Índice
temático
Tesis
Consideraciones
preliminares
Puntualizaciones
Premisa
básica
Abordaje crítico de distintos autores sobre la
cuestión del poder
La conceptualización consecuente de las
relaciones de poder
Refutando
la noción de “poder real”
Sobre
la noción “relaciones de fuerzas” y las condiciones objetivas y subjetivas
Algunas
claves para operar sobre las relaciones de poder
Tesis
Me
voy a abocar a demostrar estas tesis:
- que
si la Argentina continúa en el atraso y no se encaró una transformación
revolucionaria no se debe en absoluto ni a relaciones de fuerzas
desfavorables ni a la falta o insuficiencia de las condiciones objetivas y
subjetivas,
- que
la Argentina carece hoy y desde la muerte de Perón de la organización política
que se proponga plasmar el Proyecto resumidamente enunciado ut supra y,
por lo tanto, de la conducción política, de la estrategia y de lo que se derive
de todo eso,
- que
las dirigencias políticas se han acomodado a lo que hay, que por razones
diversas optan por conservar el statu quo,
- que
lo que se da en mal llamar relaciones de fuerzas, así como las condiciones
objetivas y las subjetivas, manifiesta o latentemente, están ciertamente dadas
para la transformación de raíz.
Enfatizando:
No
hay correlación de fuerzas desfavorable sino acomodamiento a lo que hay.
Las
relaciones de poder se tornan propicias si se cuenta con un
Proyecto de realización, conducción, organización, cultura y acción políticas. Y, reiteramos, la convocatoria sistemática a la movilización popular, orgánica y organizada desde luego.
Consideraciones
preliminares
Tanto
por derecha como por izquierda, con distintos argumentos, pero similares
anclajes, se descalifican las categorías de “nación” y de “pueblo”.
Esa
descalificación nos pone, desde el punto de partida, en una posición de
debilidad ya que se trata de categorías universales y axiomáticas. No asumirlas
es ignorar lo real y lo determinante.
Las
grandes potencias de todo el espectro, y las corporaciones que cobijan o con
las que se interrelacionan, cuidan y promueven enérgicamente sus intereses
nacionales y procuran beneficios para sus poblaciones. Estas poblaciones podrán
ser o no “pueblos”, tal como defino a esta última categoría, pero no hay dudas
de que atienden de una manera u otra a sus habitantes, sea con fines solidarios
o por convicciones, sea por motivos utilitarios como el de tenerlos bajo
control y conseguir el éxito en los procesos electorales.
En
este momento en el mundo se dan múltiples guerras, así como amenazas de
enfrentamientos bélicos: Israel versus Palestina y, encubiertamente, versus
otros estados árabes; EEUU de Washington con la OTAN versus Rusia, la que se libra en territorio ucranio; las
potencias occidentales versus Irán; EEUU de Washington versus Corea del Norte;
China versus India; China versus Taiwán y un inacabable etcétera. Desde luego, también se destaca el
enfrentamiento ya crónico entre los EEUU de Washington y China. Poco tiempo atrás, las tropas sanguinarias del país yanqui
acabaron con la vida del jefe máximo del ISIS asesinando simultáneamente a
cinco niños y seis mujeres.
Para
nuestras castas dominantes, así como para las grandes potencias, es una
obsesión la de negarnos el derecho a reconocernos como nación y como pueblo.
También, predicando un pacifismo hipócrita y apostando a una supuesta madurez
falsa de toda falsedad, se nos despoja del derecho a afirmar que nuestra nación
y nuestro pueblo, así como todas las naciones y pueblos postergados del
planeta, tenemos enemigos. ¿Esas grandes potencias están en estado de guerra
perpetuo y a nosotros se nos desautoriza para definir enemigos?
Si,
de acuerdo a la genial afirmación de Clausewitz, “la guerra es la continuación
de la política por otros medios” es porque en la política hay enemigos: éstos
no surgen por generación espontánea cuando se inician las confrontaciones
bélicas.
Si
nos proponemos plasmar un Proyecto de realización nacional y popular, por más
esfuerzos que hagamos para evitarlo, habrán de surgir enemigos. Los pueblos y
sus conducciones no salen a buscar enemigos: se los encuentran cuando dan curso
a sus legítimas aspiraciones.
Si
no tenemos claro esta premisa no vamos a poder interpretar las relaciones de
poder y operar sobre las mismas.
Lo
que el actual oficialismo, el FdT y sus partidarios denominan “oposición” lleva
al sendero equivocado para definir las relaciones de poder: en eso que llaman “oposición”,
particularmente en la membresía Pro y sus aliados más tenaces, anida el enemigo
de la nación y del pueblo argentino.
No
se trata de impulsar a la guerra, pero sí es importante tener conciencia de que
es así para tener claro las estrategias incluyendo cuándo y cómo negociar,
cuándo y cómo confrontar: no se negocia ni se confronta de igual manera con un
mero y honesto opositor o adversario que con un enemigo, declarado o no
declarado como tal.
