lo que hace a la madurez y el compromiso en este terreno.
Es decir, nos estamos refiriendo a un vínculo
sostenido en la articulación conducción política – pueblo.
En el otro caso, el vínculo se caracteriza por
la manipulación y se sostiene en la pertenencia acrítica y en la promesa de
poder por el poder mismo.
En un proceso electoral participan en iguales
condiciones quienes forman parte del pueblo y quienes pertenecen a la masa.
El resultado electoral es así un híbrido en el
cual puede tener más peso el pueblo o puede tener más peso la masa.
La ciudadanía se
remonta como categoría a la antigüedad, alcanzando entre los antiguos helenos
la mayor relevancia gracias a su idea de polis.
Puede afirmarse que su versión actual tiene su origen en la Revolución
Francesa, año 1789 en adelante.
Las
distintas acepciones tienen en común partir del ciudadano, por lo cual la
ciudadanía sería el conjunto de los ciudadanos, definidos como quienes son
poseedores de derechos acordes con las leyes y, más o menos eventualmente,
partícipes de una comunidad política.
En
cierto modo, podría asimilarse a pueblo, pero termina siendo una expresión
evasiva al respecto ya que cualquier integrante de un país, cuya pertenencia al
mismo es legalmente reconocida, tiene el status de ciudadano. Y ahí está la
palabra clave: refiere más a un status
que a una condición equivalente propia de quienes forman parte del pueblo según
el concepto identificado y elaborado por quien esto escribe.
Sobre los enfoques en boga
Los enfoques que se enseñan en los ámbitos
académicos, así como los que se difunden a través del más amplio espectro de
publicaciones y de los medios de comunicación masivos y especializados, carecen
de sustentabilidad epistemológica.
Por lo tanto, son inservibles para pensar y
conceptualizar la conducción política.
Son enfoques que tienen como características
más resaltantes:
- · Se basan en el sentido común
- · Se valen de categorías no científicas tales como “gente” e “individuo” al mismo tiempo que utilizan sin definir y de modo grosero otras tales como “electorado”, “masas”, “opinión pública”, “pueblo”, “ciudadanía”, etc. Más aún, apelan a estas categorías indistintamente, como si participaran de una sinonimia
- · Entienden a la sociedad como una “asociación de individuos”, pasando por alto que los humanos somos intrínsecamente sociales y por lo tanto somos concebidos en el seno de organizaciones
- · Conciben al electorado meramente como el conjunto de los votantes
- · Les otorgan significación excluyente a las intenciones, sobrevaloran la conciencia y la voluntad.
- · Desconocen la objetividad de los comportamientos sociales y políticos; es decir, no los pueden concebir como relativamente autónomos de las intenciones y opiniones conscientes
- · Sobredimensionan el rol y confiabilidad de las encuestas
- · Sobreestiman el papel de los medios de comunicación de masas
- · Desestiman la función de las organizaciones sociales y políticas; más aún, las ignoran.
- · Achatan al atarse a lo que se manifiesta conscientemente por parte de los distintos actores, inhibiendo el vuelo, los análisis en profundidad y la creatividad
- · Consideran al conflicto y a la crisis como anomalías
- · Descreen de la estrategia e incurren en tacticismo.
Desde el comienzo de la humanidad se dio la
pugna entre el conocimiento científico y el sentido común, pugna de la cual
quizá la expresión más representativa fue (y es) la que se da entre la creencia
geocéntrica y la teoría heliocéntrica, la cual hoy se inscribe a su vez en la
complejidad sobre el universo inaugurada por Einstein y por otros desarrollos
de la física, así como de la astronomía.
Ya Platón había introducido la clasificación
entre doxa y episteme, que aun cuando tiene sus limitaciones y puede dar lugar
a derivaciones prejuiciosas, no cabe duda de que establece una divisoria a
considerar entre la opinión común y el conocimiento fundamentado.
Las Ciencias de lo Humano, entre ellas la
Política, tienen que descentrarse objetivando, tienen que avanzar poniéndose,
por lo menos, a la altura de esos adelantos logrados en otras ciencias.
