Rubén Rojas Breu
INTERROGANTES:
ACERCA DE SUPERHÉROES, TIRAS EXTRANJERAS Y OTRAS "REALIZACIONES" MUY EN BOGA.
La
Argentina así como la inmensa mayoría de las argentinas y argentinos,
afrontamos una situación por demás agobiante, una situación en la que concurren
la entrega de nuestro patrimonio nacional, el sometimiento de los dictados
imperialistas, colonialistas y neocolonialistas, la más extrema injusticia, el
avasallamiento de los derechos, la explotación desmedida de trabajadoras/es, la
humillación de jubiladas/os, discapacitadas/os, la miseria extendida a niveles
que espantan, el hambre, la desprotección de niñas y niños que sufren maltrato
y desnutrición, la falta total de horizontes.
La
Argentina está sumergida en un régimen despótico, en el cual los titiriteros
residen en las grandes capitales del Norte y cuentan con la complicidad de la
siempre dispuesta oligarquía y gran burguesía local, hoy formalmente
gobernante.
Si
lo que acabo de exponer es compartido por la gran mayoría, y estoy seguro que es
así, entonces algunos interrogantes emergen con creciente fuerza.
En
estas condiciones descritas:
¿Puede
convalidarse con entusiasmo el auge de los llamados “superhéroes”, con los
cuales se invaden nuestras salas de cine, televisión, medios gráficos,
editoriales, etc? A tal punto se da ese entusiasmo que ayer leí en Infobae una
nota laudatoria en la que se asocia ese éxito a la influencia de la física
cuántica que atravesaría toda la cultura en el planeta; también están quienes
asocian estos engendros a recreaciones de las mitologías clásicas, lo cual
suena a disparate y a profundo desconocimiento de lo que en rigor significaron en
las culturas antiguas tales mitologías. Son conjeturas, que personalmente
profundizaría porque tienen sus debilidades.
La
nota de Infobae no dice lo que debería destacarse en primer lugar: los
superhéroes encarnan el ideal fascista de la potencia extremada, de la
superioridad al servicio de disciplinar sometiendo a lecturas maniqueas de lo
humano, el uso del “multiverso” para impulsar la evasión de la penosa realidad
y desestimular toda lucha que lleve a la transformación, la creencia en que el “único”
puede per se contra las fuerzas del
mal.
¿Puede
convalidarse con ese mismo entusiasmo tantas series sobre lo paranormal, sobre
zombies, sobre fuerzas sobrenaturales que nos estarían determinando y manipulando?
Escudándose en la “crisis” o decadencia de la razón o de la racionalidad, se
impulsa una suerte de “todo vale”, en todo sería válido creer. Ya tuvo su
trascendencia un mediocre intelectual que embaucó con aquello de que se puede
conocer apelando a cualquier enfoque, que no habría por qué “atarse” al método
científico. Las ciencias contribuyeron y contribuyen al desarrollo de la
humanidad, a liberarla de prejuicios y creencias que la someten justamente a dictados
sobrenaturales y, también, a despotismos de toda laya. Justamente, los
despotismos aborrecen a la ciencia, como muy bien podemos testimoniar, por
aludir a casos celebérrimos, con Sócrates, Hispatia, Galileo, Giordano y tantas
y tantos más.
Dejo
en claro que hago la apología de la ciencia, no del cientificismo. El
cientificismo, el culto racionalista de la ciencia ignorando la complejidad
relacional de la que ésta se ocupa, equivale al oscurantismo, aunque revestido
de lenguaje que parece científico.
¿Puede
mostrarse tanto interés, tanto culto por una serie como “Game of thrones”,
cuando en la historia y en nuestra propia actualidad hay tanto para
abordar, dramatizar, profundizar?
Realmente, lo que puede el escapismo, lo que
puede la fascinación por lo fantástico. Y dejo en claro: todos tenemos derechos
a gustar y gozar de lo que nos produce atracción en grados diversos. Lo que
estoy objetando es el culto, la promoción desmedida.
¿Puede
considerarse tan “de culto” una serie de los EEUU de Washington, superficial y
pasatista, como “House of cards”?
Una serie que se circunscribe a lo palaciego, en la cual, restringida al precario "institucionalismo" de ese país, lo que denominamos "pueblo" no se percibe (remito a mi conceptualización de pueblo, la cual puede encontrarse en este mismo blog).
Personalmente, me produce profundo
aburrimiento, pero eso no viene al caso; a otras personas puede interesarles y
con todo derecho. De nuevo, lo que pongo en discusión es si merece el culto y
la propaganda, en mi opinión, abusiva con la que cuenta.
¿Puede
dársela tanta trascendencia a una tira como “Los Simpson” que no pasa de ser una
serie quizá divertida o cómica para ciertos públicos?
Considerarla una crítica
radical del “estilo de vida” y de la sociedad de los EEUU de Washington es, por
lo menos, una exageración. Es muy propio de cineastas, literatos y productores
de ese país “satirizarse” pero esta es otra de las vías de las que se valen
para naturalizar justamente su modo de vida, para hacernos suponer que en el
marco de sus fronteras se encuentra todo lo que la humanidad puede brindar,
para fijar su supuesta superioridad y su lugar de superpotencia.
Hay que tener
en cuenta que, parala mayoría de televidentes adultas, adultos, adolescentes, niñas y
niños, la trama y personajes de la serie son modelos a imitar; es decir, está
muy alejada la tira de ser una auténtica sátira, de interpretarse o decodificarse como tal.
Creo
que con estos ejemplos alcanza para ilustrar lo que propongo debatir, para
interrogarnos. Soy consciente de que cada una de las producciones citadas
requiere un análisis de mayor profundidad, que quizá encare en nuevas
publicaciones. A la vez, ambivalencia mediante, me pregunto para qué, si vale
la pena gastar tinta en lo que mi espíritu percibe como mediocre, irrelevante.
Por
otra parte, cuántas producciones valiosas de todo el planeta son desconocidas, generan
baja atención cuando su nivel, su desarrollo, su creatividad, la complejidad
con la que abordan lo humano merecerían que se las tenga en cuenta.
Uno
no puede dejar de sospechar que, montándose sobre la formidable penetración
cultural de la que estamos siendo objeto, hay quienes reciben recompensas en
metálico para oficiar como promotores desde los medios de comunicación masiva y, a veces, no tan masiva; de lo contrario, se hace difícil creer en tanto culto y entusiasmo
por supuestas realizaciones que no van más allá de simples pasatiempos;
pasatiempos que cualquiera tiene derecho a disfrutar con entera libertad, pero
sobre lo que interrogo es acerca de si corresponde darles un status que supere
ese módico rol.
Como
siempre, quedo a disposición para el debate y con toda mi receptividad para ser
refutado fundadamente.
Rubén Rojas Breu
Mayo 17 de 2019
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