Puntualizaciones
Es
un tema ya de larga data en la Argentina el de si las relaciones de fuerzas son
desfavorables o no para encarar un Proyecto de transformación de raíz para la
liberación y realización de la nación, el pueblo y los trabajadores.
Desde
la muerte de Perón, el último conductor político y el último estadista
auténtico, quienes dicen representar a la nación, al pueblo y/o los
trabajadores alegan que las denominadas relaciones de fuerza son desfavorables para una
transformación revolucionaria.
Hasta
donde sé y percibo coincidieron y coinciden en ese diagnóstico tanto el
peronismo vigente (indudablemente distinto del fundacional al punto de que es
muy discutible llamarlo “peronismo”) como la izquierda.
Curioso
diagnóstico si se tiene en cuenta que en el 2001 el pueblo argentino generó una
situación revolucionaria, situación que las burocracias neutralizaron y
descalificaron con el tendencioso o malicioso argumento de que ese
levantamiento, que derivó en un estado asambleario masivo, fue un movimiento
contra la política.
Por
lo contrario, se trató de un movimiento decididamente político y que se propuso
hacer de la Política lo que la Política debe hacer.
Ese
momento, de otra manera, se reeditó en diversas circunstancias, cercanas en el
tiempo: en diciembre de 2017 contra la reforma laboral, en ocasión del rechazo
al dos por uno para beneficio de los genocidas que intentó la Corte Suprema o,
incluso, en vísperas e inicios del actual gobierno a cargo del Frente de Todos
y, todavía más, con la llegada de la pandemia.
Ya
en 1987, durante la rebelión militar inconstitucional y antipopular, se dieron
condiciones objetivas y subjetivas para la deseable transformación. Las
dirigencias optaron por la claudicación ante el grupito de carapintadas y el
resultado más relevante fue el desaliento de lo que genuinamente debe
considerarse pueblo, la población políticamente culturalizada y
organizada que toma para sí el protagonismo en los conflictos básicos:
- Pueblo
y nación versus despotismos (local, imperialismo,
colonialismo y neocolonialismo, con la salvedad de que el vernáculo es el
gestor y el vehículo para que los últimos tres hagan pie),
- Trabajadores
versus capitalismo, entendido éste como formación
socioeconómica dominante que excluye a la Política y, con ella, todas las
dimensiones que hacen a lo humano.
No
se trata ni de sacralizar a los trabajadores ni de satanizar al capitalismo;
sólo enuncio un antagonismo constitutivo al mismo tiempo que descreo tanto del
internacionalismo proletario como de que el capitalismo se da de modo homogéneo
en todas las latitudes, ya que, en cada país, empezando por las grandes
potencias, tal formación socioeconómica tiene su peculiar perfil. Obsérvese
además que no adopto la postura de la “lucha de clases” ya que no se trata de
trabajadores versus capitalistas (los cuales se incluyen en un amplio y variado
espectro) sino de trabajadores versus capitalismo.
Este
artículo está motivado en el imperativo de poner en claro qué entender
por relaciones de poder (superando la noción “relación de fuerzas”) y
definir si son o no desfavorables, cuándo y por qué. Al dar cuenta de tal
cometido, también aludimos a las tan meneadas “condiciones objetivas y
subjetivas”, condiciones que se dieron a favor de la transformación en todas
las situaciones arriba enunciadas, aunque no percibidas por las supuestas
dirigencias, y que se encuentran en permanente estado de latencia, incluyendo
el momento actual.
Por
otra parte, el vocablo “fuerza” es propio de la Física, más que de las Ciencias
de lo Humano y, además, tiene acepciones variadas, entre metafóricas y metonímicas
que llevan a que pierda la articulación entre comprehensión y extensión al
extrapolarla a lo humano. En cambio, “poder” es aplicable únicamente a lo
humano. Lo expresado en este párrafo puede constatarse en el diccionario de la
RAE, así como en numerosos textos de variados autores.
Ahora
bien, algunas precisiones determinantes:
El
despotismo en todas sus variantes es un dato insoslayable y, como demostraré
oportunamente, inherente a lo humano, y, por lo tanto, es una manifestación de
lo real y, siguiendo con el uso del carácter transitivo, tal dato o
manifestación está intrínsecamente articulado con la Política y con la
definición de Poder arriba descrita.
Considerando
lo antedicho no se trata de culpabilizar, de reprochar o de denostar, sino de
asumir lo real, tal como se debe pensar, con la finalidad de transformarlo.
Ubicar al despotismo en un supuesto eje del mal es incurrir en un juicio de
valor que inhibe la aproximación científica a la cuestión y, además, es una
postura inútil e ineficaz ya que se trata de una condición que opera,
inexorablemente, en lo macrosocial, en lo microsocial y hasta en lo
intrapersonal. Aun cuando repugne a los espíritus, el despotismo es humano y
como tal debemos analizarlo, ya que al comprenderlo estaremos, además, en
condiciones inmejorables para superarlo y para guiar a los pueblos.