Seguir creyendo en la voluntad, la conciencia
y las intenciones, cuando contamos con los avances del marxismo, el
psicoanálisis y toda la batería conceptual de la psicología científica, la
antropología estructural, la semiología, el método de la complejidad de Edgar
Morin, la historia con contribuciones de Marc Bloch y otros, los aportes muy significativos del
pensamiento justicialista (Perón y otros) y tercermundista en general, y -dicho
con humildad – producciones de mi autoría tales como el Método Vincular y la
complejidad en teoría política, es de un anacronismo que navega en las inertes e
infértiles aguas del simplismo.
Los humanos somos concebidos en el seno de una
sociedad entendida como un complejo organizacional: esto es, como
organizaciones entre organizaciones, organizaciones instaladas en un contexto
complejo constituido por organizaciones interactuantes y sus interacciones.
La familia es una organización (esto no se
enseña en Harvard, no se enseña en los EEUU de Washington, país en cuyas
universidades se aferran a un empirismo simplista, pueril, impotente para dar
cuenta de la complejidad de lo humano. Menciono a ese país, Harvard y todas sus
demás universidades por la influencia deletérea que tiene en nuestro país y en
casi todas las latitudes para menoscabo de lo humano y para detrimento de la
humanidad).
La familia es la organización que, en
interacción con otras, nos concibe como humanos, nos “produce” humanos, a lo
cual contribuyen significativamente las instituciones de la salud, de la
educación, las de la recreación, las de los suministros de alimentos, otros
productos y servicios, etc. y englobándonos, el barrio, el distrito, la
localidad y la provincia, la nación, el continente, la humanidad entera.
Es en el seno de la familia interactuante con
todas esas organizaciones que, al mismo tiempo, nos socializamos y nos
personalizamos.
Devenimos simultáneamente y a lo largo de la
vida, persona y miembro de la sociedad: no se da la una sin el otro, no se da
el segundo sin la primera.
Ni siquiera el ermitaño o Robinson Crusoe
están aislados ya que llevan con ellos la cultura, la sociedad, lo acuñado por
la pertenencia a las distintas organizaciones en las que crecieron.
Entender de este modo lo social,
conceptualizar de esta manera lo humano es clave para la conducción política.
Por empezar porque la conducción
política opera, se hace eficaz por medio de la organización y a través de las
organizaciones.
Jamás, aunque se lo proponga o así lo
entienda, la conducción política se dirige a “individuos”; sólo influye,
dirige, opera a través de las organizaciones, de las organizaciones de todo
tipo, de las cuales las políticas, gremiales y de la sociedad civil son, más
allá de su probable relevancia, tres tipos entre muchos.
Ahora bien, una de las tareas de la
conducción política es la de propender al fortalecimiento del pueblo según lo
hemos definido. Eso significa impulsar el desarrollo de los tres tipos
de organizaciones mencionadas en el párrafo anterior.
A diferencia de los precarios enfoques en
boga, como ya se pudo leer en el primer punto de este artículo, he definido
acorde con los requisitos epistemológicos, qué es pueblo, masa,
gente, electorado, opinión pública y ciudadanía.
También, abordamos los comportamientos
sociales y políticos considerándolos sistémica y relacionalmente, en sus
manifestaciones objetivables y, por lo tanto, pasibles de interpretación
científica. La conciencia, la voluntad y las intenciones explícitas son,
simplemente, vías de entrada para acceder a lo que es auténticamente
determinante y que se encuentra más allá de tales facultades.
Por ejemplo, en las PASO recientes, agosto 11
de este año 2019, según lo relevado superficialmente las motivaciones principales
del voto masivo mayoritario radican en el malestar generado por la situación
económica calamitosa.
Nuestros análisis demuestran que tales
motivaciones conscientes constituyen la parte visible del témpano y que las
determinantes son políticas: ese voto reclama la transformación de raíz de las
relaciones de poder (ver en
este mismo blog Sobre los resultados de las PASO de agosto de 2019).
Es así que esos análisis convencionales, al
quedarse con lo manifiesto, inhiben la creatividad, la profundidad y la
emergencia de los datos consistentes que se requieren para la elaboración de
una estrategia. Aferrarse a esos análisis convencionales deriva en el
tacticismo, una afección cronificada a esta altura.
