lunes, 11 de enero de 2021

LO QUE INFECTA ES EL VIRUS

 

 

Rubén Rojas Breu

 

LO QUE INFECTA ES EL VIRUS

Sobre el fracaso de la comunicación y las campañas de prevención

 

Un dramático llamado de atención

No es mi intención exagerar, dramatizar por gusto ni reprochar cayendo en lecturas maniqueas.

Lo cierto es que el que infecta, el virus SARS Cov 2, causante de la Covid 19, sigue avanzando descontroladamente en todas las latitudes del planeta.

Todavía estamos muy lejos del principio del fin de la pandemia. Más bien, estamos en pleno curso de la pandemia.

¡Estamos en pleno curso de la pandemia!

Las bienvenidas vacunas, empezando por la rusa Sputnik V, son todavía una lucecita apenas visible al final de un túnel extenso. Estamos muy lejos, acá y en todo el planeta, del momento en el cual la vacunación masiva haya alcanzado la magnitud que se requiere para el principio del fin y ni hablar acerca del tiempo que nos separa del término de la pandemia. En el camino, millones pueden ser afectadas y afectados por el patógeno y millones también quienes afronten cuadros sumamente graves o mueran.

Los gobiernos y quienes están a cargo de la salud pública aquí y en otras latitudes no tienen claro cómo encarar la vacunación y hasta se habla, en nuestro país de resignarse a aplicar una única dosis, en lugar de las dos que corresponde. Los laboratorios, los cuales prometieron irresponsablemente, no pueden producir en corto tiempo en la escala que hace falta.

Por eso, cabe un dramático llamado de atención, una muy enérgica advertencia: con lo único que contamos es con las medidas de prevención para evitar que el coronavirus SARS Cov 2 ingrese en nuestros cuerpos, en nuestros sistemas, en nuestros organismos, en nuestras vías respiratorias, en nuestros órganos, tejidos y células y, también, en nuestros grupos de pertenencia y entornos.

Insisto en la frase del título y en contenidos de lo antedicho: el que infecta es el coronavirus, el SARS Cov 2 y únicamente ese virus es el que infecta produciendo la Covid 19.

Desarrollaremos a lo largo de este artículo muy conceptual los fundamentos y los alcances de esa afirmación tan enfática de que es el virus el que infecta.

No infectan ni los animales ni los humanos. Animales y humanos son huéspedes a los que el virus infecta y parasita y son portadores cuando el patógeno se replica en sus organismos.

Puede parecer que haya comenzado este artículo machacando, reiterándome abusivamente, pero si es así eso se debe a que me veo impulsado a sacudir las conciencias, a abordar las cosas como corresponde, a confiar en la ciencia y, por lo tanto, en un abordaje epistemológicamente sustentable como el que va a definir y distinguir a este artículo (distinguir respecto de todo, todo, lo que se publica y difunde).

Como sostiene Bachelard en su texto La formación del espíritu científico “lo real no es jamás ´lo que podría creerse´ sino siempre lo que debiera haberse pensado”.

Gobiernos, dirigencias, expertos, intelectuales, medios de comunicación masiva y, por supuesto, las grandes corporaciones movidas sólo por sus intereses, estimularon y avalaron “lo que podría creerse” y, hasta ahora, no pensaron como debería haberse pensado.

Un ejemplo elocuente y penoso de lo antedicho es la campaña comunicacional “Cuidadanía” de la Presidencia de la Nación en nuestro país.

 

Lo que debería pensarse

Como señala de hecho Bachelard en su obra arriba citada, el enfoque científico, epistemológicamente sustentable, es endógeno.

Eso quiere decir, que la explicación científica debe partir de la interioridad de lo real bajo estudio, de lo intrínseco, de lo que le es propio y lo determina.

Lo real es territorio de la ciencia.

La ciencia se ocupa de lo real y cuando la misma está ausente, se imponen al mismo tiempo, intrínsecamente articulados, lo imaginario o ilusorio, las creencias, con lo exógeno, con la búsqueda obsesiva e infructuosa de las causas de lo que suceda en factores externos, en lo que se percibe sin cuestionarlo, sin ponerlo bajo la lupa rigurosa del conocimiento.

Se incurre así en la trampa que tienden los obstáculos epistemológicos, conjuntos de creencias y prejuicios que llevan a suponer como cierto lo que disfraza, enmascara, oculta, encubre, desfigura.

De tal manera, las apariencias impiden el acceso al conocimiento probado, fundamentado, al conocimiento sostenido en las teorías y conceptos científicos. Quizá el ejemplo más resonante es que durante milenios la Humanidad creyó que el Sol giraba alrededor de la Tierra, hasta la irrupción de Copérnico, Kepler y Galileo. Si nos dejamos llevar por la apariencia, podemos seguir creyendo tamaña cosa, ya que en cada amanecer vemos “salir el sol” y lo vemos ocultarse con el crepúsculo, como si la Tierra estuviera inmóvil, fija. Durante milenios la Humanidad entendió que lo real era su creencia geocéntrica cuando debería haber pensado que se trataba de que nuestro planeta orbita permanentemente alrededor del Sol, el cual a su vez se desplaza, atraído por otras grandes masas celestes en el seno de la Vía Láctea.

Todas mis producciones científicas y, particularmente la más difundida, el Método Vincular, se sustentan en el enfoque endógeno, el epistemológicamente sostenible, fundado, luminoso.

 

Lo que debería pensarse sobre la Covid 19

Las creencias, lo que tiende a creerse, las apariencias tozudas llevan a suponer, pertinazmente, que la propagación de la Covid 19 es consecuencia de que las personas, los grupos, las masas interactúan sin control.

Hoy están puestos bajo reproche y hasta sometidos a la persecución los jóvenes. Ya había pasado lo mismo con los trabajadores de la salud los cuales fueron meses atrás atacados por hordas acusados de la diseminación de la infectocontagiosa. También sucedió con quienes integran los mal llamados “grupos de riesgo”, particularmente los mayores de 65 años, al punto de que se dieron múltiples casos de agresiones en la vía pública, en supermercados, etc.

Aplicando el enfoque científico, endógeno, el causante de la Covid 19 es el coronavirus SARS Cov 2, es un virus.

Quienes se infectan con el mismo, asintomáticos o cursando la enfermedad, son huéspedes y portadores y, por lo tanto, pueden contagiar.

Parece una perogrullada, pero no hay contagio sin infección.

El que contagia está infectado y lo que infecta es ese coronavirus.