Se
infiere que no cabe pararse sobre la acusación al imperialismo, al colonialismo
o al neocolonialismo por existir, ni de encarar cruzadas declamatorias contra
imperialistas, colonialistas o neocolonialistas como si fueran los causantes únicos
de nuestra penosa realidad: si el imperialismo y los imperialistas, si el
colonialismo y los colonialistas, si el neocolonialismo y los neocolonialistas
nos llevan por delante lo que debemos preguntarnos es qué hacemos en la
Argentina para que eso suceda.
Rápidamente
llegaremos a la perturbadora respuesta: tanto concentradores de poder y de
riqueza locales como los gobernantes y dirigentes prefieren subordinarse en
lugar de asumir categóricamente una posición que conduzca a la soberanía, a la
integración hacia fronteras adentro y fronteras afuera, al desarrollo
integralmente considerado en todas las áreas. Es un dato desmoralizador que no
contamos con una burguesía ni con dirigencias políticas y sectoriales ni con gremios decididos ni con
gobernantes imbuidos genuinamente de una concepción nacional y popular.
Lo
mismo vale, actualmente, para la mayoría de los países latinoamericanos y no
cabe traer a colación a supuestos gobiernos progresistas o populares de la
región cuando, de una manera o de otra, se rindieron tarde o temprano ante los
concentradores de poder, ante las grandes burguesías y oligarquías autóctonas
como ante los imperialismos, particularmente el yanqui. En esta aseveración
incluyo al flamante gobierno recientemente de Chile, el cual va a decepcionar.
No sirve
centrarse excluyentemente en el capitalismo, tratándose como se trata de una
mera formación socioeconómica: la raíz de nuestra dependencia, de nuestra
decadencia, de nuestra falta de horizontes, de nuestro infradesarrollo
agobiante se encuentra en la ausencia de Proyecto, de Conducción, de
estrategia, de cultura, de organización y de acción políticas orientadas a la
concreción de tal Proyecto.
Finalmente,
considerando los apocalípticos análisis y aterradores discursos que advierten o
diagnostican acerca de un avance desenfrenado de la derecha o la ultraderecha,
también corresponde un abordaje científico y una postura desapasionada para
ubicar la cuestión en sus justos parámetros. La derecha o la ultraderecha son
concepciones y patrones de comportamiento propios, también, de los humanos,
hallables en cualquier época y latitud; en todo caso, en determinadas
circunstancias se hacen más notorias, sobre todo cuando prospera la decadencia
de la Política, decadencia que es su caldo de cultivo por excelencia.
Esto
significa que no puede suponerse ese tozudamente proclamado avance como algo determinado
por los dioses y, consiguientemente, como un obstáculo insuperable para el
logro de la tan traqueteada y mal llamada correlación de fuerzas favorable.
Si
la artificial correlación de fuerzas o, como cabe decir, las relaciones de
poder son desfavorables, las causas hay que buscarlas en las acciones o la
inacción de quienes deben encontrar el camino para tornarlas facilitadoras.
Premisa
básica
El
concepto pertinente y propiamente político es relaciones de poder.
De
tal manera, lo que habitualmente se da en llamar “relaciones o correlaciones de
fuerzas” debe denominarse relaciones de poder, ya que esta categoría, poder,
es la intrínsecamente propia de la Política (ver en rubenrojasbreu.blogspot.com
Actualizando el concepto de Política según el Método Vincular).
Tengamos
en cuenta la definición de poder de mi autoría, a saber:
“Poder es la capacidad para pasar de una situación
dada A a una situación ideal o aspirada B en el seno de la interrelación entre
distintos actores y sectores que demandan, procuran y/o ejercen dicha capacidad
y el complejo contexto en el que tal interrelación se da´.
´Tal capacidad se da siempre como una relación entre tres términos:
El que confiere el poder
El que asume el poder
El contexto en el cual ambos términos
interactúan”.
Abordaje crítico de distintos autores sobre la
cuestión del poder
Max Weber propone diferenciar poder de
"dominación" o "autoridad”. Para este autor, el poder es
la probabilidad de imponer la propia voluntad dentro de una relación social aún
contra toda resistencia y cualquiera sea el fundamento de su probabilidad. Tanto
a Weber como a otros pensadores que se ocuparon de la cuestión del poder los
obsesiona diferenciar legalidad de legitimidad, asociando la primera con el
ordenamiento básicamente jurídico y la segunda con el acuerdo o consenso
colectivo tácito que se refleja en las acciones.
Queda claro que Weber no comprende el poder
como relación ni, por lo tanto, concibe las relaciones de poder. En
última instancia, para Weber el poder consiste en la imposición de la propia
voluntad de alguien, de un grupo o, en términos contemporáneos, de un actor o
sector.
Al no concebir las relaciones de poder
incurre en la visión conservadora por la cual ese alguien o ese algo cuenta en
sí con la capacidad de imponerse, anulando de hecho tal capacidad para los
dominados, sometidos o sujetos a esa voluntad que deriva en omnímoda.
Hall, Held, Crozier, Foucault, Etkin y
Schvarstein acuñan, cada uno a su modo la expresión “relaciones de poder”.
