miércoles, 25 de enero de 2023

SOBRE LA IMPERDIBLE SERIE COLOMBIANA "LAS VILLAMIZAR"

 


Rubén Rojas Breu

 

¿POR QUÉ ES IMPERDIBLE LA SERIE COLOMBIANA

“LAS VILLAMIZAR”?

ÍNDICE TEMÁTICO

¿Por qué es imperdible la serie “Las Villamizar”?

Sinopsis conceptual de “Las Villamizar”

Una pertinente alusión al erotismo, a la heterosexualidad y a la homosexualidad

Épica y mística

La luz que la serie proyecta sobre el presente

Un apunte sobre el papel de la identificación

Sucinta historia comparada

A manera de conclusión

 

¿Por qué es imperdible la serie “Las Villamizar”?

Por sobrados motivos.

Se trata de una realización ambiciosa y acabadamente lograda, otra más, de la cadena Caracol; una realización que lleva a concluir que Colombia se encuentra, con México, a la vanguardia en todo el continente americano en realizaciones fílmicas, particularmente series con las cuales deleitarse e ilustrarse ante el televisor o el monitor.

Todo se conjuga para ponderar de tal manera a la serie: libro, dirección, producción, cámara, escenografía de altísimo nivel – tanto de exteriores como de interiores-, estética, fotografía, etc. La cámara maneja todos los planos, brindando generales que deslumbran y de detalle, particularmente actorales, de una fuerte intensidad dramática. Merecen destacarse las secuencias de los combates.  El ritmo, de una gama que incluye desde el vértigo hasta la reflexión, no decae nunca manteniendo al espectador siempre atento y alerta. El suspenso es una constante.

Las actuaciones son magistrales, auténticas lecciones de interpretación de actores y actrices de diversos orígenes: si bien la mayoría son colombianas y colombianos, una de las protagonistas es ecuatoriana y cuenta también con actrices y actores españolas y españoles.

La narración combina ficción respetuosa de los acontecimientos efectivamente sucedidos con remisión continua a la verdad histórica, haciendo de la serie un curso de alto nivel, enseñando, instruyendo, educando.

Sumamente importante es el reconocimiento de las mujeres como protagonistas heroicas de las luchas por la independencia, con lo cual la serie viene a evidenciar ese rol de tantas y a poner algo de justicia, contrapesando los desvíos injustificados de una historia que siempre se cuenta y enseña a medias o de manera maliciosamente tergiversada.

Como argentino brindo por esta magnífica muestra de arte y de despliegue en profundidad de nuestra historia común; al mismo tiempo me invade el sentimiento de frustración por encontrarse hoy nuestro país tan lejos de realizaciones de esta envergadura, o inexplicablemente tan lejos o solamente entendible por la triste decadencia cultural, política, social y económica en la que estamos sumergidos desde hace décadas.

Mi adhesión incondicional desde siempre a la causa popular y latinoamericana, mi pasión y compromiso con el pasado, presente y futuro de nuestra región, son determinantes en la valoración que hago de esta serie, sentimientos que también me producen similares producciones del mismo origen como “La niña”, “La esclava blanca” y “Canto para no llorar” o la mexicana “Malverde santo patrón” y la peruana “El último bastión”.

 

Sinopsis conceptual de “Las Villamizar”

Todos los géneros confluyen en la serie, desde la comedia hasta la tragedia, desde la épica hasta el drama, desde la poesía hasta la prosa.

Desde luego, en el balance final, la tragedia, la épica y el drama se destacan o imponen. Son numerosas las secuencias y escenas que conmueven hasta lo más recóndito de las vísceras, agitando sensaciones que se resisten a todo control.

Tres hermanas criollas, a las que se sumará una negra, son las protagonistas de un espléndido relato. Sirven como espías sumamente entrenadas y, también, como combatientes del Ejército Libertador comandado por Bolívar, Santander y otros próceres de la causa independentista. Obviamente, la potencia colonial contra la que se rebelan es la España todavía imperial, la España en la cual hacendados, magnates, militares, políticos venales y el clero católico se comportan despiadadamente para mantener su dominio.