La sobreestimación de la influencia de los
medios de comunicación de masas dominantes es refutada por los resultados de
las PASO, otro dato que quedó soslayado por esos superficiales análisis. Los
medios de comunicación de tal índole avanzan cuando la cultura y la
organización políticas abandonan la escena.
Ya en reiteradas ocasiones y desde hace cuatro
décadas cuestiono la validez, confiabilidad y alcances de las encuestas, así
como también de los llamados “focus groups” (ver en este mismo blog Focus
groups y encuestas: abrevaderos de la manipulación).
Como insisto constantemente, la
investigación social científicamente encarada es cualitativa, estrictamente
cualitativa y dotada de alta complejidad, para lo cual me baso en mi
producción, el Método Vincular (ver diversas publicaciones en
rubenrojasbreu.blogspot.com, mi otro blog, complementario de éste y mi libro Método
Vincular. El valor de la estrategia, Eds. Cooperativas de Bs. As. 2002).
Finalmente, considero al conflicto y a
la crisis como constitutivas (ver diversas publicaciones en mis blogs;
en ambos me refiero a esto y también en mi libro arriba citado).
Lo humano, así como la naturaleza en su
totalidad vive en crisis.
A eso se refiere el término acuñado por el
historiador ateniense Tucídides como “krisein” que equivale a
encrucijada. Así, el padre ateniense del realismo político nos plantea
como connatural el perpetuo cuadro de situación por el cual siempre afrontamos
dos alternativas contrapuestas, dos tendencias antagónicas.
La RAE en las diferentes acepciones de
“crisis” convalida la versión común; por mi parte, entiendo que la crisis
es un estado permanente por el cual nos encontramos, vivos, desafiados por
tendencias u opciones antagónicas. Si no hay crisis, hay decadencia, hay
negación de todo, hay muerte.
Como se ve, los enfoques en boga, los análisis
con que nos abruman en los ámbitos académicos y en los medios de comunicación
sobre política, están caducos y deberían tener el destino de lo irremisible.
De acuerdo a mi producción, el Método
Vincular, dos tendencias básicas se dan:
- en el perfil y evolución de las organizaciones
- en la interacción entre organizaciones
- en la construcción, ejercicio y afirmación del poder
Tales tendencias básicas son:
A la Primarización, la cual se caracteriza por la configuración
endogámica, la centración en la organización misma, la renegación del tercero y
el desconocimiento de la estrategia
A la Secundarización, la que opta por la proclividad a la
exogamia, la proyección sobre el afuera, el reconocimiento de la Ley de la
Terceridad y la toma de partido por la estrategia.
La conducción política se define, en primer
lugar, por la tendencia a la Secundarización.
Para profundizar remito a El deseo de la
estrategia publicación de rubenrojasbreu.blogspot.com
Dado que en este mismo blog publiqué la
extensa nota Para una conducción de la Argentina que ya mencioné al
principio, aquí me voy a circunscribir a una versión sumaria centrando en lo de
la mayor relevancia.
La conducción política tiene por
finalidad la de plasmar un Proyecto de emancipación y realización de nación
integrada con América Latina, del pueblo y de los trabajadores.
Si tal Proyecto no existe o si se adopta una
posición que contraviene lo antedicho, no hay conducción política y sí
subordinación a mandatos de los concentradores de poder locales, así como de
las distintas versiones del despotismo global: colonialismo, neocolonialismo e
imperialismo.
A continuación, las más destacables
formulaciones sobre la conducción política:
1. La conducción política se inscribe en la
Secundarización, según el Método Vincular.
Significa que adopta
la configuración exogámica, con proyección e interacción con el afuera, tanto
respecto de la organización a cargo de la conducción como con respecto a lo
externo (región y mundo), proponiéndose un vínculo de paridad y justicia,
asumiendo activamente la Ley de la Terceridad y adoptando la concepción
estratégica. Como señalé más arriba, recomiendo mi publicación El deseo de
la estrategia en rubenrojasbreu.blogspot.com y también mi libro Método
Vincular. El valor de la estrategia (en tales publicaciones se puede
profundizar in extenso lo que aquí estoy resumiendo).