Foucault, en particular, diferencia el poder manifiesto del encubierto, al cual
se le asigna especial incidencia, lo cual es metaforizado por Tolkien con su
noción de los “anillos de poder”. Todos se preocupan, de una manera o de otra,
como Weber, de diferenciar y articular legalidad y legitimidad.
Ahora bien, todos ellos incurren en varios
equívocos, inconsistencias o insuficiencias que redundan en la aceptación de lo
establecido:
- se basan en la noción obsoleta de
“individuo”, la cual he descartado, fundadamente, por medio de los desarrollos
de mi creación, el Método Vincular,
- al mismo tiempo, destacan, debidamente y en
Crozier siguiendo a Morin, a las organizaciones como el modo en el que se
configura la humanidad, pero las restringen a las consabidas,
centralmente las empresas y el Estado incluyendo los organismos de éste atinentes
a la economía, la salud, la educación, etc. De tal manera, dejan fuera a
significativas organizaciones, entre ellas la familia, que son decisivas en la
interacción social (parece, inclusive, que no se interesaran en los sindicatos,
el vasto espectro de las organizaciones de la sociedad civil, etc.)
- sobre todo, tienden a divorciar al poder y
las relaciones de poder de la Política, con lo cual incurren en una suerte de
autonomía casi absolutista de las organizaciones que tienen en cuenta,
desconociendo particularmente el rol de las organizaciones políticas
propiamente dichas.
Lo que es más peliagudo, limitante o
perturbador, es que ignoran al Pueblo como organización por excelencia,
con lo cual dejan fuera nada menos que al actor que, operando no solamente en
la sociedad en general sino también en el seno de cada organización, es capaz
de protagonizar las acciones destinadas a acabar con toda forma de dominación,
de despotismo.
Todos ellos ven al mundo desde la perspectiva
de las grandes potencias o de los países centrales y quedan presos de una
mirada excluyente por la cual el destino de la humanidad y de cada nación o
comunidad está determinado por la llamada globalización o el “poder global” o
sea, por las grandes corporaciones, conjunto del que forman parte,
principalmente, los Estados dominantes y los monopolios u oligopolios
multinacionales.
Al encarar de tal manera la cuestión del
poder, se desdicen de lo que pretenden significar con la expresión “relaciones
de poder”, expresión que termina siendo así meramente retórica.
Sus caracterizaciones hacen agua cuando las
oleadas de la acción popular hacen tambalear o demuelen las configuraciones
sociales establecidas con sus organizaciones diversas, tal como aconteció a
partir de la Revolución Inglesa, de la Revolución Francesa, las revoluciones
liberadoras de América Latina, Asia y África, la Revolución Mexicana, la
Revolución Rusa, la Revolución Peronista, la Revolución Cubana y, muy cerca en
el tiempo, la rebelión popular del 2001 en la Argentina o la fallida “primavera
árabe” o las revueltas recientes en América Latina, por ahora frustras o
desvirtuadas.
La conceptualización
consecuente de las relaciones de poder
Por ende, cuando formulo la tesis de las relaciones
de poder soy rigurosamente consecuente tanto al establecer que las mismas
pueden ser modificadas por la Política como al señalar que de ellas participan activamente
todos los actores y sectores cada uno de los cuales tiene probabilidad, mayor o
menor, pero probabilidad al fin, de plasmar una transformación radical, de
generar en cada circunstancia histórica una nueva configuración.
En particular, estoy fundamentando la
probabilidad cierta de que el Pueblo o los pueblos pueden poner fin a los
despotismos en sus distintas variantes y manifestaciones.
Si hay relaciones de poder hay conflicto y, por
consiguiente, hay enemigos: les son inherentes. Por otro lado, sumando argumentos, si, de acuerdo a Clausewitz, la
guerra es la continuación de la Política por otros medios, ya en la Política
hay enemigos y, por ende, la guerra sólo los hace meridianamente palpables.
Dicho de otra manera, si no hubiera conflicto ni enemigos, no hablaríamos
de relaciones de poder ni tampoco tantos otros se preocuparían por la denominada
correlación de fuerzas.
Negar el concepto de relaciones de poder es incurrir en la creencia
anacrónica del poder como una posesión ingénita de quien detenta o concentra
ostensiblemente poder; es inclusive incurrir en la dogmática noción de poder
como legado de la divinidad.
Generar relaciones de poder favorables implica
adentrarse en el poder de las relaciones: no recurro
graciosa o livianamente a un quiasmo, sino que procuro penetrar en la intimidad
del proceso.
Afrontar con éxito las relaciones de poder requiere:
- determinar cuáles son las relaciones de poder en las cuales efectivamente
se juega el poder, cuáles son las que definen, o sea, cuál es el poder de tales
relaciones a fin de evitar distraerse en las poco decisivas ignorando las
eficazmente determinantes,
- una vez detectadas y seleccionadas las relaciones de poder hay que
localizar cuáles son los actores y sectores que intervienen protagónicamente.
