Rubén
Rojas Breu
LA
MATEADA,
LA PROSCRIPTA
POR LA PANDEMIA
Análisis
que incluye la aplicación del Método Vincular
Advertencia
Adhiero
por completo a la decisión de implantar la cuarentena, así como a la totalidad
de las medidas profilácticas para la prevención de la infectocontagiosa
Covid-19 causada por el coronavirus SARS-Cov-2.
Por
lo tanto, apoyo la indicación de NO compartir el consumo de mate,
de evitar las mateadas.
El
título y desarrollo de esta nota tienen por objeto significar la mateada,
el matear, el mate como propio de nuestra cultura, de nuestra identidad
nacional y regional, aprovechando que, precisamente, por obra de la pandemia
ese tema, ese ritual, esa costumbre, esa clave de nuestra cultura, se actualizó,
se puso sobre el tapete.
Así
que mi intención de significar la mateada no implica en absoluto objetar
su contraindicación ya que evitar el consumo compartido de mate es una medida
de prevención tan imprescindible como el lavado de manos, el uso de barbijos y
el distanciamiento intercorporal.
Mi
siguiente análisis se basa en las investigaciones que en mi rol de científico
de lo Humano he llevado a cabo sobre la cuestión, incluyendo el estudio en
profundidad de valiosas fuentes.
Consideración
previa
En
este artículo me voy a abocar a una modalidad de consumo de la yerba mate o del
mate a secas: la mateada.
Tal
modalidad consiste en que quienes “matean” conforman un colectivo, se reúnen para
compartir el mate en el recipiente justamente llamado “mate”, pequeña calabaza
o porongo, relleno con la yerba mate, la cual es regada con agua caliente (o
fría en el caso del “tereré”) y la infusión, así preparada, es sorbida a través
de la bombilla.
La
mateada es propia de la Argentina, el Uruguay y el Paraguay, país éste que en
2017 organizó la “mateada más grande del mundo”.
A
modo de introducción entre pintoresca e ilustrativa, a continuación, transcribo
versos del Martín Fierro incluidos en distintos tramos del poema nacional
argentino.
Martín
Fierro y la mateada
“Y sentao junto al jogón
a esperar que venga el
día,
al cimarrón se prendía
hasta ponerse rechoncho,
mientras su china dormía
tapadita con su poncho.”
………………
“El mate no se permite,
no le permiten hablar,
no le permiten cantar
para aliviar su dolor,
y hasta el terrible rigor
de no dejarlo fumar.”
………..
“Cuando mozo fue casao,
aunque yo lo desconfío;
y decía un amigo mío
que, de arrebato y malo,
mató a su mujer de un palo
porque le dio un mate
frío.”
…………….
“Y qué costumbre tenía
cuando en el jogón estaba!
Con el mate se agarraba
estando los piones juntos.
Yo tallo, decía y apunto,
y a ninguno convidaba.”
………….
“Me puse al contar mis
penas,
más colorao que un tomate,
y se me añudó el gaznate
cuando dijo el ermitaño:
“Hermano, le han hecho
daño,
y se lo han hecho en un mate.”
………..
“Una tarde que me hallaba
de visita... vino el Ñato;
y para darle un mal rato
dije juerte: `Ña...
To-ribia,
No cebe con el agua tibia´.
Y me la entendió el
mulato.”
Era él todo en el juzgao,
y como que se achocó,
ahí nomás me contestó:
´cuanto el caso se
presiente
te he de hacer tomar
caliente
y has de saber quién soy
yo´.”
……..
“Yo no soy cantor
ladino
y mi habilidá es muy poca;
más cuando cantar me toca,
me defiendo en el combate;
porque soy como los mates:
sirvo si me abren la boca”.
Sin
pretensión de exhaustividad, cabe observar en estos versos ciertas constantes,
ciertas características, vinculadas con el mate, el matear, la mateada.
Aun
cuando el mate se tome a solas, se lo hace en estado de virtual compañía, ya
que su consumo se define e instaura a partir de la mateada como algo
compartido, como algo propio de la ronda de los participantes. De tal manera,
el mate consumido a solas incluye la compañía virtual de los otros; de ahí que
se diga por parte de los habituales consumidores que “el mate es una compañía”.
Mate, mateada y ronda de materos son un indivisible, una asociación inherente
al consumo.