2. Para una conducción política el Proyecto es
endógeno
Esto significa que el mismo se elabora sobre
la base de la propia identidad, de las propias experiencias, de las propias
expectativas y de las propias capacidades. Nuestro país tiene una rica
tradición que comienza en 1810 momento en el cual nacen dos inclinaciones
antagónicas: una, la de la sumisión a la oligarquía local y a los poderes
extranjeros; otra, la de la emancipación y realización según la propia
vocación. En esta última se ubican en los tiempos iniciales las propuestas de
Moreno, Belgrano, Castelli, San Martín, Dorrego y otras figuras no menos
significativas y por supuesto en el siglo pasado Perón y el peronismo
fundacional, que además de toda su originalidad integra lo mejor no sólo de
aquella inclinación inicial sino también del yrigoyenismo, el anarquismo y la
izquierda que habían descollado en las primeras décadas de dicho siglo XX.
El Proyecto tiene en cuenta también las
experiencias internacionales más luminosas, especialmente las grandes
revoluciones tales como la francesa, la mexicana, la rusa, etc. pero guarda
plena autonomía respecto de modelos propios de otros países.
Está muy bien tener en cuenta datos que la
experiencia de otros países nos proporcione, pero no lo está la búsqueda de
imitación. Tanto más vale esta advertencia cuanto se observa entre las
dirigencias populares y algunos de sus intelectuales el deslumbramiento por el
llamado “modelo portugués”, francamente distante del Proyecto que debemos
considerar para nuestro país.
Además, como material antecedente de
primerísimo orden contamos con el Proyecto Nacional de Perón (ver libro de
título homónimo editado por El Cid editor en 1974).
Desde luego que tal proyecto de Perón, su
“testamento político”, requiere una evidente y significativa actualización,
pero es una base confiable de la cual partir.
3. El Proyecto define en primer lugar el Objetivo
de Posicionamiento Vincular
La Argentina a partir de fines de los 70
oscila entre dos Posicionamientos Vinculares que están lejos de ser los más
indicados.
Con la dictadura cívico militar se impulsa el
Posicionamiento Dominancial, propio de grandes potencias, particularmente de
los EEUU de Washington.
Ahora bien, mientras las potencias y, sobre
todo, la mencionada ocupan plenamente tal Posicionamiento Vincular en la
posición apical – en la cumbre- la Argentina se degrada a la de apéndice:
es decir, cada vez que ocupa el Posicionamiento Dominancial lo hace como
subordinada de las potencias dominantes, con lo cual inexorablemente, más
allá de las formas institucionales, es sometida al despotismo.
Esto se da porque los concentradores de poder
locales en los distintos ámbitos y bajo las distintas versiones tales como la
tradicional oligarquía, la gran burguesía terrateniente, industrial y
financiera, las élites intelectuales con su espíritu de casta, apelan a los
poderes extranjeros y les facilitan el acceso sea porque los consideran
superiores, sea porque real o ilusoriamente les resulta beneficioso según los
distintos intereses que animen a tales actores, sectores y factores vernáculos.
Se inspiran en la disyuntiva civilización o barbarie, queriendo
obligarnos a imitar lo foráneo consagrado en desmedro de lo propio construido.
Distintos gobiernos civiles, categóricamente
el encabezado por el PJ con Menem en los 90 y el de la alianza Cambiemos ya
saliente, también adoptaron el Posicionamiento Dominancial en la condición de
apéndice o subordinación.
El otro Posicionamiento Vincular al que tendió
y tiende la Argentina es el Doméstico, adoptado por gobiernos civiles, muy
claramente por el radical 83-89 y por el que se conoce como kirchnerista
2003-2015. En los interregnos también se dio hibridez, con tendencia al
Doméstico.
De tal manera se da una oscilación que inhibe
el desarrollo integral de la Argentina.
El Posicionamiento Vincular recomendable para
la Argentina es el Constructivo.
