miércoles, 26 de mayo de 2021

A PARTIR DE LA SERIE "SCHTISEL": ISRAEL, JUDAÍSMO Y OPERACIÓN DE EXTERMINIO CONTRA EL PUEBLO PALESTINO

 

 

Rubén Rojas Breu

 

A PARTIR DE LA ILUSTRATIVA SERIE “SCHTISEL”:

 Israel y el judaísmo

-    en medio de la operación de exterminio del pueblo palestino-

 

Índice temático

 

A partir de la serie “Schtisel”

El propósito del artículo

Sobre la serie “Schtisel”

Aclaraciones en torno al Estado de Israel y los palestinos

Los judíos ortodoxos como opositores del Estado de Israel

Una infundada y nefasta equivalencia difundida por el gobierno de Israel

Conclusiones

 

 

A partir de la serie “Schtisel”

 

El sintagma “a partir” tiene una doble remisión:

  • por un lado, la calidad de la serie me estimuló a introducirme en el tema de la complejidad del judaísmo, lo cual me impulsó a hacer un relevamiento de fuentes sobre tal cuestión,
  • por otro lado, la serie incluye referencias que dejan en claro la heterogeneidad de la población judía, incluyendo diferencias tajantes en el seno de tal población, acerca de cómo considerar a Israel y, particularmente, al sionismo.

 

 

El propósito del artículo

 

Resumidamente, el propósito de este artículo es, partiendo de la serie Schtisel, el de contribuir a introducir claridad y generar debate en torno a la diferenciación entre categorías y conceptos que están circulando, en gran medida maliciosamente, sin diferenciar. Mucho de lo que se difunde y publica confunde enormemente en momentos en que el gobierno y el Estado de Israel están masacrando al pueblo palestino y pareciera que están llevando a cabo una operación de exterminio de dicho pueblo.

Así que en el artículo me propongo diferenciar, hasta donde considero pertinente:

  • Estado de Israel
  • Israelíes
  • Sionismo y sionistas
  • Judíos, contemplando su notoria complejidad, su heterogeneidad
  • Semitas

En resumen, esa amalgama que se divulga por la cual Estado de Israel, israelíes, sionismo, sionistas, judíos y semitas son un “todo lo mismo indiferenciado” se cae tan pronto se afronta la cuestión: la serie Shtisel es, en mi caso, un poderoso estímulo para ofrecer un aporte para intentar, mínimamente, un esclarecimiento al respecto.

 

 

Sobre la serie “Schtisel”

 

La serie trata de las vicisitudes que atraviesa, en un lapso de tiempo, una familia extensa de judíos ortodoxos o ultraortodoxos, los Schtisel, específicamente jaredíes, vinculados, emparentados o formando parte del mismo conjunto del cual participan los jasídicos y los satmar; éstos últimos son los abordados en otra serie, Poco ortodoxa. En ambas series se destaca la joven actriz Shira Haas, sin duda una de las mejores intérpretes del mundo.

En la serie, que transcurre en el barrio Geula de Jerusalén, un área en la que sólo viven prácticamente judíos ultraortodoxos, se pone de manifiesto la complejidad humana en sus distintas dimensiones. La serie aborda esa complejidad de tal manera que articula de modo sublime y, a la vez, sumamente atractivo, lo singular y lo universal. El humor atraviesa esta encomiable producción, un humor que envuelve a los personajes, un humor preferentemente situacional o de situaciones: es decir, no se trata de la gracia de dichos o gestos intencionalmente cómicos de los personajes, sino de las escenas o circunstancias en que están inmersos.

Lo singular de esa familia numerosa que incluye hasta cinco generaciones y sus allegados es tratado de tal manera que, aún quienes no somos judíos ni israelíes, podemos percibir que mucho de lo que se describe nos contiene y nos comprehende.

Dicho de otro modo, a la manera de la Lógica, la serie es sumamente conceptual ya que conjuga milimétricamente comprehensión y extensión, plasmando lo que el axiólogo alemán y militante antinazi Robert Hartmann definió así: “un pensamiento ordenado da cuenta de un máximo de fenómenos con un mínimo de conceptos” (donde tal “máximo” es la extensión y tal “mínimo” es la comprehensión).

La serie no tiene un solo minuto de sobra: es perfecta en lo referente a cómo, con ritmo ágil y atrapante, dice todo lo que hay para decir sin derroches ni dilaciones. Es una obra de arte que reluce por su economía discursiva y, desde luego, por su resaltante originalidad.

