Rubén Rojas Breu
SOBRE PERÓN Y EL PERONISMO FUNDACIONAL
Consideración previa sobre el contraste entre el peronismo fundacional y el que se autoproclama hoy “peronismo”
La mayoría de las argentinas y de los argentinos, peronistas y no peronistas, perciben o intuyen que entre el peronismo fundacional y el que actualmente se autodenomina “peronismo” existe una distancia sideral. Casi se diría que no tienen puntos de contacto, salvo que uno se conforme con la epidermis o la espuma, con las meras apariencias.
Sobre el peronismo fundacional trata este artículo y a través de su lectura se puede detectar hasta qué punto son diferentes y hasta contrastantes e, inclusive, antagónicos aquel peronismo del origen y esta pálida versión en la que se sustentan dirigentes, gobernantes y seudo organizaciones políticas que simulan peronismo.
Dejo que la lectora y el lector, a través de las siguientes líneas, deduzcan el contraste.
A qué llamo “peronismo fundacional”
Llamo peronismo fundacional al que se inicia, embrionariamente, cuando Perón se hace cargo en octubre del 43 del Departamento Nacional del Trabajo, el que tiene como fecha de bautismo, bautismo de proporciones gigantescas, el 17 de octubre del 45, continuándose con las elecciones de febrero del 46 y la asunción del gobierno en junio del mismo año. Ese peronismo fundacional se extiende, en el tiempo, hasta la muerte de Perón el 1º de julio de 1974, momento funesto en el cual la Argentina se queda sin conducción política.
Es como si la Argentina entonces hubiera sido castrada, lo cual se acentúa con la instauración de la dictadura cívico militar más horrenda, la dictadura genocida.
El peronismo fundacional, como es sabido, produce la revolución más trascendente de nuestro país, una revolución que por sus implicancias y alcances se equipara a la francesa, la mexicana, la rusa, la china y la cubana. También podrían considerarse en la lista la de mayo de 1810 completada con la declaración de la independencia de 1816, tan alentada por San Martín, la haitiana, la paraguaya del siglo XIX, la uruguaya encabezada por Artigas y algunas otras que prescindo de citar a fin de no fatigar.
El peronismo fundacional produce una transformación de fondo en nuestro país, sobre lo cual mucho se sabe y, además, innumerables textos y memorias vivas hay al alcance de cualquiera para conocerla en detalle.
Aquí destaco que el peronismo fundacional, centralmente:
- Articula nación, pueblo y trabajadores en un nivel que supera al alcanzado por otras revoluciones,
- Refleja tal articulación en la conciencia colectiva y propicia la acción política del pueblo argentino, su conducción, su organización y su cultura política,
- Incorpora activamente a la conducción, a la organización y a la acción políticas a sectores fundamentales, empezando por los trabajadores y siguiendo por las mujeres; más tarde lo hará con los jóvenes. De tal manera, el peronismo fundacional es un democratizando perpetuo ya que continuamente desborda los límites que tienden a imponer los encorsetamientos democratistas, republicanistas e institucionalistas. Para el peronismo fundacional, democracia, república e instituciones se afirman en una continua transformación, jamás quedan congeladas,
- Genera la aspiración a la integración latinoamericana,
- Desarrolla un ideario propio de alta complejidad, habitualmente denominado “doctrina peronista” y estimula un pensamiento propio, nacional y popular, neutralizando o contraviniendo la penetración cultural e ideológica,
- Instaura definitivamente la conciencia de derechos y, sobre todo, la conciencia del derecho a tener derechos,
· Eleva al nivel de sublime valor la Justicia, la Justicia en todas las áreas de vida humana (no únicamente la justicia social, ni mucho menos solamente la jurídica)
- Crea la Tercera Posición la cual no sólo deviene en diferenciar a la Argentina y al peronismo de los paradigmas antagónicos de la época, sino que instaura el concepto de síntesis, así como sienta las bases de lo que será el Tercer Mundo y el Movimiento de Países No Alineados, de modo tal de propiciar la integración de nuestro país con las naciones y los pueblos considerados periféricos por el colonialismo y el imperialismo,
- Es declarado enemigo por parte del imperialismo, del colonialismo y del neocolonialismo, lo cual Perón y el Movimiento Peronista asumen, por consiguiente, estableciendo definitivamente la posición antiimperialista y anticolonialista,
- Es, como se desprende de todo lo antedicho, de vocación marcadamente exogámica ya que impulsa tanto la expansión hacia adentro como la interacción con el afuera.
- Aunque está susodicho, el peronismo fundacional proclama la primacía de la Política.