Refutando la noción de “poder real”
A la manera de un cotorreo en ámbitos académicos, intelectuales o
periodísticos se insiste, machaconamente, en una noción insustentable: “poder
real”.
Es importante despejar el camino de esa noción que constituye todo un
obstáculo epistemológico.
Aplicando la argumentación propia de la Matemática de la reductio ad
absurdum, suponer la existencia de un “poder real” implica, Lógica mediante,
deducir como contrario un “poder no real”. Tal supuesto contrario, “poder no
real”, se desplegaría en un espectro que debería incluir opciones tales como
“poder imaginario”, “poder ilusorio”, “poder ficticio”, “poder irreal” y otras
acepciones, todas variantes que se caen por sí mismas.
Según el diccionario de la Real Academia Española, las acepciones de
“poder” que vienen a cuento son:
- Tener expedita la
facultad o potencia de hacer algo.
- Tener facilidad,
tiempo o lugar de hacer algo.
De tal manera, el “poder no real” implicaría la negación
de ambos significados: por consiguiente, no tener expedita la facultad o
potencia de hacer algo o carecer de la facilidad, tiempo o lugar de hacer algo
es “no poder”.
El poder real es “poder” y su opuesto, falazmente
opuesto, poder no real equivaldría a “no poder”: ergo, llegamos, por vía de la
argumentación por el absurdo, a que no existe un poder que no sea real.
En otros términos: hay poder o no hay poder.
Si se considera la definición de mi autoría ut supra
citada, el “poder no real” implica que no se dispone de la capacidad de la que
habla tal definición: si no se dispone de tal capacidad, nuevamente afirmo, no
hay poder.
Reitero y concluyo sobre este punto: hay o no hay
poder.
Apelar viciosamente a la noción de “poder real” es un modo eufemístico,
propio de la supina estupidez que se resiste a reconocer la propia impotencia.
Es una manera retorcida de aludir a que no solamente se carece de la capacidad
contenida en la definición de poder sino también de la vocación para
construirlo, sustentarlo y ejercerlo.
Es un modo barato por el cual gobiernos y ficticias dirigencias y
liderazgos que se autodenominan “progresistas” o de izquierda se acomodan a lo
que hay, se resignan a la resignación, se ajustan a lo posible
(entendido “lo posible” como lo que está tolerado por los factores o los concentradores
de poder, tanto vernáculos como globales).
Sobre
la noción “relaciones de fuerzas” y las condiciones objetivas y subjetivas
La
noción “relaciones de fuerzas” es acuñada, de modo sistemático y consciente,
por Antonio Gramsci en su texto Análisis de situaciones – Relaciones de
fuerzas (Gramsci: Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el
Estado moderno, Juan Pablo editores, México 1975, págs. 65 y siguientes).
De
este texto que no tiene ni un átomo de desperdicio, selecciono estos párrafos:
“Es
el problema de las relaciones entre estructura y superestructuras el que es
necesario plantear exactamente y resolver para llegar a un análisis justo de
las fuerzas que operan en la historia de un período determinado y definir su
relación. Es preciso moverse en el ámbito de dos principios:
`1)
ninguna sociedad se propone tareas para cuya solución no existan ya las
condiciones necesarias y suficientes o no estén, al menos, en vías de aparición
y desarrollo; 2) ninguna sociedad desaparece y puede ser sustituida si antes no
desarrolló todas las formas de vida que están implícitas en sus relaciones
(aquí Gramsci recrea algo ya planteado por Marx en el Prólogo de la Crítica
de la Economía Política)”
Luego
Gramsci distingue los fenómenos de coyuntura de los movimientos orgánicos,
señalando que los primeros se ocupan de la crítica de los pequeños grupos
dirigentes y de quienes tienen la responsabilidad inmediata del poder en tanto
los segundos -orgánicos- se centran en los grandes agrupamientos, más allá de
las personas inmediatamente responsables y del personal dirigente.
Agrega
más adelante que el error frecuente consiste en no saber encontrar la justa
relación entre lo orgánico y lo coyuntural incurriendo
en el equívoco de dar por causas mediatas a las inmediatas o, por el contrario,
afirmando que las causas inmediatas son las únicas eficientes.
Revisando
estas afirmaciones valorables de Gramsci, señalo:
- en
primer lugar, que no es la sociedad (expresión siempre difusa o imprecisa) sino
la conducción y la organización política la que se propone y propone a un
pueblo el camino, la estrategia y la acción, para encontrar su liberación y
realización,
- en
segundo lugar, afirmo enérgicamente que en la Argentina todas las formas de
vida presentes en su configuración sociopolítica ya están agotadas y que, desde
el comienzo de su desarrollo como país independizado de la corona española, se
dieron dos proyectos antagónicos.