Tanto trata los conflictos en el seno de esa familia extensa y de la comunidad a la que pertenece, como los que se dan con el afuera de dicha familia y dicha comunidad. También aborda los conflictos intrapersonales.

Todo eso la serie lo expone con sobrada elocuencia no sólo por la realización en general, por el libro, el guion, la dirección, la producción, sino también por actuaciones descollantes.

Si bien de acuerdo a los créditos y quedándose en una lectura convencional, los protagonistas son un patriarca, Shulem Schtisel, y su hijo Akiva, en rigor cada personaje es central, cada personaje es al mismo tiempo partícipe de la historia que la serie nos cuenta y protagonista de su propia historia que a su vez, a la manera de la estructura del ADN, se entrelaza con aquélla, la general, la de toda la familia y su entorno.

El antagonismo de base, que a la vez implica un entretejido, es entre las tendencias endogámicas y las tendencias exogámicas. Dicho de otro modo, entre unas y otras tendencias, opuestas, se da un entrecruzamiento.

De acuerdo a mi creación, el Método Vincular, tal antagonismo se da entre Primarización y Secundarización.

Sobre la plataforma de tal antagonismo emergen, se entrelazan, se superponen, confluyen los más variados conflictos que abarcan desde lo patriarcal versus lo matriarcal, lo intergeneracional, los géneros, los que devienen de cumplir o no cumplir con los preceptos, la política (muy sutil, casi subrepticiamente expuesta), los mandatos fuertemente superyoicos, sustentados sobre todo en la fe versus las transgresiones en búsqueda de la libertad, el acatamiento de las tradiciones en contraste con los anhelos de innovación en buena medida estimulados por la interacción con el mundo secular y la evolución de las ideas y las costumbres, etc.

Todo indica que, en los Schtisel y su entorno, como representativos del judaísmo ultraortodoxo al que pertenecen, el sentido de la vida está puesto simultáneamente en el culto religioso y en la formación de la familia.

Se podría resumir en que la maternidad hace a la mujer, al punto que la que no es madre despierta, al menos, reticencia y también al punto de que con tal de consumar ese venerado rol una chica puede estar dispuesta a perder la vida.

En apariencia, ambos fines que hacen a su sentido de la vida, concurren, pero al mismo tiempo entran en contradicción, sobre todo cuando los más jóvenes, empezando por Akiva, buscan su propio camino, liberándose de mandatos ancestrales y de la presión de sus padres, madres, familiares, allegados.

Akiva, varón, y Ruchama, mujer, habrán de buscar denodadamente su propia salida, su propia realización. Lo hacen justamente articulando, hasta donde es posible, las tendencias endogámicas o la Primarización con las exogámicas o la Secundarización.

También, finalmente, lo mismo harán Nuchem, el hermano menor de Shulem, Jósale, el hermano de Ruchama, Lippe, padre de estos jóvenes, Zvi Arie por su lado y, fundamental y enérgicamente, su esposa Tovi, también Shira y se diría que prácticamente la totalidad de los personajes; también Giti, personaje interpretado por otra actriz excepcional.

Son notorias las transformaciones que se van dando en los personajes a lo largo del intenso relato.

La presencia viva de las muertas y de los muertos es de una marcada relevancia, casi como si ésas y ésos que han dejado de hablar, ordenaran, impusieran, dictaminaran, juzgaran, aprobaran o desaprobaran desde su supuesto más allá. Las tumbas son continuamente visitadas y consultadas.

Al mismo tiempo, las autoridades rabínicas y, fundamentalmente, los textos, particularmente la Tora o el Pentateuco, los célebres cinco libros iniciales del Antiguo Testamento, son sumamente determinantes, dictan los comportamientos, desde los más significativos hasta los menos trascendentes, lo cual se combina con el cumplimiento minucioso de los rituales propiamente judíos y muy conocidos; también se respeta rigurosamente el mezuzah y las comidas, así como el consumo compartido de bebidas.

Para satisfacer variados requerimientos, muchos de los cuales hacen a la salud y la preservación de la vida misma, el contacto con el mundo secular, con los laicos o con otros grupos de pertenencia judíos (sefardíes, por ejemplo) o con funcionarios y profesionales, inclusive ateos, se impone, se torna un requisito insoslayable.

