martes, 13 de febrero de 2024

RÉGIMEN O PUEBLO ES LA DISYUNTIVA EN LA ARGENTINA

 



 

 

Rubén Rojas Breu

 

RÉGIMEN O PUEBLO ES LA DISYUNTIVA QUE SE JUEGA EN LA ARGENTINA.

SOBRE EL ROL DE LAS ASAMBLEAS POPULARES

 

El gobierno libertario fue derrotado en su primera brevísima etapa.

 

El acontecimiento más resonante de la derrota es la caída de su ley ómnibus, pero a tal acontecimiento se suman fracasos varios en su gestión, así como la pérdida de gran parte de sus apoyos tanto entre factores de poder como en el acompañamiento de la población que lo catapultó; sus votantes están desertando y los que lo siguen avalando carecen de conciencia política, de cultura política y no tienen idea de qué y a quienes están respaldando ni de cuáles son sus políticas.

 

Los actores que le infligieron tamaño revés son:

 

-     En primer lugar, el Pueblo por medio de su contundente, persistente y tenaz movilización.

 

-     En segundo lugar, las cada vez más dubitativas corporaciones y, fundamentalmente, “la casta política” que lo dejó pagando en el desprestigiado Congreso.

 

Sin embargo, lo que acabo de describir es apenas una parte de lo que está sucediendo: es la parte visible del témpano.

 

Porque no tambalea solamente el gobierno paleolibertario; está en riesgo de derrumbe todo el Régimen, el Régimen político institucional heredado de la dictadura genocida.

 

Agoniza el Régimen institucional que sostiene y cobija a una configuración social y económica tremendamente injusta y que hace estragos con nuestra cultura a la par de que abre las puertas de par en par a la penetración extranjera, particularmente a la yanqui.

 

Pero téngase en cuenta que una agonía, un coma, puede prolongarse en el tiempo gracias a la tecnología de avanzada: así sucede, ya que dicha agonía comenzó sobre fines del 2001.

 

Es un Régimen que, con idas y venidas, con diferencias de matices, respondió a las grandes corporaciones globales y locales que someten a la Nación, al Pueblo y a los trabajadores en todas sus variantes.

 

Ese Régimen atravesó etapas en las que se arrodilló ante la oligarquía, ante las grandes patronales y ante el imperialismo.

Dichas etapas alternaron con gobiernos demagógicos que practicaron el gatopardismo.

 

No hubo transformación de raíz ni mucho menos un Proyecto de gran alcance para la Argentina.

 

El Régimen tuvo dos grandes salvatajes.

 

-     El primero, en 2002/2003 cuando se bamboleó, cuando sus cimientos fueron socavados por la genuina rebelión popular.

Los factores de poder y las dirigencias políticas y sectoriales, a la manera de las plaquetas de la sangre, salieron a suturar la gran herida abierta.

Para tal cometido, debilitaron hasta la extinción a las fuerzas populares, particularmente a las asambleas, y con el recurso electoral encaramaron un gobierno supuestamente renovador o innovador que sostuvo al Régimen; ese gobierno se estiró en el tiempo alternando con la derecha recalcitrantemente antipopular y antinacional.

 

 

-     El segundo salvataje del Régimen justamente lo está intentando el gobierno libertario, un gobierno absolutista teocrático.

 

Contra lo que Milei y los suyos vociferan, este gobierno viene a sostener a todas las castas y a preservar un Régimen devenido obsoleto, insatisfactorio, contrario a los intereses de nación y pueblo.

 

Dicho con la mayor claridad: Milei vino a salvar al Régimen, vino a preservar los intereses de los concentradores de poder y de riqueza y, también, de todas las dirigencias políticas y sectoriales.

 

De ahí las alianzas, contubernios y, también, las falsas o seudo oposiciones.

No hay modo más artero y más efectivo para sostener un Régimen injusto que el de cacarear contra algunos actores del mismo, generando antagonismos engañosos que lleven a la sociedad y a las masas a distraerse en “contradicciones secundarias” y, citando a Perón, a perder dolorosamente el tiempo en gallináceas.

 

Hasta los opositores más intransigentes o que se visten de tales transan de una manera o de otra con el gobierno libertario.