Gobernantes, expertos, referentes, intelectuales, medios de comunicación masiva, concentradores de poder, invirtieron los términos.

Tanto ponen el acento en el contagio y en quienes contagian que eliden, incurren en elipsis: es decir, omiten la palabra y el concepto determinante por excelencia, la palabra y el concepto que hacen referencia al coronavirus, al SARS Cov 2.

Al hacerlo, reemplazan al coronavirus que infecta por el portador que contagia.

Según el diccionario de la RAE, una infección es la acción de infectar la cual define como:

“Dicho de algunos microorganismos patógenos, como los virus o bacterias, invadir un ser vivo y multiplicarse en él”.

La RAE define al contagio como “la transmisión de una enfermedad, por lo general infecciosa, de un individuo a otro”.

De tal manera, todas las políticas, acciones y campañas de prevención, desacertadamente, ponen desmesuradamente el acento en el contagio y olvidan la infección.

Dicho de otro modo, sancionan al portador que contamina olvidando al patógeno que infecta.

¿Significa esto que el contagio no importa? ¿Significa lo que estoy señalando que la conducta desaprensiva que lleva a que portadores, irresponsablemente, a sabiendas o no, contagien es irrelevante?

No, terminantemente no.

Por supuesto que hay que insistir en las medidas de prevención y también en desalentar, con energía, los comportamientos que generan la diseminación del virus.

Claro que hay que hacerlo con la mayor justicia y sin estigmatizar ni inventar chivos expiatorios, como actualmente sucede con los jóvenes, tanto más cuanto estos sufren en su mayoría pobreza, indigencia, abandono, invisibilidad, persecución, represión y otras atrocidades. El chivo expiatorio es el modo primitivo de exculparse, proyectar en términos psicoanalíticos, sobre alguien, generalmente débil, para librarse de las propias responsabilidades y “lavarse las manos” o acomodarse el saco.

Las grandes corporaciones, así como empresas privadas y organismos estatales, someten a sus trabajadoras y trabajadores a condiciones de insalubridad. Lo mismo sucede en hospitales públicos y clínicas privadas con los agentes de salud. Tampoco se cuida a demás sectores con trabajadores esenciales.

Bancos y grandes comercios no están respetando los protocolos, exponiendo a sus trabajadores, usuarios y clientes.

Gran parte de los gobernantes, intelectuales, referentes de todo tipo dan malos ejemplos o hacen campañas anticuarentena y antivacuna y sigue la lista de inconductas.

Así que, las barbas en remojo tienen que ser puestas por quienes desde sus posiciones de poder y lugares de decisión tienen comportamientos irresponsables.

A eso hay que sumar la confusión que se genera por mensajes contradictorios, en parte por el desconcierto que produce el modo de comportarse el coronavirus, en parte por las propias incapacidades y, para peor, la soberbia.

Hechas todas las aclaraciones y todas las salvedades, es incorrecto poner toda la carga en portadores, en quienes potencial o realmente contagian y olvidarse del coronavirus, olvidarse del primer y determinante factor, del causante.

 

Lo que debería hacerse

De acuerdo a lo antedicho, de acuerdo al enfoque científico, endógeno, hay que empezar por lo primero, por el principio y vaya obviedad.

Lo primero es el virus.

Debería extremarse la información sobre el coronavirus SARS Cov 2, habría ya que incrementarla notoriamente.

Todos los medios masivos de comunicación deberían informar sobre el virus y sus características. Debería ser tema de las clases presenciales o virtuales en todos los niveles educativos. Debería ser descrito con sobrada elocuencia en conferencias dadas hasta en los últimos rincones. Deberían aprovecharse las redes virtuales para mostrarlo y describirlo.

Tal como están las cosas, se conjugan dos desaciertos:

  • Poner todo el peso en el contagio y olvidarse del virus, de lo que infecta, confundiendo entre infección y contagio
  • Pretender que una pura abstracción, algo tan desconocido como un virus, pueda ser reconocido por las poblaciones, así como así. Los expertos (infectólogos, virólogos, biólogos, etc.) dan por hecho que las poblaciones saben qué es un virus y se dedican exclusivamente a hablar de prevención y contagio, sin hacer saber de qué hay que prevenirse.

Se incita a prevenirse del amigo, del compañero, del familiar, del vecino o del que caiga en la volteada sin mencionar al virus.

Las poblaciones necesitan ponerle carnadura al virus, verlo, observarlo, conocerlo. Requieren que se les haga visible eso que tanto se difundió, muy mal, como “enemigo invisible”, frase absurda si las hay.

El SARS Cov 2 es visible.

Claro, es visible con microscopía electrónica de última generación en condiciones de estándares sumamente elevados de bioseguridad y en estado de criogenicidad (extremo congelamiento).

Por lo tanto, las imágenes fotográficas del coronavirus deben difundirse a través de las redes virtuales, de las clases, de las conferencias, de los noticieros, etc.

Debe hacerse saber que mide unos 70 nanómetros: o sea setenta millonésimas de milímetro lo cual significa que este virus es alrededor de setecientas millones de veces más pequeño que un mosquito.

Que, por lo tanto, sale al ambiente con sólo respirar y también, todavía en mayor cantidad, al hablar, cantar, reír; ni hablar con un estornudo o un acceso de tos.

Que pueden transportarse en una minúscula gotita expelida por una persona infectada cientos o miles de millones y así, a través del aire, en corta distancia, pasar a otra persona.

Pero ese pasaje es consecuencia de que el virus primero infectó.

Así que hay que mostrar, en todas las formas, al virus.

Mostrar cómo es, cómo infecta, como ingresa a las células humanas, a las vías respiratorias y otros órganos, cómo se multiplica velozmente, cómo sale al ambiente, cómo se propaga de persona a persona.

Eso es más relevante que estar localizando, identificando, a quienes contagian, sin dejar de lado la contagiosidad.

Si se cuenta sobre el virus, si se cuenta y con imágenes, con fotografías electrónicas y con animación, dibujitos, infografías y otros recursos, el centro de la escena lo va a ocupar lo que la tiene que ocupar: el virus SARS Cov 2.

Eso provocará el efecto de que, al hablarse de él, se genere interés, se conozca más, se entienda mejor por qué hay que prevenirse y cómo hacerlo.

Sería pasar de una pura abstracción, de una idea pura idea, a algo con sustancia, con carnadura, tangible de alguna manera. Porque falta tangibilidad del virus, palparlo, simbólicamente hablando.