Esa España que genera nostalgia en sus actuales monarcas, aristócratas, grandes burgueses, gobernantes, dirigentes y parte de la población, quienes se alían incondicionalmente con todos los imperialismos occidentales empezando por el yanqui, al cual se subordinan en buena medida.

La serie ensalza la participación decisiva de las mujeres en las guerras por la independencia sudamericana, participación bastante ocultada o ninguneada.

Desde el primer episodio, conmovedor y atrapante, la Corona y sus esbirros ponen de manifiesto su hostilidad letal contra criollos y criollas, negras y negros, originarias y originarios, mestizas y mestizos. La primera víctima es la madre de las protagonistas, asesinada por la posesividad desaforada de un jefe militar español.

A lo largo de los 74 episodios se reiteran las escenas que refieren el terror que imponen los colonialistas que cuentan, además, con la complicidad de un sector de los pudientes vernáculos, de lo lumpen y de los que prefieren la seguridad que brinda el sometimiento a las vicisitudes que supone luchar por la independencia y la libertad.

La serie refleja, con la singularidad de lo que sucede en territorio todavía hispánico, una constante universal:

el antagonismo constitutivo entre

el despotismo en todas sus variantes y ámbitos

versus

los pueblos.

Todo está contemplado en la realización, todo lo que está en juego cuando el despotismo despliega toda su capacidad deletérea, su voracidad, su feroz tozudez para poseer considerando no solamente a la tierra y lo que se levanta sobre ella como propiedad avalada por la caprichosa voluntad divina y la avaricia del monarca, sino también a las personas. El colonialista se siente sin la menor hesitación dueño de todo, dueño fundamentalmente de las personas.

También deja en claro la serie cómo el despotismo no se ciñe a lo público, al Estado, al poder sobre el ágora y sobre las instituciones corruptas sino que también se extiende a lo doméstico, a las relaciones de pareja, a los vínculos familiares incluyendo los de madres y padres con hijas e hijos.

Más todavía: revela cómo incluso entre quienes luchan por la independencia y la libertad a menudo se abre paso el despotismo. Avanza la serie al punto de poner en evidencia cómo el despotismo cala inclusive en lo intrapsíquico, algo poco tenido en cuenta y poco analizado habitualmente: en cada persona se da el combate entre el despotismo y la aspiración a la libertad. Al respecto, son ilustrativas las escenas de la autoflagelación de uno de los personajes, Manuel Albarracín, quien se desdobla, basándonos en la tópica freudiana, entre un Superyó castigador impelido por el fanatismo religioso y un Yo maltratado y, finalmente, débil.

Toda la discriminación contra las mujeres, incluyendo la violencia de género desde el maltrato físico o psíquico hasta el feminicidio está presente.

 

También grafica una diferenciación sobre la cual conceptualicé y conceptualizo exhaustivamente y con frecuencia: la diferenciación masa / pueblo, términos a los que llego a considerar, fundadamente, antagónicos.

Mientras el pueblo se organiza y da la batalla por todos los medios para derrotar al colonizador, la masa aplaude a éste, se inclina ante el dominante.

Quienes representan al pueblo son ejecutados en la plaza pública y la masa concurre para mostrar efusivamente su apoyo al tirano, complaciéndose sádicamente con la conducta del victimario y denostando a los gritos a luchadoras y luchadores.

Es muy clara y contundente la constante puesta en escena de la lucha sin cuartel entre los colonialistas y los independentistas.

Es sumamente de interés la articulación entre la lucha por la emancipación como naciones y la que se libra, simultáneamente, para lograr la liberación del pueblo y la conquista de derechos, particularmente los que hacen a la igualdad y a la diversidad de género: toda la serie está atravesada por el reclamo a que se acepte y convalide la orientación sexual, particularmente dramatizado por la persecución de la que es objeto por lesbiana una de las hermanas Villamizar.