De acuerdo con mi producción, el Método Vincular, el peronismo fundacional ocupó el Posicionamiento Vincular Constructivo (cuya descripción puede encontrarse en mi libro Método Vincular. El valor de la estrategia y en distintas publicaciones en rubenrojasbreu.blogspot.com).
La primera campaña electoral del peronismo fundacional
Aun cuando no hubiera, no la había, intención de campaña electoral, ésta de hecho se inicia al asumir Perón su primer cargo en un gobierno nacional, en 1943.
Un dato clave para diferenciar a Perón de quienes pretendieron sucederlo en la conducción del peronismo y particularmente respecto del actual candidato del FdT es que el “general” desde el principio fue un conductor político y un transformador. Es decir, no fue un administrador ni un mero gestor. No fue simplemente un conocedor de los vericuetos, resortes y dispositivos del Estado, sino un estadista y un estratega.
Perón era un militar altamente capacitado, estudioso y de gran vocación por la originalidad. Al mismo tiempo, por sus orígenes como por sus experiencias, por su vida misma, tuvo a lo largo de su vida, desde niño, interacción comprometida con los más variados sectores de la sociedad y, particularmente, con los estratos más humildes o populares.
Al mismo tiempo, por su formación militar, valoraba tanto la estrategia como la organización. De tal manera, para él el pueblo no será sino una organización política compleja mayoritariamente constituida por trabajadores. Por trabajadores organizados.
Perón conduce al pueblo y, especialmente reitero, a los trabajadores, como una fuerza para imponer la genuina democracia, lo que respetando el griego original es justamente “gobierno del pueblo”, lo cual postulará en una de las veinte verdades.
Desde 1943 impulsa políticas; o sea, no administra o gestiona simplemente, no.
Repito, impulsa políticas que dan lugar a la instauración de derechos y de justicia social, como los tribunales de trabajo, el estatuto del peón rural y el fortalecimiento y participación política de los sindicatos. Simultáneamente, como se sabe, actúa decisivamente en la penosa tragedia del terremoto de San Juan de 1944, acompañado ya por Evita.
Es decir, Perón llega al 45, a las elecciones del 46 y a la asunción de su primer gobierno sostenido en una trayectoria signada por políticas transformadoras. Y lo hace con toda la autonomía, y aún más, de la que podía disponer, al punto de malquistarse con el gobierno del 43-46 y muchos de sus camaradas, lo cual da lugar a la conspiración que lo confina y encarcela en la isla Martín García.
Al momento de iniciar la campaña electoral, ya abiertamente encarada a partir del hito inaugural y trascendente del 17 de octubre del 45, Perón contaba con una entusiasta adhesión popular nacida y nutrida por las políticas que ya había puesto en marcha, incluso para disgusto del gobierno al que pertenecía.
Esa jornada, que inquietó a los gobernantes de turno por lo que parecía una marea humana incontrolable, motivó la libertad de Perón, su convocatoria a la Rosada y una reunión en la que sus mandos le preguntan ansiosamente: “¿qué hacemos?”, a lo cual Perón respondió “llamen a elecciones”. Acto seguido, pasó al famoso balcón el cual inauguró con una arenga imponente y perdurable.
Es decir, Perón, con el apoyo popular, forzó el llamado a elecciones. Éstas no estaban en los cálculos “institucionalistas”.
Más importante aún es que tales políticas encaradas por Perón habían provocado la reacción alevosa de la oligarquía tradicional a medias feudal, de la gran burguesía y del imperialismo, para el cual la Argentina tenía destino de colonia -colonia de hecho para Gran Bretaña, colonia a anexar para los EEUU de Washington-.
Perón convoca y, en una suerte de interacción fructífera, es convocado por la mayoría de las organizaciones sindicales combativas y por partidos nacionales y populares, así como también por desprendimientos del radicalismo, del socialismo, del comunismo y hasta del conservadorismo más criollo.
A la vez, como lo testimonia justamente el 17 de octubre, Perón no sólo convoca a fuerzas organizadas políticas y gremiales, sino que en paralelo establece una interacción definitoria -que será permanente- con las bases. Por bases hay que entender al pueblo - tal como lo defino en otros textos que pueden consultarse en este blog - y por vía del mismo, por vía del pueblo, a las masas en general.
Es decir, Perón siempre articuló dos carriles: el de la convocatoria de las organizaciones y el de la interacción presencial, así como mediada, con las bases.
También Perón hizo otras dos distinciones estratégicas:
- Conducción política y gobierno, distinción en la cual el primer término es el prioritario mientras que el gobierno es la herramienta,
- Movimiento y partido, diferenciación similar a la primera en tanto el primero es el determinante y el partido el instrumento para fines electorales.
En aquella primera campaña, entonces, Perón (y las organizaciones que conducía y representaba), circulaba por ciudades, localidades y calles, a menudo acompañado por Evita al mismo tiempo que se reunía con sectores, incluso “contreras”, con los cuales se disponía a contar.