 

En resumen, dos pasos para campañas integrales de prevención:

  • Primero, centrarse en la infección y, por lo tanto, en dotar de cuerpo al coronavirus causante de la Covid 19
  • Segundo, apelar a la prevención del contagio.

Porque ése es el orden lógico: infección – contagio.

Y esto último hay que encararlo sin maniqueísmos y sin responsabilizar a sectores vulnerables de la población, sean jóvenes o sean de los estratos que sean.

El fracaso de la comunicación y de las campañas de prevención se deben, fundamentalmente, a que se centraron en el contagio, acusando, y se olvidaron de la infección y su causante, el coronavirus.

 

 

EXPLOTACIÓN, DESCONCIERTO, FRUSTRACIÓN Y RENEGACIÓN POR LA PANDEMIA

 

La pandemia se expande, enfermando y matando.

Su expansión en lugar de inducir a conductas de prevención parece que se asociara con descuido, abandono de acciones profilácticas y una temeridad que se expresa en ir al encuentro con el coronavirus, el SARS Cov 2.

Ese se da en el marco de un mundo en el cual gobernantes y dirigencias tanto políticas como sectoriales tienden a replegarse y a subordinarse a los dictados de los factores de poder y, en particular, a la sumisión al capitalismo en su vertiente más voraz. La voracidad se nota hasta en la guerra de las vacunas y el intento de grandes corporaciones farma para hacer sus negocios politiqueros y comerciales con tal producción destinada a generar la anhelada inmunidad.

De todas las conductas que están en su apogeo actualmente con la pandemia, seleccioné para este artículo tres que observo tienen su preeminencia:

Desconcierto

Frustración

Renegación

Entre las acepciones del diccionario de la RAE seleccioné éstas acerca de la palabra “desconcierto”.

  • Estado de ánimo de desorientación y perplejidad
  • Desorden, desavenencia, descomposición
  • Falta de modo y medida en las acciones o palabras
  • Falta de gobierno y economía

La primera acepción es notoria en gobiernos y dirigencias que intentan ejercer su rol con cierta responsabilidad. Al mismo tiempo, incurren en la última de las acepciones referida a la falta de gobierno y economía, a una incapacidad en el pensamiento, el discurso y, sobre todo, en las políticas y acciones que los lleva a una suerte de sin salida o a dilemas falaces como “vida o libertades”, “salud o economía”.

El desconcierto, que también se da en angustiados sectores de la población, lleva a mensajes contradictorios, pérdidas de rumbo, a poner exageradas expectativas en la vacuna olvidando que ésta todavía está en pañales, aún con todos los palpables y promisorios avances.

La ultraderecha, oligárquica y cipaya en un país como el nuestro, continuamente exhibe la tercera de las acepciones: “falta de modo y medida en las acciones y palabras”. Esa ultraderecha es notoria en concentradores de poder y riqueza, en los movimientos anticuarentena, en los fanáticos de cultos que empujan a aceptar la voluntad de su dios o de sus exóticas divinidades, etc.

El resultado nos lleva a la segunda de las acepciones: “desorden, desavenencia, descomposición”.

 

La frustración, según la RAE, supone la privación a alguien de lo que espera.

De acuerdo a mi creación, el Método Vincular, la frustración es la imposibilidad de consumar un deseo. Un deseo, cada deseo en particular, se inscribe en el concepto de Deseo al cual defino como la articulación de:

  • La vivencia de plenitud o, lo que es lo mismo, de la perfección total = imagen ideal de sí.
  • La sensación de dominio total sobre los otros y sobre lo demás = el poder

La prevención, tal como se la encara, se asocia con la frustración y, por lo tanto, con el obstáculo o incapacidad para concretar cada deseo y, por lo tanto, para canalizar lo que sostiene a cada deseo, el Deseo tal como lo acabo de definir.

La prevención debe centrarse en que el agente que frustra cada deseo e inhibe el Deseo, inhibe la posibilidad misma de desear, es el coronavirus y no las acciones profilácticas, el distanciamiento interpersonal, los protocolos, el barbijo.

El Deseo es únicamente humano. Un virus no desea, simplemente se replica cuando se instala en un medio facilitador.

Hay que interpretar el Deseo (y cada deseo): en consecuencia, hay que poner el énfasis en el derecho a desear y en que la materialización de tal derecho es cuando se dan las condiciones de posibilidad. El coronavirus resta condiciones, no para desear, sino para concretar ciertos tipos de deseos.

Hay que conocer al coronavirus y, sobre tal base, tornar al distanciamiento, el barbijo, los protocolos, la higiene, objetos de deseo.

La actual campaña gubernamental “Cuidadanía” va en contra de lo antedicho, ya que señala como deseable el comportamiento desaprensivo y al barbijo y la conducta de prevención del protagonista vituperado por la supuesta “gilada” como un represor, como alguien colocado por fuera del Deseo y de los deseos.

Es como si se quisiera asemejar

  • Deseo a inmolación, lectura religiosa oscurantista y a libertinaje,
  • y prevención a represión, a inhibición.

El protagonista tendría que ser mostrado como deseante: deseante de vida, de amor, de amistad, de futuro prometedor.

Que, por ser tal tipo de deseante, previene y se previene. Es decir, la prevención tiene que subordinarse al deseo.

Quiere vivir, tal es su mayor deseo, y por tal motivo se cuida y cuida.

Que enfermarse, ser hospitalizado o morir (la muerte es la negación del Deseo) significa frustración, significa la pérdida de la condición de deseante.

La renegación según Freud es una modalidad de defensa psíquica por la cual la persona se rehúsa a reconocer una percepción traumática.

Aquí ese mecanismo se aplica al intento de evitar darse por enterado de la existencia del virus, de conducirse como si el virus fuese una invención o una fantasía.

Por lo tanto, con más razón lo ya tan explicitado en el punto anterior: hay que hacer conocer al coronavirus porque es el SARS Cov 2 al que se está desmintiendo inconscientemente, al que se está renegando.

Es muy difícil que para alguien su familiar, su amiga o amigo, su compañera o compañero, su pareja, su vecina o vecino sean causales de enfermedad. Las tendencias endogámicas, dominantes, inhiben aceptar esa percepción traumática y a eso se suma, como determinante, el deseo de estar con ellas y con ellos.

No cabe ir contra ese deseo.

Lo que corresponde es revelar al coronavirus, ponerlo de manifiesto, mostrar cómo ingresa a un cuerpo para enfermarlo e, incluso, matarlo.

De tal manera, el desconcierto, la frustración y la renegación se conjugan en una sinergia devastadora.

