miércoles, 17 de enero de 2024

CUANDO GOBIERNA EL EMBRUTECIMIENTO

 


 

Rubén Rojas Breu

CUANDO GOBIERNA EL EMBRUTECIMIENTO

 

Desde hace mucho tiempo, décadas a esta altura, vengo anunciando el avance del embrutecimiento en la Argentina.

 

Las bases de ese embrutecimiento fueron sentadas por la dictadura genocida, encabezada justamente por ex generalotes que parecían pugnar por quién obtenía el premio al más bruto.

Brutos por brutales y brutos por borricos, borricos arrogantes que parecían orgullosos de su descomunal ignorancia de todo y en todo.

 

Los gobiernos civiles nada hicieron para poner fin al embrutecimiento; por el contrario, mucho hicieron para alimentarlo, particularmente a partir de los 90 con el gobierno menemista y con Menem como dechado de lo bruto y como impulsor de la banalidad, de la frivolidad, de la estupidez, del oscurantismo, de la necedad.

Muchas figuras públicas no solamente de la política sino también de la farándula, del deporte, del espectáculo, de la “intelectualidad”, del periodismo, de los medios en general, lo acompañaron entusiastamente.

 

Ningún gobierno que lo haya sucedido al menemismo hizo nada para revertir tal estado de cosas y, por el contrario, estimularon o aprovecharon esa incultura que pasó a ser dominante.

 

Los esfuerzos de referentes y dirigentes honestos, de científicos, de docentes, de trabajadores, de mujeres luchadoras, de profesionales con vocación fueron insuficientes para detener una marea que devino tsunami. Personalmente caí reiteradas veces en el sentimiento de impotencia, en la sensación aplastante de que mis esfuerzos y de quienes me acompañaban eran y son inútiles.

Me levanto una y otra vez, pero la correntada en contra es fuerte. El alivio y la esperanza renacen con fuerza por obra de la movilización popular, lo mejor que tenemos.

 

Milei y sus huestes llegan al gobierno gracias a ese embrutecimiento que fagocitó a gran parte de la sociedad argentina.

Milei, un arribista sin formación científica ni política y con escaso bagaje intelectual, junto con sus cofrades, fue adoptado por la masa y, particularmente, por la horda para alzarse con la presidencia de la nación.

 

No hay Milei ni libertarios sin caída estrepitosa de la cultura política y de la cultura en general.

 

Hoy en el foro de Davos, un foro de las corporaciones dominantes del planeta, Milei dio una acabada muestra de embrutecimiento.

 

Toda Europa hoy, así como gran parte del planeta, se muestra azorada ante tanta demostración de embrutecimiento como la que el caudillo libertario argentino exhibió.

 

Embrutecimiento acompañado de una enorme petulancia.

 

El diario francés liberal y de derecha “Les Echos” titula:

“En Davos, Milei fue a la carga contra el socialismo creciente” y agrega: ”propuso un pensamiento libertario puro y duro, con un razonamiento simplista”.

Francamente, para avergonzarnos a argentinas y argentinos. Todo un papelón.

 

Por supuesto que Milei se presentó allí con la finalidad de ofrecerse a todos los capitostes allí reunidos como su más fiel servidor, para lo cual extremó un discurso que desbordó de fanatismo por “la libre empresa”.

Al hacerlo, cargó contra el Estado, contra la igualdad de género, contra la preservación del ambiente y contra la justicia social y, en rigor, contra todos los derechos de los pueblos y contra la justicia en todas las áreas de la vida humana.

Toda una regresión a lo más arcaico y oscurantista.

Es tan inconsistente, como lo son muchos de su palo, que desconoce que el Estado, construcción que data se supone desde hace más de seis mil años, se debe, entre otras causas, a la producción de excedentes: es decir, al mismo fenómeno que hace posible hoy la existencia del capital y del capitalismo.

Dicho de otro modo, lo que da origen al Estado es, con el paso de los siglos, lo que da origen al capitalismo tan venerado por el libertario.