Tales
dos proyectos antagónicos son:
- uno,
de sometimiento a los concentradores de poder y de riqueza locales u
oligarquías que siempre se recostaron en los sectores dominantes de las grandes
potencias o los atrajeron (particularmente Inglaterra y los EEUU de
Washington),
- dos,
el de un Proyecto propio de liberación y plena realización que se inicia con un
ala de los revolucionarios de Mayo 1810 con Moreno destacándose, se continúa
con la epopeya sanmartiniana acompañada por Belgrano, Castelli, Monteagudo,
Güemes, Azurduy, Dorrego, Artigas y tantas y tantos otras y otros y el pueblo
militarizado a fin de conseguir la derrota del ejército imperial hispánico y
que, ya entre fines del siglo XIX y,
sobre todo, en el XX cobra impulso con las luchas obreras y fundamentalmente a
partir del 45 con la Revolución Peronista.
De
tal manera, al menos en la Argentina así como en América Latina en general (y
agregaría África y gran parte de Asia) no se trata de esperar a que se den
las condiciones necesarias y suficientes sino de disponer de una conducción y
organización políticas que decidan de una vez por todas concretar la transformación, de sustituir una
configuración sociopolítica y económica agotada, estéril y asfixiante por otra
que opte por el desarrollo integralmente considerado, la justicia en todos los
órdenes, la integración hacia adentro y hacia afuera y, desde luego, la
soberanía plena.
Ciertamente
la distinción entre lo coyuntural y lo orgánico que nos propone Gramsci es muy
oportuna. Todas las dirigencias argentinas que dicen pertenecer al “campo
nacional y popular” o a la izquierda se mueven dentro de los límites infértiles
de lo coyuntural y eso se refleja en que dan por decisivos antagonismos de bajo
alcance y sobrevaloran factores de poder locales y actores minúsculos.
Es
en los antagonismos fundantes y decisorios donde hay que poner toda la
atención, es en los grandes objetivos estratégicos en donde hay que centrarse y
son los enemigos relevantes a quienes hay que neutralizar o derrotar.
Gobernantes, líderes y organizaciones “nacionales y populares” o de la
izquierda se encierran en los confines de lo endogámico y dan trascendencia a
lo que finalmente, al decir de Perón, son gallináceas.
Según Diego Bruno (Defensa del marxismo nº 47,
Buenos Aires, 2016) en la teoría marxista hacia fines del siglo XIX
se introdujo un dualismo metodológico y dice: “este dualismo tendrá su
manifestación teórico-política en la polémica contraposición entre la teoría
del derrumbe del capitalismo de Marx, producto de leyes objetivas del
funcionamiento del propio capital, y la teoría de la acción revolucionaria, que
entiende a la subjetividad como momento decisivo y determinante para terminar
con el capitalismo. Es una oposición que tendrá como trasfondo epistemológico
un tratamiento unilateral, tanto de los llamados elementos objetivos (la
estructura y leyes económicas) como de los subjetivos (la acción política y la
superestructura)”.
Por mi parte, poniendo en duda el valor de tal
dualismo, postulo que en cada nación se da de manera particular y siempre
interactuante la concurrencia de las llamadas condiciones objetivas y las
condiciones subjetivas, en donde las primeras, aun cuando son producto de
la actividad humana, se dan a la conciencia como si fueran independientes de
tal actividad mientras las segundas supondrían una percepción-acción que,
aprovechando el caldo de cultivo de las primeras asumen enérgica,
revolucionariamente, la transformación.
Justamente es la Conducción política, apoyada en la
organización y, por lo tanto, en la organización de las organizaciones, el
Pueblo, la que se ocupa de que emerjan las condiciones subjetivas.
La Conducción política es la que atisba gracias a
la praxis -conjunción de pensamiento y acción retroalimentándose- los perceptos
que dan cuenta de que las condiciones están dadas y es la que eleva del estatus
de reclamos o reivindicaciones al nivel de la acción y la épica revolucionaria.
Dicho de otra manera, las movilizaciones populares tienden a concretar
reivindicaciones que mejoren las condiciones de vida de las mayorías
postergadas; la Conducción revela que el bienestar al que se aspira sólo es
posible por medio de un proceso revolucionario.
Los burócratas de la política tienden a quedarse
con las meras reivindicaciones, lo cual es alentado por la llamada opinión
pública constituida por la combinación de medios de comunicación de masas,
redes virtuales, encuestas, los mal llamados e inconsistentes "focus groups" y la masa (= la población amorfa e inorgánica). Esta conjunción, que confluye en la llamada "opinión pública" es siempre desacertada y desmoralizante, a diferencia del Pueblo que jamás abandona la lucha y persiste en liberarse y realizarse.
La Conducción política hace devenir a la masa en
Pueblo y en el proceso detecta que los reclamos justamente masivos encierran en
estado larval aspiraciones de alcance revolucionario.
Por ejemplo, en vísperas de la Revolución Francesa
las masas reclamaban pan como el paliativo para acabar con una hambruna
descomunal. La Conducción política (que incluía a Robespierre, Danton, Marat,
Olympe de Gouges y otros y otras) es la que descubrió que tal reclamo implicaba
terminar con la monarquía francamente despótica e instaurar la República con
las famosas banderas “libertad, igualdad y fraternidad”).
Nuestros revolucionarios de mayo de 1810
concibieron el ansia de independencia de la corona española luego de las
puebladas contra las invasiones inglesas y la disconformidad de la población
con la autoridad virreinal.