Para superar tal cuadro calamitoso, incierto, incontrolable y de mal augurio, la conducción política, la estrategia y las políticas, las campañas de prevención debidamente enfocadas y elaboradas son una herramienta imprescindible.

Para eso, primero hay que centrarse en la infección y su agente y, seguidamente, en la prevención como su único freno por ahora.

 

Una observación final

Tanto una política como una campaña de prevención requieren, en primer lugar, del conocimiento en profundidad de una sociedad, de sus distintos sectores, de su población.

En particular, una campaña de prevención exige imperiosamente saber sobre las ideas, creencias, costumbres y probables decodificaciones de aquéllas y aquéllos a quienes se dirige.

Está claro que hay total ignorancia al respecto y que, por lo tanto, se está procediendo inadecuadamente, llevando a lo inútil o a lo contraproducente.

Conocer en profundidad a quiénes dirigirse obliga a implementar la investigación cualitativa de alta complejidad, tal como la caracterizo a través del Método Vincular.

 

 Rubén Rojas Breu

Enero 22 de 2021

 

 

 

 

 

jueves, 7 de enero de 2021

SOBRE LA SERIE COLOMBIANA "LA NIÑA"

 

 

 

Rubén Rojas Breu

 

SOBRE LA SERIE COLOMBIANA “LA NIÑA”

De campesinita y guerrillera a líder 

 

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En su edición del 16 de diciembre de este año 2020, el diario argentino Página 12 informa que a través de la plataforma Indyon.tv se podrá acceder a filmes documentales y ficcionales basados en la realidad colombiana que, todo indica, son muy ilustrativos para una aproximación deseable a lo que acontece en el hermano país, en el cual los enfrentamientos armados entre la guerrilla y las fuerzas armadas convencionales y las paramilitares a lo que se suma la intromisión continua del imperialismo yanqui han determinado la vida de hasta la última y el último habitante. Como es sabido, a esa agitada, tumultuosa y trágica circunstancia que tanto derramamiento de sangre y padecimiento implicó e implica, se suma el narcotráfico, “los narcos”.

Hoy Colombia, con sus gobernantes y dirigentes despóticos y cipayos, afronta represión y asesinatos en gran escala de líderes sociales, de ex guerrilleros, de periodistas, de defensores de los derechos humanos y de ciudadanas y ciudadanos en general.

Y poco y nada se difunde sobre tan penosa realidad del país hermano.

El cuadro de situación no puede ser más grave, ante la indiferencia mundial y, sobre todo, de América Latina, incluso del gobierno de nuestro país.

Por eso me parece de interés anunciar que, a través de la mencionada plataforma, se podrá acceder al Festival Internacional de Cine Colombiano en Buenos Aires (FICCBAx Indyon.tv

Es un anuncio para considerar con el mayor respeto, sobre todo teniendo en cuenta que argentinas y argentinos debemos extremar el interés por lo que sucede en nuestra sufrida América Latina con siglos de opresión e injusticia y también objeto de ataque cuando los pueblos intentan su liberación y realización con gobiernos populares y revolucionarios, como el del peronismo fundacional conducido por Perón avanzada la década del 40 y derrocado por un golpe cívico-militar-clerical en el 55, similares frustraciones en otros países hermanos y, precisamente en Colombia, el asesinato, en 1948, de su líder Gaitán que dio lugar al Bogotazo y el fin de una esperanza para el heroico pueblo de dicho país.

Manipulaciones mediante, manipulaciones propias de la conjunción de oligarquías locales e imperialismos, particularmente el yanqui, llevaron y llevan además a enfrentamientos entre países hermanos, como por ejemplo en la actualidad justamente entre Colombia y Venezuela, así como en otros momentos nuestro país con Chile, Chile con Bolivia, Perú con Ecuador, Honduras con El Salvador y tantos más, incluyendo la llamada Guerra del Paraguay encarada por la nefasta Tiple Alianza, impulsada por Gran Bretaña, de la que participaron el Brasil imperial, Uruguay y la Argentina, particularmente Buenos Aires, su oligarquía y gran burguesía comercial y portuaria encabezadas por Mitre y Sarmiento.

La invención vil de “falsos positivos” es también un indicador francamente repudiable de esa manipulación en Colombia: personas pacíficas asesinadas en los más diversos puntos del país, en distintos parajes, a los que se hace pasar por combatientes.

Justamente, uno de los temas incluidos en la serie La Niña es el de los “falsos positivos”, lo cual ya la hace interesante.

 

Breve referencia al contexto histórico de la serie “La Niña”

El contexto histórico-político de la teleserie tiene como acontecimiento protagónico el Acuerdo de Paz entre el gobierno colombiano y las fuerzas guerrilleras FARC-ELN el cual, luego de variadas vicisitudes, se alcanzó en Bogotá el 24-11-2016 sobre la base de diálogos realizados en Oslo y La Habana, dando lugar a la desmovilización de los combatientes y la reintegración a la vida civil normal.

En tal Acuerdo, dificultosamente logrado, se incluyen puntos en dificultoso o improbable tránsito a la concreción definitiva tales como el de la cuestión agraria o territorios campesinos, participación política, reestructuración de las fuerzas militares y el fin a los procesos judiciales contra los guerrilleros, cómo encarar la producción y tráfico de drogas, el reconocimiento de a quiénes considerar víctimas y los mecanismos de refrendación de tal Acuerdo.

La lectora y el lector para profundizar sobre esta cuestión cuenta con profusa información accediendo a numerosas fuentes periodísticas, especializadas y fílmicas.

De todos modos, tal como señalé en el primer punto, ese Acuerdo de Paz es sobradamente insuficiente y está corroído por la falsedad, por el despotismo y por los intereses oligárquicos así como por la intromisión imperialista yanqui, con el dejar hacer de los gobiernos de América Latina y por supuesto del resto del planeta, tan atentos todos, en cambio, a lo que pasa minuto a minuto en Venezuela, país asediado no sólo por los yanquis sino por el colaboracionismo de los gobernantes y concentradores de poder colombianos.

Acá prescindo de abundar sobre tan compleja y atroz realidad colombiana para centrarme en una lectura peculiar de la serie La Niña, motivo excluyente de esta publicación.

 

Presentación sumaria de la serie “La Niña”

Esta serie colombiana data justamente de 2016, año clave en la transición por el Acuerdo de Paz entre el gobierno colombiano y las formaciones guerrilleras FARC-ELN.