 

Una pertinente alusión al erotismo, a la heterosexualidad y la homosexualidad

En variados tramos y secuencias la serie denuncia cómo el colonialista y, muy particularmente, la Iglesia, sanciona con severidad las prácticas sexuales o el intercambio entre géneros no admisible para el fundamentalismo religioso; incluso condiciona, pone exigencias o reprueba, según el caso, las relaciones heterosexuales, como por ejemplo las que se dan entre no cónyuges o las que resultan en embarazo fuera del ”sagrado” sacramento del matrimonio.

Pero su nivel de reprobación más alto, con los peores castigos imaginables, se alcanza con la homosexualidad.

Regía, bajo jurisdicción del Santo Oficio, la figura del “pecado nefando”, el pecado que, según la acepción del diccionario de la RAE “causa repugnancia u horror”. La repugnancia y el horror son directamente proporcionales a la magnitud de lo que se intenta reprimir en los otros como en la propia persona: dicho de otra manera, y recordando a Freud, se reprime hasta el exceso en el otro lo que se procura denodadamente inhibir en el sí mismo.

Es oportuno señalar que el rechazo de la homosexualidad y, en consecuencia, de la diversidad de género es porque la no heterosexualidad pone de manifiesto el erotismo.

El clero, al cual ideológicamente adhieren o se subordinan los concentradores de poder de distintas épocas, requiere inexorablemente de encerrarse en la equivalencia sexo = reproducción, asegurando la represión intrapsíquica y social de la finalidad de obtención de placer. Además, téngase en cuenta que para las monarquías y, también para nobles o para poderosas y poderosos de cualquier era, es vital contar con heredero, preferentemente varón.

El erotismo, revelado y avalado principalmente a partir de la antigua Hélade, a través de lo que actualmente conocemos como la “mitología griega”, es lo propiamente humano, diferenciando de lo que comúnmente se llama “sexo”.

Afrodita es la diosa del amor, del amor propiamente erótico y tiene sus equivalentes en los cultos de fenicios, asirios, etruscos y posteriormente romanos (Venus) entre otras comunidades de la Antigüedad. Según algunas versiones discutidas, lo cual no viene acá al caso, es la madre de Eros, el dios del amor, el Cupido romano y el que da nombre a lo que estamos caracterizando como propio del humano.

El erotismo va mucho más allá de los límites que restringe la práctica sexual a la finalidad de reproducirse. El erotismo desparrama, se desliza, se despliega en la totalidad del cuerpo humano y en todo lo que con éste se vincule al mismo tiempo que alimenta y se alimenta de las fantasías, de la imaginación y de concreciones tales como las artes plásticas, la danza, la música, la literatura, el cine, la televisión y todo de cuanto los humanos disponemos para interactuar, para proyectarnos y para satisfacernos.

El colonialismo y su sostén religioso se oponen obstinadamente (haciendo gala además de hipocresía) al erotismo. Si toda la forma de realizar el amor en el humano fuera heterosexual con fin reproductivo excluyente no habría erotismo y ese “no habría” es el ideal al que aspiran e imponen por la fuerza los cleros.

De tal manera la serie deja en claro que una auténtica lucha por la independencia abarca desde la nación hasta los derechos de cada una y cada uno en todos los órdenes de la vida, desde el social en su acepción más amplia, desde el político es su versión más restringida hasta el íntimo, el erótico, el placer.

La realización es posible únicamente en un marco propicio en el cual lo social es un todo articulado que genera las condiciones para el desarrollo simultáneo de la comunidad y de cada organización, grupo o persona.

 

Épica y mística

La serie es sobradamente elocuente respecto del papel de la épica y de la mística.

Ambas, dinamizadoras de las gestas populares, son intrínsecas a la lucha entre pueblos y despotismos.

El reconocimiento de que se afronta un régimen despótico, reconocimiento conjugado con la convicción de que se pertenece a la organización política por excelencia, el pueblo, hacen devenir la mística y la épica.

No hay ni la una ni la otra si no se asume que se vive bajo el despotismo y no se propicia la insurrección popular, insurrección popular que puede ser pacífica para adecuarse a los tiempos que corren.