Este Posicionamiento corresponde a la
articulación entre Secundarización y Dimensión Significado, el cual se grafica
en la Matriz de Posicionamientos Vinculares
Resumidamente, es un Posicionamiento que opta
por la configuración exogámica, la primacía de la Política, la concepción
estratégica, la proyección sobre el afuera “interno” y externo, dando un lugar
relevante a la geopolítica, la integración, el desarrollo, el impulso de la
ciencia, la investigación, la innovación tecnológica, la educación de alto
nivel, la justicia en todos los órdenes, el protagonismo del pueblo tal como lo
hemos definido.
Para un mayor conocimiento del Posicionamiento
Constructivo recomiendo consultar mi libro Método Vincular. El valor de la
estrategia y publicaciones en rubenrojasbreu.blogspot.com, de fácil acceso.
El Posicionamiento Constructivo compatibiliza
plenamente y, al mismo tiempo, actualiza los Objetivos Estratégicos del
peronismo fundacional: la articulación constitutiva entre “felicidad del pueblo
y grandeza de la nación” así como las clásicas tres banderas: soberanía
política, independencia económica y justicia social.
4. La conducción política ante los conflictos
básicos
El axioma por excelencia para la acabada
comprensión de lo humano es el de que los conflictos y la crisis son
constitutivos.
Esto quiere decir que no existe “lo humano”
sin el conflicto y sin la crisis.
Todos los desarrollos científicos de lo humano
tienen en tal axioma su piedra angular.
Ante los conflictos y ante la crisis, en tanto
inherentes a lo humano, la conducción política puede optar por distintas
alternativas.
En el caso de los conflictos, puede elegir:
- actuarlos, tornándolos antagonismos insalvables, lo cual obliga al combate sea de modo pacífico, sea de modo bélico; es, en cualquier caso, atendible la recomendación de Sun Tzu acerca de que lo ideal es disponer de las propias fuerzas de tal manera que el enemigo se rinda sin entrar en batalla,
- superarlos a través de la negociación, lo cual supone convocatoria e inducir a las partes a acordar buscando el mayor equilibrio entre lo que se obtiene y lo que se concede.
En el caso de la crisis, la conducción política tiene que asumirla
como un estado de perpetuidad en la medida que expresa la dialéctica entre distintas
tendencias de sociedades y sectores y actores que las integran, entre las
cuales algunas determinantes se tornan inexorablemente antagónicas y que, desde
la perspectiva de cada actor/sector se ve a lo propio como acción positiva y la
de los otros actores/sectores como reacción.
Lo que NO puede la conducción política, jamás,
es negar los conflictos y la crisis.
Toda sociedad está en crisis en la medida que
siempre están en juego, contraponiéndose en mayor o menor medida, las
tendencias antedichas. Toda sociedad afronta conflictos, que son los que anidan
en la crisis y que cabe en cada “aquí y ahora” diagnosticar.
La crisis general, propia de la Argentina, es entre la tendencia al desarrollo integral
y el freno que, objetivamente, ponen a esa tendencia actores/sectores que
procuran preservar el statu quo.
Dentro de la maraña de conflictos que
atraviesan a nuestro país, vamos a referirnos a los dos básicos, claramente
estructurantes, los cuales se entrelazan en estado de igualdad en cuanto a su
importancia y que vale distinguir para elaborar la estrategia.
Tales conflictos básicos son:
- Nación/pueblo versus despotismo, incluyendo en despotismo a la plutocracia local, así como a la intervención extranjera en sus variantes colonialismo / neocolonialismo / imperialismo,
- Trabajadores versus capitalismo
En este último conflicto optamos por una
visión diferenciada respecto de la que propone el marxismo, sobre todo en su
versión más dogmática la cual posiblemente Marx no hubiera legitimado dada su
vocación de investigador social, de pensador amigo de la complejidad y la
creatividad y su destacable experiencia política.
Sustancialmente, el antagonismo lo ubicamos
entre quienes se ven forzados a vender su fuerza de trabajo y el capitalismo
como formación socioeconómica dominante, por lo cual no ponemos el acento en la
lucha de clases.
Tanto más lo formulamos de esta manera cuanto el capitalismo en su
fase actual de más alcance, global y concentrado, no sólo explota a los
trabajadores y vulnera sus derechos, sino que inhibe el desarrollo de las burguesías
nacionales de la Argentina y países como el nuestro.
