Rubén Rojas Breu
CLARÍN:
UN ESPECIALISTA EN MANIPULACIÓN
Clarín representa el nivel más alto de manipulación sistemática de masas a lo largo de décadas y, también, de gobernantes, dirigentes, referentes y potentados.
Si me ocupo de Clarín en este artículo es porque
- veo que desvela a muchas y muchos que de buena fe lo consideran un enemigo todopoderoso, que cultiva el desaliento, que debilita a quienes se definen en favor de la liberación y realización de nación-pueblo-trabajadores
- observo que muchas y muchos, también de buena fe, se dejan llevar, se dejan influir hasta acabar en la imbecilidad, obnubilados por una verba, fotos e ilustraciones que rinden culto al enmascaramiento de lo real.
Jamás desde que tengo uso de conciencia le di relevancia ninguna a Clarín y me saturó a tal punto que dejé hace años de tomar contacto sistemático con este medio, sea el diario o su portal, sean las radios y canales de televisión de su propiedad, todo lo cual lo convierte en el monopolio mediático más obsceno en países de habla hispana.
Desde niño me crie en una familia, tanto la nuclear como la ampliada, en la que se consideraba a Clarín como un pasquín, sólo de interés por sus avisos clasificados, por el programa de las carreras de caballos o las noticias sobre fútbol y otros deportes. Y hasta ahí.
Mi abuelo materno, durante mi infancia, fue canillita, primer trabajo que tuve a partir de los once o doce años, ya que el viejo enfermó y alguien tenía que reemplazarlo. Así que puede deducirse hasta qué punto Clarín, como los demás periódicos, estuvieron presentes desde el inicio de mi vida.
En ese entonces, viviendo en un hogar muy humilde, justamente en un PH que mi abuelo alquilaba, el papel higiénico era inexistente. Así que del “clavito” colgaban, meticulosamente fraccionadas, las hojas del “gran diario argentino”. Cumplía así una función, en mi casa, más relevante de aquella para la cual Noble lo había fundado.
Mi caso es muy particular ya que la mayoría de la población y de quienes gobiernan o lideran opinión se divide en dos posiciones contrapuestas:
- o se expide contra Clarín dándole una relevancia inmerecida,
- o se deja embaucar por su discurso, sus peroratas, engatusándose, intoxicándose, degradándose.
Lo que el diario hizo desde su origen se trasladó con el tiempo a todos los medios que sus propietarios fueron adquiriendo.
Su fundador, Roberto Noble, fue en su juventud un socialista que participó de la Reforma Universitaria. Pero en pocos años devino converso, participando de la nefasta coalición llamada Concordancia, una especie de membrecía Cambiemos de la década infame, aquella que transcurrió entre la caída de Yrigoyen y el levantamiento de 1943 que diera finalmente lugar al Movimiento Peronista fundado y conducido por Perón.
Roberto Noble integró la casta, se apropió de linaje, ese bien tan valorado por quienes concentran poder y riqueza en la Argentina y también por quienes, desde la politiquería, desde el Estado y gobiernos, operan para ellos. Sus primeras nupcias fueron con una biznieta de Bartolomé Mitre y, además, fue periodista de La Nación.
Entre otras “honras” de su nada edificante trayectoria se destaca la de haberse desempeñado como ministro de gobierno del ultraconservador gobernador de Buenos Aires, Manuel Fresco, todo un tiranuelo de los años 30, patrón de hampones como el tristemente célebre Ruggierito.
Roberto Noble funda el periódico Clarín el 28 de agosto de 1945.
No voy a ocuparme de la historia del diario y de lo que luego sería el actual Grupo Clarín. Abundan publicaciones donde se cuenta su ominosa historia; incluso el tan mediático cultor del cinismo, Jorge Asís, escribió un libro peyorativo cuyo título es “Diario de la Argentina”.
En este artículo de mi autoría sólo deslizaré algunos apuntes, incluyendo mi propia experiencia con el diario.
El nombre Clarín ya nos brinda indicios de cuál es su concepción de base. Como es sabido, el clarín, ya desde los antiguos romanos, es un instrumento musical de preferencia en el uso militar, incluyendo la batalla. Como dice la canción patria Marcha de San Lorenzo “el clarín estridente sonó”, anunciando la entrada en combate.
Casualmente, cuando Clarín es fundado el gobierno era militar, el surgido del levantamiento militar y civil de 1943. Su lema “un toque de atención…” tienta a asociarlo con lo de “toque de queda”.
En nuestro país, así como en tantos que integran el penoso grupo de los dependientes u oprimidos, esa denominación entonces simboliza una vocación golpista, una suerte de disposición persistente a golpear las puertas de los cuarteles, lo cual desde ya Clarín hizo a menudo, especialmente desde 1963 en adelante.
Clarín siempre se valió de sus primeras planas o tapas para provocar, para desviar la atención de las cuestiones centrales o para incluir títulos catástrofe que condicionaran o debilitaran a gobiernos civiles (la casi totalidad de los cuales, por otra parte, jamás interpretaron y representaron debidamente los intereses nacionales y a nuestro pueblo, salvo por supuesto los encabezados por Perón).
En cambio, siempre fue complaciente con las dictaduras cívico militares, contribuyendo decisivamente a su instauración, su afirmación, su continuidad.
Particularmente con la última dictadura, la genocida, la del Plan de Exterminio, Clarín se entusiasmó desde las vísperas de su concreción hasta casi su final bochornoso, luego de atravesar la más larga y tenebrosa noche de terror imaginable.
Porque Clarín es genéticamente “golpista”.
El gusto de Clarín está en golpear, en desestabilizar, en poner en vilo. Construir no es lo suyo; mucho menos, por supuesto, impulsar a la revolución o, al menos, a algún tipo de transformación que genere mejores condiciones de vida para argentinas y argentinos.