 

Sumergidos en la ambivalencia, se oponen, por un lado, pero lo legitiman por otro porque olfatean que un fracaso definitivo de Milei y sus huestes conlleva la caída de todo el Régimen.

O sea, un naufragio de Milei arrastraría a la totalidad de los poderosos, a la totalidad de los dirigentes políticos, gremiales y sociales, a la totalidad de los gobernadores, legisladores, intendentes, etc.

 

Lo sostienen ahí, con hilvanes y zurcidos, apelando a roscas, discursos vacuos, impulsando recambios, cuestionándolo a medias y frenando la movilización popular descaradamente.

 

Que la referente más notoria de la oposición dizque “nacional y popular” elogie a Milei argumentando como argumenta es un lapsus elocuente que confirma lo antedicho.

De paso sea dicho, la atracción irresistible del espejo lleva al desvarío.

 

Ese lapsus, por decir lo menos, se suma a todos los comportamientos que esa imaginaria oposición ha tenido y tiene desde el gobierno de Cambiemos, pasando por el del FdT hasta el de la actualidad “libertaria”.

 

La izquierda más izquierdista, más allá de su compromiso y del respeto que se ganó, lejos de poner en cuestión al Régimen, lo sostiene con su voluntarismo y es llevada por el temor a sacar los pies del plato; deriva en una versión más del progresismo o en una variante reformista.

 

Puede vaticinarse que una epidemia de prosopagnosia va a desencadenarse entre gobernantes, dirigentes y poderosos: van en camino de terminar no viéndose las caras.

 

A todo ese espectro los cautiva una columna fundamental del Régimen: los medios masivos, que los encandila como la luz a las polillas.

 

En consecuencia, como vengo diciendo, el Pueblo viene dando la lucha en soledad.

 

El Pueblo se movilizó.

 

Impuso a las centrales sindicales, CGT y CTAs, la realización de un paro activo determinante y se expresa, también, a través de cacerolazos, de acciones sectoriales, de reclamos sonoros y, asimismo, de comportamientos que expresan retracción como abstenerse de consumir al punto de sufrir, paralelamente, el hambre que hace estragos entre niñas, niños, adolescentes, jubiladas y jubilados.

 

El Pueblo grita con toda su voz que no cree en nadie y que no quiere seguir a nadie.

 

En ese contexto, desde el inicio del gobierno absolutista, surgen las Asambleas, asambleas barriales, vecinales, populares.

 

Opto por denominarlas Asambleas del Pueblo, confiado en que cumplan su misión, superando categóricamente a las fracasadas de 2001-2003, de las cuales participé.  

 

Las Asambleas están creciendo en convocatoria, en participación y en influencia en todo el país.

 

No obstante, creo que todavía tienen que madurar bastante para tener claros los Objetivos Estratégicos que las hagan una opción eficaz para la transformación, para la concreción del Proyecto.

 

En este momento las veo abocadas a la resistencia, lo cual es comprensible; pero, si quieren alcanzar la victoria, deberán pasar más temprano que tarde a la ofensiva.  

 

Se plantea una disyuntiva para las Asambleas:

 

Una salida de bajas aspiraciones que lleva a terminar corriendo atrás de organizaciones, agrupaciones o figuras líderes que no son más que cartas conocidas del Régimen. Esto equivale a reeditar el fracaso de 2003.

 

La deseable, la que impulso con todas mis ansias:  devenir en expresión acabada del Pueblo, en erigirse en su expresión más representativa y auténtica.

 

Sucintamente, para tal cometido, las Asambleas tienen que elaborar un Proyecto de emancipación y de realización de la Argentina, de la nación y del pueblo, construir la conducción política y organizar cubriendo todo el territorio y conteniendo a las mayorías.

 

Es todo un desafío, pero así están las cosas.

 

En resumen, se trata de la alternativa Régimen o Pueblo.

 

Como sentenció San Martín: “serás lo que debas ser o no serás nada”.

 

El Pueblo es Pueblo o cae en la nada.

 

Las Asambleas, si responden al Pueblo, serán quienes enarbolen el proyecto, conduzcan y organicen o no serán nada.

 

Rubén Rojas Breu

Buenos Aires, febrero 13 de 2024

 

 

 


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