Cabe advertir que las luchas revolucionarias, particularmente cuando optan por la vía armada, incluyen necesariamente comportamientos que normalmente pueden considerarse objetables y hasta inhumanos, que la serie pone de manifiesto, pero no es mi intención acá juzgar tales conductas ya que no sólo me desviaría de lo que me impulsa a este artículo, sino que correría riesgo de ser mal interpretado o de incurrir en tendenciosidad, y nada más lejos de mis intenciones conscientes. Tanto más cuanto, como ya señalé, los gobiernos colombianos de distintos períodos, son instrumentos infames de la oligarquía y del imperialismo, reprimen y matan, muy especialmente a inocentes llamados “falsos positivos” y a ex guerrilleros y ex guerrilleras.

Hecha tal aclaración, resumo brevemente sobre la serie.

Si se requiere ubicarle en un género, podría decirse que se trata de una telenovela de una extensión apreciable: ochenta y dos episodios.

Es una producción notable, de ritmo ágil, destacable dirección, notable trabajo de cámara, encomiables escenografía y escenarios -con predominio de exteriores-, actuaciones descollantes dignas de todo aplauso y notable y continua tensión dramática.

Desde ya, es una producción latinoamericana, y destaco esto porque de ninguna manera los EEUU de Washington podrían realizarla ya que escapa por entero a la comprensión de cualquiera de ese país (intelectual, gobernante, dirigente, artista, cineasta, etc.) el tipo de problemática que la serie refleja. Con matices distintos, en todo caso, sí podría ser abordada por cualquier país latinoamericano o por países europeos, asiáticos y africanos, o sea países que han conocido y conocen las luchas revolucionarias y las guerras de variada índole en sus propios territorios, la ocupación extranjera y calamidades similares. Todo lo cual, reitero, es enteramente desconocido por los concentradores de poder yanquis y por la población de los EEUU de Washington, único país del planeta que se destaca por tamaña ignorancia.

Con la burda ocupación del tan corrupto Capitolio por parte de hordas nazis queda claro que ese país es el más atrasado humanamente del mundo y una guarida descomunal de facinerosas y facinerosos que se consideran con derecho a ejercer la criminalidad en todas sus modalidades. Así que nada pueden entender, ni les interesa hacerlo, acerca de lo que sucede fuera de sus fronteras. Por lo visto con esa ocupación, tampoco entienden nada de lo que pasa en su propio territorio.

Ya bastante erosionó, trivializó y hasta destruyó la biografía del Che Guevara el cineasta yanqui Steven Soderbergh, con el aval de sus productoras y la obscena inversión millonaria tan típica de ese país para sus detestables películas y series.

Hago estos comentarios a manera de advertencia porque la serie puede desconcertar a quien esté habituada o habituado a la literatura, cine y series televisivas yanquis.

Por otra parte, como ya manifesté, en este artículo y en tantas publicaciones, es muy desalentador que argentinas y argentinos presten insuficiente atención a producciones no yanquis, manifiesten tan poco o ningún interés por filmes y series latinoamericanas, asiáticas, africanas, oceánicas (por Oceanía) e, inclusive, europeas.

Aclarado el punto, me centro ahora en el relato, versión muy abreviada, de la serie La Niña, la cual se basa en sucesos reales, efectivamente acontecidos.

El personaje protagónico se llama, en la serie, Belky Rocío Bustamante.

A sus ocho años, un grupo guerrillero se presenta en la pequeña finca a cargo de su madre, con la cual conviven Belky y su pequeño hermano epiléptico. Su economía es de subsistencia y a duras penas.

Es importante tener en cuenta estos datos iniciales ya que una característica de la Niña será la de “hacerse cargo”, la de cargar sobre sus espaldas desde prematura edad con mandatos externos y un Superyó moldeado sobre la base del rigor y las exigencias.

El grupo se propone reclutar por la fuerza al niño, en ausencia de la madre, pero Belky, argumentando angustiada que el chiquilín sufre de epilepsia, pide encarecidamente que la lleven a ella.

El jefe guerrillero cede ante la firmeza y sólida convicción de Belky y la recluta. De tal manera la niña (así será frecuentemente llamada a lo largo de toda la serie como si se tratara de un apodo) va a parar al monte.

Por otro lado, su nombre de guerra, el que le asignan en la organización guerrillera, es Sara, por lo cual también a lo largo de la serie se la identificará con frecuencia con el mismo (= “alias Sara”).

Allí es sometida al rigurosísimo entrenamiento y algo muy destacable, además de las condiciones tan hostiles que son de imaginar, es que se la inicia en la portación del fusil usando una suerte de réplica en madera con el correaje incluido; su jefe le ordena que debe cargarlo todo el tiempo, incluso cuando duerme.

Desde ese momento, participa de las fatigosas y riesgosas caminatas como una combatiente más en condiciones de extrema austeridad.

Ya crecida, púber y adolescente, además de participar en combates y variadas operaciones, tiene también la misión, junto con camaradas, de recaudar fondos en zonas urbanas valiéndose de la extorsión a comerciantes. En el cumplimiento de una de esas misiones, es finalmente capturada y decide entregarse como participante del proceso de reintegración, en el marco de desmovilización alcanzado por el Acuerdo.

Allí establece un vínculo muy sólido con la psicóloga a cargo de la oficina correspondiente para tal reintegración y con un cura; termina siendo de hecho adoptada, no sin dificultades y no sin desconfianza y actos de rebeldía de “la niña”. Al mismo tiempo, además de otras y otros jóvenes que participan de tal programa, entabla un vínculo que derivará en amoroso con un muchacho que había sido entregado de niño a los paramilitares, “los paras”.

Belky, estimulada por ese entorno, decide completar sus estudios primarios, realizar el secundario acelerado y finalmente ingresar a la facultad de Medicina de una universidad privada, beca de por medio.

En el transcurso, y luego de un tiempo, se reencuentra en la oficina de reintegración, intervención mediante de la psicóloga y del sacerdote, con su madre, sus pequeñas hermanas a las que desconocía y su padrastro. Se entera con dolor y bronca, que su hermanito, al que ella había salvado, murió en un accidente vial a causa de sufrir un ataque de epilepsia, subido a su bicicleta, en la ruta.

La madre le exige retornar a la finca para hacerse cargo de las labores, haciéndole sentir el peso que para ella significó la ausencia de Belky, dado que restó fuerzas a la economía familiar, tal como si la niña se hubiera ausentado por voluntad propia. Por su parte, las hermanas recelan de ella, le temen y particularmente, la del medio, le muestra inicialmente odio, hostilidad. El más amigable es el padrastro.