 

En su discurso barrió con toda la evolución que la humanidad se fue dando a lo largo de milenios, evolución a costa de mucho derramamiento de sangre, de guerras terribles, de luchas sin treguas de los pueblos, de costos altísimos en vidas, pérdidas de libertades y tantos auténticos sacrificios.

Al escucharlo se hubieron espantado no solamente Perón, Evita, el Che, Rosa Luxemburgo, Tupac Amaru o el papa Juan XXIII.

Se hubieran horrorizado también, de estar en el auditorio, Alejandro Magno, el rey Enrique de Navarra, Catalina de Rusia y hasta María Antonieta. Créanme.

 

Abundan y se difunden hasta abrumar análisis de intelectuales de todo el planeta acerca del avance de la derecha y de la ultraderecha.

 

Por supuesto, en la Argentina, con el advenimiento de Milei, esos análisis están a la orden del día.

Están descaminados al enfocar como un suceso cultural, político e ideológico al que califican como “derecha” o “ultraderecha”.

Están descaminados porque lo de “derecha” o “ultraderecha” es más disfraz que verdad: lo verdadero, lo lamentablemente verdadero, es el embrutecimiento.

 

 El embrutecimiento es toda una corriente en la cual hicieron punta los yanquis, cuándo no.

Tal embrutecimiento generalizado nace en la década del 30, sobre todo en los EEUU de Washington al impulsar en el cine y la literatura producciones que hacían de la simplificación intencionalmente excesiva su meta, con la finalidad de llegar fácilmente a las masas y manipularlas.

No casualmente es la era del nazismo y el fascismo en alza. Es la década en la que nacen los “superhéroes”, simplificaciones exageradas de raigambre claramente nazi o fascista.

 

Hoy ese embrutecimiento es reproducido e intensificado no solamente en el cine y la literatura sino también en las series televisivas, los “reality shows”, los videojuegos, las redes virtuales y, también, en la educación, sobre todo la privada.

 

De tal manera, el embrutecimiento es una política, es la manifestación de un plan destinado a manipular a las masas y a preservar el orden mundial injusto.

 

Ese embrutecimiento está encarnado con la mayor virulencia por Milei y sus libertarios, pero está activo en gran parte de la población, sobre todo sus votantes, y también en la casi totalidad de las dirigencias.

 

También, desde luego, y me consta por experiencia personal, ese embrutecimiento es palpable en los grandes empresarios y hacendados, así como en directores y gerentes de las corporaciones hegemónicas, incluyendo a los medios dominantes de comunicación.

 

Así que la batalla es cultural.

 

No se trata únicamente de ir contra una “derecha” que en la práctica se diluye, es inconsistente, se fragmenta, es insostenible.

 

De lo que se trata es de afrontar el embrutecimiento, mucho más peligroso y mucho más engañoso que la “derecha” como tal.

Es más engañoso porque se oculta bajo la máscara de “la gente”, porque impulsa eso de “para que lo entienda la gente”, porque justifica una aberración electoral con el argumento de que “lo votó la gente” o encubre el macaneo de las encuestas con lo de “es lo que opina la gente”.

 

El embrutecimiento va de la mano, intrínsecamente, con la cerrazón endogámica. A más endogamia, más embrutecimiento y, a más embrutecimiento, más endogamia.

 

Milei con su hermana médium y sus “hijitos” caninos refleja y simboliza la endogamia llevada a su nivel más escalofriante.

Ni siquiera tiene noción de cómo puede caer tal configuración en los otros, ni es capaz de percibir cómo se puede visualizar eso en Davos, su meca.

 

Por consiguiente, el propósito de la batalla cultural es concientizar y elevar la cultura política y la cultura en general, resistiendo el embrutecimiento, buscando doblegarlo o desterrarlo, al mismo tiempo que estimulando las interacciones exogámicas, las interacciones con las otras y los otros que encarnan las diferencias, la diversidad, el pluralismo.  

 

Hacerlo impulsando la construcción de la conducción política hoy ausente, elevando la cultura política y apoyándose firmemente en un Proyecto.

 

 Rubén Rojas Breu

Buenos Aires, enero 17 de 2024

 


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