Habitualmente entre ese contacto con tal mundo secular - y las recomendaciones que del mismo provienen - y estos jaredíes, la consulta a la autoridad rabínica es una exigencia, un mandato que se asume con beneplácito, un mandato cuyo cumplimiento contiene, orienta, despeja dudas. Queda en claro que no existe la mal llamada “responsabilidad individual” ya que las decisiones y elecciones generalmente deben contar con la anuencia de quienes autorizan o, al menos, de parte de los miembros de la comunidad.

Se alude también a la corrupción, en la que se incurre forzados por la severidad de los preceptos, costumbres, tradiciones y por el rigor de la “ley judía”.

El espacio es finalmente reducido, casi en pocas manzanas transcurre todo, y el tiempo es “bimodal” o así impresiona: es como si se viviera simultáneamente en una ucronía que combina el presente con un pretérito de cinco mil años atrás y en el presente.

Lo de antaño coexiste con lo actual.

Dentro del peso de lo más pretérito se destaca la tendencia al rechazo de los avances tecnológicos (la televisión es considerada herejía), del consumismo y hasta de las modas.

La austeridad exuda por todos los poros.

En el hoy asoma lo referido a nuevas costumbres y, a través de Akiva, particularmente el arte, la plástica. La vocación de Akiva por la pintura, su asunción como artista, lo ubica en un segmento en el que se mezclan lo gentil o mundano, ajenidad casi total, y lo profano.

Todo lo contario sucede con la música, particularmente la clásica europea, la cual forma parte de aquello a lo que se rinde culto, de manera tal que pareciera constituirse una oposición entre la música asociada con lo divino versus la plástica vinculada con lo libertino, el vicio y lo fútil.

Analizar la serie ambiciosamente obligaría a un artículo sumamente extenso con el que corro riesgo de abrumar a la lectora o el lector que puedan interesarse en este texto.

Así que voy a dos cuestiones, sumamente urticantes, que hacen al Estado de Israel y que vienen muy a cuento considerando lo que el gobierno y estado de ese país están haciendo contra el pueblo palestino, en lo que parece ser una cruzada destinada a la extinción de dicho pueblo.

Tales cuestiones están referidas en la serie Schtisel:

  • Una, es la de la oposición tajante de este grupo de judíos ultraortodoxos al sionismo, a quien atribuyen en exclusividad la fundación del Estado de Israel.
  • Dos, precisamente que se hace mención de que dicha fundación no debe ser conmemorada.

En distintas secuencias de la serie se descalifica, clara y abiertamente, al sionismo, particular e insistentemente por parte de uno de los personajes protagónicos, Shulem Schtisel.

Cuando Shulem asume la dirección del jéder, la escuela judía, de la cual también fue docente al igual que Akiva, prohíbe a maestros y alumnos celebrar o participar de la conmemoración de la fundación de Israel. En especial, prohíbe que asistan al desfile o exhibición de las formaciones de aviones de combate.

 

Aclaraciones en torno al Estado de Israel y los palestinos

Es más que oportuno hacer ciertas aclaraciones:

Los palestinos son tan semitas como los judíos, de modo que acusar de antisemitismo a quienes se oponen al accionar del gobierno y Estado de Israel tiene por finalidad aviesa y maliciosa la de confundir, infamar, desacreditar y hasta intimidar.

La fundación del Estado de Israel fue siempre un propósito del sionismo. La palabra sionismo deriva de Sion, una denominación bíblica de Jerusalén, en cuyas proximidades se alza el Monte Sion.

El sionismo es, en sus comienzos, un movimiento de liberación de los judíos que se proponía crear un Estado que garantizara su autodeterminación.

Al respecto, es recomendable consultar el texto de Marx La cuestión judía, en el cual analiza y discute lo que sobre tal temática desarrolló el filósofo y teólogo alemán Bruno Bauer.

El sionismo nace en Europa oriental y central, por supuesto en la diáspora, y como reacción a la ola de antisemitismo que se desplazaba por ese continente, uno de cuyos acontecimientos más dramáticos fue el juicio vil al oficial francés Dreyfus, quien fuera defendido por el gran novelista Émile Zola, autor, en tal ocasión, del famoso alegato Yo acuso.

Finalmente, ese objetivo del sionismo se concretó, luego de ciertos prolegómenos, en territorio palestino, dándose fin al “protectorado” británico.