Con el transcurso de la telenovela todo esto irá cambiando hasta llegar a un final bastante predecible.

No abundo con el fin de respetar el derecho a enterarse del contenido de la misma por voluntad y por sus medios a quien esté interesada o interesado en ver la teleserie.

 

Evaluación de la serie

Ya anticipé que cabe ubicarla dentro del género de la telenovela, aunque por ciertas características dignas de especial consideración en gran parte sobrepasa o desborda los límites de tal género. No es un mero culebrón, aun cuando en distintos tramos presente rasgos propios de este tipo de producciones.

Entre tales características dignas de especial consideración destaco:

  • la problemática que encara,
  • los debates que de hecho detona o debería detonar
  • y la fuerte tensión dramática que alcanza en muchos de sus tramos.

A eso suma en su favor el libro - hasta cierto punto -, la dirección, la producción, cámaras y fotografía, escenografía y escenarios con gran uso de exteriores, actuaciones sobresalientes no sólo de la protagonista sino de cada una y cada uno de los intérpretes, la música -colombiana y latinoamericana casi en su totalidad -, la presentación, algunos diálogos de sumo interés, secuencias humorísticas y hasta reideras, la agilidad, los múltiples conflictos que contienen a todas las áreas de lo humano y, como broche de oro, la canción Como la cigarra de María Elena Walsh.

Su mayor punto débil es cierta tendenciosidad apreciable en:

  • Que los desmanes y atropellos cometidos por las fuerzas armadas son presentados como responsabilidades de ciertos integrantes de la misma, eximiendo a tales fuerzas de toda culpa institucional
  • La omisión de la intrusión yanqui
  • Cierta puerilidad y apuesta a la ingenuidad que rebajan, en muchas de sus partes, la densidad que merece la problemática de la que trata.

 

También entre sus carencias y fallas incluyo el uso de algunos clisés, secuencias predecibles que predominan sobre los giros que puedan sorprender, un final que raya en lo convencional, aunque tiene validez para estimular el debate.

Estos puntos débiles son motivo de que en esta publicación no vaya más allá de lo que me interesa muy particularmente abordar, de ceñirme a un ángulo desde el cual analizar esta serie.

 

 

El porqué de mi interés en abordar esta serie

Mi interés en abordar esta serie radica en que nos pone ante una problemática de enorme interés para los latinoamericanos (y también para audiencias de otras latitudes), que contiene mucho de lo local, de lo propio y al mismo tiempo de lo universal, particularmente cuestiones tales como:

  • El contraste entre la vida de combatiente y la reintegración
  • El peso de la clandestinidad, que tiende a cargarse de por vida
  • El atraso, la pobreza, el sometimiento y la injusticia que sindican a Colombia como representativa de la generalizada realidad de América Latina en la cual las oligarquías, las grandes burguesías locales asociadas a los mandamases imperialistas explotan, oprimen, depredan.

Particularmente por estas razones la teleserie, más allá de sus intenciones, de sus aciertos y de sus inconsistencias, es una herramienta para el debate en profundidad que tanta falta hace en nuestra atribulada América Latina y, muy particularmente, en la Argentina.

Este interés, advierto, tiene mucho de autorreferencial lo cual lo comprobé en la conmoción, la franca movilización con su gasto psíquico, que significó para mí verla del principio al fin.

Me explico: comencé mi vida laboral y mi militancia política hacia fines de mi escolaridad primaria y, unos pocos años después del derrocamiento del gobierno revolucionario, nacional y popular conducido por Perón.

Es decir, desde aproximadamente los doce años me inicié en la clandestinidad, una clandestinidad a varias puntas.

Siendo de origen humilde, de familia pobre, a menudo en variados ámbitos tenía que disimular mis privaciones u ocultar mi activismo político, de compromiso siempre con la causa de lo nacional, del pueblo, de los trabajadores, con la acción franca y abiertamente revolucionaria.

Esa vivencia de la clandestinidad, que perduró en todos los sentidos como tal desde ese momento de la infancia hasta el término de la última dictadura genocida, persistió en cierto modo, hasta hoy, aunque de manera ya muy morigerada. Si no fuese así, no estaría publicando esta suerte de ensayo ni difundiría ni mostraría a cielo abierto mi activo compromiso político con la intensidad y exposición con que lo hago.

Pero la clandestinidad con todo lo que ella implica en cuanto haber padecido prisión y tormentos por mi militancia política, expulsión de colegios y de la UBA en su momento también por tal militancia, despidos laborales, discriminación, persecución, censura, ninguneo y otros pesares, que también afectaron a mi familia de origen y a mi familia fundada, esa clandestinidad, ese peso de la clandestinidad, deja sus huellas de por vida. Más aún, si uno sigue siendo afectado, como lo soy, por la censura, la incomprensión, la discriminación y el ninguneo, tributos a pagar también por la decisión de responder sin claudicaciones a mis convicciones y autonomía.

En consecuencia, a lo largo de la teleserie vivencié, por momentos de manera muy poderosa, un lazo tenaz, francamente conmovedor, de intensa movilización psíquica y hasta física,

  • entre la protagonista – y algunos otros personajes -, sus situaciones, interacciones, experiencias, traumas,
  •  y yo en mis entornos.

 

Desde qué ángulo la abordo

La abordo desde el ángulo de la subjetividad de la protagonista, de “la niña”, en su interacción con la objetividad en la que está inmersa, la interacción con los otros y con lo otro, sus vínculos familiares, institucionales y grupales en general, su intercambio y pertenencia a las distintas organizaciones por las que transita o de las que participa.

Dejo en claro desde ya que, en mi concepción, que cuido sea epistemológicamente fundamentada, no hay subjetividad sin objetividad y viceversa.

De tal manera, soy fuertemente cuestionador de las posturas que se circunscriben a la lectura de la “subjetividad” como la tan de moda y finalmente frívola y superficial que se centra en “la subjetividad que construye el capitalismo”, olvidándose de la objetividad como si ésta fuera de palo y, para peor, de modo mecanicista, como si en nuestra época solamente el capitalismo construyera subjetividad.

Al abordarla desde tal ángulo, el de Belky y sus interacciones, prescindo a propósito de analizar cuestiones que nos embarcarían en polémicas sin duda valiosas pero que por su complejidad y las susceptibilidades que pondrían en juego resultarían infructuosas o irritativas, inútilmente irritativas para el caso.

Cerraré el artículo con una conclusión basada en mi creación más difundida, el Método Vincular, con el cual fundé una ciencia que tiene por objeto la interacción social en todos los ámbitos de lo humano: social, político, cultural, mercado, etc.