Perón y el peronismo fundacional gestan una
revolución porque no se quedan con la reivindicación de ciertos derechos o la
resistencia a determinadas injusticias: la Conducción hace devenir tal
reivindicación, elevándola al máximo nivel, en un Proyecto de transformación de
raíz que integra a los trabajadores, el pueblo y la nación formulando las
famosas tres banderas – soberanía política, independencia económica y justicia
social, cobijadas a su vez por los grandes objetivos estratégicos, articulados,
de felicidad del pueblo y grandeza de la nación-.
Todas las revoluciones, destacándose la mexicana, la rusa y la cubana, elevaron a las aspiraciones lo que los burócratas y claudicantes empujan a lo meramente reivindicativo.
Por su parte San Martín con la compañía de
Belgrano, Güemes y tantas y tantos patriotas con el pueblo militarizado
emprende la gran campaña liberadora que incluye la hazaña más temeraria de la
historia de la humanidad, el cruce de los Andes. Ni San Martín ni quienes lo
secundaban se detuvieron a analizar la “desfavorable correlación de fuerzas“. Buenos
Aires y gran parte de las oligarquías provinciales no apoyaban y el enemigo era
España, nada menos que un imperio aún y por cierto poderoso, con fuerzas
armadas a priori invencibles.Tampoco se quedaron en supuestas "desfavorables relaciones de fuerzas" ni Ho Chi Minh ni Giap con el heroico Vietcong en Vietnam el cual derrotó a dos grandes potencias: Francia primero y los EEUU de Washington después.
Sirvan estos anteriores ejemplos como muestras de
tantas revoluciones que revelan cómo la Conducción Política eleva la
reivindicación al plano de la transformación de base de las configuraciones
sociales. Sirvan también como demostración de que
diagnosticar supuestas correlaciones de fuerzas desfavorables es una excusa, un
subterfugio que conjuga la incapacidad con la propensión a aceptar un orden
establecido.
Categóricamente
en toda su trayectoria política y en el momento de su cénit, al publicar el
Proyecto Nacional basado en el Modelo Argentino, Perón demostró que las
relaciones de poder son modificables si se cuenta con conducción, organización
y acción políticas. Perón no se detenía ni se inhibía por correlación de
fuerzas desfavorables cuando advertía que el Pueblo emergía, maduraba y
generaba las condiciones para encarar la revolución.
En
el Prólogo del Proyecto Nacional, su testamento político, escribe:
“Sólo
la idea vence al tiempo. Hagamos de ella nuestro medio esencial para la lucha
interna; institucionalicemos la lucha por la idea y usemos todo nuestro
patriotismo para dar más potencia a la institucionalización de este
proceso nacional.
`El
mundo será universalista; la organización de los países del Tercer Mundo
constituye una forma de tránsito necesario hacia un universalismo justo; la
etapa del continentalismo, a su vez, es un camino para ambas cosas.
`Nuestra
Argentina tiene que tener un papel activo y relevante en todo este proceso y no
debe seguir resignadamente lo que elaboren los demás”.
¿Queda
alguna duda de que Perón se basaba en relaciones de poder propicias y en que estaban
dadas tanto las condiciones objetivas como las subjetivas? ¿Queda alguna duda
de que no pretextaba una supuesta “correlación de fuerzas desfavorable”?
Maquiavelo,
el fundador de la Política como ciencia y como práctica, el Prometeo moderno
que le quita a la divinidad el poder de decidir el destino de los humanos,
sostiene que la fuerza de una conducción depende de la fortaleza de sus
fortificaciones, la disposición de sus ejércitos (diríamos hoy o acá la
organización) y de la relación del líder y su Pueblo.
Queda
también claro cómo interpreta Maquiavelo las relaciones de poder, poniendo el
acento en las propias capacidades más que en el vigor del enemigo o en la
fuerza de los obstáculos.
La
apelación artificiosa a la “correlación de fuerzas” no solamente es la mezcla
de ineptitud y gusto por el sometimiento de gobernantes y dirigencias sino
también una resultante de la prédica interesada y perniciosa de las grandes
corporaciones dominantes globales y de los intelectuales que operan para las
mismas, incluyendo muchos autodefinidos progresistas.
Algunas
claves para operar sobre las relaciones de poder
Tanto
en mi libro Método Vincular. El valor de la estrategia como en los
artículos que se encuentran en distintas publicaciones y los de mis blogs,
particularmente, los citados en la Bibliografía, me extiendo y
profundizo acerca de cómo interpretar sobre las relaciones de poder y operar
sobre ellas.
De
tal manera, me eximo acá de un abordaje exhaustivo ciñéndome a algunas claves,
claves que hay que considerar sistémicamente, entrelazadas, articuladas; como
es archisabido, la lengua obliga a exponer en modo de sucesión lo que desde la
perspectiva científica se da en simultáneo e integradamente.