Es decir, no son los capitalistas en su totalidad los que frenan el
desarrollo y necesariamente contrarrestan las aspiraciones de los trabajadores,
sino sobre todo la gran burguesía concentradora local y las grandes
corporaciones multinacionales con el aval de las potencias dominantes.
El capitalismo está agotado como formación socioeconómica dominante:
ya no puede prometer bienestar, ni siquiera mejoras significativas en las
grandes potencias, las cuales además siguen apelando al intervencionismo en
todas las formas, incluyendo las invasiones bélicas.
Todo indica que el futuro está en el
socialismo, el cual es
mucho más que una formación socioeconómica, ya que propone un modelo sistémico
y completo de sociedad. Es, actualmente, lo que genera esperanza. Hago la
salvedad de que el socialismo al que aspirar para nuestro país es
necesariamente producto de la propia historia y construcción y, por lo mismo,
es imprescindiblemente actualización del peronismo fundacional.
Un rol particular tiene el Estado y al mismo nos referimos a continuación.
El peronismo fundacional, con Perón a la cabeza, afrontó ambos
conflictos básicos en su entrecruzamiento ya que tomó partido por nación/pueblo
enfrentando tanto a las oligarquías locales como al imperialismo y porque se
definió por los trabajadores a la vez que dio al Estado un rol decisorio en
todos los ámbitos y circunscribió al capitalismo a su condición de formación
socioeconómica impulsando, sí, a la burguesía nacional.
Se observa que el denominado “pensamiento político correcto”, una
falacia per se ominosa, sanciona como herejía utilizar una categoría
genuina: la de enemigo.
No hablar de enemigo es un recurso
supersticioso, es como un
conjuro que se propone, vana y maliciosamente, alejar a un imaginario demonio,
como si lo que no se nombrara no existiera.
Sabemos que todo el “pensamiento político correcto” es, finalmente, un
conjunto de frases rituales que tienen por objeto exorcizar, buscando desterrar
de las sociedades humanas a los agentes del quimérico Satanás, alucinado
caprichosamente por los poderosos, sus escribas y sus sumisos súbditos en toda
circunstancia en la que se pone en duda el orden establecido.
Pues la de enemigo es una categoría, de conceptualización valiosa y de
existencia real, a la que hay que aplicar la sanción del ninguneo de acuerdo a
los preceptos de lo establecido.
La conducción política de nación-pueblo-trabajadores no se define por
el enemigo, no crea al enemigo, no alucina al enemigo, no manipula gracias al
enemigo. No.
Simplemente, el enemigo existe, el enemigo se manifiesta
como reacción cuando la conducción política se da a la tarea de plasmar el
Proyecto, poner en marcha la estrategia y aplicar las políticas en
beneficio de nación-pueblo-trabajadores.
Como dijimos antes acerca del conflicto y de la crisis, la conducción
política tiene distintas opciones para comportarse respecto del enemigo, pero
lo que no puede hacer nunca es negarlo.
Puede denunciarlo, puede enfrentarlo, puede convocar a los sectores
nacionales y populares y a los trabajadores a dar la lucha o disponer de
variadas tácticas combinadas con el fin de doblegarlo. Pero, repito, no puede
ignorarlo.
Si la conducción política lo ignora es por una de dos: o porque se
rindió o porque fue derrotada sin haberlo percibido.
Los pueblos no quieren tener enemigos pero que los hay, los hay.
De nuevo Sun Tzu: hay que hacer lo posible para que el enemigo se
rinda sin presentarse en el campo de batalla.
Para ello, la conducción política debe apoyarse en la fuerza que vence
por presencia activa: la del pueblo.
De tal manera, la conducción política tiene que estar
sólidamente dispuesta, capacitada y preparada para afrontar simultáneamente la
crisis, los conflictos básicos y el enemigo.
5. El Estado tiene un rol fundamental para la
conducción política
El Estado, para la conducción política, es al mismo tiempo zona de
confrontación y de concertación, regulador, árbitro e impulsor de políticas de
bienestar.
Es en el seno del Estado que los actores/sectores antagónicos deben
confrontar y es el Estado el que, con la tarea de la conducción política, debe
arbitrar para conciliar las posiciones que puedan ser concertadas y para tomar
partido, cuando eso no sea posible, por las que impliquen el desarrollo. Éstas
siempre van a ser las que categóricamente estén del lado de la nación-pueblo-trabajadores.