La mística es el sentimiento que amalgama a todos los que participan de la gesta llevándolos a una suerte de éxtasis por participar de algo que los trasciende. Es la vivencia íntimamente compartida de que se está procurando algo sublime.

La épica es la percepción de que tal vivencia está penetrada por el vigor de lo heroicoLa épica consiste en la puesta en marcha de una acción colectiva que a la manera de los héroes se dirige contra el poder dominante para sentar las bases de la justicia, la liberación y la realización

Épica y mística son imprescindibles para los movimientos revolucionarios, por lo cual la conducción y la organización políticas deben dejar en evidencia que se vive dentro de un régimen despótico y que la cohesión y movilización populares son el instrumento.

Mística y épica no son simples condimentos, no son anexos destinados a generar la ilusión de que se está revolucionando.

Mística y épica, cuando hay Proyecto de emancipación y de realización, cuando hay vocación de transformación de cuajo de las relaciones de poder, son inherentes a la puesta en marcha de tal Proyecto y a tal vocación.

No suscribimos la falacia de oponer lo racional y lo emocional, categorías inservibles y reduccionistas, agotadas, obsoletas.

Así que la mística y la épica son los modos en que se vivencia un proceso transformador o revolucionario.

 

La luz que la serie proyecta sobre el presente

Lo narrado por la serie, lo narrado oral y visualmente con un despliegue encomiable, arroja una potente luz sobre nuestro presente, el presente de América Latina y, particularmente, el de la Argentina.

Según Cervantes, “la Historia es maestra de la vida”. Esta serie certifica tal aserto al brindarnos claves para una mejor comprensión, no únicamente de la época a la que se refiere sino también de la era que nos toca vivir.

Lo que principalmente se proyecta desde esa segunda década del siglo XIX que aborda la serie y nos llega hasta hoy, nos permite concluir que la lucha por la independencia como naciones y por la liberación y realización de nuestros pueblos está lejos de haber concluido.

Seguimos inmersos en la lucha entre pueblos y despotismos, lucha que es el motor por excelencia de la Historia.

Hoy ya no se trata del imperio español, aunque lo que queda de éste es partícipe de los imperialismos y nuevos colonialismos que junto con los concentradores de poder locales todavía siguen inhibiendo la soberanía plena y el desarrollo integral de América Latina.

En los niveles geopolítico y político propiamente dichos aquella lucha se continúa en la actualidad.

La totalidad de los comportamientos tiránicos de los colonizadores de entonces, comportamientos exhaustivamente abordados en la serie, están actualmente activos, hasta parecieran florecer.

En el nivel social propiamente dicho, tanto en el orden macrosocial como en el microsocial, también están vigentes esas conductas que la serie describe por parte de los colonizadores y los poderosos vernáculos.

Están presentes en poderes judiciales que ejercen caprichosamente su función, favoreciendo habitualmente a los poderosos y sus sicarios intelectuales y ejecutores.

Están presentes en el gatillo fácil, en la tortura, en la discriminación alevosa, en el racismo desenfrenado.

Están presentes en la desigualdad de género, en la violencia de género incluyendo los feminicidios, en los ataques en modo patota.

Los comportamientos abiertamente tiránicos alcanzaron su punto más alto en el terrorismo de estado, en las dictaduras cívico-militares-clericales, pero se continuaron hasta hoy.

Particularmente en la Argentina son comportamientos heredados de las dictaduras terroristas de estado y, más atrás en el tiempo, de las del siglo XIX y de la etapa de la colonia.

Es así que un hilo tenaz, de acero, aunque por períodos parece imperceptible, une lo propio de aquellas tiranías de la era de la colonia, pasando por todo lo que vino después, hasta hoy.

Feminicidas, violadores, maltratadores, patoteros, gatilladores, sicarios, criminales de toda laya, narcos y similares especímenes, aunque no se note, funcionan como un ejército enmascarado que tiene por finalidad garantizar el sometimiento al despotismo.

Los grandes concentradores de poder, locales y globales, así como gobernantes, dirigentes y jueces y hasta intelectuales notorios funcionan en sintonía para fortalecer los regímenes despóticos.