Así
que cuando el gaucho tomaba el mate, también llamado “cimarrón” cuando se
consume amargo, a solas “mientras la china dormía” se sentía en ilusoriamente
acompañado.
Es
interesante observar que “cimarrón” es también un vocablo que se aplica o
aplicaba al animal salvaje, sobre todo al caballo no domado que vive a sus
anchas en los campos o a las especies en general que crecen naturalmente, sin
intervención humana.
Por
lo tanto, el mate amargo o “cimarrón” queda del lado de la Naturaleza, la cual
se asocia a lo genuino, a lo que crece en estado de pureza libre de la “contaminación”
humana.
Así
el “cimarrón” retoriza al gaucho, por la concurrencia de la metaforización y de
la metonimización: el gaucho es indomable y vive pegado a la Naturaleza, sobre
todo según la versión de Sarmiento, quien opone barbarie/Naturaleza a civilización/”Cultura”,
versión eurocéntrica, de neto corte colonialista por supuesto.
A
esa metáfora se suma la construcción metonímica en la medida que el mate forma
parte del espacio del gaucho, está como acoplado a él, es contiguo.
La
prohibición del mate, aludida en versos siguientes, es vivida como un castigo
que simboliza la inhabilitación para compartir.
Más
adelante me referiré al porqué de esta aseveración, la cual encuentra su raíz
en la ronda matera.
Aunque
en la tradición hay cierta asociación del consumo del mate con el machismo, en
rigor tal asociación se deriva de su ligazón con el gaucho, ya que no hay un
nexo intrínseco entre lo masculino o viril y dicho consumo.
El
consumo de mate, el matear, en su estructuración incluye una suerte de
lenguaje, con su relación entre signos, entre significantes y significados. El
“mate frío” en el sistema sémico propio del matear quiere decir “desprecio”.
Los versos alusivos a tal modo de servir el mate reflejan como una motivación
del feminicida el de sentirse, aún injustificadamente, objeto de desprecio.
No
convidar el mate es como un acto de traición, es desconocer la propiedad por
excelencia inherente al matear: que se comparte. Quien no convida, ignora al
otro no tanto como otro sino como una extensión de sí, como una parte del
“cuerpo-mano-boca” único que la ronda simboliza.
El
matear, y la propia bebida “mate”, contiene intrínsecamente a lo mágico, por lo
cual un hechizo, el gualicho, es factible sea para enamorar, sea para dañar
-como narran estos versos -.
En
la escala que el lenguaje del mate instaura por la cual en un extremo el frío
expresa “desprecio” y el caliente “amor o calentura”, el tibio indica una
neutralidad a la que se repele, un “ni chicha ni limonada”. Mientras el mate
frío o el mate caliente representan un sentimiento hacia quien se lo brinda, el
tibio alude la falta de compromiso por parte del cebador.
El
Ñato, a la advertencia prejuiciosa de su interlocutor, responde con la amenaza
de mate caliente, entendido en este caso como lo contrario de su significado de
origen. Como ya dijimos, mate caliente significa incluso “muero de amor por
vos”, mientras que acá el personaje del Ñato le da un sentido opuesto, de
desamor llevado al punto de castigo, de agresión física, de extrema hostilidad.
Cierran
los versos con una curiosa y simultáneamente singularidad del mate, del matear:
- lo plural, ya que un solo mate no es matear; cualquier cebador se frustra cuando con quien comparte se conforma con un único “matecito”,
- la peculiar asociación con la boca; peculiar asociación ya que como se verá más adelante, la boca que toma mate no es la misma, simbólicamente claro está, por la que se incorporan otras bebidas o la comida.
Sobre
la yerba mate
La
yerba mate, cuyo nombre científico es ilex paraguariensis, es un árbol
nativo de la Selva Paranaense. Su cultivo es propio de una región que comprende
el Noreste argentino (Misiones y nordeste de Corrientes), el Este de Paraguay y
el Sureste de Brasil.
Una
característica que la hace intrínsecamente “mágica” es que no crece en ninguna
otra área del planeta, pese a intentos que se han hecho para cultivarla en
otras regiones. El suelo rojo profundo, arcilloso, parece ser el determinante.
Digo
intrínsecamente “mágica” porque por diversas razones el consumo de yerba mate,
desde su origen, se asocia a origen mítico y propiedades milagrosas y, particularmente,
la mateada es toda una costumbre revestida de mística.