 

“La niña”, desde alias Sara a Belky

La niña no sale del monte para regresar a su mundo rural de origen, sino a lo urbano.

De pequeña vivía en el campo; a partir de sus ocho años, reclutada por la guerrilla, se sumerge en el monte (con muy ocasionales incursiones en la urbe) y, finalmente, al ser reintegrada pasa a vivir en la gran ciudad.

De tal manera, en un breve lapso de su existencia transita la quieta vida rural en familia, habita en combate el monte agreste y riesgoso durante alrededor de siete años  y, finalmente, arriba al ambiente urbano tan alejado de la rutina de su infancia y tan distante también del monte inhóspito y peligroso, un lugar en el que sea por la batalla y la militarización, sea por el rigor de la Naturaleza, la integridad psíquica y física así como la vida misma se hallaban en constante vulnerabilidad y riesgo de pérdida.

La llegada a la vida urbana, por su desmovilización y para su reintegración, la expone a una existencia para la cual lo aprendido en su infancia la predispone para la madurez y para la cual lo vivido en el monte se torna causal de obstáculos insalvables, aunque, a la vez, la provee de capacidades, de aptitudes y de conocimientos que sobrepasan a quienes serán sus nuevos mentores y sus nuevos pares (amigas y amigos, compañeras y compañeros) y también a los miembros de su familia.

Justamente uno de los momentos más salientes de la serie es cuando ella, en su rol de estudiante de medicina, identifica un par de cadáveres como “falsos positivos”, cadáveres de agricultores pobres asesinados por el ejército con el falso pretexto de que se trataban de guerrilleros.

“La niña” o alias Sara o Belky revelará una madurez y precocidad, una capacidad para afrontar dificultades y resolver problemáticas que la ubicarán crecientemente, en sus nuevos entornos, en un lugar destacado, sobradamente impar y envidiable: será, con el transcurso del tiempo, toda una líder.

Resalta el contraste entre:

  • su seguridad de sí, su firmeza, su inteligencia, su percepción, su ingenio, su madurez, su sabiduría

versus

  • la vida rutinaria, la ingenuidad, la insuficiente capacidad para tolerar la frustración, la frivolidad, el egocentrismo, los prejuicios de quienes integran su nuevo entorno.

En ese contraste, del principio al fin, con idas y vueltas, con peripecias, acuerdos y desacuerdos, sólo cuenta con la psicóloga, el cura, el “para” del que se enamora y el jefe militar a cargo de garantizar el cumplimiento de los derechos humanos en el ejército. Finalmente, un amigo (verdulero y estudiante), su familia y sus otros grupos de pertenencia la integrarán por completo, amándola y respetándola.

Belky se desmoviliza y se incorpora a la vida civil en el marco del llamado “programa de reintegración” (o de reinserción) afrontando un extremo triple pasaje sumamente desafiante y de gran costo psíquico:

  • Del combate a la paz
  • Del monte a la ciudad
  • De la clandestinidad a lo público

Ese triple pasaje supone una migración cultural, social, política, psicológica y económica de gran envergadura.

Cada paso que da en su nueva vida -pacífica, urbana y pública- implica un esfuerzo de sobre adaptación, de máxima exigencia.

Su familia le responde inicialmente con comportamientos que la descolocan, la alteran o la humillan, con excepción del padrastro, Miguel, quien es el más receptivo.

La madre pretende que regrese de inmediato al campo a hacerse cargo de las tareas que “abandonó” al incorporarse a la guerrilla: renegación (= concepto psicoanalítico) de la madre a varias puntas ya que actúa como si desconociera que Belky fue reclutada a la fuerza, que se ofreció para salvar a su hermano epiléptico y que la desmovilización y reinserción significan para ella desafíos sobrehumanos.

Las hermanas la rechazan culpabilizándola, de modo que también reniegan: actúan como si Belky retornara de un lugar por ella elegido, un lugar considerado no sólo ilegal sino criminal, como si “la niña” fuese alguien amenazante y hasta indeseable.

No reconocen ni el sacrificio que Belky hizo ni tampoco que la guerrilla supone que la injusticia, la explotación y la concentración de poder en manos de las oligarquías y gran burguesía son determinantes para la vía armada revolucionaria, dicho esto más allá de que las FARC, el ELN y similares fueran o no genuinamente representativas de los intereses populares, lo cual vale debatir (pero no voy aquí a abocarme a tratar esto dado que requiere un análisis específico y pertinente de una complejidad que obliga a un desarrollo en profundidad que, en todo caso, encararé en otras publicaciones, basándome además en la propia experiencia argentina de los 60 y los 70, experiencia de la cual participé como puede suponerse).

La guerrilla y el combate, el monte hostil e indómito y la clandestinidad, en su articulación, suponen una cultura, modos de interacción, sistemas de jerarquías, configuración psíquica y normas muy diferentes, contrastantes, respecto de la vida pacífica, la reinserción, lo urbano y lo público.

Belky tendrá que pasar, más penosa que felizmente, una transición que implica abandonar su identidad de guerrillera, las prácticas adquiridas por vivir en la selva, su hábito de subordinarse a jefes, su definición de enemigo, su acostumbramiento a la clandestinidad.

Un comportamiento de Belky, la Niña, (a) Sara refleja dramáticamente y simboliza elocuentemente ese pasaje:

en la nueva vida portará continuamente un bolso con larga correa de manera similar al modo en que en la selva se desplazaba con el fusil.

Ese bolso ejemplifica el “objeto transicional” de Winicott, ese objeto tan habitual en bebés, nenas y nenes, con el que se metaboliza el paso del hogar a los nuevos ámbitos (jardín, escuela, espacios domésticos desconocidos y espacios públicos variados: el típico “osito” o el muñeco de preferencia o, como lo llaman en Francia, el dudú es ese bolso de Belky).

También la continua alternancia entre sus distintos nombres, “la niña”, Sara y Belky, reflejan esa transición.

En esa transición al conflicto con su grupo familiar, se van sumando los que sobrelleva en distintos ámbitos, incluyendo el Programa.

Continuamente se superponen los recuerdos de su vida de combatiente con su nueva realidad.

Ese pasado de guerrillera interactúa persistentemente con su actualidad de joven mujer que busca adecuarse a la vida urbana.

En ese pasaje, se superponen constantemente la persistencia de la clandestinidad con la exposición pública.

Completa sus estudios primarios y concreta los secundarios aceleradamente, para ingresar, gracias a la beca, a una universidad en la que se formará como médica.