Esa creación de Israel en Palestina, que contó con el apoyo de Stalin,  fue a costa del desalojo de palestinos, con lo cual se dio comienzo así a una campaña sistemática del nuevo Estado contra el pueblo, actualmente (y una vez más), asediado, despojado, aterrorizado, atacado y masacrado por las fuerzas militares y de seguridad israelíes, las cuales son de suma avanzada.

Israel es una potencia militar y tecnológica, abastecida, avalada, por los EEUU de Washington (o sea, el país yanqui) y también apoyada por las grandes potencias occidentales con Gran Bretaña a la cabeza.

Hoy Palestina fue arrinconada, reducida a su mínima expresión territorial, en Cisjordania y en la Franja de Gaza (40 kms. de longitud por dos de ancho, para dos millones de habitantes). En la Franja de Gaza gobierna Hamas, a la cual Israel y solamente cinco países más del planeta consideran una organización terrorista. Esos cinco países son los yanquis, Gran Bretaña, Australia, Japón y Canadá.

Obviamente, la Argentina no considera a Hamas una organización terrorista, pese a los anhelos de los mercenarios al servicio del imperialismo, como el menemismo otrora y la membrecía PRO y sus aliados hoy.

Incluso la justicia europea desautorizó y anuló una resolución de 2003 que categorizó a Hamas como terrorista.

Una aclaración más: un veinte por ciento de los israelíes son árabes no judíos.

 

Los judíos ortodoxos como opositores del Estado de Israel

Los judíos ortodoxos y/o ultraortodoxos nunca apoyaron la fundación del Estado de Israel.

Ciertamente varios de estos grupos, como los jaredíes que protagonizan la serie Schtisel, habitan Israel, pero como resultante del “hecho consumado”. Simultáneamente, como lo destaca la serie, no celebran ni conmemoran el aniversario de Israel. Estos judíos consideran que la pérdida de su territorio original en Medio Oriente fue una decisión divina, de Yahvé o Jehová, a manera de castigo por comportamientos mal vistos por el Señor.

Sólo con la llegada del Mesías los judíos ortodoxos entienden que podrán contar con el la aquiescencia divina para fundar su propio país.

Súmese a estos judíos ortodoxos, los judíos de izquierda, progresistas, ateos que residen en distintas latitudes (especialmente en Europa y en la Argentina) y también los que habitan en Israel que se oponen decididamente a la operación para acabar con los palestinos, todos los cuales están alzando fuertemente su voz en contra de la actual masacre con propósitos de genocidio.

 

Una infundada y nefasta equivalencia difundida por el gobierno de Israel y sus apoyos internacionales

Forma parte de la propaganda perniciosa, falaz, abiertamente mentirosa, la infundada y nefasta equivalencia:

israelíes = adhesión incondicional al Estado de Israel = judíos = semitas = sionistas.

Esta infundada y nefasta equivalencia es difundida, propiciada, vociferada por corporaciones dominantes globales, por medios de comunicación dominantes, por gobernantes de grandes potencias occidentales con los yanquis a la cabeza. Nadie de quienes llevan a cabo semejante propaganda obscena es confiable. Nadie.

 

Conclusiones

El gobierno y el estado de Israel llevan a cabo, desde sus inicios, una campaña contra el pueblo palestino, en condiciones de extrema desigualdad tecnológica y militar. Cuentan con el apoyo de grandes potencias occidentales, los yanquis a la cabeza, así como de grandes corporaciones de negocios y mediáticas. Ese apoyo es político, financiero, económico, tecnológico, militar y propagandístico.

Por otra parte, hay infinidad de fuentes, testimonios, producciones de toda índole que demuestran con suma elocuencia que el estado de Israel es la creación de una facción, el sionismo, y no de los judíos como tales: de ninguna manera la totalidad de los judíos han apoyado la creación de tal estado y, mucho menos, avala lo que el mismo hace contra Palestina y su heroico pueblo.

Gobierno y estado israelíes, hoy con el terrorista sospechado de corrupción y acciones criminales Netanyahu a la cabeza, se valen de patrañas y de evidentes mentiras con el fin de justificar su ignominiosa conducta.

La más grosera falsedad es la de la equivalencia:

Israelíes = judíos = sionistas = semitas = adhesión incondicional al estado de Israel.

Muchos textos y realizaciones fílmicas israelíes desmienten esa falsedad, entre ellos la que aquí comenté: la serie Schtisel, todo un testimonio de la mayor relevancia.

 

Rubén Rojas Breu

Mayo 26 de 2021

 

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