Los
conquistadores aprendieron de los guaraníes el uso de la yerba mate. Este
pueblo originario la llamaba “caá” y era muy utilizada por los hechiceros para
entrar en un trance que les permitía comunicarse con los “Añá”, los espíritus
de los muertos.
Los
europeos se sorprendían a causa de cómo las hojas de la yerba mate eran usadas
por los brujos vernáculos para la adivinación y también para la acción
terapéutica y para la alimentación, basándose en sus propiedades
tónico-estimulantes.
Distintas
leyendas dan cuenta imaginaria del origen de la yerba mate, algunas basadas en
los cultos religiosos de los guaraníes y otras en los católicos, incluyendo al
mismo Dios y San Pedro “en persona” como sus creadores. En esas leyendas se
destaca la femineidad, ya que de una u otra manera es una adolescente o
doncella originaria la que transmuta en la prodigiosa planta.
Como
ya mencioné, la yerba mate, la ilex paraguariensis, es un árbol y, por lo tanto,
no se trata de una hierba o “yerba”. El error de denominación se atribuye a los
conquistadores españoles, quienes conocieron las hojas de la planta antes que
el árbol.
La
yerba mate ha sido, y es, objeto de ambivalencia. Para los aborígenes, antes de
la Conquista y aún mucho después de producida ésta, era infusión mágica, plena
de virtudes, y panacea. Para los conquistadores prejuiciosos, su consumo era
considerado un vicio y la yerba un engendro del demonio.
Ciertamente
al mate se le han atribuido y atribuyen cualidades y funciones de lo más
variadas y todas ellas virtuosas: energizante, digestivo, estimulante cardíaco,
diurético, cicatrizante, favorecedor del peristaltismo intestinal, fuente de
vitamina C, afrodisíaco, etc.
Vale
agregar las que señala Oberti:
“Sus
propiedades son semejantes a las que conceden las fuerzas morales, creando en
cada tomador un estado psicológico especial, no ya una fuerza física, sino un
poderoso estímulo que alienta, que impulsa, que sostiene, que renueva por el
gusto con que se sorbe, por el hervor que insufla, por la amplia simpatía que
inspira el misterio de su infusión”.
Tener
en cuenta estas atribuciones es importante para comprender la aplicación del
Método Vincular al consumo del mate, el matear, la mateada.
Los
yerbatales, un infierno para trabajadores
Los
yerbatales se encuentran dentro de la categoría de plantaciones en las que,
desde la llegada de los conquistadores, constituyen un auténtico infierno en la
Tierra para trabajadoras y trabajadores.
Son
territorios en los que la explotación inhumana alcanza el mayor grado por las condiciones
laborales, la precariedad, la paga paupérrima, la dependencia extrema de los
patrones quienes se aprovechan de los trabajadores no sólo en la tarea llevada
a cabo de sol a sol sino también apropiándose de toda su vida, de sus consumos,
de sus hábitats.
Si
bien esas condiciones, la situación de los trabajadores mejoró sustancialmente
durante los gobiernos del peronismo fundacional, gobiernos de Perón del 46 al
55, los patrones volvieron a la carga y aún hoy el estado de cosas es muy
ominoso para los aquéllos. Hasta se han dado recientemente denuncias por
accidentes de trabajo y por la explotación de niños.
La
prodigiosa canción folklórica “El mensú”, de Ramón Ayala y José Cidade, es muy
elocuente desde sus versos iniciales:
“Selva, noche, luna
pena en el yerbal.
El silencio vibra en la soledad
y el latir del monte quiebra la quietud
con el canto triste del pobre mensú”.
pena en el yerbal.
El silencio vibra en la soledad
y el latir del monte quiebra la quietud
con el canto triste del pobre mensú”.
También
es una magnífica descripción la de la novela “El río oscuro” de Alfredo Varela,
llevada al cine en 1952 por Hugo del Carril con el título “Las aguas bajan
turbias”.
Al
respecto, vale rastrear cómo del Carril encaró la película, las negociaciones
con Perón, la circunstancia de que Varela era dirigente comunista y por entonces
preso político, etc. Aquí sólo señalo que Perón permitió la realización del
filme con la condición de que quedara claro que su relato correspondía a la
época anterior a la de su gobierno.