Regular es siempre regular para garantizar la realización de dicha
tríada.
Al mismo tiempo, el Estado debe impulsar las políticas de bienestar
que abarquen todas las dimensiones de la vida en sociedad: cultural, social,
política, geopolítica, científica, tecnológica, espacial, productiva, infraestructural,
educacional, sanitaria, habitacional, psicológica, de género, recreativa,
económica, etc.
6. La conducción política debe dar batalla contra
la colonización y la mediocridad
La colonización se expresa de diversas maneras y en los
variados terrenos: el cultural, el social, el político, el psicológico, el
económico, etc. La colonización hace de todo su territorio.
La mediocridad implica la cortedad de miras, la pobreza de
las aspiraciones, el desdén por el conocimiento, los antagonismos irrelevantes,
los internismos, las ambiciones desmedidas de los incapaces, el culto de
figuras y producciones gestadas en las entrañas del imperialismo, del
colonialismo y del neocolonialismo.
Que hoy haya quienes piensen en modelos tales
como el “portugués”, el “finlandés” o, incluso, pretender hacer de la CABA una
“Boston de América Latina” o impulsen cualquier réplica de una ordenación
tomada de los países centrales o dominantes están conjugando colonización y
mediocridad.
La simplificación es también propia de esos
intentos de imitación, toda vez que se desconoce en profundidad cómo funcionan
tales modelos ya que sólo se consideran los aspectos perceptibles y
mensurables, ignorándose las determinaciones latentes, la dinámica subyacente,
el papel de la historia y lo que ésta va decantando para la construcción de una
nación o una sociedad.
7. La conducción política debe estar por delante
de las expectativas y posibilidades del pueblo al cual dirigir.
Ya me referí
a que, junto con la capacidad de síntesis, la conducción implica la constante
toma de iniciativa.
La toma de
iniciativa implica el conocimiento en profundidad de las motivaciones,
capacidades, posibilidades y expectativas del pueblo.
Normalmente,
se incurre en análisis superficiales.
Por
ejemplo, la lectura generalizada de los resultados de las PASO de agosto de
este año 2019 es la de que los votantes manifestaron masivamente su rechazo por
la calamitosa situación económica.
Sin duda
eso es cierto, tanto como que los árboles florecen en primavera y se deshojan
en otoño: cierto pero obvio. La obviedad es un obstáculo para la conducción
política, es una engañifa, no por falsa sino por insuficiente.
El
contundente resultado electoral de las PASO supone mucho más dejando en claro
que el rechazo por la situación de la economía con sus efectos tales como el
hambre y el deterioro de toda la calidad de vida de la mayoría de la población,
es la parte visible del témpano, parte que merece ser muy tenida en cuenta,
pero parte al fin.
Profundizando,
lo determinante es la Política, lo que se espera son decisiones políticas,
políticas y estrategia, Proyecto que lleve a la emancipación y a la más plena
realización de nación-pueblo-trabajadores.
Las
encuestas y los relevamientos convencionales no revelan lo que estamos
enunciando. Se requiere de la investigación científica, del tipo de
investigación social que, por mi parte, encaro basándome en el Método Vincular.
8. La conducción política debe apoyarse en los desarrollos
de las Ciencias de lo Humano y estimularlos
Significa favorecer la generación y enriquecimiento de teoría con la
finalidad de aplicación eficaz, teniendo como premisa “la primacía de la
política”.
No puede la conducción política basarse en dogmas ni tampoco en
doctrinas o en ideologías perimidas aún cuando mantengan vigencia en ámbitos
académicos consagrados, so pena de incurrir en voluntarismo, opiniones, en
sobrevalorar el papel de la conciencia y en caer en vulgaridades propias del
sentido común.
9.
La
conducción política debe operar sobre las relaciones de poder.
Soy consciente de que estoy reiterando, pero
vale redundar cuando se trata de enfatizar algo que hace a lo nuclear de la
conducción política para la Argentina: operar sobre las relaciones de poder con
el fin de lograr la transformación de raíz y definitiva de las mismas para que
de una vez por todas se impongan los intereses nacionales, la integración con
América Latina, la amistad incondicional con los pueblos postergados o
sometidos, el protagonismo de nuestro pueblo y de los trabajadores.