Estas
son algunas claves para operar sobre las relaciones de poder con
el fin de materializar el objetivo de liberación y realización de
nación-pueblo-trabajadores:
- Contar
con un Proyecto, para lo cual remito tanto al mencionado que
tiene a Perón como autor como a los que expongo,de mi autoría, en mis artículos,
- Ubicarse
de inicio en el ámbito geopolítico, ya que sólo es sustentable
y factible de concretar un Proyecto en el marco de las condiciones y, sobre
todo, las contradicciones, conflictos y antagonismos que se dan en el planeta,
a fin de diseñar la política exterior, proponerse alianzas eficaces y manejarse
con el par negociación-confrontación según se requiera,
- Centrarse
en el poder de las relaciones para definir cómo
operar sobe las relaciones de poder, lo cual supone establecer cuáles
son las determinantes y, por lo tanto, qué actores, sectores y factores tener
primordialmente en cuenta (siguiendo la distinción de Gramsci que lo lleva a priorizar
a los “orgánicos” evitando incurrir en antagonismos minúsculos u otorgando
protagonismo a actores poco significativos).
- Forjar
una Conducción, la cual es articulación de síntesis e
iniciativa y, por lo tanto, convocante y con mirada de largo alcance y continua
capacidad de anticipación,
- Promover
la organización, lo cual significa dar todo el protagonismo
al Pueblo, desestimando a la opinión pública, la masa, etc.
- Fomentar
la cultura política, actualmente sumamente debilitada en la
Argentina al punto de que advenedizos, oportunistas, escoria de toda índole
logran resonancia en desmedro del debate de altura, en desmedro de la teoría
política, en desmedro de la capacidad y la aptitud,
- Acción, la
cual es vital porque en cualquier instante en que se caiga en inacción o
pasividad avanzan los enemigos y la acción es conjugar decisiones estratégicas de la conducción y gobernantes con la convocatoria y movilización popular.
Para
articular todo lo antedicho, es vital contar con un Objetivo de
Posicionamiento Vincular: para la Argentina el recomendable
enfáticamente es el Constructivo.
Para
saber cómo encarar tal Objetivo de Posicionamiento, que es el que fija el rumbo
para la elaboración de la estrategia, una herramienta inexorable
y fundamental es la investigación cualitativa de los comportamientos políticos
y sociales, al mismo tiempo que se evita caer en las trampas a las que llevan
las encuestas y los mal llamados y peor realizados “focus groups”.
Téngase
en cuenta que la Conducción, en aras de la articulación síntesis-iniciativa e
iniciativa-síntesis, debe siempre elevar del plano de la reivindicación, tal
como espontáneamente se da, al nivel en el que se despliega y enaltece la
estrategia. La Conducción lleva al sendero de la transformación o, decididamente,
al de la revolución lo que en el llano parece limitarse al reclamo o la
expectativa de supervivencia.
La
vocación exogámica es el espíritu o el motor de todas las
claves enunciadas. Esa vocación supone la apertura en todos los órdenes para
interactuar, intercambiar y producir, desde el ámbito más localizado hasta la
región y el mundo.
No
sólo implica salirse de la cerrazón endogámica como si todo se redujera a liderazgos
y factores de poder locales, a la práctica de punteros, roscas y transas, sino
también de la que supone facilitar o impulsar la penetración ideológica y
cultural, actualmente con origen en el país yanqui, el cual nos invade con sus tendenciosas
y precarias producciones en cine, televisión, literatura, música y demás así como
también con costumbres, usos, modelos de comportamientos generalmente asociados
a lo fastuoso, lo bélico, lo sobrenatural, lo catastrófico, etc.
Por
supuesto, es prerrequisito para operar sobre las relaciones de poder, no caer
en las redes de una supuesta “desfavorable correlación de fuerzas” ni en el
espejismo de que no “están dadas las condiciones objetivas o subjetivas”.
Concluyo
con lo ya dicho: se trató en este ítem de incluir algunas claves para
operar sobre las relaciones de poder.
Publicaciones
de propia autoría para profundizar
Rojas Breu, Rubén (2002): El Método
Vincular. El valor de la estrategia, Eds. Cooperativas de Bs. As.
¿Qué les pasa con Perón? (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)
El oficialismo en capilla sobre los
resultados de las PASO 2021 (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)
La cuestión del enemigo en política (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)
La Argentina cuesta abajo (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)
La conducción política según
Maquiavelo (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)
En torno al concepto de revolución (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)
El foso que separa el peronismo
fundacional del Frente de Todos (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)
Sobre los resultados de las PASO 2019 (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)
Documento liminar del Foro por un
Proyecto para la Argentina (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)
Para una conducción política de la
Argentina y el pueblo (rubenrojasbreuelaula.blogspot.com)
¿Qué pasa con las elecciones de hoy 14
de noviembre? (rubenrojasbreu.blogspot.com)
El deseo de la estrategia (rubenrojasbreu.blogspot.com)
La dirección estratégica según el
Método Vincular (rubenrojasbreu.blogspot.com)
Rubén
Rojas Breu
Buenos
Aires, febrero 2 de 2022 y actualizado en marzo 31 de 2022