Ya
en 1939, dirigida por Mario Soffici, se había estrenado la película “Prisioneros
de la tierra” en la que se describe la esclavización de los trabajadores de los
yerbatales. La película se basa en maravillosos y muy ilustrativos cuentos de
Horacio Quiroga, proverbial escritor uruguayo y habitante lúcido de nuestra
selva misionera.
Apuntes
históricos
Ya
en el siglo XIX en la aristocracia criolla se consumía el mate, tanto en
celebraciones y fiestas como en velorios. También a lo largo del día, incluso
siguiendo una rutina horaria: desayuno, colación de media mañana,
post-almuerzo, merienda, cena y post-cena.
También
el mate en esas élites, así como en otros sectores de la población, era un
recurso para la seducción. Muchos noviazgos se iniciaban entre mate y mate.
Ya
sobre el final del siglo XIX y comienzos del XX el mate es adoptado por
inmigrantes. Etnias distintas aportan al mate ingredientes y rituales que
portan de sus culturas de origen. Lo adoptan con sus particularidades los españoles,
italianos y europeos de otras nacionalidades.
Una
particularidad es el “prokusky” creado por los colonos judíos de nuestro
litoral.
“Al
forastero el pampeano
ofreció
la tierra feraz,
el
gaucho de broncínea faz
encendió
su fogón hermano
y
fue el mate de mano en mano
como
el calumet de la paz”.
Lo
cierto, es que, desde hace siglos, y, sobre todo, ya en los siglos XIX y XX,
continuándose en el actual, el mate, el matear, la mateada, se enraízan profundamente
en nuestra población.
Con
el paso del tiempo, deviene una costumbre enteramente popular, mientras que las
élites, deshaciéndose de su pasado decimonónico, abjuran de él, pasando a
suscribir las opiniones peyorativas de los extranjeros, particularmente los
anglosajones.
Para
los extranjeros no integrados a nuestra cultura, con los anglosajones itinerantes
a la cabeza, el mate y la mateada eran consumos que les causaban repugnancia,
sobre todo porque se comparte la bombilla.
Lo
piensan asimismo como conducta viciosa, como si se tratara de una perversión,
de una parafilia patológica.
También
la infusión les parecía, y parece, un brebaje de baja calidad, rayano en lo
nauseabundo y opuesto por antonomasia al té y ni qué hablar si lo comparan con
el preciado té de Ceilán, la isla llamada “la lágrima de la India”.
Tales
extranjeros adhieren o avalan la tesis sarmientina que opone civilización a
barbarie, ubicándose a sí mismos del lado de la primera y asociándonos con la
segunda: matear cae en la redada, nos hace presas del atraso, según ellos.
Sobre
la mateada
La
mateada, tan naturalizada para argentinas y argentinos y rioplatenses en
general, es, sin embargo, una usanza, una práctica, de gran complejidad.
Es
toda una puesta en escena que conjuga compañía, afecto, cercanía espiritual,
placer, amistad, paz, relajación, libertad, confianza incondicional con quienes
se comparte.
Esa
puesta en escena articula la preparación tanto del agua como de la particular infusión,
la pava y/o el termo, la yerba – desde luego -, el recipiente mate, calabacita
o porongo, la bombilla y, fundamentalmente, la ronda. Esa articulación supone una
compleja organización con sus fines, sus roles y su sistema normativo.
La
preparación del agua y de la infusión se ajusta a reglas, que varían de
comunidad a comunidad, de grupos a grupos, de familias a familias, de cebadores
a cebadores.
Casi
podría decirse que esa preparación es la propia de cada cebador y de los grupos
con los que acostumbra compartir.
No
importa detallar todo el espectro de reglas lo cual sería abrumador y, aún así,
insuficiente. Lo que vale considerar es que siempre tiene sus reglas.
Cada
cebador, si es indagado o examinado, da cuenta de sus criterios y modalidades
de preparación y servido.
Una
característica definitoria de la mateada es sin duda la ronda.
La
ronda es el acto de compartir el mate, es la médula de la mateada.
La
ronda por la cual los mateadores consumen implica manifiestamente que el mate,
a partir del cebador, pasa de mano en mano.
Profundizando,
poniendo de manifiesto lo latente o lo subyacente, la ronda supone
simultáneamente:
- Un cuerpo-boca-mano que es un uno; es decir, quienes matean conforman una persona, son todos ellos una sola persona y por lo tanto son partes de un único cuerpo, tienen una sola boca y cada mano es la extensión de su equivalente. Por eso, la higiene pensada desde el observador foráneo y prejuicioso, no tiene cabida en la mateada. El matero no siente que la bombilla pasó por otra boca.