Tengamos en cuenta que un expresidente reciente de la Argentina, arrodillándose ante el monarca español en nuestra Casa de Tucumán, afirmó que aquellos patriotas “debieron sentir angustia al tomar la decisión de independizarnos”.

No solamente fue un insólito, injustificado y repudiable pedido de perdón que implica total falta de respeto por nuestra historia, por nuestros libertadores y libertadoras y por nuestros pueblos; fue también una manifestación de sometimiento, de “estoy aquí, Su Majestad, para lo que guste mandar”, fue una promesa abyecta a la corona de que en la Argentina su oligarquía y su burguesía parasitaria están dispuestas a la entrega, incluso hasta para devolver todo lo que hemos conquistado con lucha y dignidad.

Esa inconcebible muestra de acatamiento o sumisión debería per se haber dado lugar a un juicio político, pero con las dirigentes y los dirigentes, las gobernantes y los gobernantes, las legisladoras y los legisladores que tenemos es soñar despierto.

De tal manera “Las Villamizar” es un grito de dignidad y de dignificación de los pueblos y de las personas, de quienes sufrieron y sufren el sometimiento, la discriminación o la esclavitud, es un grito que debería constituirse en un fuerte estímulo para retomar con ímpetu la gesta liberadora.

 

Un apunte sobre el papel de la identificación

Tanto por parte de Freud como por diversas y diversos, notorias y notorios psicoanalistas, la identificación fue repetidamente conceptualizada lo cual redunda en variadas acepciones con diferentes articulaciones de su comprehensión y su extensión.

Acá nos atenemos a la definición de Freud en el capítulo 7 de Psicología de las masas y análisis del yo, aunque modificándola al consignarla como “enlace” a secas, sustrayéndole el adjetivo “afectivo” que el creador del Psicoanálisis emplea.

La identificación es un estructurante o, mejor dicho, un organizador básico de los comportamientos humanos, desde lo personal hasta lo social en sus más amplios alcances.

Desde el nacimiento mismo, si no desde la vida prenatal, la identificación cumple su papel primordial en la organización psíquica con su inexorable y determinante rol en las interacciones intrapersonales de toda índole.

De tal manera, la identificación genera las condiciones por las cuales, con el pase de las épocas y de los siglos, patrones de conducta, más allá de variaciones causadas por otras determinaciones, se mantienen.

La identificación está en el núcleo de las tramas y, considerando lo dicho ut supra, es de transmisión inconsciente transgeneracional.

Las conductas que caracterizaron a los despotismos a través de todas las eras se perpetúan con la misma o mayor capacidad de hacerlo que el ADN o los genes.

De tal manera, acotándonos a la época que describe la serie, las conductas referidas a los colonialistas se replican en nuestra época, en un amplio espectro que abarca desde las dictaduras terroristas de estado y la explotación de trabajadoras, trabajadores y pobres hasta la trata, los feminicidios y violencia de género, la homofobia, los filicidios y la violencia contra niñas y niños, los asesinatos en patota, el gatillo fácil, la tortura, la acción criminal en todas sus versiones, etc.

 

Sucinta historia comparada

Es deseable que historiadoras e historiadores se ocuparan de una historia comparada respecto de la cual voy a incursionar aquí breve y audazmente, ya que no soy un experto. Me anima el interés por la verdad histórica y el pleno sentimiento de pertenencia a nuestra doliente América Latina.

Vale encarar la siguiente comparación por estas razones:

En primer lugar, para mostrar hasta qué punto las luchas por la independencia en toda la América que fue colonizada por España y por la Haití que fuera (y es todavía) territorio sometido a Francia, fueron luchas más que ejemplares, únicas considerando que abarcaron casi todo un continente que estuvo sometido a un mismo imperio durante más de tres siglos.

En segundo lugar, para dimensionar acabadamente todo lo que cuenta la serie, para valorizar tamaña producción como lo que se merece,

En tercer lugar, para sacarle todo el jugo posible a esta realización colombiana, evitando que se la tome como una serie de época más.