Sobre tal base, la mayor apertura, pero sobre
tal base.
10. Para la conducción política la opinión pública
no es prioritaria
La opinión pública debe ser encarada del mismo modo que la masa. Por lo
tanto, debe restar relevancia a las tendencias masivas, las modas, las
encuestas y las prédicas de los medios de comunicación de masas.
No digo ignorar, sino, repito, circunscribir su importancia operando
sobre ella, sobre la opinión pública, como hay que hacerlo sobre la masa: a
través del pueblo, a través de la población políticamente culturalizada y
organizada teniendo en cuenta todo lo que hemos definido para tal concepto, el
de pueblo.
11. Para la conducción política los procesos
electorales constituyen sólo una herramienta.
Al mismo tiempo tiene que
proponerse una transformación de fondo de las normas y procedimientos que rigen
tales procesos para asegurar siempre la victoria del pueblo por sobre los
desvaríos de la masa y las maniobras de sus manipuladores.
Incluso, en una reforma
constitucional, un imperativo de la hora, esta conclusión debe ser tenida en
cuenta.
12. La conducción política debe plasmar la
democracia entendida como “gobierno del pueblo” acorde con lo definido en el
presente documento.
Esto significa que el
ordenamiento institucional resultante de la mezcla de la democracia burguesa
surgida a partir de hace más de tres siglos en Europa con los resabios activos
del régimen oligárquico local, debe ser reemplazado, para asegurar que el
pueblo sea quien ejerza efectivamente el gobierno.
Es motivo de reforma
constitucional, desde ya.
La noción de
representación, el régimen de Montesquieu, los procesos electorales ya viciados
y todo el ordenamiento vigente caducaron y están lejos de asegurar el gobierno
del pueblo.
Hay que instaurar un
nuevo ordenamiento, innovar el andamiaje institucional, otorgar un lugar
destacado a la modalidad asamblearia, incentivar el papel de las organizaciones
políticas, gremiales y de la sociedad civil.
Hay que contemplar
también que van surgiendo constantemente nuevas demandas de sectores que
afloran, de requerimientos resultantes de la evolución, como en las últimas
décadas la cuestión de género, la cuestión ecológica, etc.
13.
La conducción política debe impulsar la mística y la
épica
La
mística es la vivencia íntimamente compartida de que se está procurando algo
sublime.
La
épica es la percepción de que tal vivencia está penetrada por el vigor de lo
heroico.
Mística y épica no son simples condimentos, no
son anexos destinados a generar la ilusión de que se está revolucionando.
Mística y épica, cuando hay Proyecto de
emancipación y de realización, cuando hay vocación de transformación de cuajo
de las relaciones de poder, son inherentes a la puesta en marcha de tal
Proyecto y a tal vocación.
No suscribimos la falacia de oponer lo racional
y lo emocional, categorías inservibles y reduccionistas, agotadas, obsoletas.
Así que la mística y la épica son los modos en
que se vivencia un proceso transformador o revolucionario.
Cierre
Concluyo para dar paso a la reflexión de la
lectora y del lector, al probable o quizá improbable intercambio, al deseable y
quizá frustrado debate.
Es mucho más lo que podría exponer sobre la
conducción política para nuestro país, hoy, ahora, ya.
Pero extenderme quizá sólo serviría a un afán
obsesivo, perfeccionista, finalmente autorreferencial y, por lo tanto, estéril.
Se trata de que este texto trascienda en la
medida de lo posible.
Se trata de que sea un material útil para
contribuir a la gestación de la conducción política.
Ojalá.
Bibliografía
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posicionamiento y marca según el Método Vincular, CIAP FCE UBA, CABA. En
rubenrojasbreu.blogspot.com
Rojas
Breu, Rubén (2014): El deseo de la
estrategia, CIAP FCE UBA, CABA. En rubenrojasbreu.blogspot.com
Fraternalmente, Rubén Rojas Breu
Buenos Aires, setiembre 20 de 2019
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