Por otra parte, Perón, orador magistral, tenía una especial capacidad para dirigirse a las bases y simultáneamente a los sectores más específicos, “cultivados”, experimentados en política o en otras áreas.
Agréguese que sus discursos eran de gran elaboración conceptual, incluso cuando se dirigía a las bases en Plaza de Mayo o en otras ágoras: basta escuchar o leer con detenimiento el discurso del histórico 17 de octubre, ante la plaza desbordada, para detectar conceptos de gran complejidad expresados con una simpleza conmovedora y con un espíritu épico que movía a la exaltación.
Se dice que Perón era carismático y, sin duda, lo era.
Pero “carisma” es una expresión controversial y, a menudo, asociada con demagogia; Weber al caracterizar lo que él denominó “tipo de dominación carismática” de alguna manera contribuyó quizá a cierta degradación del término.
Ya hace unas décadas me ocupé de arrojar luz sobre esta expresión procurando transmutarla en concepto; lo publiqué en mi libro Método Vincular. El valor de la estrategia.
Aquí va, entonces, mi conceptualización de carisma:
Carisma es el nivel óptimo al que llega la identificación como organizadora de la relación de liderazgo.
1. La identificación como organizadora del carisma opera en cuatro dimensiones concurrentes (o en simultáneo), a saber:
2. Fijación de la similitud líder-seguidores. Uno y otros comparten una constelación de características observables y no observables-sí deducibles-.
3. El líder es capaz de ocupar una posición de poder de envergadura y carácter equivalentes a los pretendidos por sus seguidores.
4. Siguiendo la hipótesis freudiana, el líder ocupa la posición del Ideal del Yo y la situación de liderazgo propicia el sentimiento de fraternidad con la pertenencia como su derivado básico.
5. El líder promete y finalmente garantiza poder a sus seguidores, sugiriendo que cada uno de éstos a través de él ocupa el lugar que él (el líder) ocupa, así como puede llegar a ser su reemplazante (Napoleón: “cada uno lleva en su mochila el bastón de mariscal”).
Como se ve, a Perón le cabe la atribución de carisma.
El carisma, de tal manera, deviene un concepto de la teoría política y, en la praxis, implica una capacidad constructiva, estimulante, convocante, generadora de mística y de épica. Sin mística y sin épica no hay transformaciones de fondo, no hay revoluciones.
Lenin, Trotsky, Zapata, Evita, Fidel, el Che, Mao, Tito, Nasser, entre otras y otros, disponían de carisma. También más atrás en el tiempo, Pericles, Alejandro Magno, Espartaco, Vercingétorix, Juana de Arco, Tupac Amaru, Lautaro, Hatuey, Napoleón, Güemes, Juana Azurduy, Artigas, Dorrego, San Martín, Bolívar, Facundo, Peñaloza e, incluso, podría decirse que también Yrigoyen.
Finalmente, y con carácter de mención especial, Perón y el peronismo fundacional elaboraron, propusieron y difundieron un Proyecto: un Proyecto de emancipación y de realización de nación-pueblo-trabajadores, el cual sería, en gran parte, plasmado en el período 46-55.
Un modo sumamente elocuente y, por cierto, exitoso de expresar resumidamente el Proyecto fue el lema Braden o Perón.
Así formulado, parece una trivialidad o una consigna de baja significación. Pero para las argentinas y argentinos de 45/46 ese lema estaba colmado de sentido: Perón a esa altura significaba nación-pueblo-trabajadores, emancipación, realización, soberanía, justicia social, independencia, derechos, política internacional independiente, integración latinoamericana.
Braden quería decir no sólo “imperialismo yanqui” sino también sometimiento, coalición oligárquica local la cual apoyaba al entrometido y bufonesco embajador, burocracia política y partidos vetustos, desprecio por los trabajadores y los humildes, latifundios, explotación, hostilidad hacia la América india y latina, colonización en todas sus variantes: en una palabra, despotismo.
La segunda campaña electoral del peronismo fundacional
Con el derrocamiento sanguinario del gobierno peronista en el 55 llevado a cabo por la coalición cívico-militar-clerical antiobrera, antipopular y antinacional, Perón se exilia y comienza la heroica Resistencia peronista.
En cierto modo, podría decirse que la segunda campaña electoral del peronismo fundacional comienza entonces. Aún de manera anárquica, inorgánica, con desorientación, en posición de franca debilidad, el peronismo no resigna su derecho a seguir conduciendo la Argentina y, por lo tanto, a continuar gobernándola.
De hecho, a poco de su caída, Perón desde el exilio conduce.