Las luchas por la independencia de la América colonial sometida por el imperio español tuvo como uno de sus antecedentes más destacados, además de tantas rebeliones de pueblos originarios, la insurrección encabezada por Tupac Amarú, iniciada en 1780 y aplastada cruelmente por el imperio español en 1783.

Haití llevó a cabo la primera revolución independentista y popular de todo el continente americano, iniciada en 1791 y culminada en 1804 bajo liderazgo de Toussaint, Pétion y Dessalines. Como bien sabemos, actualmente Haití se encuentra sojuzgada por los yanquis y franceses bajo el paraguas de las Naciones Unidas.

Para la valorización que merecen las luchas por la independencia de nuestros países, debe tenerse en cuenta:

Que no hubo lucha por la independencia en Canadá, país actualmente autónomo, aunque se mantiene bajo la protección de la corona británica. Todo muy “pacífico y convenido”. Obviamente, al no haberse dado ni el menor combate tampoco hubo próceres, ni combatientes, ni pueblo ni, mucho menos, mujeres protagonistas. No se espere tampoco “lucha de clases”. Canadá fue refugio de colonos ingleses en 1776 y, como sabemos y padecemos, es actualmente aliado incondicional de los imperialismos occidentales, sobre todo el yanqui, así como país depredador, sobre todo por sus inversiones y explotaciones en minería, inversiones y explotaciones que hacen estragos en nuestro país.

Tampoco hubo guerras ni luchas por la independencia en los países que forman parte de la Región del Caribe. Sus independencias les fue otorgada por la “gracia” de sus majestades europeas y siguen bajo acuerdo o protectorado con sus países colonizadores o asociados a los yanquis. De todos modos, en aras de la unidad e integración, en aras de fortalecer a la CELAC y a las organizaciones que representan la concreción o la aspiración a la conformación de una región que busque un destino común, no corresponde hacer especial hincapié en diferencia tan notoria entre sus “independencias” y las logradas por nuestros pueblos.

Corresponde hacer una relativa excepción con Guyana, país en el cual hubo cierto grado de movilización popular en vísperas de la obtención de su independencia.

Así redundando para enfatizar: todos los países americanos que fueron colonias españolas, desde México y Cuba al norte, hasta la Argentina, Uruguay y Chile al sur, pasando, por supuesto, por América Central, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Paraguay encararon luchas por sus independencias y concretaron genuinas revoluciones populares.

Por muy variadas, razonables y loables razones, la Argentina y países hermanos deben procurar la integración plena con el Brasil, país al que también corresponde ubicar dentro del campo de las relaciones fraternas.

No obstante, no podemos obviar la referencia a que Brasil tampoco tuvo lucha independentista, toda vez que alcanzó el estatus de autonomía por la acción de quien fuera el príncipe heredero Pedro I, que en acuerdo pacífico con su padre Juan VI de Portugal, accede al ejercicio como primer emperador. Brasil nace independiente como resultante de un conflicto entre el rey portugués y su heredero; y lo hace como imperio con ambiciones de tal (ténganse en cuenta la batalla de Ituzaingó y la deshonrosa guerra de la Triple Alianza contra el hermano pueblo paraguayo).

Sí vale considerar que Bolsonaro y sus seguidores representan la nostalgia por aquel imperio, son una derecha con ambiciones de llegar a imperialista. 

Reitero: en aras de la integración pacífica y constructiva integración regional indispensable para alcanzar la emancipación, la realización y la democracia, con Brasil estamos destinados a impulsar vínculos fraternos.

 

De tal manera, la comparación de la mayor trascendencia que se impone, es con los EEUU de Washington, o en términos más coloquiales, el país yanqui.

En esta comparación no cabe ninguna de las salvaguardas que aplicamos en otros países de la región, países con los cuales podemos transitar un mismo sendero.

 

Contrariando a lo que se difunde por parte de la propaganda yanqui con el aval de las potencias occidentales, en los EUU de Washington jamás hubo guerra por la independencia ni revolución.