- Se da la participación en su acepción antropológica: cada tomador de mate es una parte de un cuerpo-boca-mano que es un uno, es un uno mismo.
La
ronda se arma sobre la base de dos roles básicos: el de cebador y el de
tomador. El que ceba asume ambos roles.
El
cebador es el líder de una peculiar organización: la
ronda del mate. Es el que prepara la infusión en todos sus pasos y el que
sirve, siguiendo el turno, el mate a cada tomador. El tomador deja hacer al
cebador, una suerte de figura indiscutida.
Los
fines de la ronda del mate, en lo manifiesto, es compartir el momento tomando
esa bebida a la que se le puede atribuir las variadas propiedades ya
comentadas. Es una costumbre que propicia la compañía, sentirse acompañado.
A
tal punto está arraigada esa convicción, cala a tal punto en lo inconsciente
mismo, que quien toma mate a solas se siente acompañado, como si llevara en sí
mismo, ilusoria o virtualmente, la ronda. Al mismo tiempo es cebador y tomador,
desdoblándose y completando así el circuito satisfactorio como si participara
de una ronda real.
No
puede dejar de traerse a colación a Freud: de alguna manera la acepción
antropológica de “participación” guarda similitud con la de “identificación”.
Parafraseando
al Freud de Psicología de las masas y análisis del yo, “todos somos uno
en el mate”, casi como el “todos somos en Cristo” de los creyentes.
En
esa ronda el cebador, como líder, representa al Ideal del Yo por el cual los
tomadores renuncian al propio Ideal, admiten que el cebador lo suplante y todos
se identifican entre sí a partir de ese lazo común que el cebador instaura,
instaura sobre la base de la mateada como lugar en el que se disipan las
diferencias, en el que se esfuman los cuerpos-bocas-manos distintos.
La
acientífica y caduca noción de “individuo” en la mateada carece de todo
sustento y viabilidad.
De
tal manera, a los fines manifiestos del compartir y beber algo revitalizante, les
subyacen lo de la versión antropológica de la “participación”, el liderazgo y
la identificación, el sentirse componente de una única conjunción
cuerpo-boca-manos lo cual implica el retorno de lo idealizado perdido que se
remonta a la vida intrauterina, a la relación simbiótica más temprana con
la madre, a la etapa vital en la cual no había distinción entre un yo y otro,
entre un yo y un mundo externo, entre un yo y lo real.
La
succión, remembranza de la lactancia, juega un papel
clave en el consumo del mate. Es la base material para que todo lo antedicho
sea sustentable.
La
bombilla, que pasa de boca en boca al mismo tiempo que el mate de mano en mano,
es lo visible, de la misma manera que los labios y la boca. Es decir, lo
visible es el encuentro bombilla-labios, pero lo latente es la succión.
La
succión, tan propia del lactante, expresa el vínculo, expresa lo que pone en
relación a la bombilla con los labios y es, de tal manera, sustitución, en la
mateada, de la lactancia.
En
la mateada succionamos de una misma teta, en la mateada compartimos,
ilusoriamente, una misma madre y de tal manera, la mateada nos hace hermanas y
hermanos, la mateada hace desaparecer las diferencias generacionales, de género
y sociales en general.
Ahí
está la raíz última de la mateada: la de realizar la ilusión de tener una misma
madre y, por esa vía, constituirnos en hermanas y hermanos
incondicionales.
En
la mateada, el rechazo del mate es considerado un comportamiento anómalo,
inaceptable, irrespetuoso, de mala educación.
Se comprende
por todo lo expuesto: rechazar el mate significa no aceptar al
otro como hermano y oponerse a compartir la madre imaginaria que hace posible
la fraternidad incondicional.
Sobre
la prevención a que obliga la pandemia
De
tal manera, las medidas de prevención a las que fuerza la pandemia, en el caso
de la proscripción o prohibición de la mateada, implican, inconscientemente,
ser arrebatado de los brazos maternos e imposibilitar hermanarse.
Tales
medidas de prevención responden a una suerte de mandato superyoico que separa
abruptamente, que aísla y segrega.
Se
requiere un esfuerzo descomunal para afrontar la tolerancia a tremenda
frustración, necesaria frustración que, al mismo tiempo, para el matero es una
exigencia sobrehumana.
