Rubén Rojas Breu
LA RETÓRICA ARTERA DE MILEI
Además
de una logorrea brutal Milei se vale de una retórica artera.
Ya
hice reiteradas referencias a que no hay hermano Milei sin hermana: en ese
vínculo extremadamente simbiótico el hermano tiene a su cargo el discurso, la
palabrería altisonante, mejor dicho, mientras la hermana complementa con la
rosca y las tareas que se hacen a escondidas.
Cuanto
más cacarea él más oculta ella.
Milei
incurre en la peor de las ignorancias, no sabe algo que quienes nos ocupamos
seriamente de la Ciencia y de la Política consideramos una premisa acuñada por
Sócrates: no hay mayor ignorancia que la de no saber que se ignora.
Quienes
nos ocupamos de la Ciencia y de la Política de veras sabemos que es mucho lo
que ignoramos a pesar de lo acabados que puedan parecer nuestros conocimientos.
Cuando
Milei denigra al Estado ignora que esta compleja organización social nace con
la Historia misma y obvia su propio accionar: es un funcionario del Estado y se
vale de éste para reprimir con la mayor violencia, para dictar decretos
despóticamente, para apretar, para castigar a las mayorías, para arrasar la salud
pública, la educación, los salarios, las jubilaciones, los derechos, la
industria, el trabajo y la economía misma.
Dice
de sí mismo que es el topo que viene a destruir el Estado desde adentro: un
topo es un espía, un agente encubierto o secreto que de ninguna manera va por
ahí vociferando a los cuatro vientos su labor oculta; le va la vida en eso.
Habla
de terminar con la casta cuando fortalece a las grandes corporaciones globales,
a los grandes magnates del planeta y a nuestra sempiterna oligarquía vernácula.
Cuando
habla de libertad incurre en versiones disparatadas que no resisten el menor
análisis, que sólo encuentran aval en formulaciones de charlatanes al servicio
de las tiranías y que contradicen sus propios actos ya que se lleva las palmas
en cuanto represor.
Así
como se ve, lo menos que podemos establecer es que su retórica es -además de bestial-,
artera, ladina, propia de taimados.
Me
voy a detener en particular en la “libertad”.
Cuando
Milei habla de la misma lleva a cabo un escamoteo, una elipsis grosera, ahistórica
y destinada a la manipulación más incalificable.
Sin
ir mas atrás en el tiempo parto del momento en el que nacimos como Patria.
Tanto
en estas tierras rioplatenses, como en toda América Latina, nuestros patriotas
de entonces nos dejaron como enseñanza a través de su acción política y militar
que hay dos conceptos entrelazados que interactúan y se determinan
recíprocamente: independencia y libertad.
La
independencia, equivalente a liberación o emancipación, fue
y es sacarse de encima la opresión colonialista o imperialista, sacarnos de encima
la dominación española por entonces.
La
libertad es lo que garantiza que cada persona sea reconocida como
ciudadana o ciudadano al mismo tiempo que las organizaciones de las que
participa puedan desarrollarse con la mayor autonomía.
No
hay “individuos” aislados sino personas que pertenecen a diversas
organizaciones a través de las cuales evolucionan, crecen, se realizan. Entre
tales organizaciones destacamos la familia, las instituciones educativas y de
la salud, las de la sociedad civil, las fuerzas políticas,los gremios, los
lugares de empleo, las empresas y, por supuesto, el Estado y muy especialmente
el Pueblo.
Nuestros
ancestros patriotas dejaron en claro que para garantizar esa libertad era condición
necesaria la independencia como nación y como pueblo.
Al
mismo tiempo, esa independencia requiere para alcanzarla y afirmarla que cada
persona y sus ámbitos de pertenencia accedan a la libertad y los derechos consiguientes.
Por
eso, al mismo tiempo que iban logrando la emancipación o la independencia los
libertadores de nuestros inicios impulsaban la abolición de la esclavitud, el
reconocimiento de las mujeres, los derechos, inspirados en aquella proclama de
la Revolución Francesa.
Y a
medida que se avanzaba en el logro de la libertad se afianzaba el camino a la
independencia.
El
país yanqui lejos estuvo de tales valores de la Revolución Francesa y de
nuestro ideario de los orígenes ya que los colonos supremacistas blancos de
1776 eran esclavistas que mantuvieron la esclavitud.
Bolívar
vaticinó que los gringos, embaucándonos con la perorata de la “libertad”, nos
sumirían a los latinoamericanos en la miseria.
Milei,
con su retórica engañosa, destinada tanto a los potentados planetarios y locales
a los que sirve como a su horda, a la masa y a la gilada, enfatiza en la
libertad omitiendo la independencia.
He
ahí el núcleo de su retórica artera, engañosa, destinada a
engrupir giles o a congraciarse con los poderosos.
Habla
de la libertad como objetivo de una suerte de internacional libertaria que rechaza
el derecho de naciones y pueblos a su soberanía, a su autonomía.
Es
decir, habla de la libertad saltándose a la independencia.
Milei
es la consecuencia de las gestiones de todos los gobiernos que lo antecedieron,
desde la dictadura hasta hoy.
Ninguno
de esos gobiernos, incluyendo a los que se enuncian como “nacionales y
populares” plasmaron nuestra plena soberanía y demasiadas concesiones hicieron
a los grandes factores de poder, demasiado facilitaron la penetración cultural,
demasiado lugar les dieron a las prácticas viciosas tales como el culto de lo
mediático, el electoralismo, las encuestas en desmedro de la movilización y
participación popular.
El resultado
es que hoy tenemos un gobierno que promete libertad sumergiéndonos en la más pavorosa
y crecientemente humillante dependencia, proclama la libertad en el marco de la
opresión, de la sumisión.
Propone
la libertad bajo la condición de someternos al yugo yanqui y a la aprobación
del gobierno ultraderechista de Israel.
¿Qué
libertad es ésa?
Por
lo tanto, cerrando: no hay libertad sin independencia y no hay independencia
sin libertad.
Rubén
Rojas Breu
Buenos
Aires, julio 27 de 2025