 

Lo que se cuenta, lo que se da como concluido en 1776 y lo que se conmemora los 4 de julio por los yanquis consistió en:

 

  • Una rebelión de colonos blancos esclavistas que se negaron a pagar impuestos, rebelión que se dio en “las trece colonias” ubicadas en el este, sobre el Atlántico.

 

 

  • Una guerra internacional de la cual participaron Francia, que aportó 300.000 militares, y España que contribuyó con alrededor de cuarenta mil; a tal punto es así, que el presidente Biden acaba de expresar su gratitud a España, un tanto tardíamente ya que pasaron doscientos cincuenta años.

 

  • Fueron los franceses, tal como relata Jurgën Habermas, impulsados por sus propios intereses, quienes le hicieron creer a Jefferson, en su viaje a París,  que él y sus “compatriotas” habían hecho una revolución.

 

  • En ese mismo viaje, en el que se paseó como bon vivant y se empeñó en conquistar mujeres, Jefferson presionó a la corte napoleónica para que restableciera la esclavitud en Haití, la cual había sido abolida por la Revolución Francesa; así que vale preguntar si ese reclamo imperativo del “padre fundador” es revolucionario.

 

  • A partir de declararse país separado de la corona inglesa, los EEUU de Washington se aliaron a las potencias y contribuyeron a mantener todo lo posible el coloniaje; actualmente y desde sus inicios salta a la vista que es un país anexionista e imperialista, algo no consistente con genuina vocación revolucionaria.

 

 

Esos colonos que se declararon soberanos no incluyeron en sus objetivos ni a los esclavos ni a los pueblos originarios, a los cuales siguieron explotando y masacrando, aplicando un voraz anexionismo que amplió desproporcionadamente su territorio, anexionismo que continúa su marcha; obsérvese la franca y descomunal diferencia respecto de nuestros pueblos y sus líderes quienes gestaron las independencias sin anexar (San Martín y los ejércitos libertadores de nuestra patria, si hubieran tenido el mismo perfil que los yanquis, hubieran anexado Paraguay, Bolivia, Chile y Perú).

 

Por supuesto, esos colonos y sus aliados internacionales no dieron lugar a las mujeres: éstas no integraron ni como combatientes ni en otros puestos de lucha las fuerzas que combatieron a los ingleses. Cero de igualdad de género, “la guerra era cosa de machos”.

 

Basta con lo antedicho para poner en negro sobre blanco la diferencia abismal entre lo acontecido en el país yanqui desde su inventado origen y las luchas heroicas que nuestros pueblos, por entonces sojuzgados por el imperio español, llevaron a cabo.

 

Y como manifiesta la serie “Las Villamizar” en esas luchas las mujeres tuvieron un rol preponderante, protagónico, ejemplar a todas luces.

 

Que estas referencias históricas sirvan, entonces, para otorgar la más alta valoración a la serie “Las Villamizar” y a nuestras luchas por la independencia.

 

A manera de conclusión

En las guerras por la independencia de nuestros países otrora colonizados por el imperio español, fueron protagonistas los pueblos cuyas conducciones fueron organizaciones políticas sumamente conscientes y cuyos líderes y cuyas líderes más renombrados y renombradas, en América del Sur, fueron José de San Martín, Manuel Belgrano, Martín de Güemes, Manuela Azurduy, Manuela Sáenz, Policarpa Salavarrieta, Macacha Güemes, Simón Bolívar, Antonio José de Sucre, Francisco de Miranda, Francisco de Paula Lavayén y Francisco de Santander. Lejos está de la exhaustividad esta lista que, como toda selección, tiene algo de arbitraria al no incluir nombres que tuvieron similar mérito que los mencionados y las mencionadas. La lectora o el lector podrán agregar para que podamos hacer nuestro reconocimiento.

La serie “Las Villamizar” es un manifiesto, al cual suscribo por entero, en el que se rinde más que merecido homenaje a quienes lucharon y, en particular, a aquellas mujeres que fueron dechado de vocación por la libertad, de dignidad y de valentía.

 

Rubén Rojas Breu

Buenos Aires, enero 27 de 2023

 


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