Esa conducción se expresa no sólo en la Resistencia, la cual con mutaciones durará desde el 55 al 73, sino en distintas decisiones políticas que hacen a la marcha del país: por ejemplo, el pacto que concierta con la UCRI, conocido como Pacto Perón-Frondizi.
Como se sabe, Frondizi incumple el pacto.
A lo largo de sus 18 años de exilio, Perón, basado en su concepción estratégica, da pasos para conducir a nuestro país y retornar en algún momento al gobierno, ocupado personalmente por él o por algún otro peronista.
Muchos de esos pasos los dio en la arena internacional, interactuando con Tito, el yugoeslavo, con la Revolución Cubana (incluyendo entrevistas secretas con el Che), con Mao, con De Gaulle, con Nasser y con un sinnúmero de líderes y organizaciones, sobre todo del Tercer Mundo (recordemos que Francia, conducida por De Gaulle, es uno de los países fundadores y miembro del Tercer Mundo).
Más específicamente, la segunda campaña electoral comienza cuando la dictadura cívico-militar encabezada por el general Lanusse llama a elecciones, luego de asumir la derrota causada por las grandes movilizaciones populares (Rosariazo y Cordobazo como las más resonantes), la guerrilla rural y, sobre todo, la urbana y, justamente, el clamor generalizado por el retorno de Perón, ese retorno por el cual combatió la Resistencia peronista y cuyo anhelo se simbolizaba con la consigna “luche y vuelve”.
En el 64 el gobierno ilegítimo de Arturo Illia había impedido el retorno de Perón, quien había logrado llegar a Brasil, en donde por pedido del gobierno argentino fue obligado a regresar a España.
Esa segunda campaña electoral se dio, entonces, en el marco de una intensísima movilización popular y de la lucha armada.
Perón es proscripto como candidato por una medida del gobierno de Lanusse. El por entonces delegado personal de Perón, Héctor Cámpora, se hace cargo de la candidatura presidencial, acompañado en la fórmula por Vicente Solano Lima.
Es una época muy dura, de mucho derramamiento de sangre; al mismo tiempo, en medio de sentimientos fuertemente encontrados, surge la esperanza y el entusiasmo.
Perón retornaba, como conductor.
Paso por alto todas las circunstancias que merecen una minuciosa descripción y un profundo análisis, en aras de ir al punto que tiene que ver con mi propósito para este artículo.
Centrándonos en Perón y el peronismo fundacional, esa campaña nuevamente articuló la convocatoria de organizaciones políticas, gremiales y sociales, así como la estrecha interacción con las bases.
Es decir, Perón se mantuvo fiel a su modalidad de conducción, a lo que genuinamente es una conducción política. Su figura había alcanzado una estatura monumental, con alto reconocimiento internacional.
También actualizó la doctrina, conceptualizó en alto nivel, puso sobre la palestra (por primera vez por parte de un líder en el planeta) la cuestión del medio ambiente o ecológica y propuso el Modelo Argentino- Proyecto Nacional.
Ya, cuando debe hacerse cargo del gobierno (lo cual no estaba inicialmente en sus planes) convoca al Pacto Social, frustrado a medias -subrayo “a medias”- en parte por la convulsión en la que se encontraba nuestro país y, finalmente, por su muerte.
También toda su labor en ese período fue afectada por el golpe en Uruguay y el derrocamiento de Allende y su gobierno socialista de Chile. Con Allende también había tenido encuentros de concertación en Madrid, así que su caída y asesinato por el fascista Pinochet alteró el curso previsto.
Resumiendo:
Esa segunda campaña electoral tuvo 18 años de duración.
En todo ese tiempo Perón articuló la conducción a través de las organizaciones y, al mismo tiempo, mantuvo su intercambio activo con las bases (durante el exilio, por ejemplo, a través de las famosas “cintas”, o sea, grabaciones propias de la tecnología de la época) y, al retornar, convocó a un amplio espectro de fuerzas políticas, gremiales y sociales al mismo tiempo que interactuó con el pueblo, con las masas, con las bases.
Estaba encumbrado en América Latina y en gran parte del planeta y era temido por el imperialismo, así como atacado por la oligarquía local tradicional y la gran burguesía expoliadora y, lamentablemente, por quienes les hicieron el juego a éstas. También el grueso de la alta oficialidad de las Fuerzas Armadas era hostil a Perón. Ni hablar de los medios de comunicación tradicionales.
Desde ya, aún en esas condiciones, mística y épica imperaban.
Perón ganó las elecciones con el 64% de los votos (y no había encuestas, afortunadamente, lo cual hacía que todo fuera más claro y, en cierto modo, que la manipulación no fuera tan desaforada como hoy).
Rubén Rojas Breu
Buenos Aires, julio 2 de 2021