Aplicación
del MV
Con
motivo de haber sido contratado tiempo atrás y durante años por una empresa
líder del rubro de la alimentación, productora y comercializadora de yerba
mate, investigué el consumo de mate, investigué los vínculos entre la demanda y
la oferta de yerba mate, diagnostiqué en profundidad y acabadamente la segmentación
de tales demanda y oferta, posicioné las marcas líderes tales como Taragüí,
Nobleza Gaucha, Cruz de Malta y otras.
Para
llevar a cabo tales investigaciones y para diseñar y recomendar estrategias
comerciales y comunicacionales, apliqué mi creación, el Método Vincular.
Para
la mayor comprensión de lo relativo a este punto, remito a mi libro Método
Vincular. El valor de la estrategia, a diversas publicaciones ubicables y a
artículos en rubenrojasbreu.blogspot.com
Todo
lo expuesto en los puntos anteriores está sustentado en el Método Vincular, por
lo cual este capítulo en particular tiene por finalidad precisar sólo algunos
aspectos que hacen al análisis de alta complejidad que dicho Método supone.
El Posicionamiento
Vincular matriz, el Posicionamiento Vincular del genérico mate / yerba mate, es
el Doméstico.
Es
decir, el mate, la yerba mate, el matear, la mateada, se inscriben en su
génesis, en la intersección Primarización con dimensión Significado.
Todo
lo expuesto, en donde me refiero a los mitos de origen, a la ronda, los fines
explícitos y latentes del consumo, la succión y la “ilusión de la madre única”
que deriva en cuerpo-boca-mano unificados y fraternidad incondicional, llevan a
determinar ese Posicionamiento.
No
obstante, considerando numerosas variables propias de una cuestión de la mayor
complejidad, el mate o la mateada, pueden ubicarse en los distintos
Posicionamientos Vinculares, según distintos segmentos de la demanda y de los
oferentes, los cuales son interpretados y/u ocupados por las distintas marcas
de yerba mate.
Es
decir, cada marca de yerba mate ocupa un específico Posicionamiento Vincular.
Ya me referí a por qué el genérico ocupa el Doméstico, lo cual es capitalizado por
una marca líder, con la que se superponen otras.
Veamos.
Si
se considera que la ronda supone un cebador que puede llegar a ocupar una
posición de dominio, que el mate es asociado a propiedades energizantes, que el
mate amargo es fundamentalmente viril, una articulación demanda-oferta o una
marca puede ocupar el PV Dominancial.
Si
se tiene en cuenta que se le asigna al mate, desde tiempo inmemorial, el
carácter de afrodisíaco y subyace la idea de que la ronda es un lugar de
erotismo tácito, se puede determinar el PV Hedonista.
Si
nos basamos en el origen mítico y la estrecha asociación con el pensamiento
mágico, puede ocupar el Posicionamiento Vincular Mágico.
Si partimos
del carácter de vehículo de integración, de una suerte de consumo que propicia
la negociación madura, que articula salud con placer, Ley- Deseo, nos conduce
al PV Constructivo.
Finalmente,
si, también ateniéndonos a la articulación Ley-Deseo, evaluamos la capacidad
del mate para propiciar modalidades de elaboración y consumo que suponen variaciones
y de modo continuo la novedad, la incorporación de ingredientes y
saborizadores, la apertura a ámbitos no estandarizados, estamos arribando al PV
Creativo.
De
tal manera, la yerba mate, el mate, el matear, la mateada se abre ilimitadamente
al amplio espectro de Posicionamientos que el Método Vincular conceptualiza.
Fuentes
bibliográficas
Freud, Sigmund (1976): Psicología
de las masas y análisis del yo, Amorrortu, Bs. As.
Hernández, José (1982): Martín
Fierro, Colihue, Buenos Aires.
Oberti, Federico (1979): Historia y
folklore del mate, Fondo Nacional de las Artes, Bs. As.
Rojas Breu, Rubén (2002): Método
Vincular. El valor de la estrategia
Rojas Breu, Rubén: Artículos en
rubenrojasbreu.blogspot.com
Slavsky, Leonor y Ceresole, Gladis (1982):
Historias de yerba y mate, CEAL, Bs. As.
Rubén
Rojas Breu
Buenos
Aires, mayo 14 de 2020