Durante la dictadura cívico militar 1976-83, casi la totalidad del diario estaba dedicada a informar sobre la marcha de la dictadura: páginas enteras estaban dedicadas a los discursos insulsos e impiadosos de los tiranos, a celebrar la inauguración de asentamientos castrenses y tantos temas menores acerca de lo que hacían y dejaban de hacer los tiranos uniformados y no uniformados.
Durante la dictadura contó como principal columnista, su pluma de las ediciones dominicales, y como jefe de redacción con el actual periodista estelar de La Nación. Un columnista que, con una retórica pretendidamente culterana, distraía con análisis encubridores lo que supuestamente acontecía en las altas esferas castrenses y los concentradores de poder y de riqueza. ¡Qué deshonra tendría que sentir alguien que usó su máquina de escribir para ensalzar a la dictadura terrorista! Pero no es consciente de la deshonra quien no conoce la honra.
Al mismo tiempo, generalmente como sueltos y con poca frecuencia, informaba sobre inventadas “caídas en tiroteos de subversivos”, retratando así puestas en escena montadas por la milicada y sus apoyos para justificar la represión descomunal, sanguinaria.
Años antes, cuando yo fui detenido, procesado y encarcelado por mi militancia política estudiantil en la UBA, durante el gobierno antipopular de Illia, Clarín, junto con La Nación, La Prensa, La Razón y otros aborrecibles periódicos, inventó descaradamente cómo yo había caído en manos de policías de la Federal, vestidos de civil y que me encañonaron en la estación Facultad de Medicina de la línea D de subte, sin identificarse. Distorsionó los “hechos”, me difamó, al mismo tiempo que ensalzaba a los fachos.
Clarín me describió como un subversivo desaforado que merecía ser castigado con todo el peso de “la ley” (la ley, qué burla). Del mismo modo se comportó siempre con militantes de todas las organizaciones políticas y gremiales populares, mientras hacía negocios o redactaba loas no solamente a la embajada yanqui (y otras de las grandes potencias), a los concentradores de poder y riqueza, a los generalotes, a los grandes empresarios y a los burócratas sindicales.
Clarín influía desenfadadamente sobre jueces y fiscales, condicionaba los politiqueros de todo pelaje (lo de “políticos” les quedaba y les queda grande) y coqueteaba o se aliaba con los mencionados en el párrafo anterior.
Cuando fue manejado por el dúo Frondizi-Frigerio apostó al desarrollismo, pero ese romance tendría vida limitada. Finalmente, el amor por el golpismo siempre pudo más.
Ya con el retorno definitivo de los gobiernos civiles, a partir de 1983, en tres ocasiones periodistas del diario me pidieron notas. Aclaro que me pidieron, no me ofrecí yo a publicar.
En las tres oportunidades mis notas, en las que puse toda mi dedicación y capacidad, fueron censuradas.
La explicación que los periodistas solicitantes me dieron en cada caso fue un calco de las restantes censuras: “la rechazaron en el tercer piso”. El misterioso tercer piso, me enteré en su momento, era la sede del mandamás hoy bastante conocido.
Mi definición de opinión pública es:
"El conjunto conformado por la masa (o, eufemísticamente, la gente) más los medios de comunicación dominantes más las encuestas".
Un conjunto que ciertamente está en las antípodas del concepto de Pueblo, según la definición de mi autoría sobre éste.
Para ser más claro, Opinión pública es una noción antagónica del concepto de Pueblo.
Clarín es el sostén mayor de la opinión pública, toda una perversión.
La masa, a diferencia del pueblo, es manipulable: gusta de los antagonismos artificiosos y el invento de enemigos ficticios e irrelevantes, del facilismo, de la información ya masticada y digerida, de la sustitución de lo real por lo ilusorio, de la distracción, del sensacionalismo.
Clarín se especializa en eso, con más habilidad o con más interés que otros medios; al fin de cuentas, La Nación sirve a la embajada yanqui, idolatra a los ingleses, fomenta a los potentados locales y tiene veleidades aristocráticas; poco y nada le interesa la masa, esa cosa amorfa sin nombres ni apellidos.
Clarín, en cambio, fue siempre demagógico y la masa fue, es y será su destinatario. Por eso, también durante la dictadura, otra porción de sus páginas estaba dedicada a la farándula y, muy especialmente, a los deportes, sobre todo desde luego, al fútbol. Téngase en cuenta que Clarín tiene mucho invertido y busca muchos dividendos en el negocio del fútbol.
El fútbol negocio de hoy tiene en Clarín a uno de sus principales artífices, si no el principal.
Retomando lo referente a la opinión pública Clarín también dispone de empresas encuestadoras, las llamadas “cautivas”, famosas y comandadas por difundidos “especialistas” en el uso de ese instrumento de manipulación por excelencia (me refiero a las encuestas, por si no soy suficientemente claro).
Con la ampliación a la televisión, radio y otros medios, Clarín extendió el sensacionalismo, la frivolidad, el veneno, el impacto por el impacto mismo, la distorsión, la falsificación de todo. Clarín es una caricatura y torna caricaturesco todo lo que toca.
Como ya señalé, Clarín es a mi juicio irrelevante, ni merece que yo me haya tomado el tiempo de escribir estas líneas.
Lo hice, no obstante, con el fin de llamar la atención, hasta donde llegan mis posibilidades, acerca de que es desaconsejable seguir dándole tanta importancia.
Ojalá se lo ignorara, ojalá se le restara valor, ojalá se dejara de gastar tanta energía en el improductivo intento de desacreditarlo.
Si se lo dejara de tener en cuenta probablemente solo se desautorizaría.
Rubén Rojas Breu
Buenos Aires, abril 9 de 2021