De tal manera, se mantendrá a medias en la clandestinidad y avanzará lentamente a su blanqueo. Deberá ocultar por mucho tiempo su condición de exguerrillera en los entornos a los que se va incorporando al mismo tiempo que tal condición es conocida por los responsables del programa, por el chico ex paramilitar con el que formará pareja con grandes dificultades, por su familia y por jefes militares.

Para los demás será Belky, una joven de origen desconocido.

Belky carga con muchos dolores, duelos irresueltos, malestares y penas.

Tres son los destacables y, quizá, los que más pongan de relieve la cuestión de género, la violencia de género, así como, el tercero, el pesar de lo irreparable que parece hacer inútil su sacrificio al ofrecerse a ser reclutada:

  • La violación sufrida en manos de un jefe militar cuando es capturada en combate, violación de la cual dicho jefe se vale para hacer llegar un mensaje desafiante al comandante guerrillero, habida cuenta de que Sara es la “niña de los ojos” de este último. La Niña – mujer – es rebajada a prenda de intercambio entre “machotes”.
  • La ejecución de su amiga íntima en la selva, una guerrillera que ocultó su embarazo, resistiéndose así al aborto forzado de práctica en el grupo combatiente.
  • La muerte de su hermanito, en un accidente en la ruta, el hermanito amadísimo por el cual ella se había entregado a la guerrilla, muerte de la que se entera al reencontrarse con la madre.

En la nueva vida, Belky irá descubriendo similitudes y diferencias entre la selva y lo urbano, entre aquella cultura de la que había formado parte y esta nueva a la que busca denodadamente adaptarse. Al mismo tiempo tendrá que hacer coexistir durante un tiempo cierto anclaje en la clandestinidad, el secreto, lo oculto con la vida de superficie, lo público, lo exhibible.

Al final, podrá desprenderse, hasta donde es posible, del peso de la clandestinidad y asumir una existencia más libre.

Las diferencias se basan, sobre todo, en la posibilidad de alcanzar su sueño, de llegar a la autonomía y de manera plenamente social, de una manera alejada por completo de toda proclividad al “individualismo”.

Al fin de cuentas, ella se educó, primero en su hogar rural y luego en la selva, en que su lugar, su identidad, su persona devienen de la solidaridad (bien o “mal” entendida), de la generosidad y del compromiso con lo social y con la justicia integralmente considerada.

Sobre esa base, su van añadiendo otras diferencias como lo que supone estudiar, trabajar percibiendo salario, tolerar la frivolidad o la liviandad, reconocer el peso de la competencia y de la “competitividad”.

Las similitudes las percibe en las tendencias al despotismo, a las cerradas estructuras jerárquicas, al maltrato y la delación.

El pasado la acosa tanto por vía del coronel que la violó como por la extorsión de la que la hacen objeto ex camaradas.

También en el presente, la nueva actualidad y los nuevos entornos, sufrirá y verá sufrir el acoso, la violencia de género, el descuido de los niños (cuando no el maltrato), la injusticia.

Particularmente expresivo es el comportamiento depredador, machista, opresor, abusador del profesor de Anatomía, personaje que despertará sin duda el rechazo de espectadoras y espectadores, un personaje equivalente al coronel violador del ejército regular colombiano, espejo el uno del otro.

En esta nueva selva lo boscoso impenetrable, las alimañas, así como también la solidaridad entre camaradas y la vocación de lucha, se conjugarán generando continuamente problemáticas que ella afronta y resuelve con inteligencia, con ingenio, con humildad, con afecto, con una impactante capacidad de comprensión. Todo esto concurre a mostrarla con una madurez excepcional tanto comparada con sus pares como con su familia, sus superiores, sus profesores, sus amigas y amigos, sus enemigas y enemigos.

Para quienes, como quien esto escribe, conocimos la lucha de alto riesgo, la clandestinidad, penas y dolores de difícil asimilación, lo que cuenta la serie, a través de la Niña, Sara o Belky, la identificación es inevitable: pasar de la ocultación, pasar de vivir al mismo tiempo dos o más existencias durante un largo período, para más ubicado en la infancia, la adolescencia, la juventud para adecuarse a la “vida civil normal”, la única que conoce la población en general, exige un esfuerzo sobrehumano de adaptación. La serie me ayudó a tomar conciencia de la magnitud de ese esfuerzo, tanto tiende uno a naturalizar el riesgo y el sufrimiento.

Mientras Belky entiende, y crecientemente, el punto de vista, el modo de comportarse, la existencia de todas y todos con quienes interactúa en la nueva vida, nadie puede hacerlo con ella, no hay reciprocidad posible (salvo el “para” con el que arma su pareja).

Por eso Belky va “desarmando” y cautivando a su propia familia y a los distintos grupos a los que se va integrando.

Por eso Belky se revela como capaz de la mayor tolerancia y, al mismo tiempo, termina siendo profundamente amada y revalorizada por su madre, sus hermanas, su padrastro, sus amigas, amigos, compañeras, compañeros, profesoras, profesores, vecinas y vecinos y hasta por quienes, otrora, habían sido enemigas y enemigos.

Belky deslumbra por poseer conocimientos que nadie, ni siquiera sus profesores, tienen al punto de que asumen que tienen que aprender de ella. Como ya comenté sorprende inmensamente a médicos forenses y sus compañeros de estudio al detectar “falsos positivos”. También cuando descubre de qué manera fue asesinada una mujer, una combatiente, gracias a que lo padecido por ésta es un calco de lo que sufrió ella misma a manos del coronel sanguinario.

Belky va sustituyendo la severidad de su Superyó por la flexibilidad, la capacidad de síntesis y la genuina autonomía afirmadas en el Yo.

Desde el punto de vista de mi creación, el Método Vincular, Belky va impulsando la travesía en sus grupos de pertenencia:

  • de la Primarización, ceñida a las configuraciones endogámicas.
  • a la Secundarización, la cual impulsa a la exogamia con todo lo que esto implica, más allá de su significado convencional.

Por todo eso, por todo lo arriba expuesto, finalmente Belky deviene líder, ahora en su nueva vida.

Eso lo logra porque, en vez de renegar de lo vivido, sintetiza las distintas etapas de su tan singular vida:

  • Su infancia en el medio rural
  • Su actividad como guerrillera
  • Sus interacciones en la nueva existencia, en su actualidad.

 

Rubén Rojas Breu

Buenos Aires, enero 7 de 2021

 

 

 

 

 

 

 

 

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